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Auezov Mukhtar "El Tiro en el paso"

29.11.2013 1741

Auezov Mukhtar "El Tiro en el paso"

Язык оригинала: "El Tiro en el paso"

Автор оригинала: Auezov Mukhtar

Автор перевода: not specified

Дата: 29.11.2013

 

                                      1

El hermano mayor tomó en sus manos a su joven hermano, al igual que a un bebé, y le dijo a su esposa, que apresuradamente arreglaba la cama:

- Y en él, ni huesos ni carne. Seco y ligero como las plantas rodadoras... ¡Vaya que joven desatendido!

La ropa de cama - mantas plegadas en tres o en cuatro sobre el piso de tierra y las paredes de un barro gris cómo cuarteles de invierno. El paciente fue colocado cuidadosamente en el lado derecho.

Y él absolutamente agotado hasta que cuando se le alzaba, respiraba con dificultad y apenas movía los labios exangües. El hermano y su cuñada se inclinaron hacia su cara, adivinando más qué escuchando lo que decía:

- Caballo demacrado - como una pluma en el viento...
- Marido demacrado - como un espíritu sin cuerpo - terminó la esposa, suspirando tristemente.

El hermano mayor se llamaba Bahtygul, el menor-Tektygul y la mujer - Hatsha.

Bahtygul, con bigote negro, de hombros y pechos anchos, se sentó cerca del enfermo con la cabeza hacia bajo. El pasado otoño Tektygul sorprendía la gente con su heroico y fuerte físico. Era una cabeza más alto y más fuerte que su hermano mayor. Y para luego acabar gravemente enfermo. Su fuerza fue exprimida de él así como la sangre surge de una herida profunda.
Antes, para él, una roca desnuda parecía blanda, pero ahora la cómoda cama era dura. Se convirtió exigente cómo una espina molesta pidiendo a menudo de arreglar la cama, y alzarlo no era - nada difícil. ¡Y antes no se le podía arrancar del suelo!
Un recuerdo de la juventud - en un período terrible, que tuvo Bahtygul, con el mismo hermano. Lo fue entonces cuando el mayor tenía dieciséis  y el menor - diez. El tifus endémico, se propagó como un fuego, que incendia la pradera y todos los pueblos vecinos fueron víctimas. En un día, el padre y la madre se contagiaron, y luego en un día, la madre murió por la mañana - y por la noche - su padre. Los hermanos huyeron de su aldea natal sin rumbo, según lo ordenado por el padre antes de morir y cuando las piernas más jóvenes cedieron el paso, el mayor utilizó sus últimas fuerzas para hacer de piernas a su hermano menor y llevarlo en sus brazos y escapar del lugar. Entonces Bahtygul cargó en sus brazos a su hermano escapando de la muerte y de una enfermedad contagiosa que les perseguía. Y que ahora, tal vez, no podrá…

Qué frustración atormentó a Tektygul, pero no de valientes, sino de la muerte.

- En el monte talado no se enciende la hoja verde - repitió, con una mirada fangosa y sus ojos congelados del miedo, una vez hacía su hermano, y luego a su cuñada. - Es todo por la maldita pobreza, nuestro orfanato. No nos mata la gente, hermano - ¡Sino la pobreza! ¿Cómo vivirás sin mí?

El calambre capturó sus labios fruncidos, grises y cómo un secreto que estalló de su alma, dijo
- Oh, aunque sólo fuera para vengarse... no de la muerte, sino del delito... -susurró y sollozó con violencia sin poder hacer nada. Tosiendo tensamente, como un anciano decrépito, apartando la cara hacia la pared.
Hoy Hatsha no pudo contenerse y exclamó con lágrimas:

- ¡Cobardes! ¡Que se sequen y caigan sus manos y pies! Han quebrado, han quebrado el joven... quebrado por completo... Y si sólo hubieran sacrificado un cabrito por lo menos. O lanzar una obra de caridad... a los enfermos...
Bahtygul fue parco en palabras.

- ¿Limosna? - Dijo con una sonrisa triste, la punta de su grueso bigote negro se vino abajo.

Hatsha comprendió a su marido. No, sus enemigos no tienen ni lástima, ni nobleza. No sólo las manos no otorgan - también ¡no parpadean un ojo! Los abusadores saben que al ayudar los débiles, los enfermos - se declaran culpables delante de ellos... ¿Y si no puede sobrevivir Tektygul? Tendrán que responder a la ley antigua - pagar por el homicidio. Esto es lo que esos habían temido.

En su vida Bahtygul no recuerda el día en que los ricos eran justos, y él vivía ya la segunda parte de la vida, después que el recuerdo de la muerte de su padre y madre se enfrió.
En ese terrible año la peste no alcanzó a los fugitivos pero esos fueron atrapados por el destino. Después de mucho vagar, encontraron refugio en casa de unos primos lejanos, tíos del lado de la madre, pero sin embargo no encontraron la felicidad. Los niños se convirtieron en peones en el pueblo (aul) afluente del clan kozybak, que vagaba por la parroquia Burgenskoy. El otoño pasado los hermanos cumplieron veinte años de fiel servicio bajo el patrón Salmen, el menor de los kozybak, muy empinado, y dueño tenaz.
Durante años de de servicio Bahtygul alcanzó gran honor - convirtiéndose en un pastor, llegando a ser el más grande entre los pastores, aunque no rico. Pero su patrón Salmen sí se hizo rico.
Con sus expertas manos Bahtygul alimentó y crió una gran cantidad de rebaños de caballos y ganado, cientos y cientos de cabezas de ganado de raza buena y resistente.

El joven Tektygul hacía todos los trabajos negros cómo ordeñar yeguas. Con el paso de los años, también pasaba su juventud sin alegría, nada cambiaba: por la tarde ordeñaba las yeguas y por las noches cuidaba los rebaños de ovejas.
Bahtygul tuvo más suerte - el padrón le dejó casarse. Tomó cómo esposa a Hatsha hija de un pastor de un pueblo cercano, ella también comenzó a servir al patrón Salmen, a su esposa y a su madre, de la misma manera que lo hizo su marido. Bahtygul pagó a su patrón por la boda todo lo que ganó durante aproximadamente diez años, pues ésta era la voluntad del padrón. Y Tektygul qué tenía treinta años - no estaba casado.
Los hermanos eran conocidos cómo trabajadores diligentes en todo el condado, eran famosos por su fuerza y ​​valor y también por algo especial que benefició al padrón.
El clan de los kozybak - era una familia rica, pero debido a esto eran codiciosos, hambrientos de poder e insaciables. Desde hace tiempo se sabía que en ocasiones los kozybak robaban ovinos y ganado. En estos casos Bahtygul y Tektygul eran irreemplazables.
Se les entregó palos negros y les pusieron a disposición los mejores caballos y fueron enviados a incursiones secretas. Los hermanos se inclinaban saludando adiós y andaban donde el padrón comandaba.

El hermano mayor del padrón Salmen, Bai Sat, continuamente se involucró en luchas internas, solicitando de este modo un cargo mayor en la parroquia. Sat forjó en la parroquia muchos partidos adversarios, incitando la enemistad entre ellos -Divide y vencerás, pues se sabe que en el agua fangosa es difícil la captura de peces. Agrietando, bajo los golpes de los garrotes, los huesos de los vaqueros (dzhigit); el Bai Sat cosechó honores parroquiales, y Bai Salmen fue aumentando sus rebaños y manadas.
Los jóvenes del clan tenían miedo de Tektygul y Bahtygul y envidiaban sus fuerzas;
- Éstos no son personas - sino palos... A veces también esos se reían de estos:
- Éstos no son servidores sino esclavos... - ¡Los hermanos esclavos!

La gloria llegaba, pero sin gozo. Y llegaba la mala reputación. No sólo en los alrededores, sino también en su aul (pueblo) natal, incluso las mujeres y los niños susurraban secretamente:
- Envían nuestros ladrones de ganado como pedidos personalizados... Llegaron nuestros ladrones nocturnos de presas...
Pero, si el Bai está satisfecho, bien, pues el Bai es el dueño! Por primero hay que seguir la voluntad del Bai.
De año en año, de invierno a verano el kozybak engordó, se hizo impertinente. No era de extrañar que Bahtygul y Tektygul los sirvieran. Con el garrote pesado, lazo largo, obedientes y el alma gentil. Veinte años pasaron volando, y ellos siempre sin quejarse y sin problemas.

Bai Salmen no les pagaba a ellos nada. Y nunca los hermanos y el dueño se conectaron en un contrato financiero, contrato común para esas partes: por tanto trabajo con el ganado - tantos vestidos cada vez... ¡No había malicia en este comercio de Salmen! ¿Es que el Bai no es el padre benefactor de su siervo? Además, son parientes, aunque de la parte materna. A los familiares no se les paga - se les regala.
Es por eso que Tektygul en treinta años, no tenía nada de lo que podría decir "es mío". Un poco más tenían Bahtygul y Hatsha...
Una Yurta (tienda) estrecha y vieja, tres o cuatro caballos, una docena de ovejas - ¡y esto era todo! Toda la fuerza y habilidad de los tres, fue acumulada durante muchos años de diligencia y esfuerzo, trabajo duro y de riesgos desesperados.

Pero, gracias a Dios, tenían esto pues los ricos no siguen la ley y en el pecho del Bai Salmen latía un corazón de verraco.
El otoño pasado, en una tormentosa noche, ventosa, húmeda, la desgracia sobrevino. Gritos, llantos y juramentos se cernían sobre el aul cuando Bahtygul conducía la manada de caballos esteparios. Bai Salmen corría por el aul, gritando, escupiendo como un camello, y atacando a todos los que se les presentaban con latigazos. Hatsha lloraba tendida al lado del fogón extinto, gimiendo sobre Tektygul, como sobre un muerto.
- ¿Dónde está?
- Dios lo sabe...
- ¿Vivo o no?
- Dios lo sabe...
Estaba, por supuesto, en la estepa. Dio la casualidad de que el vórtice dispersó el rebaño de ovejas y los llevó lejos de la aldea. Tektygul no quiso ir tras ellos, y cuando saltó sobre él el Bai con el látigo, por primera vez en su vida perdió la paciencia y le dijo derecho en los ojos, hinchados por la grasa:

- Mire, que noche... ¡Y estoy desnudo, descalzo! Un sólo chekmen (caftán) que se pudrió por el sudor, los agujeros se guiñan en reciprocidad... al menos ropa de segunda mano para encubrir el alma.
Salmen quedó desconcertado por la sorpresa.
- Las ovejas se están muriendo... ¡una gran bandada! ... Y aún ¿Estás negociando?
- Le pido... compasión...
- ¡Perro! ¡Cuidas bien tu piel! Tektygul sombríamente bromeó:
- Sí y tengo sólo una, la última...
- ¡Entonces te quitaré tres pieles!
De acuerdo con una señal del Bai, cinco jóvenes saltaron sobre Tektygul, lo derribaron, y el Bai en un frenesí comenzó a golpearlo en el pecho con sus botas, y luego lo condujeron hasta la estepa, y Tektygul obedeció. Iba con vergüenza, y en una desesperación embotada, diciendo:

- Éste será su pecado...
Bai lo acompañaba con su abuso violento.
Las personas se estremecieron ante la mera visión de Tektygul. El Chekmen estaba agujereado y hecho andrajos por las botas claveteadas del Bai, eran harapos colgados como la piel de un camello durante la muda. Pero todos se quedaron en silencio, y el Bai gritó, fustigando el peón...
Tektygul podría golpear hasta la muerte a Salmen con su puño letal, pero a este trabajador agrícola ni le entró la idea de hacerlo. Lo pensó mucho después, cuando se estaba muriendo.
Bahtygul ordenó a Hatsha de mantener un ojo en la manada y se alejó al galope hacia la estepa, llamando a su hermano. Recorrió las colinas y hondonadas, reunió las ovejas, pero antes del amanecer no pudo encontrar a Tektygul, y cuando lo encontró y lo recogió en su caballo, lo protegió con su cuerpo contra el viento y la lluvia, el hombre no estaba ni muerto ni vivo.

Hatsha no pudo hacer frente a la manada, los caballos fueron barridos por la tormenta, como ovejas, y cuando los hermanos regresaron al aul, los dos fueron castigados por el amo salvaje. El menor fue golpeado hasta  la inconsciencia, delirando de fiebre, y el mayor no pudo defenderlo. Les golpearon con todo lo que tenían a mano, sin piedad ni misericordia, como a ladrones de caballos.
Después de esa noche, los hermanos se mudaron lejos de Salmen. Huyeron del aul de Kozybak, llevando con ellos sus miserables pertenencias a una parroquia vecina Chelkar y se refugiaron en la decrépita y abandonada cabaña del padre, que fue abandonada hace veinte años.
Pero junto a ellos entró lentamente bajo el techo paterno la muerte invisible, como antes había entrado durante el tifus. Entró y se puso en la cabecera de Tektygul.
El hombre se acostó para no levantarse más. Durante todo el invierno revolvió hacia fuera sus entrañas con su tos húmeda. Tektygul despejaba por la flema una sangre gruesa y escupía su vigor pedazo por pedazo.

Él nunca se había quejado de su destino, y ahora gimió a través de sus dientes como un perrito batido. Pero no porque no veía la felicidad en la vida, y no porqué no tenía una esposa, y no dio a luz a niños, y no porque no quería morir, sino porque no consiguió vengarse del agresor. Desde la infancia Tektygul era de buen carácter, de mente simple y flexible, pero ahora parecía que un espíritu maligno le poseía.
En el invierno durante la matanza Bahtygul escuchó a Hatsha - fue a lo de Sat, el hermano de Salmen. Se fue con una mente abierta, con una queja tímida.
Sat escuchó pacientemente y respondió como un juez en el tribunal de Biysk:
- Hambre, ¿dice usted? Bueno, que usted no está callado delante de mí. Sin embargo con Salmen ¡ustedes no se murieron de hambre! Se está muriendo, ¿dice usted? Bueno, que usted no miente. Pero los muertos mueren alguna vez, pero ¡los golpeados no mueren! También usted fue golpeado y está vivo... Enfermo, ¿dice usted? Esta es finalmente la verdad. Pero ya sabe lo que ¡es la enfermedad! ¿Quién de nosotros no sufre de esta enfermedad? ¿Quién no tiene miedo?

Su propia madre, de Salmen y la mía vivían en plena prosperidad, nadando en mantequilla, y murieron de tuberculosis. Y ¿de quién es la culpa? ¿De Salmen? O ¿mía? O ¿quizás de Hatsha, tú esposa, porque ella servía a nosotros? Dios sabe, que me hizo decir cosas que no debería haber dicho. Pero, ¿cómo te atreves a insinuar y como te vino la idea - si tomar la vida de un ser humano lo decide sólo Dios?
No permitió a Bahtygul discutir nada, Sat lo despidió. Y Bahtygul se alejó, riendo amargamente en su alma con Hatsha y con sí mismo.
A principios de la primavera llegó la hora de Tektygul. Su fuerza de vida expiró lentamente. Imperceptiblemente emanó de sus ojos la tenue luz de la vida
Durante mucho tiempo Bahtygul no pudo ser confortado y lamentó mucho tiempo a su hermano. Estuvo de luto por cuarenta días y dentro de esos cuarenta días recogió algunos de sus primos pobres del clan Sari, y usando sus últimas cosas que tenía, dio, como era de esperarse, un velorio para Tektygul.
En el funeral se decía que el fallecido era un león. Hablaron de su sufrimiento. Y qué el clan de Sari quedó huérfano. Se quedó sin comandante.

"Y yo como sin brazos ni piernas..." - pensó Bahtygul, bajando la cabeza y su corazón estaba vacío y desnudo cómo la yurta.


2

En Otoño Bahtygul inició un negocio peligroso y secreto. Eligió la oscuridad de una noche lluviosa. Ató a la montura una bota de vino y una sopa de Malta - , muy condimentada con leche agra, y partió hacia las montañas. Con él cabalgaba su viejo amigo y consejero - el hambre.
Bahtygul conducía y pensaba:
"Este Otoño es muy apreciado y tan esperado... Las lluvias son ruidosas, la lluvia me esconde y me lame el sendero... Si tengo suerte, por la mañana recojo la fortuna después de tres pasos! Me pregunto si ¿viajo en vano o en vano sigo y espero? "
Las montañas se elevaban majestuosamente en el cielo nocturno. Bahtygul apenas podía ver el camino en la oscuridad, pero las colinas rocosas, y las laderas boscosas se veían con claridad. El pastor tenía agudos ojos perspicaces como un perro. El lugar le era familiar, pisoteado por la intemperie, favorito.

Desde la distancia, durante el día el monte era como una yurta gigante de piedra, desierta, inaccesible a los mortales. De Cerca y en la noche tenían una pinta aterradora, terriblemente vivas. El peludo y denso matorral de abetos en la pendiente de la montaña se parecía a un enorme, monstruo cómo en los sueños, que duerme y respira pesadamente. El valle se veía, como las orejas de las bestias, cautelosas y punteadas en los extremos y la boca abierta cómo una brecha, con el respiro frío y corruptible, y los colmillos sobresaliendo de ella, tales eran las rocas.
Pero Bahtygul no tenía miedo, las montañas eran cómo su hogar y lo recibieron con paz, y tranquilidad, cómo si lo estuvieran atrayendo, diciéndole date prisa, que estamos llegando hacia ti.
Sin embargo, el camino no era fiable, especialmente en la lluvia, en las noches de otoño. Bahtygul no vaciló en confiar en su caballo. Su Sivy, era fuerte y experimentado, sabía escalar el acantilado, caminar a pie de los acantilados, era tenaz y ágil como una cabra montesa. En algunos lugares el camino se estrechaba a un hilo y en sus lados no cabían dos cascos, pero Sivy caminaba tranquilamente, sin problemas, con facilidad, sin aferrarse de un lado de la roca convexa a la derecha, y ni tirar una mirada temerosa en el abismo de la izquierda, caminaba como un equilibrista.

¡Sivy ayudará! Él siente, a dónde quiere ir el amo. Y cuando Bahtygul ligeramente apretaba en sus costados como un signo de angustia y miedo, el caballo levantaba la cabeza y tiraba de la cuerda, en desacuerdo. Su espalda se movía suavemente bajo la montura, de un modo tranquilizador: siéntese hasta que lo llevaré a donde usted necesita, y después, allí haga lo suyo...
Bahtygul conducía y pensaba sobre sí mismo - y sobre su caballo, y sobre aquellos que encontrará:
"Es poco probable que usted esté entusiasmado por el tiempo. Bajo la lluvia, somos todos cómo ¡los perros callejeros! Vamos a ver quién tiene la nariz húmeda y quién de nosotros alzará la cola... Ustedes, Salmen, u otros de kozybak - ¡me da lo mismo! Todo el clan de kozybak tienen conmigo una deuda irredimible”.
La noche pasó sin fin, el corto día nublado parecía más largo. Desde el fin del perezoso amanecer hasta el alto atardecer Bahtygul se escondía, y dormía en un bosque de pinos de Sari, que significa ajo, muy perfumado... El bosque, oscuro, salvaje de un olor agridulce, pero con el estómago vacío no podía dormir. Su estómago y Bahtygul ronroneaban como un lobo. La Malta, la bota se secaron. Pero ¿es alimento para los hombres? Beber... es para la garganta, y no para el estómago, y la sed es más débil – pero el hambre es más fuerte.

Bahtygul difícilmente esperaba a la oscuridad. Sus dudas remitieron. Oyó la voz de de su secreto consejero, persistente dentro de él.
"No importa ni Salmen u otros, tampoco... importa Sat... ¡Pase lo que pase! "
Ahora los rebaños deben estar ya en los pastos de montaña - dzhaylyau. Es todavía temprano para que desciendan hasta las partes inferiores de la pradera. Allí, en los pastos y prados bajo el cielo, esta noche sucederá la reunión... Dios sabe a quién culpar...
Y, sin embargo, en el fondo de su alma, Bahtygul vaciló. "Deja que primero Salmen se justifique" - pensó, pero él quería justificarse antes de que haga lo que quería hacer.
- En mi casa tengo un puñado de mijo negro molido... - Susurró en los oídos del caballo - un puñado escaso para toda la familia... Los niños son los que me enviaron aquí, ellos son inocentes...
A medianoche, el caballo comenzó a correr más rápido. El sendero se expandió y muy pronto llegarán al dzhaylyau. Bahtygul sintió su pecho que se ensanchaba por delante en una grande amplitud. Él se animó, se ajustó la fría y cansada espalda. Y tanto él como su caballo se llenaron de nuevas y frescas fuerzas.

Ahora el jinete se sentía como un gran pájaro con firme pecho que levanta lentamente las alas. Esta ave - veterana, residente y dueña del lugar, de las alturas de las montañas, de la blancura de la nieve. Que está a punto de extender sus alas y volar hacia el cielo colgándose sobre las rocas rocosas, y los barrancos sin fondo de Alatau, atentamente observando su presa. Apuntando y de pronto golpeándola de un silbido, como una flecha, y agarrándola con sus garras de hierro y rompiéndola.
Bahtygul recordaba la loca sensación vertiginosa con la que en su juventud solía ir a incursiones nocturnas por la voluntad del kozybak. Entonces se sentía un pájaro. Que volaba a una velocidad vertiginosa, derrotando a todos sin vacilación, directamente desde el hombro. Junto a él estaba su hermano Tektygul, un hombre joven con un temperamento de niño pero con la fuerza de un jefe.
No, no eran tan tontos, eran carneros, ¡estallando sus frentes sobre sus frentes! Fueron capaces de rastrear y acechar, y sobrepasar el enemigo, saltar sobre él a todo galope mientras el enemigo duerme, sin despertarlo, deslizarse invisibles bajo las narices de la vigilia, limpiándoles la nariz. Fueron ágiles, ingeniosos, agudos.

Si hay únicamente fuerza entonces es muy aburrido, pero si hay también la perspicacia entonces es divertido Además, eran obstinados, si no tenían suerte, o la suerte los embrollaban a medio camino seguían luchando ferozmente, sin descanso, ellos contra uno, dos o tres.
¿Aun conservaba Bahtygul la antigua pasión como un águila? no, ni memoria. Algo se ¡rompió! en su alma. Es mas allá de sus fuerzas,
No obstante, no había tiempo para reflexionar. Desde lejos Bahtygul como buen pastor con instintos especiales sentía el suave movimiento invisible de las hierbas húmedas causado por los rebaños de miles de cabezas. Los caballos pastaban detrás del sitial rocoso del paso, y Bahtygul ya oía el crujir a través de la lluvia y el silbar del viento.
Si el vigilante se presenta aquí, se debe situar cerca de la manada para tener una mejor audición y más tiempo para interceptar el intruso. Y es también difícil engañarlo en la oscuridad de la noche. Bahtygul a riendas cortas, teniendo cuidado que los cascos de Sivy no resonaran en la piedra, y lo más importante, que después de haber estado un largo tiempo sin la compañía de caballos que no se ponga a relinchar al ver la manada.

No hay que detenerse. La noche respeta los ágiles y decisivos. Bahtygul mantuvo el caballo a rienda corta, impidiéndole bajar su cabeza. Preparándose a estar listo si es que en cualquier segundo suceda algo completamente inesperado. Sus pequeños y estrechos ojos se abrieron como los de un pájaro expandidos, redondeados para ver mejor en la oscuridad.
La manada fluía lentamente por la ladera hacia Bahtygul. Hasta que la manada llegó a - un buen tiro de piedra. Bahtygul se paró bajo una roca solitaria. Los Ronquidos y resoplidos de los, caballos que crujían juntos la hierba exuberante, se podía escuchar. Por todas partes se oía el relincho juguetón de los jóvenes caballos que saltaban. De vez en cuando se escuchaba una voz que emitían los padrillos - reflexiva, prudente y a veces beligerante. En este momento Bahtygul distinguió claramente una mancha iridiscente dentro la manada. Apretado y asustado - es que ¿está más iluminado? No, está oscuro, incluso al ojo. Era una manada rica, riquísima.
Bahtygul se quitó el sombrero y lo colgó en el pomo de la montura. Escuchó, mordiéndose el bigote largo. Nada sospechoso.

Los pastores o son como los zorros, como demonios, o les gusta solo dormir. No se veía o escuchaba gente. Sin embargo, el hecho de que los caballos estaban juntos en el pastoreo, era señal de alarma. Esto no era casual. Alguien calificado los reunió, los mantuvo unidos y los guardó en la noche impenetrable sobre la nueva hierba.
De repente, un hilillo vivo se separó de la manada en dirección de la roca donde estaba Bahtygul y corría rápidamente allí, donde él se ocultaba. En seguida Bahtygul se recostó tranquilamente sobre Sivy, y lo obligó a bajar el hocico a la hierba. Era como un hilo que salpica, y después se extiende y así una y otra vez. ¡Ajá! El potro tomó comando de su rebaño. Por consiguiente, no hay pastor cercano...
Bahtygul inmediatamente empujó sus rodillas a los lados de Sivy, y lentamente, como si estuviera pastando se acercó al rebaño.
El rebaño inmediatamente se puso en alerta, comenzó a moverse hacia un lado, no permitiéndose que otro caballo extraño entrase. El potro del rebaño era lindo y orgulloso caminaba alrededor con una postura muy guapa y llevaba la cabeza erguida, tenía el pelo largo y liso. El potro relinchó suavemente, brevemente, como preguntando: ¿quién es usted? Por supuesto, se dio cuenta que se trata de un hombre.

El oído con experiencia inmediatamente distinguió los relinchos del potro: es una amenaza y un desafío. ¡Que no atraiga al vaquero! Pero Sivy a buen tiempo caminó de lado, y Bahtygul fingió dormir en la silla de montar. El potro bajó la cabeza.
Primero los caballos parecían demasiado diminutos a lo maximo-1 año o 2 años de edad, Por la noche, mano a mano que se aproximaba más de cerca, uno no podía saber que tamaño tenían. Sivy se deslizó gradualmente más cerca de ellos, y Bahtygul aliviado pero con ojos codiciosos y estrechados. ¡Aquí está! La solicitada, la deseable...
La gran yegua robusta - la mejor del rebaño y tal vez en toda la manada. Sus costados redondos y lisos, con la melena, bien recortada, caminando al lado del potro - bueno.
Bahtygul retiró el lazo de pelo de la silla. No dudó más. Sivy muy inteligente, conocía a su amo entonces se puso en medio del rebaño y movió con su hombro a la yegua. Bahtygul no falló en la oscuridad - el primer tiro fue preciso y embocó el bucle alrededor de su cuello apretando fuerte el lazo.

Con tal lanzo Bahtygul podía enlazar un pájaro en vuelo.
La yegua era obstinada - todo el verano nadie le tocó ninguna brida o bonos. Caprichosa, asustada y temblando, ella se lanzó hacia delante del lugar, lejos del rebaño. Pero Sivy estaba preparado para esto - ¡no era la primera vez! Sin esperar la orden, se dirigió muy rápidamente detrás de fugitivo, sin darle la posibilidad de arrebatar el lazo de las manos del amo.
La yegua muy ágil corrió en línea larga y recta, a toda velocidad, de modo que la soga sonaba a esta velocidad, como una cuerda. Bahtygul con moderación, frenó suavemente, sin permitir que la yegua corra a su lado y tire de la soga. Sivy no estaba guidada de su amo ella era el propio caballo de un pastor y hacía todo sola como debería, ayudando al  jinete en cada movimiento. La yegua pateó, tropezó al galope, y pronto se cansó y se fue en un círculo, dando vuelta a la manada.
Fue entonces cuando ella notó el poder de las manos de Bahtygul, y su fuerte cintura. Él cayó bruscamente en la montura de espaldas, gimiendo por el esfuerzo. La yegua con el bucle del lazo sofocándola disminuyó su ritmo. Entonces se detuvo en seco con la cabeza inclinada.

Recogiendo con cuidado y acortando la soga, él calmó y tranquilizó la yegua con exclamaciones y palabras calmantes pero mostrando que él es el dueño. Bahtygul se detuvo al lado de ella y con rapidez, con habilidad fue embridada. Con suavidad, le dio con el látigo unos golpes secos azotando el dorso mojado por la lluvia y el sudor y la condujo hasta él.
Los caballos en la manada, miraban a sus alrededores con nerviosismo, desplazándose, empujando, alejándose de Bahtygul. De un modo que él no podía pasar desapercibido. Y frente a él, sino que más bien, por encima de él, se avecinaba un hombre robusto como si no tuviera cabeza arriba de un caballo alto con un enorme palo...
¿Estoy imaginando ? No... Bloqueándole el camino, el hombre y su caballo no se movían como un tonto mudo. Espera, pensaba, ¿amigo o desconocido? Bueno, a veces los corderos también tienen cerebros de ovejas...
Bahtygul estimuló drásticamente a Sivy, enviándolo hacia adelante. El tonto alargó su brazo y se acercó y cogió las riendas del caballo. ¡Se dio cuenta por fin! Es una mala situación. Bahtygul con un escalofrío imaginaba el lazo de pelo apretando sus hombros... Sin embargo, el gran y tonto hombre estaba actuando de manera extraña aferrando a Sivy como si de mala gana, perezoso, lento. Y el palo no estaba elevado.

Y este nada, como esperando algo, jadeando pesadamente.
Bahtygul se puso de pie en los estribos, mirando, y se echó a reír involuntariamente. Se trata no de un carnero pero de un cordero. Era Kokai conocido como un tonto roble, fuerza sin cerebro un tipo con la fuerza de caballos pero con un alma de un conejo, ridiculizado por todo el vecindario. ¿Quién no lo bromeaba, no lo jodía, quién?
- T-te aplasto... P-peluche! - Un terrible susurro pronunció Bahtygul y le dio un latigazo sobre las pulgas de la cabeza de Kokai, le voló el sombrero.
El tiro no fue fuerte, fue más de todo ofensivo, pero Kokai se cayó de la silla y se refugió detrás de la grupa del caballo. Ni siquiera se atrevió a gritar, o a llamar a sus amigos. Ya sabía que se iban a reír de él, y lo va a terminar mal, como siempre. Es mejor guardar silencio, después de haber tomado cubierto en la oscuridad de la noche, orando a Alá para que esta persona desconocida se vaya rápido.
Bahtygul tiró de las riendas y se dirigió a un gran barranco cubierto de pinos. Allí se puede escapar de forma segura, y no se podrá encontrar su rastro incluso de día...

A Kokai un vaquero de Salmen, ¡el propio Salmen!
Muy complacido Bahtygul golpeó el punto exacto, justo en el corazón del verraco codicioso. Y ya no fue atormentado más después de dos días de dudas.
Sivy corrió en plena marcha, evitando la manada. La yegua humilde caminaba voluntariamente codo con codo, hombro con hombro.
La desembocadura de la quebrada fría se abrió ante ellos. Y entonces allí se encontraron con otro dzhigit.
Él montaba un buen caballo descendía desde la cima, desde el paso, interceptando Bahtygul, y gritando en voz alta:
- Oye, ¿quién es? ¿Quién eres?
Bahtygul reconoció al instante la voz, de hábitos seguros. Este no tiene miedo nunca dará para arriba ni siquiera al diablo. El mismo Bahtygul una vez había estado en su lugar como dzhigit de Salmen y este sabia de quién confiar.
Reclinándose sobre la crin de Sivy, Bahtygul silenciosamente libero su palo, y el vaquero a todo galope levantó su palo por encima de su cabeza, gritando a voz en cuello:

- ¡Ah...! ¡Aquí! ¡A mí, muchachos! ¡Ah!.. - Los ecos en auge, los siguió de cerca.
Y luego de todos los lados brotaban las voces de los otros vaqueros. A juzgar por la forma conjunta en la cual contestaba, no dormía, y eran muchos. En la oscuridad, ellos claramente y con precisión descubrieron a donde hay que ir, y no se confundían. Bahtygul oyó un fuerte sonido de pasos de caballos.
Era una mezcla de ruidos como truenos violentos el ulular de la manada. Los vaqueros como si estuviesen incitando los unos a los otros gritando y llamando a una tormenta severa. En un momento eran obedientes, dóciles y de repente se convirtieron en un rebaño salvaje.
Decenas de cabezas y crines se dispararon hacia arriba, curvaron las colas largas que sobrevolaron, como el viento. Los caballos se peleaban furiosamente, pateaban, lanzaban sus partes traseras, aun parándose sobre las patas traseras. Los padrillos, trataban de mover en diferentes direcciones sus rebaños. En el caótico estruendo de los cascos se ahogaban las voces de la gente.

 

 

Los dorsos de los caballos subían y bajaban en círculos como las olas en la orilla del río. Entonces, se fusionaron en un gran movimiento circular y común de cuerpos calientes e improvisados entre ellos. Y éste movimiento circular al improviso se convirtió en una terrible y inmensa ola que aplastaba, trituraba y molía todo con sus miles cascos.
Los senderos no se veían por el pánico creado, como si fuera una inundación o un incendio, la manada rodó rápidamente a lo largo de las hierbas del dzhaylyau. Los caballos como volaban en un galope furioso, corriendo uno al lado del otro, espalda a espalda, aplastando y pisoteando a los débiles, y, como los guijarros de una avalancha de nieve, se fueron volando los caballitos de mínima edad y los potrillos caían muertos.
Parecía un trueno, infinito, y aturdido, que se abalanzaba sobre los prados y las montañas circundantes, desde el valle hasta el paso. Por suerte, que la ola de de los caballos no rodó hasta el borde del precipicio.
Los vaqueros uno tras otro se detuvieron y se dieron vuelta. ¡Se despertaron tarde para darse cuenta del intruso! Ninguno de ellos había visto, a quien persiguen. Estaba tan oscuro que la mirada se desconcertaba en la oscuridad.

No de inmediato fueron capaces de detener y calmar la manada.
Pero ésta finalmente se acalló y las cabezas del caballo cayeron al césped. Sólo los relinchos de las yeguas maduras que buscaban a sus potros sonaban estridente en el silencio.
Los vaqueros se reunieron y se pusieron a  hablar, maldiciendo, y culpándose mutuamente:
- ¿Qué era? ¿Quién fue el primero en gritar? Y de dónde vino, ¡diablo maldito! ¿Quién lo vio personalmente?
En realidad, nadie lo vio ni conocía, pero ¿cómo no gritar por las noches? Si en la oscuridad el grito - es mi ojo...
Los Gritones miraron a sus alrededores y descubrieron que no estaba el dzhigit mayor.
Regresaron a la quebrada, se dispersaron, gritando con un eco muy suave, llamando a Zhamantay.
El ágil Kokai lo encontró entre las rocas afiladas de la ladera rocosa, circundantes a los prados. Zhamantay gimió débilmente, olía de sangre, tendido junto a un palo, y su caballo no se veía en las cercanías
- ¡E...! - gritó Kokai. - Miren-aquí... Alguien le golpeo en la cabeza... ¡De ella fluye la sangre!

Zhamantay fue recogido.
- ¡Vivo! Respirando... ¿Quién fue? ¿Quién?
El Vaquero mayor vagamente murmuró, apuntando al barranco.
Al lado de esas piedras se enfrentó a Bahtygul. Zhamantay primero lo golpeó, pero en el calor del momento, el golpe fue débil y no exacto, el medio del garrote golpeó, el hombro. Pero el contragolpe fue fuerte - y el jinete y el caballo comenzaron a rodar por...
¿No tuvo tiempo para identificar el extraño, Zhamantay? Pero a juzgar por la forma en que el ladrón se ocupó solo en la oscuridad y dejó en el frío a los vigilantes, ciertamente era un tipo muy experto en los asuntos secretos. Por la agilidad se aprecia el caballo y por la agilidad se reconoce al lobo...
Bahtygul montaba a trote tranquilo a través de la quebrada. Al principio escuchaba atentamente, luego se calmó y Sivy no tenía los oídos alarmados. Nadie los perseguía. Por a caso Bahtygul vagaba entre los pinos, en algunos círculos como un zorro. Circundaba en el suelo húmedo, y después se iba hacia la piedra lisa. Sin embargo, era poco probable que después de la lluvia pudieran encontrar su rastro.

Bahtygul iba saliendo y llevando con si a su suerte. De vez en cuando miraba a la yegua, admirándola. A él le gustaba mucho.
Acariciándole el cuello, se encontró con una melena corta con una firme y densa capa de grasa. Al tocarla con los dedos era flexible como un resorte. ¿No es eso suerte? Desde hace tiempo que Bahtygul no estaba tan feliz.
- Linda... - Con un suspiro, dijo, encantado. Buena bestia!.. - Y contra la mala suerte, escupió en los dedos: - ¡tfu, tfu!
La llovizna era incesante. La niebla gris bañaba la cara de Bahtygul. Sonriente, giraba su bigote mojado. Bahtygul no tenía miedo de perderse. En efecto el cielo estaba negro, las montañas negras, y delante de la cara de Sivy como una lanuda oveja- Bahtygul veían la negrura del cielo, veía las montañas y podía ver el camino.
Mucho antes del amanecer, sintió un olor fragante cuando llegaron al linde del bosque de Sarymsakt. El camino hacia abajo es siempre más corto que el camino hacia arriba... Y el diligente Syvi ¡como su amo! Pero en el borde del bosque el fragor de la resina lo golpeó en la nariz, Bahtygul rugoso giró su cara, ese olor le daba nausea.

Se tragó todo lo que quedaba en los odres, y desmontó. Lo desensilló, lo limpió, le acarició la espalda, las caderas y el pecho. Hay que refrescar también a Sivy, secarlo, y probablemente está royendo por dentro.
Bahtygul pensaba, sentado en el asiento del caballo bajo un árbol de pino viejo. Sivy empujó al amo en silencio con su boca en el hombro. Sí, verdad ya es hora. Antes de que se ponga claro hay que desaparecer. Es pecado quedarse, si uno lleva en si la suerte en estos asuntos.
Bahtygul de nuevo ensilló Sivy y firmemente ajusto la cincha de la silla sobre la cruz del caballo para que no se deslice, pues tenían que recorrer todo el camino hacia abajo.


3


Por la mañana la lluvia había cesado, se hizo más cálido. Bahtygul quedó dormido. Se quedó dormido en la silla, apoyando su bigote en el pecho.
Se despertó de repente con un gruño. De un susto y temblando, mirando a su alrededor salvajemente. Él pensó que fue estrangulado.
El alba. Ojalá no haber llamado la atención de nadie...

Bahtygul cabalgaba por el camino en secreto, a través de un matorral virgen con arbustos de Karachai, tenaces, como una garrapata de caballos, densa, como una tela de araña.
Ahora, no se detuvo durante el día, cabalgaba y cabalgaba, sin darse respiro a sí mismo o a sus caballos.
- Es hora de ir a casa, los niños me están esperando... - Murmuró en el oído de Sivy.
La yurta solitaria de Bahtygul enclavada en un valle desértico montañoso. La rutas de las caravanas polvorientas no corrían en estas partes, pero en el valle aún se podía ocultar una manada de caballos robados. Aquí Bahtygul nació y aquí enterró a su padre y a su madre. Aquí estaba en casa.
A la vista de sus cuarteles de invierno, desmontó, ató la yegua temblorosa y cogiéndola se acercó a la vivienda estirándose y lamiéndose los labios.
Antes de la nieve faltaba menos de un mes, y la familia aún vivía en la yurta, harapienta, ahumada, cerca de la cerca del potrero.

Bahtygul gruñó, se tocó el bigote negro para ocultar una sonrisa cansada. Vio a Hatsha. Bronceada en la oscuridad, apenas cubierta con trapos desgarrados, se ocupaba de algo al lado del fuego, hervía el té a los niños. Los niños eran tres: el primogénito Seit de diez años, el segundo, Zhumabai, de cinco, y dos años la negrita y ágil Batima aún no destetada. Dos hijos, una hija... He aquí la riqueza de Bahtygul y Hatsha.
Se encontraron con el padre, sin ruido, sin ningún problema, pero muy pronto se iluminó la yurta negra. La buena y alta Hatsha quedó inmóvil cuando vio a su marido, en gozosa incertidumbre. Y él caminó tranquilamente hasta la casa, sin decir una palabra, sin perder la dignidad de hombre. Cruzó el umbral de leña apilada, entró en la tienda, y gruñendo, se sentó en el lugar del padrón de casa en la pared opuesta a la entrada. El - Tor, "esquina roja" de la yurta. Después de un arduo camino, tan dulce lugar es el albergue de la familia.
No por mucho tiempo, sin embargo, se mantuvo en silencio Bahtygul, tirando su bigote. No resistió, echó un vistazo a las brasas en la chimenea, olfateó.
- Bueno, ¿qué tienes ahí, mujer...? La llama es brillante, viva ¿ya está preparada? ¿Hay algo por lo menos para un diente...?

 

Hatsha quería precipitarse, para aferrarse a su amplio arcén. No se atrevía, preguntó respetuosamente tímidamente desde la puerta:
- ¿Tuvo éxito en su camino?
- Uh, apresúrate... - Él gruñó en respuesta. - ¡No tengo tiempo para descansar!
Todo lo que había en la casa, puso Hatsha sobre la mesa. Incluso la mantequilla, que mantenía en primavera en una tripa transparente y seca de cordero. La sacó del baúl de los productos de la parte inferior. Presentada a su marido. Le sirvió té caliente. Y todo el tiempo intento tocar aunque fuera fugazmente el codo, el hombro del marido con su cuerpo. Él ruidosamente bebía té hirviendo, y el pecho de ella le dolía, y él lo vio.
En la familia había una fiesta. Los ojos de los niños brillaban de alegría y parecían que estuvieran saltando fuera de ellos. Zhumabai y Batima se daban patadas mutuamente y juguetonamente. Seit estrictamente se abucheó con ellos, pero con una sonrisa de oreja a oreja.
Todos estaban sonriendo y Bahtygul también, pero dentro su alma. Por primera vez en muchos días como si un vise invisible se había relajado, después de haber apretado su pecho. Pero en su rostro no se notaba que estaba contento. Y gastar las palabras no le gustaba. El, bebía el té, acariciándose el bigote.

 

Bebió tres tazas consecutivas, se limpió el bigote, se levantó y salió de la tienda. En el umbral dijo a su mujer por encima del hombro como sin mayor importancia, mientras ella esperaba esto con inquietud:
- Va a coger la bolsa, ven conmigo.
Rápidamente ella puso en orden la yurta, diciendo al hijo mayor Seit:
- De ninguna manera, no salgan de la casa. Atiendan al fuego. Si alguien viene digan que, la madre fue a traer estiércol, y dentro de poco va a volver.
En la tienda quedaron los niños. Empezó el revoltijo. Debido a que las paredes estaban agujereadas se podían sentir los gritos de desesperación, y luego vinieron los chillidos y llantos, y luego el saltar de las risa. Zhumabai, agresor incontenible acosaba a su hermana y hermano, arrebatándoles de las manos pedacitos de irimshik - nata en polvo.
Hatsha encontró a su marido cerca, metido en el fondo de un pequeño lago seco de origen glaciar. El fondo era rocoso, en las grietas había sedimentos de nieve vieja transformada en hielo viejo y la costa empinada del lago, como una cerca, rodeada de "frentes de cordero" - piedras de color blanco y rosa afiladas por los vientos como cuernos y también brotaban largos mechones de hierbas, como las barbas de cabras. El lugar era poco visible, y sólo se podía llegar con el riesgo de ruptura de las patas de un caballo y el proprio cuello.

 

Bahtygul se agachó junto al cadáver aplanado de la yegua. Él ya había comenzado a despellejarla. El pozo de piedra estaba oscuro y frío. Había un fuerte olor a carne cruda. Hatsha comenzó de forma rápida y inteligente a ayudar a su marido
Ella tuvo que ocuparse mucho cuando él vertió las partes interiores del caballo afuera de la piel. De esto tenían que ocuparse las mujeres, y Hatsha trató de hacerlo de la mejor manera.
De paso ella encendió muy rápidamente una hoguera con destreza sobre una piedra plana. Recordó que su marido Dios sabe cuántos días no ha comido carne, y metió en las brasas un pedazo de grasa de color gris-morado y dos o tres bocados más amorosamente seleccionados - una buena delicia para él, el sostén de la familia.
Bahtygul echó una mirada inquieta al fuego. Como si el humo estuviera atrayendo los intrusos... Pero en este caso, no dijo nada. El hambre estaba nublando su mente, le pegaba la lengua contra el paladar. Que Dios guarde el fuego y nos alimente ¡con esta comida!

 

Hasta la noche trabajaron sin descanso. Descuartizaron la res muerta escondiendo con seguridad la piel y la carne, entre las piedras. Aislaron y dejaron por un lado-una parte de la carne y partes internas-justo para una semana. La ración era modesta, pero para una familia de labradores era festiva y satisfactoria. Al caer la tarde volvieron a entrar en la yurta.
Bahtygul sonrió gradualmente bajo el bigote, mirando cómo Hatsha se alborotaba en el hogar: colgando sobre este un caldero ennegrecido por el fuego con agua, y tiró dentro un pedazo de ubre, corazón y un  generoso pedazo de grasa tierna de la parte trasera del crin. Al mismo tiempo, puso sobre la parrilla de carbón piezas de hígado y luego los distribuyó a sus hijos.
La noche respiraba fría y el calor reinaba en la yurta, en el hogar acogedor. Seit levantó en sus manos ramitas secas y las dio como leña a su madre. El muchacho intentaba, pero esa debida diligencia no engañaba a Bahtygul. Él llamó a su hijo, que se acercó como de mala gana. Seit repentinamente se puso triste.

 

Esto le ha sucedido a él antes. Era un muchacho extraño, pensativo para su edad, y con una mente inquisitiva, fuera de sitio. El hogar podía estar desanimado, pesado y silencio, los mayores peleándose, y él, sin ninguna razón aparente se rompía en una danza, y saltos, como una cabra. Y cuando todos estaban alegre, él sentado con la nariz entre las rodillas - y no había forma de levantarlo del suelo. Así mismo si se le ponía enfrente una especie de delicia, ¡aunque un sarpullido oro! Se parecía a un perro apaleado o a un loco, triste e indiferente, y parecía ciego y sordo, no hacía caso hasta a la llamada de la madre y el padre.
Y ahora el muchacho pensaba, con los ojos pesados como un adulto, en los labios imberbes y pálidos había una sonrisa culpable triste...
Bahtygul lo sentó a su lado. Inmediatamente corrieron a su padre también Zhumabai y Batima, pegados como cachorros a los pezones. Hatsha cubrió los cuatro con una piel de oveja - pues estaban sentados a cierta distancia del fuego.
Los niños se callaron. De ellos emanaba una dulce paz dichosa. Del caldero burbujeante, salía un delicioso olor en la tienda, Hatsha bulliciosa, hablaba con sí misma en tono de broma. Bahtygul oyó su voz, como si a través de una bata de algodón. No se dio cuenta, y se quedó dormido sentado.

Hatsha llenó de agua tibia el kumgan (tetera asiática) de cuello estrecho y llamó a su marido, para verterla en sus manos. Él abrió los párpados con esfuerzo. Tenía los ojos nublados y en el resplandor de la llama humeante parecían inyectados en sangre. Durante el sueño, su espalda se enfrío, y los pies se adormecieron, él extendió la mano, temblando y levantándose del sueño arrastró a los niños.
- Oh-Ho, no estoy vivo... - Murmuró, poniendo las palmas de las manos en forma de copa.
- Ahora, querido, ahora... - Hatsha respondió con dulzura y amor.
Después de retirar la olla con un trípode, agarró un cucharon de madera para poner la carne en un plato. Bahtygul recogió su cinturón, sacó su cuchillo largo delgado con un mango negro e intentó examinar la afiladura del borde con el pulgar izquierdo. Excelente cuchillo, corta la carne, como si fuera mantequilla. Bahtygul lavó la hoja con agua hirviendo de la olla.
- Ya, ya... - Repetía Hatsha, cuando se escuchó al exterior el ladrar de perros.

Juntos ladraron la perra vieja y sus dos cachorros. Por el ladrar Bahtygul se dio cuenta de que el perro corría hacia el potrero.
Hatsha se quedó inmóvil, con el cucharón sobre la caldera, mirando ansiosamente a su esposo.
El estrépito de muchos cascos se sentía como una ráfaga de la tierra y apagaba el ladrar. Bahtygul distinguió claramente el sonido de partes de armas conocidas arrastradas sobre el suelo rocoso, armas de praderas bien probadas.
- Cubre la carne... No pasará mucho tiempo antes de que ¡tengamos problemas! - Exclamó sordamente
Hatsha empezó a moverse como las plumas de un pájaro en el viento - no podía encontrar la cobertura de la caldera. La estampida se acercaba. El Marido la miró enojado, y con malicia, y ella se sintió totalmente perdida. Blandiendo el cucharón, empapada en sudor, susurrando en forma insignificante:
- Ya, ya...
Bahtygul maldijo en voz baja, y ella se apresuró a recoger un felpo y cubrió con éste la olla, al cucharon arrojó en un balde de agua, frenéticamente y de un tirón de mano como si se hubiera quemado. El vapor irrumpía por debajo del felpo, pero Hatsha no se dio cuenta. Sus piernas no aguantaron y se sentó con la espalda recta sobre el suelo desnudo.

En la yurta ya entraron sin permiso y sin saludos unos desconocidos, y sus rostros no demostraban buenas intenciones. Eran de kozybak - gamberros, fuertes y bien crecidos, una banda, una selección de violadores, perceptores nocturnos. Tenían un paso temerario, miradas despreciativas. Inmediatamente se veía que solo sabían usar el martillo y el puño y no esperaban que les formulen palabras.
Entró en la yurta-provisto de un látigo, el importante y contoneo, panzudo y grasoso, Salmen, bajo su panza un ancho cinturón de cuero con hebillas de plata y muescas, y junto con él unos cuantos más también hinchados, orgullosos como pavos y, bien alimentados. Se pararon, fuertes, delante de Bahtygul.
La yurta se estaba volviendo muy densa, y desde detrás empujaban hacia adelante, acercándose al Bai. El último rápidamente se escurrió entre la multitud, era un insignificante hombre de barba pelirroja con ojos puntiagudos. Este no miró a Bahtygul, y se movió,  olfateó ruidosamente, como si estuviera haciendo el buceo, estaba junto al fuego, apoyándose con su hombro a Hatsha que por el temor casi se desmayó. Ella se apartó, él le guiñó un ojo, sonriendo descaradamente. Bufones y delatores ¡se sienten en casa en todas las partes!..

Un tipo con la cara roja y corpulenta, inquietantemente rodando sus ojos, la nariz y la boca que se encrespaba, se lamió los bigotes afeitados y empezó claramente:
- Oye, anoche en Dan dzhaylyau te llevaste una yegua de nuestra manada de potros y tú le rompiste la cabeza al dzhigit Zhamantay. ¡Ninguna otra persona! Solo tú. Cualquiera que entienda diría que eso fue hecho por tus manos. También fue observado en la mañana en las montañas un jinete solitario con dos caballos grises. Y un testigo notó humo por la noche cerca de tu yurta. En resumen, no hay nada más que decir el que ha robado a su Padre ¡será derribado! Y queremos por - supuesto... ¡una respuesta!
Bahtygul no se intimidó frente a toda esta horda depredadora, pero sabía que vinieron a llevarse su alma, gente muy cruel y estúpida, no se esperaba la misericordia. Se dijo a sí mismo, como en un juramento: "Mi verdad, ¡su falsedad! ¡No importa lo que hiciera, Salmen - se lo merece! Y por eso que él no respondió al hombre grande y en voz baja le preguntó al Bai:
- Creo que ¿quieres hacerme un ladrón? ¿Cuándo Bahtygul fue un ladrón?
Salmen, jadeando, murmuró:

- ¡No te hagas de ti mismo un cuervo blanco!
Ni un músculo se movía sobre la faz de piedra de Bahtygul.
- ¡Que puede hacer un cuervo contra un halcón! ¿¿Cómo puedo compararme con usted si puede vengarse de mí?
Salmen al instante se puso rojo, ahogado por la ira.
- Oh, tú... ah, que... serpiente...
- ¡Demuéstralo primero! ¿Quién me ha sorprendido? ¿Quién es el testigo?
- Existe se... ponga tranquilo...
- ¿Dónde está? Que me lo diga en la cara.
- ¡Usted da vuelta a sus palabras! Interrumpió el Bai. - Te llevaste la bestia, toda la manada se ha vuelto loca... Una noche - una pérdida. Y tú, tú, que creciste en mis brazos, ¡tú fuiste!
- Sí, se ve que en sus brazos. No es de extrañar que me arroje de todos modos. ¡Es ésta su costumbre de hacer! Pero dígame, ¿qué tiene contra mí?
- Me juegas un truco sucio y ¿todavía me reprochas?
- ¡Como si no tenga nada de que reprocharle! El Bai se quedó mirando fijamente al campesino.

- ¿Y qué es lo que yo tomé de usted?
- Pregunte: ¿Por qué no tomar? Me tomó el alma y a mi hermano, lo persiguió, lo arruinó y luego lo batió hasta la muerte...
- ¡Así que eso es! Por lo tanto, ¿yo soy su enemigo? Bahtygul se llevó las manos al pecho.
- Dios mismo le sugirió estas palabras... Usted se declaró en contra de nosotros ¡primero!
- ¡Estás loco, Loco!
Bahtygul amargamente sacudió la cabeza.
- No lo dejó morir tranquilo a uno que iba a morir... ¡Sin paz y sin consideración! Durante seis meses esperó de usted, al menos, una oveja. Esperaba incluso antes de la muerte, que su corazón sea consolado...
El Bai entrecerró los ojos hinchados, chasqueó la lengua.
- E.... es aquí donde tú llevas... Bueno, ¡contemos! ¿Cuánto te debo? Tal vez indiscriminadamente la mitad de mis bienes - ¿es tuya? Agárrala. No bosteces. ¡No pierdas la oportunidad! ¿Qué más se te ocurre quitar a los kozybak, a Salmen?
Unas risas tersas y amenazantes se escucharon entre la multitud, pero Bahtygul no levantó ni una ceja. Estará solo. ¡Pero por lo menos tiene la verdad!

- Contar, ¿dice usted? Muy bien. Veinte Inviernos me ha sido el hielo como base, me ha tapado la nieve, veinte Veranos no pude pegar ojo. Veinte Primaveras no fueron felices, veinte Otoños no me quejé, sin ver la luz del día, y todo ¡para atender sus manadas! Tanto lo hizo con sus ovejas el desafortunado Tektygul. Hatsha doce años desde que se convirtió en mi mujer y sierva de su madre. Derretida en la tuberculosis su madre, y mi mujer su juventud y belleza también derretidas, Y ¿qué obtenemos de todo esto en absoluto? Solo un derecho - ¿rascar la nariz hasta croar de hambre?
- Entiendo, me di cuenta... ¡Esclavo pésimo y maloliente! gritó Salmen, escupiendo su saliva. - Veo a través de ti. ¡Qué atrevimiento! ¡Ladrón avergonzado que ni siquiera piensa! Bueno, usted tiene que morderse la lengua... ¿Dónde está la yegua?
- La Yegua se la pida al tribunal.
- ¿Pe-dir? ¡Oh, hijo de puta, imbécil! ¿En que tú basas precisamente... esa esperanza?
- Detrás de usted la fuerza, detrás de mí la verdad. Decidamos.
- ¿Cómo? - ¡El juicio esperas! Miren que hablador, parlanchín castrado. ¿Con los kozybak comienzas a competir? ¿Juicio quieres? ¿En busca de la verdad? Bu-e-no... Justicia-, tú quieres moler las palabras. Vamos a ver a qué y a quien va a conceder el tribunal... La última vez que le pregunto, ¿Dónde está la yegua? ¿Y bien? - Y Salmen, rojo en la cara, levantó su látigo.

Bahtygul no se movió, como si no le preocupaba. Por el rabillo del ojo vio dirigiéndose hacia él, agitando sus clubes, la banda del Bai. Esperando, un sólo parpadear.
Él dijo con un suspiro:
- La yegua no está en vista...
- ¿Dónde está, que hiciste?

- Se la di a un amigo que se alejó de aquí. Un amigo leal, no cederá...
- ¡Estás mintiendo, tu alma se escapó!
- ¡Si miento, no me pregunte! No voy a contestar. Entonces el de la barba roja y el muy frágil que estaba al lado del fuego,
se apoyó en un codo y habló con voz ronca y absurda:
- Hey, hombre silencioso... ¿por qué lo niegas? ¿Qué así nomás te has llevado un buen caballo?.. Por diversión, ¡verdad! juro que en este lugar, los ojos de la señora están atados a ésta caldera, esto es lo que siente mi nariz. Ya le hace cosquillas a las fosas nasales. La carne huele, y juro que es la carne de caballo y muy jugosa... ¿De dónde sacó eso?, Señor, ¿eh? -Háblenos un poco, escucharemos.

Bahtygul silencioso, Hatsha no levantó los ojos y el de barba roja se levantó de un salto, tiró del felpo sobre la caldera, mojado en su interior por el vapor.
- ¡Eso es! La tapa no está en su lugar, la abrí de forma aleatoria, y en el fondo ¡está el tesoro!.. Bueno, queridos huéspedes - justo a tiempo para vuestra llegada. Nada os molesta. Lávense las manos, y usted, Hatsha, traiga un plato. ¡Dese prisa!
Los miembros de la pandilla de Salmen, empezaron a hablar y acercándose en torno al Bai parándose codos a codos.
Hatsha, entumecida por la amarga pena, le tendió un plato grande.
El mismo Barba Roja distribuyó y cortó la carne. Salmen y los más feroces, una docena de hombres jóvenes, se pusieron manos a la obra y empezaron a devorar grasas, y dulces trozos humeantes.
Bahtygul ni siquiera en broma fue convocado. El propietario se quedó a un lado y tragó la saliva. Los estimados huéspedes hambrientos hicieron como una cerca con sus espaldas alejándolo de los alimentos.
Hatsha miraba al suelo con odio y desprecio. Había visto muchas cosas en su vida pero trucos tan sucios, como estos ¡nunca habían visto!

Masticando ruidosamente, los huéspedes comían con apetito por las dos mejillas, y con ellos - el Bai... ¡Y no le reventó el vientre!
Cuando resplandecieron el fondo de los platos, Salmen abundantemente eructó y asintió a Bahtygul:
- Ahora usted nos muestra el patio. Vamos a ver lo que tienes escondido a lo lejos. Y que mi familia desaparezca si te dejo algo, ¡incluso la cola de la yegua! Ya no te llevaras, nada... Y me llevaré todo sin dejarte ningún resto. Vamos, ¡de prisa, mientras tienes la vida!
El dolor del hambre parecía hacer un nudo en el estómago de Bahtygul.
- Mira, si quiere, tómelo, si usted lo puede encontrar - entredijo entre sus dientes, temblando de humillación y esperando lo peor. - Cuando un ojo sale de su órbita, una larga lengua no me asusta...
Salmen  se lanzó sobre él con el látigo, azotándolo dos veces en cruz  que parecía una serpiente amarilla trenzada...
Bahtygul ni siquiera levantó las manos para cubrirse. Miraba sin pestañear, y las lágrimas llenaron sus parpados hinchados por la falta de sueño que  tenía. El Bai estalló en abusos viles.

 

Eso es lo que más temía Bahtygul: delante de su esposa y los niños...
Retorciéndose las manos, Hatsha gritó:
- Maldito seas, kozybak, ¡Dios te va a castigar! Gritando el pequeño Seit dijo:
- ¡Cerdo! - Y saltó sobre el pecho de Salmen.
El Bai echó al muchacho. Entonces Bahtygul, fuera de sí, agarró al delincuente por la garganta.
En este momento el peón era más fuerte que cinco hombres, era terrible. No inmediatamente fue arrancado de Salmen, que no recobró inmediatamente su sentido... Apenas se recobró, empezó a hipar con ira, Salmen rugió de nuevo
- ¡Conmigo vas a ir a la cárcel! Cabrón... Te pudrirás en la tierra, serás conducido a rollar ¡en Siberia! O, mejor para ti que yo no hubiera nacido...
Pero Bahtygul no oyó el hablar de los abusos o amenazas. Lo golpearon casi hasta la muerte. Un zigzagueo de fuegos artificiales y anillos destellantes, destellaron y brillaron frente a sus ojos. A continuación, se extinguieron. Se sintió volando en un zumbido dentro un pozo negro estrecho, golpeándose la cabeza, la espalda, el vientre en la pared, y no pudo llegar al fondo

Por un momento la conciencia regresó a él por el dolor cortante en su mandíbula. Del mismo modo, que una lezna penetra en las encías. Una vez más la oscuridad y cayó finalmente con su pecho sobre un fondo rojo-caliente, como una sartén, el fondo del pozo.
Más Bahtygul no se acordaba de nada.


4


Él volvió en sí, y a través de la bruma roja apenas vio a Hatsha. En una noche, ella estaba terriblemente demacrada, envejecida. Ella ahogó los sollozos en su garganta, con una respiración sibilante, y un gorgoteo. Bahtygul no reconoció la voz de su esposa.
Una luz opaca pálida se vertió en la tienda a través de una amplia hendidura oblicua - la puerta fue arrancada. Caía una lluvia poco frecuente, y en el umbral se deslizaba una bruma blanquecina débil, similar a la crin del caballo.
Bahtygul gimió. Sería mejor si él no hubiera visto la luz - la luz de la desgracia.
El hogar se apagó y Bahtygul temblaba bajo una capa gruesa- su Tulup. Todo su cuerpo le dolía, y la mandíbula como si se la tirasen con unas tenazas. Hatsha, llorando silenciosamente con compasión le lavaba la cara ensangrentada, una cara que no parecía un rostro humano - tenía la forma de un sólido nudo púrpura-azulado y grumoso. Los ojos increíblemente hinchados, los pómulos salientes y de ellos todavía emanaba la sangre que se coagulaba en el cuero curtido de piel de oveja- del Tupul como un pelaje brillante de perlas negras.

Bahtygul muy difícilmente, gimió y volvió la cabeza. Él estaba buscando a alguien.
- Ninguno de los... Se han ido los condenados... - Hatsha dijo, sollozando.
- Seit... - respiró Bahtygul.
- Él está aquí, es muy bravo.
Después de hacer frente a su padre, los violadores tomaron a su hijo. El propio Salmen suscitó al niño, para decir dónde se esconde la carne. Lo amenazaron de muerte. Seit no dijo una palabra. Al Bai le vino la ira, y el muchacho se reía como un loco.
Hatsha trago sus lágrimas, y dijo: Barba Roja encendió una antorcha y se fue a buscar dando vueltas como un perro. El olió donde está la carne - la que fue colgada en una viga en el corral, para alimentarlos durante una semana, y también encontró la oculta bajo las piedras al lado del lago. Los vaqueros identificaron la yegua según la carne. Y Salma ordenó que recogieran todo, y además – a Sivy y una vaca. El caballo-para no dañar el rebaño de Bai, la vaca - en venganza por el insulto, y la carne -porque lo que es robado, ¡no se deja al ladrón!
Finalmente Barba Roja y otros dos con una antorcha llegaron al lado de Bahtygul. Se sentaron, miraron y escucharon.

 

Salmen se acercó, y Barba Roja le dijo con un tono tranquilizador:
- Respira...
- Este siervo - dijo Salmen - no morirá en la yurta - en una cárcel entregará el alma. Cuando mi hermano será el dirigente de la parroquia... todos ustedes son mis testigos... elaborará una copia en papel, hará una acusación... Mandará el ladrón al exilio, en cadenas, en paseo ¡con los perros! Recuerden mis palabras. - Después de eso se fueron.
Bahtygul miró a los niños. Pobres tontos cachorros, de nuevo morirán de hambre. Morirán de hambre a la par con la vieja perra del patio y sus cachorros.
- ¿Algo quedó para los... niños? - Preguntó Bahtygul.
- Nada... ni una miga - gimió Hatsha. - Limpio y desnudo. Usted ve, también la yurta está desfigurada, monstruos... Cortaron la tela de arriba del techo... Lo ordenó, ¡el jabalí! ¡Que se inunde su tumba después del funeral y pronto!..
Bahtygul apretó los dientes y volvió a caer en la inconsciencia. Hasta el mediodía éste deliraba en voz alta y le preguntaba a Dios, y a algunos jueces, se quejaba contra él y la desgracia:

 

- ¡Ah...! ¡E! Ahora díganme quién es que robó ¿de quién? Algunos días acostado sin moverse, Bahtygul pensaba
atormentando su cerebro: ¿qué podemos hacer?
Estaba solo y no tenía ninguna esperanza. ¿Es posible vengarse de los kozybak de solo? En éste aul la verdad no te llevará a ninguna parte - y aún se niegan a hablar. Muy orgullosos estos matarifes. Pero los demás se sienten intimidados, callados, inclinan la cabeza. En un apuro ¿hay alguien en quien confiar? El clan de los parientes. ¿Dónde están? No son más de dos docenas que viven en las yurta anémicas, que tienen solo lo necesario. Y esos se encuentran dispersos en todo el condado, no se puede recogerlos en un puño. Migran con los ricos clanes que ellos sirven, vegetando en la pobreza y la miseria. ¿A quién ellos pueden decretar? No van a escuchar. No hay entre ellos ni un solo propietario, que posea siquiera un pedazo de tierra, incluso ¡con la uña!

Sin embargo Bahtygul no podía reconciliarse como la otra clase de gente lo hacía. Tal vez era más audaz, o más tenaz que los otros y por eso le era mas más dura la vida que a los demás. El hermano Tektygul era un cordero, y los lobos se lo comieron. Pero en el pequeño Seit - yacía el alma del padre, tenía su temperamento. Si tendría suerte, podría Bahtygul convertirse en un hombre y vivir honestamente, para alimentar a sus niños hasta la saciedad. Gracias a Dios  que era inteligente y su lengua estaba bien suspendida. Es mucho lo que Bahtygul podría hacer... pero no había suerte, no había justicia. Y al igual que una enfermedad contagiosa incurable, Dios le envía el hambre, le envía la humillación.
Desde hoy va a ser muy malo. A partir de ahora, él será la monstruosidad de Salmen. Y eso fue lo que pasó las flores, pronto serán "bayas" - los Kozybak intentaban, superarse a sí mismos. Detrás de ellos estaba el poder: su parroquia, sus Bai - jueces. Se trata de una pandilla, un lavado de manos. Y si se las arreglaron para atrapar una vez en el acto a Bahtygul, sobre su cabeza se caerá todo lo que fue y lo que no lo fue, y por primero - sus propias maldades. Si alguien robará - la culpa caerá sobre Bahtygul. Y luego le llegará una gran tristeza y vergüenza, un horror, que se llama la prisión.
Más que nada, Bahtygul tenía miedo de la cárcel.

Salmen sabia como atemorizar. No una vez Bahtygul en las escaramuzas cuerpo a cuerpo durante los barymta (las incursiones) vio ante él el rostro de la muerte y no se acobardó, y ahora temblaba como en una fiebre. Prisión... Apestosa tumba de útero... Ellos lo quieren tapiar vivo. El destino de Tektygul fue más fácil.
De todas las personas, Salmen no amenaza en vano. Terminará con su esclavo para enseñar a los demás, lo conducirá a la cárcel.
"¿Qué hacer?" - se preguntó Bahtygul y la desesperación iba rodando por el suelo, no se avergonzó de su esposa e hijos, él era como un animal acorralado en una trampa.
Hatsha creyó que su marido volvió a delirar, y con todo el poder del alma oró:
- Dios ayúdelo a soportar... No deje que se muera, ¡Dios mío!..
Un día en el cual perdió el ánimo. Hizo señas a Hatsha y comenzó a contarle demasiado, cosa que antes no podía soportar:
- No, mi esposa... la fuerza del dolor rompe la paja... ¡no hay nada que se pudiera hacer!.. Este momento fue el primero en el cual ella temía por él.
- ¿Nadie puede defender?

Él no contestó, pensaba. Y, ella ya lo percibió, ¡Hay algo que él tiene en mente! Inmediatamente entendió. No se quejó más, no deliró. Silencioso, sintiendo su pecho cubierto de moretones.
Pasada una semana Bahtygul se levantó de pie, y al levantarse, Hatsha se dio cuenta de que no se equivocó. Él se preparaba a salir a un largo viaje.
Los ladrones de kozybak le robaron el caballo, Sivy, confiable y experimentado pero Bahtygul tenía otro - no peor, de buen ritmo, castaño caliente, oculto de tanto en tanto en el rebaño de un confiado amigo vecino.
El caballo era envidiable, delgado, seco, con un pecho ancho y patas delgadas. En las vastas estepas el último de los pastores aunque sin hogar, podría tener dos o tres caballos, pero no todos los Bai tenían uno como el que Bahtygul poseía. Tal vez en alguna parroquia había un caballo de buen ritmo, pero no con la virtud de Gnedoy.
Llegó el momento. Temprano por la mañana Bahtygul cargó el viejo fusil de chispa, se cepilló con aceite la cicatriz en la mejilla, le pegó una tela y asintió con la cabeza en despedida de Seit, que le presentó las riendas. Gnedoy llevó a Bahtygul a las montañas, a los lugares inaccesibles por encima de los bosques.

A largo corrían y se abrían paso entre los bajos matorrales de Karachay entre la espinosa rosa salvaje y sólo a la tarde salió de la selva impenetrable. Ante él se abrieron las rocas desnudas, que se extendían hacia el cielo en torpes riscos de color rojo sangre.
Parecían que colgaban sobre su cabeza y uno se encorvaba involuntariamente. Espantosas al acercarse. Y semejaba un pecado romper el secular silencio real. No había allí, ni hombre ni bestia. Las rocas Rojas- originalmente la morada de salvajes, y bestias libres, Aun los cazadores no se adentraban en estos lugares a menudo. Era difícil subir aquí, e incluso más difícil salir.
Bahtygul en silencio se acercó a los gigantes de piedra, en silencio desmontó, ató el caballo al lado de una grieta sombreada, se quitó el gorro de piel de zorro ( malakhai), lo deslizó dentro de su chaqueta, reforzó por detrás del hombro el arma y se subió al acantilado. Por el esfuerzo la sangre le brotaba debajo de la cicatriz en la mejilla, y una corriente salada y pegajosa entró en su boca. Bahtygul se humedeció los labios

En la frente calva del acantilado, recuperó el aliento, moviendo sus lados, como un caballo oprimido.
Se abrió ante él el fondo de una vasta cuenca invisible de piedra gris, y tras ella - él sabía - unos desplegables pasos de ladera desnuda pedregal, una ladera favorita de la cabra, extirpada a lo largo y ancho del filamento, desapareciendo en los senderos entre las rocas.
Bahtygul intensamente se asomó entre las ondas estacionarias de esas rocas. En el otro lado del valle, en una pendiente salvaje,-nadie. Todo estaba muerto, sin agitación, sin moverse sin despertarse. Ciego y mudo estaba el desierto... ¿Cuántas veces? Bahtygul infructuosamente recorrió acá, gateando, lleno de cicatrices, las garras de las piedras hacían jirones de su cuerpo, y se alegraba solo de volver entero, ¡intacto! Ahora no podía abandonar con las manos vacías. Ahora su intención -es ser más tenaz y obstinado que la piedra.
El cielo estaba gris y triste, como las piedras alrededor, y Bahtygul, parcheado con un abrigo gris, con una cara gris incruenta, delgada y huesuda, como una piedra. Liberó el rifle de piedra (kremenevku) de su espalda, y él, como un lagarto, en silencio, discretamente comenzó a colarse por la cresta de la cuenca. ¡Montañas, montañas! ¡Por lo menos algo de limosna a los pobres!..

El Día se acercaba a su fin cuando Bahtygul llegó a la pendiente del otro lado del valle, y se le abrieron los senderos de las cabras...
A veces sucede que los desafortunados tienen buena suerte. Justo bajo Bahtygul en una pendiente ondulada larga como flotando en una nube transparente divisó tres magníficas cabras de argali - una lanuda cabra con cuernos afilados y ondulados y sus esposas con las colas extremadamente cortas. Acababan de detenerse, girando la cabeza hacia atrás por donde habían corrido, alertas, sensibles, listas para lanzarse al galope y desaparecer más rápido que un parpadeo. Y había en sus cuerpos peludos y reunidos algo elástico, alado.
- Pues vamos, Dios... - En silencio, susurró Bahtygul asomando de debajo del pecho el barril del rifle, apoyándolo en su hombro.
Él apuntó al macho, pero con demasiada prisa, y con un apretón de manos, el barril se movió, y el animal advirtió su presencia. El miedo tiene su proprio ley - no mirar dos veces. Cuando detectó algo amenazador, el macho saltó a un lado y despegó en un salto enorme, con facilidad y rapidez corrió por la pendiente escalonada. Las cabras de inmediato corrieron por delante de él, saltando delante, como las pulgas.

Y entonces se fortalecieron las manos de Bahtygul, llevó la mira del rifle al macho y apuntó. Y cuando el macho saltó en un alto peñasco, como llamando a las cabras a seguirlos, del barril del rifle salió una llama y se oyó un ruido estrepitoso. Una Nube azulada cubrió lentamente las piedras, y en medio del humo Bahtygul vio al macho que dando una vuelta cayó como una mosca sobre la cabeza.
Fuera de sí, Bahtygul bajó rodando, por temor a que la cabra se levantara y se iría. El arguil luchaba en su agonía, tumbado sobre un lado. Bahtygul sacó un cuchillo y cortó la garganta de la bestia. Sobre Las piedras grises se derramó la sangre de color rojo brillante. La cabra crispó y quedó inerte. Bahtygul, en un silbido se echó junto a él.
Luego despellejó la presa, arrojó las entrañas. Dividió el cadáver en medio y ató la carne con la piel. Rodeó a través del desfiladero y trajo a Gnedoy y difícilmente cargó la presa en sus hombros para depositarla sobre el caballo, atándola al caballo con una soga de pelo.
Bahtygul descansaba en la montura, nuevamente entraron en el matorral de Karachai. Pero el camino no era a casa...

Al anochecer Bahtygul bajó a un valle que estaba al abrigo de los vientos. Aquí, a orillas del río, un hombre rico moró en su aul. Era el aul de Zharasbay, que era el Volostnoy (el jefe) de la parroquia de Chelkar, una vecina parroquia.
Zharasbay era un hombre conocido no sólo en su parroquia, y no sólo por su jerarquía-rango. En todo el condado no se podía encontrar un Volostnoy, Mirza, Khwaja, o Bai más notable que él. También era famoso como anfitrión y como comerciante, y como un guerrero - que realmente no tiene porque tomar ninguna riqueza u honor de nadie, ni la mente.
De este hombre se podía esperar cualquier cosa
- Tanto el bien como el mal, y el bien y el mal  venían en una mano generosa, un puñado lleno, ¡directamente desde el hombro!
"Probaré la suerte... - Pensaba Bahtygul acercándose al aul. - Estoy harto y cansado de vivir en la pobreza... "
Como se podía ver aquí, al lado del río, Zharasbay iba a pasar el invierno. Muchos residentes de la aldea, por temor a las heladas de otoño, ya han salido de las yurta para entrar a los cuarteles de invierno de adobe. Al caer la tarde todos salieron hacia la luz.

Al portón del amplio patio Bahtygul vio a un hombre alto de grasa en kunem treukhov (gorra con tres orejas de piel de Marta) y un abrigo de piel de cordero blanco como la nieve. Su rostro era de color rojo púrpura, brillante de sudor, pero importante e incluso majestuoso. Era Zharasbay! Tal vez era apenas un año mayor que Bahtygul, pero sólo trate de llegar como él ... Un entorno le rodeaba - dos venerables ancianos, y un bien alimentado muchacho de unos diecisiete años - su hijo primogénito, y después los parásitos, jóvenes y viejos, ratones grises que simplemente quieren comer los residuos blancos de la harina.
Bahtygul con la debida deferencia dio su Salam (saludo oriental). El Volostnoy, con una mirada a los cuernos retorcidos del argali, respondió con un gesto amable. Un buen punto de partida.
Fuera de la puerta, llevando un kumgan (tetera oriental) de cuello estrecho ya su izquierda, estaba Baybishe
- La esposa principal del Bai, una moza robusta con un rostro claro y elegante. También se interesaba por el guapo argali, y su cabeza con cuernos afilados empapado en sangre, y se acercó lentamente en torno al caballo, relamiéndose los labios con deleite. Después los otros también mostraron su curiosidad.

Bahtygul cortésmente se inclinó ante ella.
- ¿Creo que le gustó este un poco? Esta mañana, en mi camino a vuestro aul, pensé que: a lo mejor desde hace mucho tiempo que no han visto carne de caza, carne de argali... bien, y entonces día una vuelta por las montañas, y cacé una pobre cabra... Se la traje a ustedes tómenla, no es para rechazar...
Baybishe brevemente miró disimuladamente hacia él marido, como si quisiera pedir, pero con temor al fracaso. Bahtygul rió entre dientes, el no la negará.
- Toma... ¿Qué se puede hacer? ... - Zharasbay dijo arrastrando las palabras perezosamente y añadió con un guiño a otros: - Una bestia de nuestras montañas, - si no la daría entonces la ¡hubiéramos quitada!
Todo el mundo se echó a reír. Bahtygul se sintió aliviado. Uno de los ancianos hizo un gesto de impaciencia.
- ¿Dónde están las chicas? Que lo arrastren...
Bahtygul adivinó que este era Kayranbay un viejo arraigado tacaño y calculado y muy astuto: era el mejor amigo del difunto padre de Zharasbay, y ahora gestionaba todas las bestias y se consideraba en la parroquia como la mano derecha del Volostnoy.

- No pienses Karditsa - dijo apresuradamente Kayranbay a la Baybishe - que si un hombre manchado te lo ofrece, que avergonzó los kozybak, se dice que todo lo que es de sus manos es una ¡insensatez podrida! Pero ¡No hay que rechazarla! Este le dará a la gente el último caballo, si es una persona que le gusta. De verdad es terco, pero se dice que los batyrs (los caudillos) son tercos...
Envalentonado, y halagado Bahtygul hizo una reverencia adorándolo.
- Gracias, Padre. ¿Qué puedo decir? Usted lo dijo mejor que yo. No tengo suerte, aunque sea obstinado. Vine al Mirza para contarle todo lo que me está hirviendo por dentro... Pero de frente a su sabiduría nada digo Usted puede ver a través de mí como si fuera trasparente. Que sea lo que usted decida.
El hijo del Volostnoy hizo un clic y dos jóvenes mujeres casadas quitaron el cadáver del caballo y lo arrastraron hasta el patio, y el hijo primogénito a su par, agarró la cabeza del argali apoyándola en su abdomen, y juguetonamente empalmaba las mujeres con los cuernos en sus espaldas.
Zharasbay siguió graciosamente este alboroto sin decir una palabra a Bahtygul. Tal vez él no quería humillarlo, pero para el Volostnoy no es digno de correr hacia cualquier persona que se le cruza. Si éste no es un pez gordo y tampoco lo es ¡su regalo!

Sin embargo, el segundo anciano miró a Bahtygul simpáticamente. Este era Sarsen, uno de los más ancianos Bai de la parroquia: Zharasbay siempre lo apoyó en las elecciones de los jueces, apreciando sus muchos años de experiencia, y lo más importante - sus amplia conexiones.
En la parroquia Sarsen estaba al mismo nivel que el Volostnoy.
- El pobre hombre... - Sarsen dijo acariciando su barba. - Buenas intenciones - estas son sólo la mitad de la batalla, y en su mente, noto muchas cosas buenas. Bueno, antes también era así: otros como tú, pobrecitos, habiendo experimentado todas las penas de la vida, sin ningún recuerdo huyeron de sus aul natales. ¿No es eso lo que tienes en mente?
- De cierto, así, anciano - Bahtygul respondió, mirando de reojo al Volostnoy. - Pienso en algo grande, pero no fácil... Y por su amabilidad estoy dispuesto a pagar con intereses, y ¡mucho más de mi capacidad!
El Volostnoy moderadamente levantó una ceja. Finalmente, se volvió a Bahtygul:

- Si desde el caballo lo que usted dice - parece que es la verdad. Pero oigámoslo, lo que usted dice, en la mesa. Entre, testarudo...
Bahtygul, encantado, siguió al Bai.
- En efecto, Mirza, antes de venir - hablé demasiado y lleno de espigas. , y también muy afligido.
- E.... bueno... bien hecho... - rugieron al unísono los parásitos, notando el buen humor del Bai.
Tras el dueño, observando estrictamente la antigüedad, entraron en el patio y, a continuación, a su rica alta casa.
Pocas veces Bahtygul entró en tales hogares - en el curso de su vida, tal vez una o dos veces, y por eso vaciló en el umbral. En una habitación enorme muy limpia, con lámparas de kerosene bien calientes que ardían como el sol. Sobre el lugar de honor _ el Tor del Bai - había una montaña de mantas acolchadas multicolores. Desde allí, hasta el umbral había una alfombra roja. A la derecha - una lujosa y brillante cama de níquel de Rusia y por encima de ella, en la pared, aún más rica, una alfombra estampada. Todo brillaba de luces, destellos y juegos de luz, como en un prado durante la primavera en rocío.

 

Poner un pié en tal casa, procediendo de una yurta negra y fría de braceros harapientos, era un raro honor para Bahtygul, y pasar la noche en esta gracia sobrenatural parecía la felicidad. Y cuando él estaba sentado junto a los otros huéspedes en frente de la abundante comida del Bai, parecía haber olvidado que tenía hambre, pero tenía la boca llena de saliva. No comió vorazmente, y todo el mundo vio cuanto le cuesta. Gracias a Dios Baybishe no era perezosa y le dio de comer. Agradeciendo con dignidad contó su cuento... Las palabras fluyeron espontáneamente, con ardor, con amargura.
Ellos le escucharon con toda la atención y el interés, como si se tratara de noticias o novedades. Cuando él pronunció la palabra horrible "prisión", Baybishe gritó en una voz alta como una mujer, y el anciano frunció el ceño, meneó la cabeza, Bai Sarsen se agarró de la barba. Un llanero puede desear la muerte a otro llanero, pero no la prisión... Y Bahtygul se maravilló en su corazón: ¡qué tipos compasionados, simpáticos, bondadosos y comprendientes, sienten la injusticia! ¿No estará soñando todo, la casa, la comida, la atención?

- Estoy desnudo. Pobrecito e, indefenso... - Dijo Bahtygul. - Cómo un potrillo extraviado del rebaño. La única esperanza - aferrarse a una persona fuerte, a los pezones del amamantamiento. Por todo esto ¡hubiera dado cualquier cosa y hubiera estado de acuerdo con cualquier cosa!
Baybishe y el hijo del Bai Zhangazy, los más queridos en el aul, sin esperar a los mayores, empezaron abiertamente a regañar a los kozybak. La mujer y el niño no sacaron sus ojos del famoso ladrón de caballos Bahtygul. Es halagador tenerlo como un servidor y amigo.
Bai Sarsen también anticipo el propietario, y dijo:
- Está bien, se ve que lo que usted tiene en sus manos, y en su alma. Deje de quejarse y aférrese al dobladillo de nuestro Volostnoy. ¡Agárrese fuerte! Él, necesita gente como usted, expertos, agiles, gente que, no teme ni el infierno, ni Dios, necesita... Si puede e intente, - se convertirá en el hermano menor del Volostnoy, y el tío del hijo y parte de la familia. Después, ¡ni un bigote será tocado! De sus manos ningún tribunal, ni el poder no lo tomará. El mismo rey Blanco no lo llevará ¡ni vivo o muerto! si no hoy, entonces mañana, Dios arreglara las cuentas, con sus enemigos, usted se vengará del mal, y le mostrará su fuerza.

Bahtygul escuchó con incredulidad. ¿Por qué tanta generosidad? ¿Y a que alude el venerable Bai? "Va a ser parte de la familia... Si no es hoy, será mañana... "Bahtygul sabía que los kozybak - eran viejos rivales de Zharasbay, eran dos bordes, dos bancos, dos montañas en un condado. No es de extrañar que Bahtygul corriera aquí. Pero es muy extraño que fuera el hermano de Zharasbay, si era solamente un miserables fugitivo mendigo, pero tal desarrollo Bahtygul no esperaba. El destino le había prometido más de lo que quería.
Se escapó de la prisión de horror y estaba listo para convertirse en un esclavo de su salvador. Y aquí le extendieron la mano, como si en el prado ¡no hubiera honor y justicia!
Sin embargo Zharasbay no tenía prisa en dar su opinión. Todavía escuchaba todo como sin comprender. Y era imposible decir por su cara burlona y arrogante lo que estaba pensando. Es bueno que escuche por lo menos, y no interrumpe... Y bueno, si lo que desea es a lo mejor probar la paciencia del pobre. ¿Oscila quizá? Escucha, escucha, y  después tal vez le dará la espalda. No aceptará y no dará...

Esa noche Bahtygul no recibió respuesta. El Volostnoy se despidió riendo y fue a dormir, dejando de lado a todos los invitados y dependientes, De Bahtygul se despidió con un gesto breve al final de la reunión. Y todos se fueron felices: el Bai está feliz, alegre, con un buen estado de ánimo.
Desde muy temprano a la mañana a la corte de la parroquia comenzaron a acudir los peticionarios. Había muchos. Bahtygul ensilló su Gnedoy y se paró a un lado, demostrando que está listo para salir, y también listo para quedarse - según lo dicho. Después del té de la mañana llegó el Volostnoy "Deme al menos la esperanza..." - declaró Bahtygul buscando la mirada del Volostnoy. Zharasbay pasó como sin darse cuenta de él. Pero Bahtygul esperó hasta que él enviara a los demás, y apareció de nuevo frente de él
- ¿Qué quieres, mi querido amigo? – Preguntó el Volostnoy, con cansancio y jadeando.
Bahtygul se levantó, se acercó.
- ¡Le juro que lo serviré hasta la tumba! Envíeme donde quiera. Pida lo que quiera. Usted será el hermano menor y su hijo - mi sobrino... ¿Es que no dijo así el Sarsen con la barba canosa?

- De esto hablaron suficientemente, - dijo secamente Zharasbay. - Y voy a recordar su juramento. Pero tengo que... esperar hasta que el rumor se extinga, el ruido desaparezca. Usted es sin valor para mí ahora, no me conviene pelearme con los kozybak por bagatelas. Un tiempo llegará y lo llamaré a usted mismo, ¡no voy a dejarle dormir! Entonces veremos cómo se mantiene su juramento... Mientras tanto, no nos evite, llegue más a menudo. Les gustó a mi gente, ayúdeles en la granja, ellos le encontrarán empleo. Entonces lo dispondré debidamente. Adelante.
Bahtygul estaba tan emocionado que no podía encontrar las palabras para agradecerlo
- Querido... buen Bolysov (Volostnoy)... usted es más que mi propio padre... Pensé - que me daría la espalda... perdone mi decir... - Tiró de la riendas. El caballo levantó la cabeza orgullosa. - Permita que por su amabilidad, por sus saludos... Ante Dios no se puede decir lo que quiero decirle que... Quiero dar este caballo a Zhangazy a su hijo! Puesto que no somos extraños, puede llevarse a Gnedoy y poseerlo...

El Vоlоstnoy no dijo nada, no concordaba y no argumentaba pero miró con aprobación y Bahtygul se apresuró, en voz alta llamó a Zhangazy. Es un caballo ligero, especial, regalarlo es aun más agradable.
El hijo del Bai, como su padre, no se negó y no dio las gracias, pero era obvio que el chico estaba muy feliz. El niño era a lo mejor ignorante, juguetón, pero no tonto, ¡sabía acerca de los caballos!
Baybishe acompañó Bahtygul en su paso en la carretera, ella tampoco estaba con las manos vacías - le dejó un grasiento chorizo casero, con ajo,  eligió unos grandes trozos de carne de caballo joven sabroso. Bahtygul agradecido regresó a su casa, feliz.
Dos días más tarde, llegó a su tienda Zhangazy y se sentó y habló, transmitió los saludos de su padre, y luego salió, desató a Gnedoy, saltó sobre él y se fue a su aul. El pacer fue muy bueno por debajo de él, volaba como un halcón.

 

5


Comenzó una extraña vida inusualmente fácil.
En el primer invierno el Volostnoy sostuvo a Bahtygul en la sombra, no lo admitió a su oficina. Por supuesto, Bahtygul no se quedó de brazos cruzados, pero tampoco vivió mano en la boca, no vivió humillado. Y la gloria de su larga y triste historia, fue desapareciendo poco a poco en el olvido.
En las grandes juntas, las reuniones de los Atkaminerov de la parroquia - patrones y jefes de los clanes, "grandes como pequeños" - Zharasbay secretamente elogió el nuevo sirviente, contó sus penas y haciendas, su paciencia. Sarsen y Kayranbay en dúo acogieron esta pequeña canción de elogios para las obras de caridad del Volostnoy. Contra la mala suerte, señaló al ladrón de noche como un cooperante de paz, puso en los corazones endurecidos la bondad y la humildad de Bahtygul.
- Está por el buen camino... está volviéndose hombre...
Los Atkaminerov, obesos, como sus rebaños, arrogantes desde nacimiento, prestaron atención al fugitivo y redimensionado campesino.

Las personas respetables le daban palmaditas en el hombro y hablaron con él. Y quien entendía, lo tenía entendido: que Zharasbay tenía planes especiales para este tipo.
 Bahtygul no encontraba su puesto, agotado de la ociosidad. La vida fácil se volvió difícil para él - el águila real ama las alturas, el caballo ama galopar y con todas sus fuerzas él trató de servir el aul de Zharasbay. Todo lo que él llevaba a cabo, y que fuera el uno y el otro o un tercero. Todo lo hacía con una habilidad admirable, aunque uno podría pensar, que excepto del cuidado de los animales, no sabía nada en la vida. Pero, ¿Rondar por el aul - era trabajo? ¿Y es que necesitan su fuerza? El trabajo que hay también las mujeres lo pueden hacer.
Desde el amanecer hasta la puesta del sol Bahtygul corría, apresuradamente, por el aul, como la lengua en la boca de un perro en un día de calor, algo que reparar, limpiar, transportar, sin descanso en busca de algo que hacer, corriendo tras la fatiga. Y el interesado Kayranbay, viendo su pasión por el trabajo y su entusiasmo, simplemente se le derritió - una sonrisa en la cara borrosa, como los anillos que se forman en el derretimiento de la grasa de carneros.

Dulce es el espectáculo de ver otra persona trabajando, que se dobla la espalda y vierte el sudor.
- Este es experto en todo, sus manos arden. Es todo un maestro. ¡Y a la larga no es un idiota! No se le puede cortar el cambio... - Kayranbay dijo al Volostnoy.
- Los pobres, los huérfanos, por el desagrado de Dios no tenían ingresos. Pero a éste peón como si se le ha pegado la pobreza - Kayranbay inspiró a los otros.
En todo el trabajo alrededor de la casa - en la trashumancia de los rebaños y ovejas de engorde, en la siembra de primavera y la cosecha en el otoño - Bahtygul era un experto. Era necesario encontrar frescos pastos, preparar el heno a tiempo, para la protegerlo contra la escarcha u hornear el pan blanco - todo lo que emprendía lo hacía más rápido y mejor que los otros ganaderos, pastores y panaderos.
Era un siervo, y luego se convirtió en un asistente y después un consejero, no sólo en la casa del Volostnoy, sino de Baybishe, y también para todos los vecinos. Ellos no dudaban en ir a pedirle consejo - en la granja, en el tribunal de familia, él reconciliaba, aconsejaba, razonaba, sin embargo, él no era anciano.

Y con el tiempo, en el pueblo lo llamaban "previsor".
El Volostnoy lo llevó gradualmente más cerca de su oficina. Una misión, y otra... Bahtygul se sentó de nuevo en el caballo, pero no como los pastores, con la cartera en el suelo sino con la cartera de mensajero, de confianza, cruzada en su pecho emanaba autoridad y poder. Y ahora él mismo no se reconocía.
Entre viajes Bahtygul no se olvidó de sí mismo. Viajando por la parroquia con una cartera llena de importantes documentos, escritos con tinta y papeles de impresión, actuaba de pesca con algunas mercaderías rentables, para venderlas a quién las deseaba comprar, y muchos lo estaban esperando cuando llegaba y le preguntaban que traía. En la Primavera Bahtygul aró la tierra para sí mismo tres veces, y hasta cuatro veces más que antes, y Zharasbay nunca dijo una palabra; Kayranbay le ayudaba a adoptar semillas.
Al igual que con Salmen, no se le pagaba un salario, pero Zharasbay, por lo menos, no lo golpeaba, lo dejaba vivir. Hatsha para el futuro tenía reservado para el próximo invierno carne, harina,  aceite, la sal blanca y cerillas de azufre amarillo, al igual que en la casa del Bai y hilos fuertes.

Ella bruñía también el aul del Volostnoy, y servía a Baybishe y para el verano se alimentó de forma notoria, aún con vestidos. Ropa de segunda mano del Bai y se veía que le quedaban a ella bien, y su ropa vieja la alteró para los niños,  que ya no corrían desnudos, o con harapos.
En el invierno Zharasbay dijo a Bahtygul:
- ¿Quieres que tu hijo pueda saber leer y escribir? Trae al niño.
Fue una gran misericordia.
En el aul vivía un joven llamado Zhunus de Kazajstán. Él se graduó de la escuela rusa, y fue llamado mullah por su sabiduría. Enseñaba a leer y escribir a dos o tres niños de familias ricas, y le enseñó al hijo del Volostnoy, Zhangazy. Bahtygul reverentemente llevó al mullah a su Seit.
- Vas a ir a la ciudad, aprenderás a ser un persona entre la gente - dijo a su hijo, Bahtygul y Seit recordó firmemente estas maravillosas palabras.

Todo el invierno Seit repitió el alfabeto ruso, obstinadamente y de memoria, exactamente como una conspiración  vudú, lo que le iba a ayudar a irrumpir en el mundo. Le encantaba aprender, y rápidamente superó los perezosos y mimados contundentes hijos de los Bai.
Mullah dijo a Seit con afecto:
- Crece, y serás mullah.
Y a menudo Seit largas noches no podía dormir - soñando, como crecía y era un mullah.
Los Cultivos de Bahtygul brotaron gruesos y limpios. El alma del obrero encontró la paz. En el verano, finalmente se trasladó al aul de Zharasbay, y se convirtió en su familia. Durante la temporada calurosa vivía con su hijo en el dzhaylyau, arriba en las montañas, y bebía las espumosas kumyz (leche de yegua) de oro.
En el verano en la granja las preocupaciones disminuían. El Volostnoy tomó a Bahtygul enteramente bajo su brazo. Y empezaron días misteriosos, ruidosos especiales, que significaban cosas grandes y calientes para el Bai...
Bahtygul aprendió rápidamente la ciencia maestra: permanecer en su rango - amable y cortés en los pueblos, que quieren al Volostnoy y, a la inversa, amenazante y agresivo en la parroquia que no lo quieren. A veces, el Volostnoy le permitía hablar en pequeñas reuniones del aul .Bahtygul era elocuente. Fue traicionado y engañado y no sentía que algo andaba mal.

Improvisadamente se dio cuenta de que la gente lo está mirando de la misma forma que él antes miraba a Salmen. Y de repente se oscureció el alma del obrero.
Salmen aún no se había hecho sentir. Casi un año pasó, pero Zharasbay no se recordaba de Salmen. Bahtygul intentaba de entender lo que tenía en mente el Volostnoy y cuanto más pensaba, más oscuro se ponía. La paz era engañosa, sospechosamente silenciosa.
Las elecciones en el otoño eran inminentes y desde el comienzo del año en Chelkar, en Burguen y en otras parroquias sobrevino la lucha entre los partidos de los clanes, éstas fueron complejas y subyacentes. De un mes a otro se hicieron más agudas y francas.
"De esta corte no esperes el bien..." - se dio cuenta el visionario Bahtygul, pero él no podía prever el futuro, el  aparecer de las dificultades.
Las pasiones se encendieron, elusivas e incomprensibles a los simples mortales, fueron mucho más allá de los distritos y cubrieron casi la mitad de la vasta provincia. Se aferró a los poderosos clanes ricos, a los Bai y a los Atkaminerov de los municipios adyacentes, saldando viejas cuentas, inflando las disputas no resueltas.

Los débiles buscaban defensores y los fuertes - aliados. Cuanto más se acercaban las elecciones, así más claro se señalaron las dos más potentes fuerzas de la región, una encabezada por el Volostnoy de Chelkar, Zharasbay, la otra - dirigida por la cabeza de Burguen , Sat, el hermano de Salmen, y ambos tenían agentes secretos, espías sobornados en el campo del enemigo.
En su parroquia Sat era aparentemente más fuerte y más resistente que Zharasbay en Chelkar. Detrás de Sat estaban los grandes, muy unidos y orgullosos kozybak del clan. En contraste detrás de Zharasbay había solamente dos o tres clanes ricos e influyentes, pero es que se pueden hallar en la estepa al menos dos clanes, entre los cuales ¿no haya fricción? Pero en el condado, Zharasbay era más astuto y con más conexiones que Sat, que estaba muy seguro de sí mismo, en todos los otros municipios y Zharasbay llevaba las riendas en sus manos.
El combate estalló y se difundió como un fuego en la pradera durante el verano seco.
En el condado empezaron a volar a la oficina administrativa del omnipotente director del condado, las autoridades rusas con botones brillantes, las denuncias insidiosas, "condenas" con múltiples conjuntos de firmas genéricas muy potentes y sellos estampillas y grabados de los Bai y Atkaminerov.

Los Atkaminerov de Sat sobresalían en denuncias en contra esos de Zharasbay. Cada una podía hacerlo un objeto de investigación, llevarlo al tribunal, pagar multas y exhibirlo como un infame. . Pero cada vez Zharasbay solemnemente regresaba justificado. Pero a Sat lo tenía apretado. Por la denuncia de Zharasbay, Sat estuvo durante quince días en la cárcel del condado. Allah sabe cuánto Zharasbay invirtió en estos pequeños engaños comerciales, cuánto dinero, pero éste negocio valió la pena.
Por dondequiera, decían:
- Sat se volvió blanco como una estrella en la frente del caballo negro... Y se plantó en la bosta con la cabeza, como una retroexcavadora ... Quince días y noches - ¡oh-ohy!
Después de este éxito Zharasbay tuvo más simpatizantes pero también más enemigos. Dónde hay miedo hay envidia.
Sin tregua recorrieron los Atkaminerov, a veces hablando bien y a veces amenazando. El verano era caluroso, seco y sofocante, como dice el refrán, no hay tiempo para beber kumyz. Elecciones, elecciones... ¡El poder por tres años!

Zharasbay persistentemente buscaba la holgura en los campos de Sat, reuniendo a su alrededor los descontentos, los ofendidos, los indecisos, al igual que la gente lasciva, generosamente otorgando a ellos dinero y gastándolo a la derecha y a la izquierda. Él sabía que Sat hacía lo mismo, y mantuvo un ojo agudo, en alerta, con mucho cuidado, cortejando a los sospechosos, pagándoles más que Sat. ¡El poder durante tres años! Todo será devuelto con intereses.
Con el paso del tiempo, no estaba claro quién llevaba la ventaja. Sat no dudaba de sus kozybak, ellos eran valientes, ridiculizaban los esfuerzos de Zharasbay, sus gastos sin fin.
- En la ciudad, es un águila de oro, en la parroquia - un gorrión. Nosotros quitaremos a los de Chelkar el orgullo... - Así decían los kozybak y Bahtygul sintió lo que va finalmente a resultar.
Y cuando la manada de Zharasbay migró a dzhaylyau, desaparecieron en la confusión tres yeguas preñadas y un graso potro. Ellos se apresuraron a buscarlos y encontraron rastro de los ladrones. Un rastreador, del Burguen, sugirió:

Los caballos fueron robados por Salmen mediante un decreto de Sat. La persecución tras los secuestradores se produjo inmediatamente. Los hombres de Zharasbay exigieron devolver los caballos, pero Salmen descaradamente se abusó de ellos con juramentos ululatos y los expulsó del aul.
Zharasbay no durmió toda la noche - pues se ahogaba de la rabia. Y al amanecer, sin demora, ordenó a Sarsen a realizar una denuncia y envió el documento a la ciudad. Bahtygul esperaba que el Volostnoy lo enviara como mensajero, pero el Bai no se recordó de él y Bahtygul perplejo y resentido desensilló el caballo. Durante toda la mañana cerca de la yurta, de ocho cables del Bai, se reunieron los respetados, y de esta salían voces ruidosas. Allí, los mayores discutían, abusaban, y amenazaban.
No fue sino hasta la tarde, cuando los venerables de barba blanca se dispersaron, escondiéndose del calor a la sombra de la yurta, tomaban kumiz frío y refrescante, Zharasbay llamó por Bahtygul.
Un mal sentimiento apretó el corazón de Bahtygul tan pronto como vio la inflamada cara, cubierta con manchas marrones del Volostnoy. A la derecha del amo se destacaba; con el ceño fruncido, jugueteando con su látigo, el más robusto de los Bai, el malhumorado y moro Kokysh.

Zharasbay acomodó a Bahtygul, le sirvió kumyz y él mismo bebió de los tazones pequeños, comenzó diciendo que Bahtygul, gracias a Dios, este último año de su vida no lo pasó mal - todo el año, como todo el mundo sabe, y todo el mundo vio. El Bai no permitió que se desempeñe en trabajos sucios, conservándolo para los hechos dignos de un hombre real. Y Bahtygul sintió que acabó con su extraña vida, vida excepcionalmente fácil.
- Estos chacales no plegarán las colas hasta que no le plantean un palo... - agregó Zharasbay.
Kokysh escupió, azotándose a sí mismo en la bota con un látigo, y la mano le tembló a Bahtygul, derramando el kumis.
El peón realizó que lo peor sucedió - la vieja maldición lo alcanzó.
- Si nos vamos a quedar quietos - perderemos - continuó el Volostnoy. - Si seremos descuidados - ellos se sentarán sobre nuestros cuellos con un tridente y nuestro ganado - con un lazo. La gente será matada, los caballos robados. Es lo mismo que vender la cabeza por un centavo...

Parece, que ha llegado la hora la cual esperó usted, Bahtygul, por un año.
Bahtygul silencioso.
- Ahora escoja una docena de jinetes confiables y - ¡buena suerte! Si no encontrará las manadas de Salmen o las manadas de Sat, no importa, entonces ataque cualquier kozybak. Agarre y secuestre manadas de yeguas y potros, no importa lo que encuentre. Usted sabe elegir... No es la primera vez ...
Bahtygul no dijo nada nuevamente, bebió su bol de kumis , limpiándose la mano en la túnica. Parecía como sí un nudo se le había atascado en la garganta. "Sí, entonces que ha sido este año, esperando..." ¿Qué ha sido? ¿Hace cuánto tiempo? que Zharasbay presentó Bahtygul a los Bai y a los Atkaminerov, como una bestia apenas domada, y ellos apoyaron al Bai y los dependientes que le daban unas palmaditas en el hombro y decían ¡que hay justicia! ¿Cuándo fue eso? Ayer. Y ahora - "vaya con dios”... ¿Qué dirá la gente? Y qué va a decir a su hijo Seit?
Kokysh se agachó contra Bahtygul y se rió, resoplando como el cuello de un toro.

- ¿Qué quieres decir? ¿Estuviste bajo el Bai para convertirte en pan afeminado? ¡Un guerrero, en este caso, de la tumba debería surgir!
Pero Bahtygul no sonrió y Zharasbay dijo, vertiéndole más Kumyz:
- Sat empezó primero, como usted sabe, y todo el mundo lo sabe. Sí no hubo comienzo no hubiera debate. Se ensuciaron las manos por el robo durante la noche, y nosotros nos lavamos la cara con un barymta (confiscación de ganado como una forma de venganza por el insulto o la indemnización por daños y perjuicios) Y desde hoy, por donde vayan los ladrones todos estarán a nuestro lado, incluso el gobernador - el kazajo y el ruso... Me entiende?
- No, Volostnoy... no lo entiendo. Agitado en su mente - lúgubre, frustrado Bahtygul dijo. - Yo sé una cosa: la caída es inminente, y este otoño lado a lado colgarán al ladrón y al barymta entre el cielo y la tierra en un caballo de madera... Tengo experiencia en el mal , estoy saciado hasta el  cuello. No me mande, ¡por favor!
Zharasbay irritado le interrumpió:

 

- ¿Desde cuándo ha empezado a recordarse del caballo de madera? ¿Qué sabe usted?, ¡previsor!.. ¿Se olvidó su deuda? ¿No oye las voces de los antepasados? Sat arruinó su padre, por la culpa de Salmen usted es huérfano, y yo le doy el poder en contra de Sat y Salmen, no pierda esta oportunidad. Si no la agarra, entonces usted es un cobarde y un traidor, sin brazos, sin seso, perezoso, que yo ¡no debería haber alimentado!
- ¿Qué me puede enseñar, maestro? - Bahtygul dijo abatido. - ¿Qué ejemplo daré a mí hijo?
Zharasbay dijo con una sonrisa socarrona.
- ¡Yo respondo a todo! Y ante las autoridades de la tierra y del cielo, yo  soy él que le alimentó, yo tengo la palabra. Mi voluntad - mi pecado. Vaya y confíe en Dios...
- Basta de charlas - Kokysh añadido. - No le dude, vaya.
Zharasbay se elevó pesadamente de su lugar. Bahtygul hizo un rápido movimiento para levantarse antes del Bai y se puso de rodillas, confuso, aturdido.
El mismo día diez jóvenes y fuertes jinetes con Bahtygul en la cabeza seleccionaron los diez mejores caballos, de cola larga y patas ligeras como el viento, entre los rebaños de Zharasbay, Sarsen y Kokysh. Ellos no ocultaron sus intenciones, ya que iban al barymta "justo" y al entrar la tarde fueron despedidos por todos los habitantes del aul, jóvenes y viejos.

  Los jinetes iban vestidos modestamente en chekmen grises, pero no los colores hacen el hombre, sino el poder y el caballo majestuoso. Se juntaron los jóvenes jinetes prominentes. El chekmen ajustado firmemente al hombro. Si se les miraba- con el puño podrían aplanar una piedra, y tenían el pié rápido y ágil, como una golondrina en vuelo. Intercambiaban los traviesos chistes groseros, el barymta era como jugar un juego divertido, una diversión, se exhibían delante de la gente para mostrarse y también sus caballos. Los caballos - eran una vista encantadora. Bajo las monturas, los sementales con colas cortas y atadas mantenían con orgullo la cabeza magra, y nerviosamente golpeaban las patas delgadas. Vencedores de carreras, caballos famosos. En la suave luz del ocaso, el resplandor de sus pelos lisos brillaba como el brocado. No estaban quietos, será por los jinetes y sobre el aul colgaba un repiqueteo fuerte, como un batir de tambores marciales.
Esperaban a Bahtygul. El salió de la gran yurta, acompañado por las palabras del Volostnoy y se veía transfigurado. Estaba vestido sencillo y discreto - pero a todos ¬ les gustaba. Pero en su postura y los hábitos había algo nuevo que antes no había.

El chekmen estaba colocado en el hombro izquierdo, el brazo derecho libre y el borde del chekmen metido en el cinturón para que se disperse libremente el hombro y el brazo pueda oscilar. Pegado al cinturón-había una pistola de seis -balas. Disparar a una persona - Bahtygul no, pero este juguete estaba para mostrar quién es el jefe, quien dará el primer golpe y quién recibirá el primer golpe, el asalto más fuerte, entre los suyos.
Caminaba balanceándose, lentamente dirigiéndose hacia los camaradas y estos mantuvieron un ojo sobre él. Con él no se va a perder. Él es más fuerte y más grande que todos los demás. En su mano derecha los músculos se movían circularmente de la muñeca hasta el hombro vertiendo una fuerza explosiva y elástica.
Y Bahtygul su cara tampoco era como antes. En los, ojos un poco entrecerrados brillaba una codiciosa pasión impaciente. Sólo bajo su bigote espinoso inesperadamente salía una suave sonrisa, como de ensueño.
- ¡Hola, águilas! - De repente, llamó imperiosamente. ¡Buen viaje y suerte en el camino-Bueno! - Su voz resonó en el silencio general a través del ruido de los cascos.

- Buena suerte a todos... - Respondieron los jinetes en unísono.
- Que así sea, ¡que así sea! - Dijeron los acompañantes.
Antes que Bahtygul se acercó al lazo que ataba el caballo, un joven pastor le trajo a él y lo puso en su camino, un caballo grande pelirrojo, alto y claro con una cola vendada. En los rayos rojos del atardecer el caballo era como una llama grande de una hoguera. Este era uno de los favoritos del Volostnoy; Zharasbay lo guardaba para el Baig - las carrera largas de la estepa.
El pastor iba a ayudar a montar respetuosamente al jefe, pero él metió el borde de la rienda detrás del cinturón y con la punta del pié en el estribo subió ágilmente sobre el caballo, se sentó en la silla de montar, el caballo se agachó un poco y se movió lateralmente cinco pasos.
- Vamos, camina, - ordenó Bahtygul, estimulándolo. Los jinetes en hacinamiento, se apresuraron tras él, en el camino.
Llevaban en sus monturas los Soily Shokpar (armas populares de madera). Y algunos iban cabalgando casualmente, sujetando un palo bajo el brazo, como si no estuvieran andando a luchar - si no estuvieran paseando.

Los hombres, mujeres, y niños del aul, una multitud de gente iba detrás de ellos, charlando, gritando, gimiendo. Que vayan con destreza y fuerza a la estepa, la ¡belleza masculina! Eliminarán el Set, el demonio y lo pisotearán...
En la tenue luz brillaban las sombras de los caballos durante el crepúsculo, como manchas blancas que después se fusionaban en la oscuridad para luego esfumarse, pero durante mucho tiempo en el aul se pudo oír el rugido de la fusión ondulada del galope gallardo.
Así comenzó la barymta que los tontos y astutos llamaban "justa". Los Bai se consolaban con sus viejas arrogancias saciadas, y los pobres se saciaron su sed de siglos en busca de la libertad. Los unos maltratados con un golpe en la cabeza, los otros - con ganados gratuitos. A cada uno lo suyo, y cada uno fue designado lo suyo por el supremo Juez, el Bai de todos los Bai.
Al amanecer Bahtygul y sus águilas afrontaron el enemigo, se llevaron un pequeño rebaño de Set, diez yeguas jóvenes con un potro de crin notable. La caza fue espléndidamente fácil, aunque escucharon a lo lejos un tiroteo de armas.

Ilesos, se refugiaron en las montañas desiertas, silenciosas, en el umbral de tres condados.
En el camino, en un extraño aul arrebataron un cordero de un año, dejando atrás sólo los ladridos de los perros. En las rocas encendieron de manera segura un fuego. Bahtygul ordenó a cocinar la carne, y se fue para arriba por el pedregal áspero y desnudo.
Delante se alzaba una roca solitaria de color rojo, como la sangre. Detrás de ella, como la nuca de un jabalí se erizaba un bosque de pinos. Los abetos con densos coníferos se alzaban poderosos con sus hojas negras como quemadas, y sobre ellos pendía una neblina de humo azulado brillante. Y aún más alto como si el sol hubiera arrebatado la noche, brillaba el redondo pico nevado - inaccesible, una yurta blanca y honoraria. Había un águila que se deslizaba en el cielo sin fondo, que parecía del tamaño de un gorrión.
Bahtygul miró la roca roja, el Bosque Negro, y la yurta blanca como la nieve, y el águila en alto vuelo, y su pecho se apretó. Miraba y pensaba: "De lo que me he escapado, a esto he llegado, esto es ¡todo lo que he encontrado!"
De la parte inferior el humo de color rosa transparente del fuego se elevaba como un resorte y también el olor de la carne azada, los jinetes estaban conversando como mujeres, con movimientos de adolescentes, crujían bajo sus pies las piedras flojas. Bahtygul frunció el ceño, mordiéndose el bigote duro.

El entusiasmo de la redada nocturna se desvaneció como un frenesí de ebriedad. En el corazón quedó solamente la amargura.
- Eh... de todos modos... Bari-bir! - Bahtygul pronunció en voz alta.
Que me glorifiquen o me condenen - me da lo mismo. Su destino está en las manos de Zharasbay. El Bai ejecutor, el Bai misericordioso. Gracias a Dios que él no es como Salmen. Zharasbay no se olvidará que ha sido fiel y con diligente.
- Y esto es suficiente para nosotros, hijo mío, - susurró Bahtygul. - Esto es lo que decidimos hacer... - Y bajó de nuevo por el pedregal hacia el fuego.
Así comenzó la barymta. Desde esa fatídica y afortunada noche, empezó el conflicto entre los clanes y los partidos y una tal confusión, que nunca antes había sucedido. Y en la noche ciega y a la luz del día en el desierto y las montañas - empezaron ataques salvajes y combates furiosos, gritos aturdidos, persecuciones, la sangre y el polvo negro llegaba hasta el cielo ardiente. Y después de los ataques abusivos y ruidosos, como en los viejos tiempos, a escondidas, sigilosamente, se difundió en los aul el robo de ganado. Y muy pronto, ningún hombre, justo y profeta no podría razonablemente decidir dónde hubo barymta y donde el robo, el robo de día y el de medianoche.

A decir verdad, las elecciones en la estepa eran como el yute. No se puede saber cuándo golpeará el yute, esa es la maldad del invierno en la estepa. Y las elecciones son ¡cada tres años! Pero Zharasbay evidentemente decidió o ganar o caer.
Sin embargo, no hubo un día que él no se encontraba con la gente, ni con inmensos honorarios, propinas, visitantes, invitados... Sin límite y la cuenta era el desmembramiento de las bestias con el bisturí - como refrescos, o atarlas con una soga - para regalos. ¿Y cuánto dinero fluía? de la manga larga del Bai! Durante un mes o dos, Zharasbay gastó la tercera parte de lo que tenía en la primavera. Y ahora él no dejó a Bahtygul y sus compañeros  perder el tiempo, como antes Salmen. Pero a escondidas, por lo menos, decía que los envía no para compensar los gastos, sino en represalia. Muy bien dicho, ¿verdad?

No era sorprendente, los astutos lograron - encontrar un remanso fuerte, un fuerte aliado por detrás de Sat. De repente Zharasbay se amigó con el aul del clan Dosaev
del condado de Burguen, un poderoso aul de grasosos, que a los descarados kozybak no les estaban a su gusto. Y esto dio lugar a un derroche y costos especiales.
Los sabios Bai, los políticos expertos de la estepa decían que el correr del agua detiene la turba, el odio hirviente amansa una chica. Sí, sí, la chica con la edad mínima para contraer matrimonio... El jefe del clan Dosaev tenía una joven hija - Kalysh y Zharasbay mandó a Dosaev unos casamenteros para formular un acuerdo.
Bahtygul entendió rápidamente cual es la sal. Por supuesto que podía ser que Zharasbay ambicionado de la belleza virginal de esta, quería llevarla a su casa, a su amada Baybishe, como joven Tokal -segunda esposa. Pero esto es una cosa décima. La sal es que el mismo Zharasbay eligió cincuenta camellos y se los envió al padre de su novia. Tal dote inaudita era apropiada para la boda de la hija del Khan. E incluso antes hubo regalos

En verdad, ese compromiso - es una excelente unión, que se mantiene unida por el ganado, es una fortaleza más segura que un juramento de sangre. Es por eso que los novios entrelazan los aul para siempre, como las entrañas en el estómago, y Sat lo único que le quedó era morderse los codos - el aul Dosaev estaba frente su camino, como una de hierba seca en el desierto: no se penetra y no se sobrepasa.
El desierto, como un gemido de una mujer violada. Por aquí y por allá, a través del barymta, la mano caliente atrapaba a los que sufrían injustamente, sin razón alguna, todos los pobres que no estaban con Sat y ni con Zharasbay. En vano fluían las lágrimas, las maldiciones llovían. Se decía, yut!
Zharasbay desarrolló el asunto en gran escala. El ganado robado se vendía en su aul y en el aul o condado vecino, como un comerciante de larga escala los vendía a la izquierda y a la derecha. Bahtygul traía y, Kayranbay vendía... El aul traía y vendía, esto se convirtió en realidad - sin regatear, a mitad de precio, sólo para despojarse del ganado lo más rápidamente posible . ¡Y ellos no perdieron! El avaro y descontado Salmen no sabía hacer así. El ganado se vacía como en un abismo - por la noche estaba, por la mañana desaparecía, y el bolso de Zharasbay se llenaba.

Bahtygul agitó la mano en una señal de desdén. Vivía en una niebla sangrienta y febril exactamente como una tormenta polvorienta en la pradera causando que en plena luz del día el terreno no se pueda ver. ¿Qué pasaba al ganado tomado en las redadas?, él no lo sabía. Zharasbay procuró que el alma del caudillo esté tranquila. Estrictamente ordenó a Sarsen, Kayranbay y Kokysh:
- Cuando ustedes estén despiertos, que él esté durmiendo... Contrariamente a las expectativas el atizador se quema en la chimenea, por eso era mejor que él no supiera nada pues aunque bajo tortura no será capaz de hablar el provisor .
En las relampagueantes elecciones, Zharasbay ganó - En Chelkar hay un gobernante. Sat fracasó - él no fue elegido. Es cierto, el aul Dosaev no arrastró el Burguen con su protegido, pero los kozybak fueron derrotados. No en vano desperdició su dinero Zharasbay. Era su turno cortar la larga, dorada lana de oveja - el poder en su parroquia, y en el condado.
Inmediatamente llamó ante sus ojos a Bahtygul, aceptó sus felicitaciones y con unas palmaditas a la espalda y con buenos ojos lo envió a casa.
- Ve a dormir mientras tanto. Trae alegría a tu esposa, a tus hijos. Te doy rienda suelta al menos por tres años consecutivos, hasta las próximas elecciones...

 

Bahtygul suspiró con evidente alivio. Quería alejarse de los ojos del propietario, y tanto él quería que se vaya.
- Mi voluntad - su voluntad, querido Bolysov- (sinónimo de Volostnoy) - dijo cortésmente el peón.
- Vaya, vaya... Ya veremos - respondió casualmente el Bai soberano.


7


Entró el otoño negro. Bahtygul fue a su cabaña, se llevó a su hijo con él. Montó el caballo y se lo llevó. Sólo de vez en cuando caía Bahtygul por el aul de la parroquia - para dar al propietario los honores y saludarlo, por un día o dos, y después se despedía con el corazón ligero. A casa, ¡a la calidez de mi familia! En estos días, parecía como un forastero en el aul - no se interesaba de la economía y ni de la administración, ni de lo uno ni de lo otro, no estaba interesado a nada. Vivía como si por sí mismo, sin entrar en las bocas de las personas que hablaban, sin escuchar los rumores. Y así que realmente no sabía lo que estaba sucediendo en el mundo, es decir, la parroquia, los partidos. Recordaba sólo una cosa:

Que tienen un enemigo común - los kozybak... Recordaba fuertemente, y todo lo demás - no era importante.
Hasta cuando de repente llegó un mensajero a caballo, sudoroso, gritando de la silla: "¡Él te está llamando!, Zharasbay...”-Bahtygul, no particularmente emocionado, se fue tras él.
En el aul estaba reunida toda la cabecilla del condado y... de otros lados. Ataron sus caballos y los dejaron por sus piensos, los visitantes se sentaron alrededor del gobernador de la parroquia. Un poco más lejos, de un otro lado, Bahtygul vio la gente del aul Orazov de la vecina parroquia de Burguen.
El clan Orazov en Burguen no era considerado más débil del clan Dosaev, los unidos en matrimonio con Zharasbay, pero más débiles que los kozybak, pero cuando los fuertes se estrangulan entre sí… los Orazov pusieron a su candidato en el condado. Y así fue que después de las elecciones, la parroquia de Burguen se convirtió en grata, al perdedor Sat. No hace falta decir: una parroquia débil de un leve nacional no podía ser totalmente autosuficiente y por eso se dirigió bajo el control de los kozybak.

Al ver a los Orazov, Bahtygul pensó: "Parece que me, llamaron por su denuncia." Y así fue. Durante el barymta los jinetes de Bahtygul atraparon ganado a éstos que eran de Burguen... Se equivocó Bahtygul no los otros. Zharasbay lo saludó con frialdad. El saludo de Bahtygul fue aceptado de mala gana, como si forzado. Y no hubo ninguna pregunta como es debido después del saludo, lo atacó como a un extraño, con discursos estrictos:
- Hey, Bahtygul... De medidas usted no se entiende! Los excedentes bastarán, claro. Creí en usted y con toda la tranquilidad que usted no meterá la nariz en el barro y juré ante todos y tú, tú me avergonzaste, a mí que, siempre me he sacrificado por tú... ¿Por qué me merezco tal castigo? Explique, por lo menos...
De esta manera Zharasbay nunca había hablado con Bahtygul . El Volostnoy gemía con noble ira, con cara inflamada. Con el escudo del calor, el Bai defendía su propia cabeza, exigiendo al siervo una franca confesión. Bahtygul escuchaba, sorprendido de  que él resulta ser culpable ante su benefactor.

- ¿Y cuál es mi culpa, querido Bolysov? ¡Mire como se emocionó usted! ¿No pudo encontrar otras palabras para mí? En primer lugar, especifique cual es el delito y después castigue sin pesar. Es una pena escuchar la difamación, compuesta por una mala lengua. Revise primero, averigüe...
- ¡No tengo nada que averiguar! E igualmente veo que fue usted... nadie más... fue su brazo... Diga la verdad: en el aul de Orazov, en la parroquia de Burguen usted atrapó dos caballos, un semental marrón y uno melado y dos yeguas, ? Usted llevó... y tiene ¡que indemnizar lo tomado! - Terriblemente ordenó el Volostnoy.
Bahtygul callado, lo estaba mirando. Tal vez lo hice... Es verdad ... Bahtygul no iba a negarlo, y mentirle en frente de sus ojos. Pero también el Volostnoy no tiene que hacerse el tonto - estos caballos fueron arrebatados de los Orazov por sus órdenes, y hay muchos testigos. Pero ellos también estaban en silencio, mirando de cerca Bahtygul
¿Es que el Volostnoy dio marcha atrás? ¡No puede ser!
Esto él lo dice... delante de extraños... para engañar a los ojos... El Bai sabe mejor lo qué hacer, cómo decirlo, y no debe ahora enfrentarse con él, interferir en su juego. Apuesto a que tiene un plan astuto de largo plazo.

- Bueno, no me retorcí antes y ahora tampoco voy a engañar - dijo el visionario Bahtygul. - Todo es suyo, Volostnoy, nuestros vientres, y la vida. ¿Que yo pueda salir en contra de usted? Usted es mi único juez ¡como dios es su juez! Tomé los caballos. Haga conmigo lo que usted piense, tan pronto como pueda compensar a los Orazev de lo que fue tomado de ellos. . No tengo nada más que decir.
En ese momento se empezaron a mover los de las barbas blancas y lo de las negra, se retorcían en sus puestos, sacudiéndose las barbas, entornando los ojos, moviendo los dedos. Les gustaron las palabras del peón. La obediencia y la autoridad se aman mutuamente.
Una vez más se oyó el elogio conocido del Volostnoy. Alguien dijo sobre Bahtygul:
- No tiene nada en su alma pobre, pero es tan valiente como un Khan. Muere diciendo la verdad.
Otro dijo:
- Si tiene que matar a un hombre - lo matará, no se ocultará. Si es que tomó algo, lo dirá, que lo tomó... - Y ésta también era una alaba del Volostnoy.
En este momento también Bahtygul estaba contento de los elogios al propietario.

Había una cosa que él no podía entender. Mirando a su alrededor, vio cerca de los denunciantes de Orazov, a personas del aul de Dosaev... Bahtygul no creía a lo que veía. ¿Cómo es eso? Irreconciliablemente se pelearon todo el verano, y ahora llegaban a este lugar, al igual que los polluelos en el nido, y se sentaron cerca, se sentaron como se dice, de rodillas unidas y en silencio y como hubiera entre ellos alegría y armonía.
Aquí se estaba juzgando a Bahtygul, uno de ellos... A pesar de que confesó sin rodeos, sin menear, la voz del Volostnoy no cedía y su cara no se ablandó. Ahora Zharasbay juraba violentamente, a gritos, y finalmente amenazó:
- No espere mis indulgencias ¡de ahora en adelante! Fui amable con usted, lo abracé en mi corazón, lo honré -le fui leal. Si otra vez tropezará, se moverá del buen camino de sólo un paso, desde el otro lado usted será nada para mí, y yo seré un extraño. Piense tres veces antes de caminar...
"Bueno, eso es demasiado!" - Pensaba Bahtygul, pero no lo dijo

Los demás también estaban callados como si estuvieran encantados con la voz baja y suave del Volostnoy, su furor y sonido noble, su rugido bajo.
Muy hermosa voz, un verdadero regalo de Dios, exactamente como debe tener un servidor de la verdad y del honor.
El Bai señaló al Orazov mayor.
- Ahora éste hombre, el propietario de las reses robadas irá tras de usted. Usted lo conducirá a su casa y le pondrá en sus manos cuatro caballos, no peores de los que usted tomó ("¿Y dónde están - los...?”-pasó por la mente de Bahtygul). Y para pagar por sus culpas le dará otro caballo un padrillo y un camello - como compensación... Así será según la justicia y la conciencia tranquila!
Bahtygul abrió su boca y se puso de pie, atónito. Parecía que se le quebró la nuca con una porra. Todos estaban en silencio, como las almejas. Por consiguiente, también ellos se sorprendieron...
El Bai lo sabe muy bien , cuánto y qué ganado crió Bahtygul. Conoce y le dice que tiene que dar más de la mitad... Y un camello le ordena de dar !

No, por supuesto Zharasbay luego le devolverá todo lo tomado a Bahtygul. ¡No podía ser de otra manera! Lo llamará el Bolysov y le dará consuelo - entre sus propios y en privado. Regalará  al fiel servidor también ganado, y unas palabras amables, para que no exista pérdida ni insulto en el alma, para que haya dignidad, justician y conciencia tranquila.
Así pensaba Bahtygul, conduciendo al aul a los Orazov y a Sarsen el anciano enviado para comprobar si se hizo la voluntad del Volostnoy.
Pero pasó un día, dos, tres, y el Volostnoy  no llamó a Bahtygul. El Volostnoy no tenía tiempo. Había una gran cantidad de asuntos importantes, urgentes. El Bai se olvidó de Bahtygul. En un instante lo destruyó y lo ofendió a muerte al fiel amigo por el bien de sus fieros enemigos... recogido y pisoteado... y sin echar una mirada ¡al oprimido! ¿Por qué?
Bahtygul estaba perplejo. Hatsha iba con una cara oscurecida llena de lágrimas. Seit miró a su padre desconocido, pensativo, con una mirada indiferente. Ocasionalmente el chico se reía suavemente en sus pensamientos secretos, y eso asustó y enfureció Bahtygul.

 

Agotado de las conjeturas, Bahtygul corrió a sus vecinos amigos de los aul de los alrededores - compartía su alma, consultándolos, mirar alrededor y pensar qué hacer a continuación. Pero no se encontró con aprensión. La cabeza de la gente daba vueltas de los cuentos, fábulas y rumores - hasta que las canas aparecieran, no podían entender. Y de nuevo, como después de la muerte de su hermano Tektygul, sintió quedado a la zaga de la caravana, abandonado en el desierto, perdido y sin esperanza, sin esperanza. Una vez más, al igual que la piedra muerta, una pared se levantó frente a él, el destino de la orfandad. Toda la gente, todo el mundo estaba en el otro lado de la pared, él estaba solo, como un dedo cortado, un pelo arrancado.
La fiesta desenfrenada en el verano del barymta terminó... Llegó el otoño de la resaca, pero no a los grasos, está claro - a los demacrados. Como padres y abuelos que decían el blanco es negro, lo negro es blanco, en esto, los Bai de la-estepa eran expertos. El delincuente caminaba como un as, exponiendo la barriga redonda, el inocente arrastrado y desgarrado en la desgracia, esto era un espectáculo de puerta común, ¡una vieja imagen!

Tan pronto como se llevaron a cabo las elecciones en las parroquias, el trueno del barymta comenzó a desvanecerse, pero del país respondía un largo eco. Los grandes Jefes burocráticos alertaron a lo largo los oídos de los gendarmes. En las oficinas amuralladas de la ciudad juzgaban a su manera:
- Entre los kirguises (así se llamaban antes los Kazakh) aumentó la actividad de los jinetes... Cogieron un camino con elementos más bélicos. Que dios nos salve, si este derrame contagie las poblaciones de Kirguistán hasta las poblaciones cosacas...
- Los guardias informaron a la policía: ¡hay desobediencia! Casos de falta de respeto a las filas de... establecido a través de la regalía.
Las denuncias obsequiadas por las localidades entre parecían añadir más leña al fuego. Sus más leales papeles eran exactamente como un sarpullido de viruela, deslumbrando terribles tópicos: la rebelión, rebeldes, alborotadores, ladrones...
A "ladrón" en la jerga burocrática era lo mismo que "los rebeldes".
Y en un día de otoño helado, como si una explosión hubiera sacudido el condado, el jefe de la gendarmería ordenó. Todos los señores de la provincia, todos los Bai de los aul  se deben convocar con urgencia a la ciudad para un examen riguroso y sugerencias.

¡Qué alboroto en la provincia! Los grandes "piñones" y  la gente menuda en sus escribanías con papelería, tinteros de vidrio y- pisapapeles de mármol se extendieron con todas su fuerzas. De costumbre asustaban... Amenazando con el desplazamiento de los cargos a los Volostnoy electos, y a las cabecillas de los clanes y los partidos - el exilio de sus hogares. Bajo estos pretextos ellos se rellenaban los bolsillos de sobornos, sin fondo. Despachaban órdenes: - Dispongan ahí con un buen Bai, disciplinado y ¡callado!
La sacudida actuó sobre la grasa de forma saludable. La picazón intoxicada que se produce en la piel por un fuerte kumyz, instantáneamente cesó. E incluso la temible plaga, una intriga enfermedad incurable, como si estuviera en decadencia.
Los líderes de las partes en conflicto se reunieron en la ciudad en un ruidoso encuentro, una reunión festiva, y comenzó la parranda ostentosa...

Masacrando los más selectos caballos grises y de otros colores, con la calva en su frente, y sin ella, mientras que en voz alta leían el Corán, levantando al cielo sus limpias y lisas manos aristocráticas, gritando que hay que poner fin al conflicto, para llegar al acuerdo deseado. Al finalizar juraron de frente a la sangre del sacrificado y muchos testigos, - desde ahora y por siempre de terminar los conflictos entre la gente, dejar de robar, astutamente fingiendo que no saben y ni tienen idea de quién inició este robo.
Siguiendo el ejemplo de los demás delante de todos hicieron la paz Zharasbay y Sat.
El acuerdo era mutuo, y de fácil colusión. Los predadores de barba canosa, mentirosos expertos, se entendían perfectamente con medias palabras y gestos, planeaban anticipadamente a quién acusar, quien traicionar como un favor a los gendarmes, pero en alta voz ni un nombre se mencionó.
Se ha convertido en tradición desde hace mucho tiempo: Hasta que uno no soborne las autoridades de la provincia, no se alcanzará la paz. Pero esta vez, era necesario un soborno especial: una persona... un culpable...

Zharasbay tenía entre su gente, en la ciudad - un intérprete- Tokpaev. Con él Zharasbay se sentía alma a alma, manga a manga. Tokpaev se convirtió en ángel guardián del Bai, o más bien ángel previsor, uno de los ángeles que sea de invierno y de verano sin ningún contratiempo recibía siempre una recompensa terrestre índole y en efectivo. En otros tiempos, éste residente de los cielos, benefició a Zharasbay, "curó" en la cárcel a Sat, empujando, a quién debe con una mano caliente, el documento correcto y la debida factura.
Después de las elecciones, el intérprete llamó a Zharasbay a una visita a su apartamento en la ciudad y ojo a ojo y oreja a oreja, advirtió con cuidado:
- La administración está enojada... Les transmiten, mucho sobre tú: que tienes ladrones, y entre ellos hay famosos ladrones de caballos .
Tokpaev le aconsejó de dar a las autoridades uno u otro de los más notables, ávidos, que picotean los ojos...
- Lo más importante acúselo usted mismo, en su casa, en el terreno del Bai y tráigalo a la ciudad bajo su escolta atado con el lazo del pelo. Para que todos vean.
Esto era lo que Bahtygul no sabía.

La hora del congreso de los Bai de la parroquia Chelkar se acercaba. Éste se convocaba cada tres o cuatro meses, cuando se acumulaban controversias y disputas. Por lo general los Bai de los clanes juzgaban y-el Volostnoy generalmente daba la espalda como diciendo:
- No, yo no decidí, yo no juzgué - fueron los viejos, los más sabios entre la gente...
Pero en éste congreso los Bai no iban a tratar con las reclamaciones de deuda ordinarias, se proponían a tratar un caso particularmente importante, que requiere una sabiduría especial y por lo tanto esperaban el congreso con un interés sin precedentes. Esperaban y apresuraban al Volostnoy. Y esto, también, no lo sabía Bahtygul.
La adversidad moldea a los pobres como los parches emendan un chekmen desgastado. Durante esos tiempos que Bahtygul corría entre sus vecinos, pidiendo consejos, desaparecieron algunas cabezas de ganado del clan kozybak - . Y el ladrón y lo robado desaparecieron sin dejar rastro, pero los kozybak inmediatamente acusaron Bahtygul. Si no hay rastros - ¡él los robó! Se dice: el ciego ve lo que había visto cuando aún no era ciego. .
En la búsqueda de los animales desaparecidos salieron dos. Irrumpieron en la casa de Bahtygul y comenzaron a buscar en las esquinas, en los cubículos como hace un año. Bahtygul sorprendido al principio: los insolentes y atrevidos se comportan como si estuviesen en su propia parroquia, y no en una extraña.

Pero ¿que se puede exigir? Una palabra - kozybak! Sin embargo Bahtygul trató de mostrarles el camino fuera de la puerta con buenas maneras. Pero éstos seguían gritando como propietarios:
- ¿Quieres lo que recibiste el año pasado? ¿Echas de menos el azote?
La sangre corrió a la cabeza de Bahtygul. Él sacó de su bota una cuchilla larga y estrecha con un mango negro:
- Conténganse... Perros incontenibles!
Los dos extranjeros eran "valientes": el lenguaje sucio, los pechos exagerados. Ambos al ver el cuchillo en sus talones subieron sobre sus caballos, maldiciendo. Empezaron a cabalgar en largos círculos delante de la cabaña de invierno en y enfrente de Bahtygul, maldiciendo suciamente y ladrando viciosamente. Los chacales sabían que el león no los va a perseguir.
El mismo día Hatsha cocinó un delicioso asado y se fue a la casa del Volostnoy al aul con un regalo digno para la casa de Zharasbay. Pero Baybishe Kadisha la recibió con las cejas endurecidas y frunciendo el ceño, la carne ni la veía.

Hatsha la llamó tiita, y ella sólo retorció los labios y olfateó con altivez. Siguiendo la anfitriona, las doncellas y las criadas de la casa comenzaron a burlarse de Hatsha, sarcásticamente burlándose de cada palabra, sonriéndole extrañamente.
Hatsha aprovechó el momento y habló con Zharasbay y Baybishe de su pequeño hijo Seit:
- A mí tonto le gustaron mucho los estudios con el mullah. No me da resto, insiste y me dice que el invierno está por llegar, se huele en la nariz, pero ¿cuando me van a enviar...? Y yo no sé qué responderle.
Pero ni la cabeza del Volostnoy y ni la de Baybishe se movió, las palabras no se sintieron como si Hatsha no estuviera en la casa. Frustrada y asustada, ella volvió a su cabaña miserable.
Luego Bahtygul viajó al aul pero regresó demasiado pronto, tácito, malhumorado. En el aul el Volostnoy lo miró de reojo, le habló entre dientes. Tras de él, se asomaron los habitantes que con la ayuda de los dedos silbaban como serpientes maliciosamente:
- S-s-sucio rebelde...

Antes él era un caudillo apreciado y amado por todos, ahora eran ya diez días que vivía como en exilio, abandonado por todos, no se inclinaba fuera de la casa, sin mostrar su cara y en vano se preguntaba que ha ocurrido y que va a suceder. Vivía como bajo arresto y sólo por casualidad, por un transeúnte de terceros se enteró de que en realidad ya es el tercer día del congreso de los Bai en Chelkar.
La gente decía que se congregaron los Bai inusitadamente crueles y viciosos. Juzgaban estrictamente, adjudicando sentencias sin piedad, sin indulgencia. Y a éstos le fue traída una lista negra con veinte nombres declarados ladrones. ¿Quién hizo la lista?, no se sabe, pero estaba claro que para los nombrados era inevitable la cárcel.
Hatsha desconocía de donde aprendió el nombre de uno de ellos-Jadiger. Y Bahtygul se sacudió por el facto que él no sintió lo que sucedía durante un año. Jadiger, un hombre joven, era la mano derecha del caudillo durante el verano, en los días del barymta.
- Cada diablo puede ver a quién están apuntando, quien está en la mira, dijo a si mismo Bahtygul. - Ahora llegó mi turno.

En esos días, nunca sonreía, apenas comía, sin dormir, no hablaba con nadie. Movía por encima de sus cejas su sombrero de piel, tumbado boca arriba sobre una estera de fieltro agujereada, inmóvil, como atado y le parecía que todo el mundo frente a sus atenuados ojos estaba al revés.
Yacía y esperaba ser llamado.
Y fue llamado. Llegó un hombre con una billetera, un mensajero honorable y se lo llevó.
En una exclusivamente arreglada, elegante y alta yurta de ocho cables, hundiéndose en una suave pelusa de almohadas y mantas, yacían tendidos, grasosos, día y noche, comiendo carne - alimentándose insanamente. Comían y juzgaban ... Se parecían a los perros de aquellos aul donde la carne del ganado, muerto por la plaga, abundaba - con los ojos inyectados de sangre, los pelos del cuello erizados , las colas fruncidas, como dementes, como rabiosos: devoraban la res, atacaban al hombre.

Bahtygul, arrastrando los pies, como si una enfermedad a largo lo había agotado, entró y saludó en voz baja, parándose al lado de la puerta. Y nadie lo miraba compasivamente - ni el duro anciano, y tampoco el cariñoso Sarsen. Los Bai le dieron las espaldas, como si temieran notar su encorvadura y los dependientes, por el contrario, se quedaron mirándolo fijamente con ojos de pez y las caras pálidas, como es que se atreve a saludarlos. Y no había nadie que le preguntaba sobre su estado de salud, la familia, la vida y los tiempos.
"Bueno, entonces ya sabes, ¿a que huele este asunto?" - preguntó a sí mismo Bahtygul con una sonrisa medida e improvisa, y sin esperar nada tuvo un suspiro de alivio.
Su mente parecía iluminada, su cabeza despejada. Este caso es familiar, habitual. Simplemente no hay justicia en la tierra y nunca la habrá. Muy simple.
"Yo estoy limpio en todo, sin culpabilidad - decía a mí mismo Bahtygul. - ¿Y si yo soy un ladrón? entonces ellos son tres veces ladrones, y no es para ustedes acusarme, y tampoco juzgarme. ¡Dios es mi testigo! "
Él parecía estar discutiendo consigo mismo, demostrando a sí mismo su propio derecho, y al mismo tiempo los Bai empezaron el juicio.

Los acusadores eran por supuesto los kozybak y los Bai escuchaban a su representante mayor con respetuosa atención. Luego chasqueando con mucho gusto, fruncieron el ceño y se volvieron todos juntos de un giro al acusado.
Sin embargo, aunque trataron de ser gallos, él no bajó la cabeza. Al igual que antes, no lo negó. A uno, A otro, y al tercer Bai dijo con calma:
- No me escondo y no lo voy a ocultar - el ganado de kozybak,  lo tomé.
- ¿Por qué lo tomó? ¿Para qué lo tomó?
- Porque entonces ¡yo era de vuestro partido! Los Bai-de Chelkar se callaron. Y exhalaron,
se miraron en silencio. El Bai de los kozybak, un hombre bajo, fuerte y graso, con bigotes rectos como agujas, les ayudó.
- Oh, me gusta este juego... Infeliz, su partido! Él gritó, riéndose abundantemente. - ¿A quién?, sólo a él, pobre hombre, solo a él ¡usted sirvió! Y ahora él le está dando las espaldas, como un burro, ¡bueno, bueno!
Los de Chelkar se reanimaron con una sonrisa, lamiéndose los labios brillantes.
- Sería interesante saber con qué tipo de partido usted tiene cuentas abiertas con Sat u Orazev? Tal vez usted pudo apostarse con ellos, en cualquiera reunión pública, que usted defendió el honor de Chelkar o simplemente ¿las necesidades de las personas? Me olvidé cuando fue... Recuérdenos, hágame un favor!

Los Bai se rieron a carcajadas sosteniendo sus barrigas.
- , Recuérdenos ¿por cual cuenta usted tomó a los kozybak estos cinco caballos? Esto es lo que, usted cariño, debe recordarse... Los cinco caballos! ..
Bahtygul miró con incredulidad dolorosa. ¿Qué están riendo? Al principio, él realmente intentó recordar acerca de los cinco caballos en cuestión, y luego sonrió al ver la alegría de los Bai. Ellos siempre están divertidos, todos se divierten - los suyos, los otros ", los demandantes y los jueces.
- Tomé cinco y multiplicado por cinco... - Bahtygul dijo sordamente. - ¿Acaso? ¡¿No saben cuántos he tomado?! Sí, por supuesto, yo estoy del lado de mi Volostnoy, no tuve piedad de mí mismo , no pensé en mí mismo - para ustedes-luché , arriesgué mi cabeza por el bien del propietario, por el bien de su estómago ...
Los Bai a la vez alarmados, soplaban, no lo dejaron terminar.
- Miren como le gustan los tejidos y ¡a donde lo llevan!
- L- u-chas-te... que impertinencia... ¿Donde has aprendido estas palabras?

- ¿Luchó? - ¡robó! Para él es lo mismo.
- Otro dijo, "y multiplicado por cinco..."
- No lo entiendo - Bahtygul pronunció en voz baja, con una potencia restringida - ¿que es lo que quiere de mí, la gente respetable?

- Tenemos que juzgarlo como un caso criminal - respondió con altivez el mayor de los Bai - Le prohíbo de hacer un ¡discurso criminal! - Y con un gruñido prolongado y alegre continuó, mientras se acariciaba la barba canosa con importancia. - Ni osa usted tartamudear lo que no está en su rango, en su hombro, la comprensión no es para sirvientes. A aquellos los cuales designó Dios, decidirán a resolver las causas en sus propios patios traseros, de acuerdo con la más alta discreción, y a usted no están disponibles. Nuestro partido ha ya borrado el asunto de los cinco caballos y otras cosas. Lo dije hace mucho tiempo, y ¡al rojo vivo! Limpio, enviando un reclamante legítimo en el camino correcto, el camino de la verdad. Ahora la respuesta por el fallo es suya, una vez que fue llamado a dar cuenta, ¡tiene que responder!

- ¿Pero qué es mi culpa? - Bahtygul preguntó con desesperación. - No tomé por mí mismo, no me hice rico. Bajo las órdenes tomé, en contra de mi voluntad. Tal vez esa es la culpa y que hice lo que me estaban diciendo, ¿que dicen? Digan...
- Es interesante, pero ¿quién pudo darle la orden de robar? - El kozybak preguntó, poniendo unos ojos descarados.
Bahtygul bajó la cabeza. Dudó. Estaba avergonzado al ver y escuchar y responder a estas personas.
- ¿Está usted en silencio? Delator...
- Sería mejor que ellos lo digan - dijo tristemente Bahtygul. No hay que buscarlos largamente. No están muy lejos... Aquí están sentados en el lugar de honor. - Y señaló a Sarsen y Kokysh que acababa de llegar a la yurta con el magnífico látigo trenzado en la mano. - Aunque no está en mi rango, a mí, me gustaría ver cómo dejaron libre a los cinco caballos y otras cosas... y cuáles eran las discreciones...
Los Bai se miraron el uno al otro con enojo, con ardiente furia. Entre los dependientes murmuró un envidioso susurro malicioso.
El obrero pobre se comporta al igual que un jefe, demasiado audaz y dolorosamente inteligente. El siervo ¡quiere la verdad! Así que, ¡no se las arreglará fácilmente!

 

Sarsen silencioso, haciendo un mohín con altivez. Kokysh, negro, corpulento, como los búfalos, se rió con gravedad, tocando su látigo.
- Recuerde muy bien en su mente - dijo Kokysh - que los pleitos en un partido son una cosa, y ¡el robo - otra! Nosotros respondemos de una cosa, y usted, mí querido, responderá de la otra. Y no se confunda... ¡de esto no se desenredará! ("¿De parte de quién está hablando?..”-Pensó Bahtygul.) Bai! - continuó apresuradamente Kokish. -Si le dejamos, no sólo a nosotros, también a otros diez más y al mismo Zharasbay, ensuciará con su mierda. Y eso es lo que yo digo de inmediato, instruido por el Volostnoy que me ha enviado aquí. Escuche las palabras del Volostnoy: los casos electivos no tienen nada que ver - ¡primero al ladrón...! Y su robo desagradable que ¡él mismo reconoció! Juzguen el ladrón y castíguenlo.
Bahtygul, impotente, bajó las manos que trabajan duro.
- Yo. .. ¿Un ladrón? Esta es... la palabra de Bolysov? - Preguntó como un niño ingenuo. Y no esperó una respuesta.
Lo que pasaba frente a él era diferente de lo que pasaba en su corazón, él todavía esperaba: hasta el último minuto la palabra de Bolysov, una sola palabra que lo sacaría del apuro.

 

"Yo respondo por este pobre" - eso es todo lo que le valía la pena escuchar decir al Volostnoy. Nada más. Siglos no hubiera olvidado estas palabras Bahtygul, aunque fuera injustamente condenado por lo Bai. A la tumba llevaría las palabras – Bahtygul: "Yo puedo garantizar el incidente..."
Con los dedos callosos, Bahtygul accidentalmente tocó la cicatriz en su mejilla - la prominente y desigual marca cicatricial, - el recuerdo de la última reunión con el verraco Salmen. Exactamente una igual cicatriz en el alma sintió hoy en su corazón el peón, y éste estaba sangrando.
Él lo sabía bien, su corazón solitario, ¿tal crueldad, tal traición, que sucedía? Él lo sabe...
- Bueno, si esa es la palabra de Bolysov - dijo Bahtygul - y no miente Kokysh, entonces cierro la boca, en silencio, como un cadáver. Vuestro deseo, - quemarme la vida, que es peor que la de un perro. Vivía pobre y desparezco pobre - que importa eh! Una cosa voy a decir finalmente: Yo creía... ¡he creído en ustedes! Ah, bueno... Que Dios los bendiga, y yo recibí lo mío ... - Bahtygul no terminó y con la cabeza en su pecho, se levantó y salió de la yurta.

 

Salió como un ciego, mordiéndose el labio para no aullar como un perro, y luego vio al Volostnoy Zharasbay y cuatro ayudantes gordos y ricos con capas gruesas que cruzaban lentamente su camino e iban hablando, de cosas importantes. Zharasbay no notó sus saludos. ¡Ni Levantó una ceja! Eso es lo que significa... Que desfachatez! ..
Y por primera vez Bahtygul apretó los dientes, mirando hacia atrás a Zharasbay.
Él mensajero corriendo lo llamó - para ir a aceptar el veredicto. Bahtygul siguió al mensajero.
El Bai fue otorgado para compensar los cinco caballos, para ser justos, otros cinco caballos. Y además para el ladrón - tres años de prisión.

8


Dos hombres corpulentos se llevaron el condenado.
En la estepa no existían cárceles, instalaciones donde se podría mantener las personas sentenciadas, en el estreñimiento, antes de enviarlos a la ciudad, en cambio se usaban cadenas que se atacaban a los pies y se cerraban con un gran candado en cada tobillo.

En los primeros minutos Bahtygul estaba perdido ante lo que le pasaba, no entendía a dónde lo conducen. Miró a sus acompañantes y pensó acerca de ellos con estupefacción: son muy discretos, grises y tan débiles...
- Espere un minuto aquí, - dijo uno, y el otro fue y tomó una cadena de color rojo-óxido, que comenzó a girar entre sus manos, mirando a los pies de Bahtygul.
Entonces Bahtygul con desprecio empujó al joven, hasta el punto de que éste apenas podía permanecer en pie, y los grilletes cayeron al polvo, tintineando lastimeramente. El otro rebotó y saltó a un lado como un niño muy ágil.
Bahtygul se dirigió a su caballo, lo montó y se dirigió con un trote tranquilo entre las yurta, mentalmente diciendo: "Adiós, a todos..."
Los muchachos que no estaban armados, y no se les podía culpar de que lo único que pudieron hacer es gritar por ayuda, cuando el famoso barymta cabalgaba a caballo:
- Hey, hey! ¿A dónde? ¡Ahí va! ¡Agárrenlo!..

Capturar en la estepa un Kazakh - es como buscar el viento en el campo. Mientras los guardias gritaban el fugitivo cruzó la colina adyacente al aul, se sumergió en el barranco escarpado y rocoso, y desapareció en los pasos de montaña. Y de nuevo, se puede culpar a los enviados a la persecución, ¿que ellos perdieron la pista? Las personas no son perros... En vano se enojó el Volostnoy, en vano abusaban los Bai, amenazándoles con denunciarlos, por el descuido de perder el convicto, a los gendarmes. La bestia roja escapó.
Escapó, contra su voluntad, de una vida que siempre ha rehuido, y de la que no había vuelta atrás.
Nunca se retardó ni paró, Bahtygul regresó a casa y sin mediar una palabra Hatsha se dio cuenta de lo que había sucedido y de inmediato, sin lágrimas y lamentos, comenzó a recolectar la ropa de abrigo.
Bahtygul rápidamente ensilló otro caballo un caballo ruano, ahora este caballo será su único amigo. Colgando detrás de él un viejo rifle de gatillo de avancarga, cargado con perdigones. Ubicó en el cinturón el revólver, el mismo que se había llevado con él en el verano pero ahora no era un juguete.

Y se fue a las Rocas Negras cercanas. Allí él mató a su último cordero y apresuradamente dividió su carne, la mitad para su familia, y la otra la saló y envasó en una bolsa hecha de intestinos secos. Por la noche, en la oscuridad, Hatsha le llevó el mijo, y él le dio el cordero. También tomó con él atado a un lazo a un bien alimentado caballo de tipo Kaur.
La despedida fue breve. Confiando en Dios que cuide su familia y sin otra palabra se alejó.  Bahtygul desapareció en la noche.
Hatsha no estalló en lágrimas, con los labios secos sólo juró:
- Que sobre Zharasbay,  caiga la maldición, como de dos veces, ¡de doble ánimo...! y que a su esposa ¡le pase como a mí!.. Y que sus hijos sufran lo mismo que los míos... - Y mirando al cielo sin estrellas, con la esperanza de que esta maldición sople sobre el mentiroso chacal.
La misma noche, asaltaron la yurta los mensajeros del Volostnoy en búsqueda del fugitivo. Pero de Hatsha no lograron sacar nada.
- Por la mañana se fueron y ella - dijo, fingiendo una sonrisa. - ¿Qué pasó? - Pero sus ojos brillaban de ira y orgullo.

Pasaron dos semanas. Zharasbay lo buscaba a fondo, como se dice, levantando la antorcha.
Día y noche, diez jinetes no descendieron de sus caballos, peinaron las montañas de norte a sur, de este a oeste. En Burguen y Chelkar sabían que Bahtygul no será fácilmente atrapado y su entrega no será  barata por eso Zharasbay tuvo la idea de perseguirlo sin tregua hasta llevarlo a la sumisión. Uno tras otro, y cambiando caballos, los jinetes del Volostnoy recorrieron las montañas y valles, los aul y cabañas de invierno, organizaron emboscadas y  patrullas por todas partes para evitar al fugitivo aun la respiración, agotar su caballo, como a las presas en la caza, y atrapar el agotado fugitivo. Lo buscaban  famosos cazadores que conocen las montañas de tocar cada piedra, cada grieta, lo buscaban ladrones notorios que eran capaces de ver en la noche impenetrable y arrastrarse sin ser vistos bajo las narices de las ovejas tímidas.
Bahtygul se  alejó de ellos como el humo en la oscuridad, pero era muy difícil.
El fantasma asustadizo de la prisión, mudo y sin ojos, su boca al igual que una piedra colgando del abismo, un espíritu maligno que corría tras él. Y Bahtygul oró dándose vuelta: - Oh, Dios, sálveme... Deme fuerza!
El enemigo lo persiguió duramente y sin descanso, como en el cuento de hadas donde la bruja Baba Yaga estaba persiguiendo sobre un dromedario rápido, el valiente cazador Kulamergen. A veces Bahtygul soñaba que tras él lo perseguía una onda continua de un incendio forestal o lo acechaban largas lenguas azuladas de inundaciones, para luego despertarse bañado en sudor, o de escalofríos. A veces le parecía que era  la realidad  y hubo momentos en que no podía distinguir el sueño de la realidad y supersticiosamente escupió  dentro de su chaqueta para protegerse de la brujería, para escapar de las garras del mal espíritu invisible.
Había también casos en que el caballo lo salvaba de la persecución cuando estaba inconsciente, por suerte que en el jinete inconsciente no se derrumbó de la montura. Cuando se despertaba, Bahtygul agradecido, le daba heno y le susurraba suavemente:
- No me voy a rendir... No me rindo vivo... Voy a morir en la silla ... Voy a dar el alma a Dios, y no al Bai ... Es mejor el precipicio que  la puerta de la prisión ...

Pero cada vez más, la frustración lo agarraba de la garganta desanimada, gruñía como un caballo en un lazo tenso. Tarde o temprano, lo atraparán y lo encadenarán los grasos con las manos tacañas. No quería morir. La sangre caliente palpitaba en sus venas, en su  cuerpo desgastado. En cuclillas frente a una patética hoguera moribundas, mirando  las rocas, como un lobo en la noche de luna helada, dijo:
- Bueno, Zharasbay, no no me lleve al borde... - Y las rocas le respondían con un eco sensible.
Zharasbay sospechaba que el fugitivo era favorecido por los campesinos de los pobres aul - que lo ayudan a  esconder, y aun lo alimentan. Por eso envió mensajeros por todas las partes con noticias alarmantes:
- Mientras camina entre nosotros este fugitivo, nadie va a tener descanso. Nunca se sabe, puede ser que da la ciudad llegue una escuadra de gendarmes... Entonces, llegará el desagüe. Por culpa de un rebelde sufrirán       decenas, cientos... los Viejos se opondrán,  llorarán las mujeres y los niños, pero ¡será demasiado tarde!
Al mismo tiempo Zharasbay envió fideicomisarios a los ancianos influyentes, que no estén sentados sin hacer nada, sin cuidado.

A propósito el zorro aumentó las amenazas para intimidar y asustar. Valientes y cobardes, buenos y no buenos, débiles y no débiles. Intimidó a la gente. Tiraba hacía arriba los águilas y para abajo los galgos.

En este preciso momento Bahtygul perdió su refugio secreto  y las limosnas secretas. A menos de una semana de su fúgida, se encontró Bahtygul encerrado en un círculo, como un oso rodeado de perros garrapatas. La selva de la montaña  se convirtió en poco fiable. Se dio cuenta de  que el zorro Zharasbay había intimidado a la gente. Lo espantó su previa experiencia... Ahora, no puede confiar en nadie - uno lo atrapará , otro escapará, un tercio lo venderá, e incluso lo matará de miedo.
En una noche  tormentosa Bahtygul pasó la última noche bajo techo con otra gente, y esto fue en un pequeño aul de montaña en una yurta escuálida, ubicada alejada, bajo una roca saliente, en el lugar donde  origina el exuberante y blanco Talgar.
Desde el principio, le pareció que algo andaba mal en esta casa, no era como antes, no era humana. Bahtygul fue recibido  con ceños fruncidos, y la mirada baja hacia los pies, mirando detrás de su espalda, como si hubiera una serpiente arrastrándose. Por la noche él oyó el sordo, inquieto murmullo de los propietarios  un susurro que querían ocultar.

Y cuando se quedaron callados, él no pudo dormirse. Hizo una siesta durante una hora, enderezó la espalda dolorida por la fatiga, y mucho antes del amanecer  salió en silencio, sin mover un pelo de los hombres, sin despertarlos. Puso la montura sobre su caballo, Savrasi, que estaba durmiendo profundamente en pie y lo montó con el ruano a su izquierda, comprobando cuidadosamente si están seguidos por ojos humanos. Se fue con la vergüenza y la tristeza, pero sin maldad. Gracias a Dios que no se  le han interpuesto en el camino.
Bahtygul tenía un amigo en Burguen un campesino ruso, un viejo desgraciado pero muy valiente. Hace tres años, un caso los unió en el momento adecuado, en los tiempos que durante el  barymta Bahtygul servía a Salmen y ellos se convirtieron en amigos rápidamente. La audacia del  hombre era inaudita: salió en contra de los grandes jefes de la ciudad, y lo echaron en la cárcel, a pesar de que él también era ruso. Un año estuvo el hombre en la cárcel, y mientras cumplía la condena, Bahtygul le ayudó como pudo y  alimentó a su numerosa familia con pan y carne. El hombre regresó de la cárcel roto por los carceleros, pero hablando de la vida en la cárcel con una sonrisa, pero Bahtygul se estremeció, su piel en la espalda como carne de gallina.

A casa de este, llegó por  primero Bahtygul,  después del juicio de los  Bai. Cuando  se despidió de su mujer e hijos y éste  sin más preámbulos excavó y extrajo del suelo y le dio a escondidas pólvora y plomo para el rifle y balas para la pistola.
Era un amigo del alma. Los gendarmes no lo asustaban. Pero él vivía lejos, en la estepa abierta, en lugares muy concurridos.
Bahtygul tenía otro refugio  - abajo en el Talgar, al lado de las Rocas Rojas, la casa de Katubai, un hombre pobre. En esta casa Bahtygul vagó con más frecuencia que en otras, y siempre le pareció un buen refugio. Después de haber sido separado de su chimenea en su hogar natal, la casa de Katubai se convirtió en su hogar más cercano, más cálido. Y Bahtygul decidió tomar la oportunidad de visitarlo, tomar un poco de té para calentarse, si se le darán, escuchar, lo que se dice en el condado, si dicen, que el caballo disfrute de un refugio seco, y por la tarde, al anochecer, salir a las montañas.
Se acercó al borde  de un bosque de pinos, subió por la ladera empinada y cuidadosamente miró a su alrededor. El Talgar rugía furiosamente, llenando con su todo, el estrecho.

Cerca de la casa y el patio de Katubai, no se veía a nadie y tampoco no había caballos. Bahtygul se paró lentamente al lado del portón. Entró en la casa.
Katubai, los cuatro, su esposa y sus dos hijos, vivían sedentariamente, no como sus familiares cercanos, que vagaban todo el año. No se reunían a menudo, a lo mejor al azar y sin mucho interés entre ellos. En el verano  Katubai cultivaba el grano, en invierno el ganado, y su ganado era un caballo y algunas cabras con cabritas  pobres. Se satisfarán con esto. Estaba también la caza, hábilmente ponía trampas, lazos y redes para la caza menor, y el rifle para los peces gordos. Katubai era adicto a la caza; Bahtygul compartía con él los cartuchos que eran como oro y también les gustaba encontrar senderos que  no eran visibles a los otros  y los dos eran expertos tiradores, podían dar la caza a una presa de un solo disparo de larga distancia. Esto es lo que tenían en común.
Cuando Bahtygul entró, los cuatro estaban en casa. Katubai estaba limpiando su arma, su esposa preparaba kuyrdak (carne asada con cebolla), los niños acurrucados junto al fuego, a la espera de la comida. En un trípode la olla del té estaba hirviendo. 

Katubai tenía más de cincuenta años,  la parte baja de su barba era canosa y el rubor en las mejillas, como en un hombre joven. Afable, sencillo, una persona de ideas afines y de buen carácter. Su Baybishe-señorial, regordeta, justa de cara y demasiado optimista. Cara y cuerpo que la hacía aparecer como un hombre, pero con una bondad sensible e ingenua, tierna como una niña o una viejita. Verdaderamente con la felicidad, los espíritus ancestrales ¡unieron a estos dos! Los niños exactamente como su padre y su madre. Dos muchachos, modestos, limpios, amables, sin pretensiones.
El té se sirvió inmediatamente. Entonces la carne. Y, por supuesto, dejar dormir el fugitivo... Él se mantuvo cálido y satisfecho, justo como por debajo del techo de su propia casa, como de manos conocidas. Solo el alma fría de Bahtygul se ablandó y comenzó a gemir. Salió a su Savrasi, que pacíficamente masticaba el heno en la oscuridad de la noche, le abrazó el cuello y se quedó allí por mucho tiempo, con el corazón dolorido, desesperadamente mordiendo su bigote duro.

Katubai y su mujer conocían la historia de Bahtygul, pero de su punto de vista. Pero más eso no sabía nada. Katubai no era huésped de los otros aul sin razón, solo por necesidad y no  vagaba por lo tanto no seguía los rumores, ni los chismes, no estaba aburrido. Y, al parecer, no estaba al tanto de lo mucho que le ayudaba al ladrón fugitivo, y cuánto riesgos toma por cubrirlo. ¿Por que Katubai fue tan descuidado? ¿Será  ignorante de lo que se le puede tomar?
Algunas noches heladas de otoño pasó ​​Bahtygul con Katubai. Aparecía y desaparecía en la oscuridad para evitar el daño a ésta gente agradable. Salía con fuerzas frescas, volvía con las manos llenas - con la caza.
- Nosotros no le ayudamos es usted, el que nos ayuda, - dijo una tarde Katubai durante la cena tardía. - Y añado: ¡Gracias a Dios por el soporte!
Y pensó Bahtygul: "Si este hombre me tiene que traicionar, entonces... ¡que lo haga!”
- Yo he oído, que en nuestros lugares está vagando un hombre terrible, un mal hombre. Un hombre-diablo... Según la orden del Volostnoy: el que teme a Dios, que atrape el villano.

Recientemente, a un  aul bajo y vecino llegó una banda de jinetes a buscarlo... - Y Katubai terminó con una risa hueca: - ¿No eres tú este diablo realmente, hijo mío?
Bahtygul se dio cuenta de que es hora de irse.
De inmediato ensilló a Savrasi y cabalgó pegado al  Talgar.
Desde lejos se escuchaba la voz chirriante y poderosa del flujo de agua, blanca como la crin de los caballos. Cerca de él el flujo hervía el hielo en una forma espantosa. El poder irrefrenable de las  frías y salvajes aguas verdes emanaban del rio, el agua estaba tejida de rápidas y pequeñas corrientes que -involuntariamente se alejaban de la orilla, y no se podía desprender ¡los ojos  del agua! Parecía que muchas anacondas, se ondulaban, haciendo gruesos arcos que parecían montañas y en un abrazo indisoluble y asfixiante las unas a otras se unían, crestas de nieve blanca, espumosas. No parecían olas, sino miles de animales salvajes con un ruido ensordecedor en una carrera de pánico en el lecho del arroyo que volvían a caer apilados uno encima del otro.

Bahtygul tiró de las riendas del caballo cabalgando en un estrecho desfiladero oscuro, sobre un umbral de una cascada grande, y miraba sorprendido al agua frenética. En el verano el Talgar era más alto de aguas, pero ahora, a finales de otoño, se convirtió menos profundo, pero aun hervía y rugía en pleno. El flujo se dobló como la cuerda de un arco tenso. En la parte superior el agua salía volando de debajo de una enorme roca que le sobresale una nariz de granito, y una garganta de una piedra enorme, en el fondo de la caída  el agua caía  bajo otra roca, socavada en la base, como un abismo enorme. Parecía como una montaña daba a beber a la otra que no se saturaba más.
Bahtygul pasó la curva y se dirigió cuesta abajo saliendo a un  lugar blanco directamente en un pequeño valle abierto. El flujo se hizo más ancho y menos profundo, pero aun aquí era espeluznante pensar en cruzarlo. La cabeza daba vueltas de mirar las olas planas que se interponían una debajo de la otra en gruesos cinturones gruesos que se congelaban en un vuelo interminable.
"El puente está en la aldea baja - pensó Bahtygul. - Aquí no se puede cruzar... "
Y luego Savrasi levantó la vista y aguzó el oído. Bahtygul miró hacia donde el caballo estaba mirando, y su corazón empezó a latir ferocemente.

Dos jinetes cabalgaban afuera de la cornisa rocosa y desnuda, sin árboles, a media milla de la orilla. No era gente simple: el chekmen estaba puesto sobre el brazo izquierdo, y en sus manos sostenían porras. Los caballos estaban bien alimentados, frescos.
Bahtygul rápidamente se dio la vuelta y vio a sus espaldas, en la roca inclinada, otros cuatro jinetes, y parece que uno de ellos llevaba un rifle.
Así. Parece que lo rodeaban. Él se sintió dentro de un corral de piedra. El Talgar de blanco pelo y vociferante, se interponía entre él y los lugares deshabitados y remotos.
No había donde esconderse. ¿Si sigo  el camino? No va a tener éxito. Si me paro me quedaré con la ceremonia. Empezarán a disparar para no fallar, en todo caso.
Y no había tiempo para reflexionar. Los jinetes lo vieron y se lanzaron al galope furioso con la boca abierta, agitando los bastones. Por delante eran ya tres y detrás  seis, siete no hay tiempo para perder. Un silbido largo salía del Talgar.

Quedó un camino, una esperanza...
Bahtygul casi sin pensarlo ajustó detrás el arma, y tocó su pecho y la bolsa de piel que contenía los cargos y cartuchos y puso la pistola de seis balas en su bolsillo. Eligió a ojo un lugar en la orilla, aparentemente tranquilo, y golpeando a Savrasi con el látigo, lo dirigió al agua.
Y Savrasi fue. Bajó la cabeza, como para beber, y poco a poco, con cautela entró en el hielo hirviente.
Cerca de la costa el agua le llegaba al caballo hasta las rodillas. Luego fue arrastrado hacía las profundidades, recogido bajo el vientre, empujado, inclinándolo de un lado al otro, y arrastrándolo. Y todo – la orilla, la montaña, el cielo, volaba al azar y con truenos, a Bahtygul le giró todo ante sus ojos, como un gran carrusel de negro--rojo-y-verde.
- Señor, sáqueme... Antepasados​​, ayúdenme ... - Bahtygul oró, acostado sobre la espalda de Savrasi.
La fuerte y sólida corriente sólida  lanzó su caballo hacia arriba y abajo rápidamente arrastrado por la corriente. El agua azotaba Bahtygul, de pies a cabeza, como si golpeado por un millar de palos, miles de  cadenas tirándolo, arrancándolo de su caballo.

Y él se aferraba al caballo, se le adormecieron las manos de la presión de su agarre y podía sentir claramente la lucha que sostenía Savrasi por debajo con todas sus fuerzas, como se golpea y se rompe en los arrecifes, y como se mantiene todavía en pie y continua a luchar para salvar al jinete. Una vez debilitado el caballo – ¡será el fin! Estarán las patas del caballo  intactas, ¿el pecho? Y ¿donde es la derecha, donde la izquierda? No lo entendía... Una boca ávida verde de agua se abrió ante Bahtygul que lo dio vuelta en un vuelo, y él comprendió claramente que volaba hacia su muerte. No había esperanza en su corazón, la última contracción.
En este momento  el caballo se levantó y el agua le llegaba hasta el pecho, y de repente vio Bahtygul por delante una gran roca húmeda y negra... "Eso es ... el fin "- pasó por su mente. En un momento - se aplastará sobre esta piedra, y se dispersará  en diferentes direcciones... No sucedió lo uno ni lo otro. Savrasi como un milagro logró mantenerse parado al lado de la roca negra, y parecía que podía sostenerse a la presión del agua. Bahtygul miró a su alrededor, tosiendo. ¡Dios mío! La orilla del rio solo a dos o tres pasos...

 

Pero entonces sintió que Savrasi comenzaba a deslizarse entre las rocas resbaladizas. ¡Arranca! El caballo resopló, enseñando los dientes amarillos, mirando de reojo la corriente ardiente. Ahora van a caerse y ahogarse. Bahtygul gritó, sin recordar que - tal vez "adiós", y puede ser, "Lo siento," al caballo, se puso de pie en su espalda, y luego puso un pie en la cabeza, entre las orejas, y él jinete  saltó con todas sus fuerzas, con la fuerza de la desesperación, hacia la orilla...
El agua le golpeó en las piernas, como un palo, y pensó: "Todo está perdido!"
Se despertó en la rocosa orilla, boca abajo, ensangrentado, en harapos, tiritando de frío y de dolor. Y lo primero que pensó fue: "Savrasi..." Con un gemido Bahtygul miró, pero no vio nada en la niebla el rojo le envolvía los ojos.
Su lado derecho y el muslo estaban desollados, como si fuera atacado con garras, todo el cuerpo tenía rasguños y moretones, pero los huesos y la cabeza estaban intactos. Y tenía en si el rifle y la bolsa con cargos, sólo la pistola a seis balas despareció junto con el bolsillo.

Ciego, gimiendo de dolor, Bahtygul se arrastró más arriba en la orilla, y cuando la sangrienta mortaja se fue de sus ojos, miró al Talgar como un loco. Rugaría de dolor si tendría las  fuerzas. Savrasi no estaba   destinado a morir... No está Savrasi! Se fue mi amigo valiente con los dientes dorados a donde los huesos no se recopilarán...
Con odio Bahtygul, apretando los dientes, miró al otro lado.
Unos quince jinetes cabriolaban  nerviosamente y bailaban sus caballos, se mantenían a una distancia decente de la corriente, cada vez más cerca del agua. Y los caballos y las personas tenían miedo y se asustaron por lo que vieron. Saltó, Satanás, al Talgar!
Y luego Bahtygul levantó su puño ensangrentado, y agitándolos un poco croaba
- Espéreme- benefactor, cariñoso Bai...

 

Bahtygul vagaba en un borde áspero y desierto en el paso-Karash Karash. Por la noche, se refugió en el bosque de pinos, hizo una hoguera humeante dentro  los matorrales espinosos, en un pozo de piedra, para hervir agua para el té o comer alguna provisión. Y con la salida del sol bajaba al paso, a la cinta gris del camino que serpenteaba por el desierto, sin brillo, de las cordilleras.
Durante todo el día Bahtygul no sacaba el ojo del camino e estrechando los ojos cansados, mordiéndose el bigote negro. A veces iba abajo y hacia atrás y adelante, mirando a su alrededor como si buscara algo. A veces, se ponía en cuclillas, se acostaba sobre su estómago en el camino, después sobre  un lado, luego sobre el otro, en  pensamientos, sombrío y vagamente murmurando en voz baja, y miraba fijamente el camino, se parecía a un ave que cubre un ojo, como un guiño.
La cara de Bahtygul gris y las mejillas sin derramamiento de sangre, parecía que todo el jugo que vive en ellas se congeló. Sus manos temblaban y saltaban como si agarraban con sus dedos tenaces algo invisible. Su respiración era irregular y luego suspiró profundamente,  con todo el cuerpo, luego tosió roncamente, inquieto.

 

La impaciencia lo atormentaba. El largo, bigote le caía sobre sus hinchados y ardiente labios febriles como cepillados por las alas de las águilas, aferrándose a la nieve roja del zorro.
Día tras día, se arrastraba por  la fuerte pendiente de la carretera a través del paso y después de ver a ella, levantó la cabeza hacia más alto del dzhaylyau, a la descolorida y manchada, en el otoño por las primeras nieves, la alta montaña de Asi. Bahtygul miró con los ojos enrojecidos, entrecerrando los ojos en las luces cegadoras de la nieve, y no entendía, si era por las lágrimas o por el brillo frío.
Dios es testigo, que no quiere hacer lo que piensa, como antes no quería durante el famoso barymta, o en el robo infame y secreto de caballos. Fue llevado a la orilla, y él descuidadamente abrazó la muerte cuando entró en el Talgar. Estaba destinado resucitar. Así que no había bebido aún su copa hasta el fondo. Y se disponía a beber hasta la última gota aquí en Karash-Karash!
Karash Karash era un entrelazamiento de tres cadenas de montañas rocosas, rodeadas en la base por un cinturón de pinos y abetos. Karash mayor, Karash Mediano, Karash inferior...

Las montañas eran negras, las rocas como en duelo y la selva de madera, siempre oscura... El paso aquí es alto y difícil, pero es el único en todo el distrito. En el verano las lentas caravanas subían al paso de una tras la otra de Berguen, Chelkar, como un rio fluían relinchando los rebaños y manadas en dirección del dzhaylyau con su hierba acogedora. Ahora, en el  gris del otoño, en la víspera de las tormentas de nieve y las avalanchas de color blanco, rara vez pasaba algún viajero, deslizándose, instando a su caballo y mirando a su alrededor, tratando de determinar si el lobo vendrá  abajo tras los animales en las llanuras.
Solo Bahtygul no se iba  lejos de aquí. Él sabía que su destino está aquí. Y esperó, mirando siempre el camino.
Él eligió el Karash mediano. Trepó, estudiando todo, cada grieta, cada giro, olió la montaña, como un perro, hasta que  él lo supo todo de memoria, como el Mullah hace con el libro. Él estaba buscando un lugar en el que podría aparecer, como si saliera de la tierra, y desparecer hundiéndose inmediatamente en el suelo. Encontró un lugar así. El camino serpenteaba a lo largo de las quebradas rocosas de pendiente y llevó al viajero a un amplio semicírculo, que se abría desde lejos.

Más cerca del paso  la carretera escalaba al borde del acantilado a lo largo de la pared vertical. Si allí se encontraban dos personas, ellas  podían continuar solamente si se aferraban la una a la otra. En frente del camino, al otro lado del barranco, en un canto agudo crecían amontonados, como si de la misma raíz,  tres viejos álamos. Inmediatamente después de los álamos comenzaba una subida desconcertante, llena de verrugosas rocas rojas, que sólo una cabra podía trepar. Y en la parte inferior - un bosque oscuro, donde era fácil ocultarse, el jinete y el caballo.
A estos árboles de álamo en la ladera, con sus troncos de plata mate, durante un largo tiempo Bahtygul  los acariciaba amorosamente con sus llagadas y frías  manos cuando llegaba al amanecer al paso.
Con angustia, sin esperanza, miró alrededor del mundo en el que él vivía. El cielo de otoño se veía empañado por la niebla y cada vez estaba más gris sucio. Los picos distantes se cubrían con el turbante blanco de las nubes. Tenebrosas sombras yacían sobre el rostro Pedroso de la montaña, e incluso en el mediodía las cordilleras y picos se veían como fruncían el ceño con sus cejas peludas, como si no estuvieran satisfechas con algo. Alrededor había un silencio de  tumba.

A la luz de la aurora, bajo las nubes de color azul, el camino frente a los álamos cambiaba color a carmesí denso, como una hinchazón, y parecía que estuviera sangrando. Manchas rojas parpadeaban en las rocas circundantes.
- Que así sea, si es así... - Susurró Bahtygul y mordió su bigote.
A veces, en los días claros subía más alto sobre el paso, para respirar un poco más a lo ancho, libre de la carga opresiva en el corazón.
Mucho más al sur, del lado del sol, se podía  ver los rastrojos de los pinos del bosque Sarymsakty. Desde aquí los rastrojos parecían la crin de un gigante caballo bayo oscuro. En este bosque, que olía  como ajo silvestre, se había ocultado Bahtygul con la yegua robada a su viejo amo, cuando entonces él tuvo la nausea  porque tenía hambre... Y eso pasó sólo hace un año! El año pasado, el último año de su vida, que le pareció al principio dolorosamente fácil e inusualmente abundante...
En el otro lado, cubriendo el paso del respirar de los vientos helados,  se elevaba la cresta Nazar. Su jorobada, azul moteado, se hinchaba como las venas en las manos de un obrero, ennegrecido por el sudor.

En la cresta se extendían hacia el cielo, un tronco a otro, los viejos pinos amarillos-rojos, y los abetos negros y verdes. Había algunos lugares en los cuales los árboles se derribaron con el follaje hacia el pico de la montaña, y en las quebradas, las lluvias irregulares de piedra rompían sus ramas y los sacaba de la tierra con sus raíces rodeadas de tierra marrón. Todo parecía como un esqueleto ennegrecido de la antigüedad. Derretido y humeante,  nada crecía debajo.
A más alto sobre la cresta y por encima de las nubes, brillando por siempre con su virgen nieve estaba el helado pico de Ożar. La vieja cabeza canosa,  nombrada Ożar-que significa audaz. Ella se puso claramente de manifiesto blanco por la noche en el cielo, y a veces parecía a Bahtygul que lo atrae, lo atrae con sus majestuosas vistas e indomable y formidable altura salvaje donde no hay compasión, donde todo es una fría crueldad.
, ella hablaba con Bahtygul, como si  la cabeza de hielo pensaba como él, como si comprendiera el corazón latiente de un hombre solitario que se decepcionó viviendo en la desesperación de la tierra natal de sus antecesoras.

Resultó ser un día caluroso y sin viento. Bahtygul se puso sobre el paso, en silencio hablando sin palabras con Ożar, cuando de pronto algo le hizo dar la vuelta. Con cautela se sentó debajo de una roca, mirando por todos los lados. Y vio a lo lejos, en la carretera, en las paredes sombrías del Karash Mediano, un grupo negro y denso- jinetes.
Venían desde el Monte Asi arrastrándose lentamente en el hueco de una sombra impenetrable, como si se ahogaban en ella.
Bahtygul suavemente gritó y se inclinó, se arrojó sobre el pedregal detrás de los tres viejos álamos.
Trepó y se acostó tras los troncos de color gris azulado, asfixiado, bañado en un sudor frío. Y luego miró a Ożar. Blanco, deslumbrante con su cabeza audaz que lo estaba mirando directamente a la cara, como si en triunfo, con un millar de brillantes de malicia y los ojos entusiasmados.
Bahtygul llevó la mano a su corazón - que quería ser arrancado de su pecho, en los oídos escuchó el zumbido  de campanas.

Entrecerró los ojos, miró el bosque Nazar, y se imaginó que el abeto espinoso se desprendió de su lugar  como olas de cadenas que suben a la cresta jorobada, al igual que innumerables regimientos cuando van al último ataque... Pero al minuto siguiente le parecía diferente: allí, en la parte superior, no había más soldados ... Abetos y pinos personas que enderezan sus manos y las giran como ramas y con miedo corren precipitadamente de él, por lo que él quiere hacer.
Bahtygul puso una mano sobre los ojos doloridos, y se acostó sobre el pecho para calmar el corazón, inclinó  su cara húmeda por el sudor, que estaba distorsionada del sufrimiento. La tierra se quedó en silencio, y se oía el  ruido sordo y distante de los cascos.
Bahtygul difícilmente, como un enfermo, levantó la cabeza. Casi desde los mismos troncos de los álamos bajaban  unos pronunciados barrancos profundos producidos por el deshielo de  las aguas de montaña. Eran como  arrugas, y corrían en ellos sinuosas rayas grises de barro, al igual que las huellas de las lágrimas.
No, de esta manera, ¡no podrán sobrepasarse! Bahtygul dolorosamente apretó los dientes.

- Que sea lo que debe ser - lentamente, como si un hechizo, sacó y empujó hacia adelante desde el codo derecho el largo cañón del rifle.
En la bruma azulada, como si detrás de una cortina de seda transparente, aparecieron en el arco delgado del camino - quince caballos y personas.
No se trataba de pastores y  corredores, sino personas sólidas. La mayoría de los caballos cabalgaban con un paso excepcional, un tipo de caballos claros elegidos especialmente. Las sillas de montar y los arneses eran caros y de lejos brillaban como  plata. Los Señores cabalgaban despacio. En el centro los mas grasosos y de gran cuerpo, adelante y atrás los delgados. Se distinguían mujeres adornadas como si iban a una gran fiesta. Con el fondo de las rocas negras lastimaban los ojos con sus chales coloridos, iridiscente, con borlas y exuberantes faldas, de los vestidos, de seda blanca. Todos estaban alegres, despreocupados, emocionados. A través de la quebrada ya se escuchaban las voces animadas, saltando de risa. Cuando el camino se hacía más amplio lo recorrían en grupos de dos y de tres en una fila, cuando estrecho se estiraban uno tras el otro como un pato. Se llamaban los unos a los otros, se daban vuelta, charlaban y se reían a carcajadas, echándose hacia atrás en la silla. Noble y rica, compañía, ¡muy divertida!

Bahtygul, entrecerrando los ojos, mordiéndose el labio, entre los jinetes buscaba a uno... Y luego gimió suavemente, besándose, lo encontró! Aquel, el suave, importante y de buen carácter, con la frente alta y clara sobre el caballo de oro-marrón rojizo, conocido muy bien por Bahtygul, con una melena blanca y una cola  de color blanquecino, y asistentes blancos. Este tipo de caballo se llamaba Igrenivy. El caballo engrasado su piel tenía un brillo grasiento, como un fuego de oro puro. Con este caballo Bahtygul llevó los jinetes al  barymta... Oh, qué  caballo! ¡Oh, qué jinete! Las mujeres que viajaban tras de él se acercaron más, bromeando, riéndose con una risa juguetona. Se veía que estaban muy divertidos.
Un escalofrío repentino vino sobre Bahtygul y sus pies se helaron  invisibles. Se movía el cañón. Era imposible apuntar.
Bahtygul volvió a mirar a Ożar... y la fiebre desapareció. La Cabeza blanca quitó el turbante de nubes y la orgullosa, majestuosa cúpula brillaba sobre el hombro. Bahtygul vio esto como un comando. Tal vez hay en el cielo, ahora silbidos salvajemente locos que pueden derribar de las piernas como el torrente del Talgar.

Y Bahtygul gruñó, como si él estuviera haciendo eco a la montaña, apretando su rifle viejo y  pesado. En una feliz cabalgata se alargaban, la festiva compañía, por el sendero sobre el acantilado, bajo la pared de piedra negra. Cerca del paso, en el borde, colgando al aire libre, crecían unos arbustos de grosella. Las maduras, jugosas bayas en ellos eran negras, como las rocas de Karash-Karash. Acercándose a los arbustos, los jinetes, uno tras el otro se inclinaron y arrancaron desde sus sillas las bayas negras. Sólo aquel con el caballo de oro, no extendió sus manos. Pero cuando el importante pasó por encima de los arbustos, Bahtygul ya firmemente lo tenía bajo tiro y lo llevó a la mira del rifle.
Esperó a que el hermoso Bai se de vuelta para enfrentarlo.
Los caballos trotaban ruidosamente, golpeando las herraduras sobre la piedra. Ellos se acercaban cada vez un poco más, al lugar donde el sendero se arqueaba al lado de los tres álamos. Frente los ojos de Bahtygul pasaron, haciendo cabriolas, con sus patas los caballos grises claros, y detrás de ellos, Igrenevy. El potro caminaba en silencio, llevando en alto la cabeza de oro e increíblemente ligera y con una gracia suave de trote  con las patas delanteras.

Detrás del Bai, Bahtygul vio, envuelta en un chal, una pequeña figura de una mujer joven. Esta, por supuesto era Kalysh, la Tokal, segunda esposa de Zharasbay, prometida a él durante la fiebre de las elecciones. El feliz marido la llevaba a su aul.
"¡Alto!.. Espera un momento... "- se dijo Bahtygul. Ahora es simple, dispara una bala para dos. Que el jinete pase  por delante.
El hermoso Bai con satisfacción se acariciaba su barba elegante, mirando por encima de las orejas del caballo cuando Bahtygul finalmente con tranquilidad, apretó suavemente el gatillo, y en el abrigo de piel de zorro de tela azul, en el lugar donde estaba apuntando, apareció un agujero irregular, y se elevó por encima un mechón transparente de humo azul. El caballo se encabritó, y el jinete cayó hacia atrás y salió volando de la silla de montar de plata con adornos, a los amplios escudos de las plantas.
Bahtygul inconscientemente se puso de pie, mirando como el otro se cala de su caballo. Miró a los acompañantes del Bai que entumecidos, apenas podían contener los caballos asustados.

 

Bahtygul luego corrió por el declive escarpado detrás de los álamos, saltando sobre las rocas rojas y verrugosas, como una cabra, y detrás de él oyó el perforarte grito de Kalysh:
- Ohi-Boi... Bah-ty-gul!
Saltó y corrió encorvado hacia el bosque sin mirar atrás.
Por la tarde Bahtygul estaba lejos de Karash-Karash, pero su corazón seguía latiendo como antes, cuando estaba al lado de los tres álamos. El entusiasmo febril no pasó. Y aunque no hacía frío, otra vez empezó a temblar.
En el crepúsculo azul se encontró con un cazador desconocido con carnero argali atado a su silla. Bahtygul lo llamó, lo detuvo, miró a su alrededor y le dijo con una irónica sonrisa cruel:
- Hoy, yo también disparé un carnero salvaje...

10


Bahtygul en prisión.

Él vive, respira, camina, habla, pero no es claro cómo ha sobrevivido, cómo mantenía el alma en su cuerpo.
Después de recibir el disparo en Karahs-Karash los parientes de Zharasbay pusieron de pie todo el clan Tanys. Las autoridades municipales les enviaron en ayuda un oficial de policía. Bahtygul no quería huir de sus lugares a otras partes, incluso a otro condado no quería irse. Y él fue capturado.
Los Tanys, poderosos, dejaron  cenizas y  polvo en los lugares donde moraban los del clan  Sari, un clan débil, poco numeroso y pobre. Eran sólo una veintena de casas y fueron...  saqueadas por los Tanys, estos saquearon todo, hasta los bienes escasos y necesarios, no desdeñaban ni de las cosas rotas, ni de los sucios fieltros ahumados, despojándolos de hasta el último hilo, devastaron todo y echaron  los niños y los ancianos de sus casas, de Burguen y Chelkar, esparciéndolos por los cuatro vientos. También a  Hatsha con los niños.
Bahtygul  esperaba un nuevo juicio, esta vez urbano, la condena los Bai rusos.
Hatsha trabajaba como sirvienta en la casa de una familia noble y rica de la ciudad. Ella vivía con los niños, por supuesto, a salto de mata: compartiendo su comida para cuatro...

Eligiendo el justo momento, Bahtygul se apresuró a los pies del jefe mayor de la prisión. Unos días más tarde se abrió la puerta y a la celda, que parecía una cueva oscura, llegó Seit!
El niño permaneció en la prisión.
Suave, pensativo, y silencioso, era querido por todos los presos, los kazajos y rusos, muchos lo alimentaron, dándole parte de su pan. Y cuando Bahtygul vio eso, el corazón le dolió.
El vecino de Bahtygul  en las literas de la prisión, Atanasio Fedotovich extrajo un libro, comprado con su propio dinero, lápiz y papel gráfico colorido y comenzó a enseñar a Seit a leer y escribir, como Zhunus el Mullah. Bahtygul lo miró con asombro.
Seit dormía mal, en voz alta, hablando con enojo en su sueño y se despertaba llorando. En la noche gritaba y soñaba con un aspecto salvaje, que luz de la luna desde la ventana con barrotes, es como si se tratara de la ventana de la yurta. Y a veces durante el día estaba sentado en silencio, masticando el pan de la prisión y en sus mejillas se arrastraban como un grano de cebada amarilla,   las lágrimas.

El niño tuvo la oportunidad de ver cómo en su cuartel de invierno los Tanys agarraron al  escurridizo barymta, su padre.
Seit se aferró llorando y luchando en los brazos de su madre, ella lo abrazó gritando en voz alta:
- Oh, pobrecito, ve como matan a su padre, ¡pobre niño!
Y ahora, en la cueva rocosa, en la celda de la prisión, el niño veía las mismas cosas: palos, látigos, puños, botas... Miraba, y se veía  luchando en los brazos de su madre ...
Bahtygul no acarició a su hijo, no le consoló, sólo lo hacía a veces cuando estaba de vigilia, cuando comenzaba a quejarse en voz muy alta mientras dormía. Pero un día, temprano en la mañana, cuando los demás dormían, y Seit estaba levantado y  paseando por la celda, el padre lo llamó a su litera en voz baja:
- Seitzhan... Ven a mí, hijo ... Presionó al niño a él y hundió la nariz en las mejillas mojada de lágrimas , como si lo estuviera oliendo. - He estado pensando mucho, muchos pensamientos, y  la conclusión que pude llegar te la digo ahora. Tú eres mi querido, y te lo ruego, como primogénito, no levantes la cabeza del papel colorido. Si algo te va a convertir en una persona, ¡eso lo hará!

¿Viste lo que me pasó a mí?, y todo porque soy ignorante.
- Usted no tiene la culpa... - Susurró acaloradamente Seit. - Hicieron... ellos mismos... ¡a usted!.. Lo sé todo.
- No todo, querido, no todo. Y si estudiaras, limpiarás las narices de los Bai  y ellos no se atreverán a comportarse como lo hicieron conmigo... Tus ojos se abrirán , y abrirás los de  los demás. No está ya en mi poder pero tú podrás y lograras, ¡deberás! Todas tu fuerzas invertí las en estos papeles coloridos y más de esto no tengo más que decirte. No tengo ingenio, y ni sabiduría a transmitirte.
Una lágrima se deslizó por la mejilla gris de Bahtygul. Él la apartó, y también a Seit.
- Ahora ve a tus papeles.
Después de esta conversación, Seit dejó de llorar y gritar en sus sueños.
Atanasio Feodovitch también era un hombre feliz, sin desfallecer. Todos los días se llevaba bajo sus manos a   Seit al patio de la prisión, cubierto de hierba marchita, paseando y jugando a las carreras.

Con él, Seit hervía el agua para preparar el té a su padre y a los otros ancianos. Su padre amaba té.
El ruso dijo al niño, guiñando los ojos azules:
- ¿Qué me dices Seitka? Primavera en los campos... Supongo que extrañas el aul? ¿Te gustaría la oportunidad? ¿Eh? ¿Por qué callas?
El chico negó con la cabeza débilmente.
- No, Atanasioaga... no quiero...
- ¡No voy a mentir! No puede ser.
- Aquí es mejor, Atanasioaga... Es mejor aquí ...
Bahtygul acostado con su cara contra la pared, mordiéndose el bigote gris, su mano agarrando su garganta.
"Mí querido... Mi pupila,  que ve muy bien ... "- pensó en su hijo.
Atanasio Feodovitch levantó al niño en sus brazos, lo apretó contra su pecho, y él no se resistió.
- ¿Oigan lo que ha dicho,  amigos míos? Oh, Seitka, Seitka!.. Me has matado, te lo juro... Y después de todo lo que más me da  miedo? Es que eso él no lo leyó de ningún libro, ¡estas palabras! - Y Atanasio comenzó a caminar por la cámara ida y vuelta con Seit.

Esa fue su forma de vida, día tras día, noche tras noche.
El tranquilo, diligente e inteligente muchacho de cabello oscuro  había llenado más de una hoja de papel colorido. Atanasioaga le enseñó a escribir, sonreír y ver lo que él no había visto, su padre, -  la luz de la vida futura.
Y  Bahtygul esperaba. Su juicio, los trabajos forzados...
1927