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Auezov Mukhtar "La Tribu Persistente"

02.12.2013 1629

Auezov Mukhtar "La Tribu Persistente"

Язык оригинала: "La Tribu Persistente"

Автор оригинала: Auezov Mukhtar

Автор перевода: not specified

Дата: 02.12.2013

                                    

Era más de medianoche. Asia no dormía. Pensamientos frecuentes y secretos la perseguían. 
La noche de diciembre estaba helada, el viento quitaba el aliento. Pero Asia se calentaba los pies con un enorme tulup- capa de piel de oveja, de su suegro y con una canción tranquila... Rodeando el corral de las ovejas, Asia suavemente caminaba tarareando. Las palabras de las canciones - calientes y tiernas. Eran canciones de amor, y de anhelo. 
En el amplio corral había mil ovejas,   las grandes y vivas bolas de lana blanda estaban situadas cerca, una al lado de la otra y gangueaban en su sueño. No se moverán hasta el amanecer. Y hasta el amanecer Asia seguirá pensando en sí misma. 
"Sabrá el suegro, estará enojado... ¿Y cómo no se enojará? La  amada nuera... la única... cuánto tiempo vivieron juntos... Y ¿puede escapar de la casa ... completamente desaparecer? ¿Dejar a los ancianos afligidos? " 
Los fuertes  ladridos del perro  Taimas se escucharon entre la oscuridad de la noche. Asia alerta: el corto orejas nunca ladra en vano. Inmediatamente, detrás de él, ladraron otros perros. ¿Es que olieron un lobo o un extraño? Alrededor todo estaba oscuro, no se podía ver nada. Las bajas y pesadas nubes negras de diciembre  rastreaban el cielo. Parecía que todo el mundo estaba inmerso en una oscuridad sin esperanza, sin luna y sin estrellas. Un feroz viento sopló el ladro de los perros más allá del corral... 
Luego se escuchó el sonido de  cascos de caballo, y a la distancia,  más allá de las arenas, se veía una sombría figura de un jinete. El ladrido se detuvo. Los perros lo reconocieron y caminaron de vuelta a la yurta solitaria, que estaba al lado del corral.

Ahora Asia también reconoció al viajante de la noche, y su corazón empezó a latir dolorosamente. Era su suegro Esirgep. El día antes de ayer, el anciano fue al desierto - a buscar nuevos pastos. 
Hay que ir a su encuentro... Asia corrió rápidamente y en una previsión respetuosa se detuvo en la entrada a la yurta. El anciano se detuvo lentamente, su gran caballo gris, todo espumoso, movía difícilmente sus costados. 
- ¿Todo fue bien, padre? - Asia preguntó, tomando las riendas. 
Esirgep muy cansado desmontó, y ni una palabra de respuesta a su nuera. 
- Así que está cansado, se ve, por la larga carretera... 
El anciano hizo un gesto furioso y murmuró sombríamente, 
- ¿Cómo podría no estar cansado? ¡Con ustedes, descarados, estiraré mis piernas! - Y se dio la vuelta. 
Asia silenciosamente se alejó, llevando el caballo. Esirgep rápidamente cruzó el umbral de la yurta y comenzó a despertar a la vieja Balzhan. Su hija Kanipa, saltó de la cama, y comenzó a correr el fuego. 
Entrar en la casa del anciano, Asia no se atrevía. Quería escuchar en silencio desde la puerta, lo que estarán hablando... No, no es bueno. Bajando la cabeza, Asia se alejó hacia el rebaño de ovejas. 
Nunca hasta entonces, Asia había escuchado de su suegro palabras duras. Y pensó: si es así, entonces sabe algo, ¿a lo mejor la anciana Balzhan reveló el secreto de la nuera, su culpa? Asia estaba en pena, pero en absoluto no estaba arrepentida. Y cuando ella se quedó sola en el redil de las ovejas, la canción volvió a sonar en su alma y los recuerdos se despertaron. 
El pasado septiembre fue sorprendentemente cálido y claro. Las ovejas no pastaban aun  en las arenas, pero  pastaban en las praderas al lado del  rápido y abundante Kargalin. Aquí habían instalado una granja cooperativa  experimental del Instituto de Ganadería para las explotaciones de rebaños en los corrales de los aul vecinos. Esirgep con frecuencia conversaba sobre asuntos comunes con los koljoz vecinos que pastoreaban su ganado del otro lado del río.

No se podía encontrar mejores extensiones a principios de otoño que en la orilla del Kargalink. Las hierbas en estos puntos eran gruesas y jugosas. El ojo no podía captar la amplia llanura que como una inundación se extendía hacia la distancia. En la primavera el agua llenaba el lugar, pero en verano y otoño, lo cubría una sólida alfombra verde. Por lo tanto, estaban llenas de gente y muy ruidosas, las orillas del Kargalink. Se juntaban aquí los pastores de ovejas desde las pasturas distantes y ponían a lo largo del río voluble sus yurta y tiendas de campaña. 
En una cálida tarde de septiembre Tusypzhan un pastor de otro aul, reunió aquí a los jóvenes con motivo de la llegada de su hijo soldado-del frente. Ellos vinieron a la fiesta y también Asia y Kanipa vinieron y vino también Moltay, un  joven, alegre y favorito por todo el mundo, que sabía versificar canciones, y destellaba  palabras agudas en el Aitys-concurso de versos. Y sucedió así que Moltay inesperadamente le abrió a Asia el camino a la felicidad, un camino que aparentemente le estaba cerrado. 
Antes de este tiempo ella se mantuvo cerrada, alejada de la gente, a solas con su dolor ineludible. Un año vivió con su amado marido Saylybek. ¡Fue muy bueno aquel año! El viejo Esirgep y la buena Balzhan no se cansaban a ver los jóvenes felices y querían mucho a la nuera, elogiaban su disposición alegre y despreocupada. Y entre los jóvenes reinaba sólo la paz y el amor. 
La guerra comenzó... Saylybek se fue a un largo viaje – al frente, dejando en consternación y angustia a los padres ancianos y as joven esposa. 
Nunca, nunca, aun en sus pensamientos, Asia tuvo la intención de traicionar a su esposo. Pero Saylybek murió hace tiempo... Y ella lloró por él con lágrimas amargas. 
En el primer año de la guerra llegó una carta del comandante de la unidad militar. Esa carta decía que Saylybek - un héroe, luchando por Moscú, tuvo una muerte heroica en Vyazma. El hombre desconocido agradeció a los padres por la educación del hijo, dijo que toda la unidad militar de Saylybek se volvió huérfana.

Asia y Kanipa eran amigas de la infancia y en la escuela compartieron un escritorio, ahora una aflicción común las reunió. Muchas lágrimas derramaron durante el luto, pero en secreto, pues querían ver que en los corazones de los padres se mantuviera una chispa de esperanza, un milagro. Un amigo de la familia, un científico  anciano del Instituto de Ganadería,  Iván Dimitrich Babrov, trató de hacer lo mismo. 
- Podría suceder, después de todo - dijo - que Saylybek fue cogido a otra parte por los sanitarios del hospital. Tal vez llegó al hospital, gravemente herido, inconsciente y sin documentos. La carta fue por su camino, y ¡la persona está viva! En la guerra, todo puede suceder... 
Pasó un año, y luego otro, un tercero. La familia parecía estar convencida: Saylybek volverá. Y parecía que creían en esto y también Asia. 
Y el otoño pasado por la primera vez que la vida de la viuda Asia repentinamente se iluminó con una luz nueva. No es de extrañar que ella se acercara a él. 
Los jóvenes se divertían en la fiesta de Tusypzhan de todo corazón, y finalmente comenzaron los aity. Asia a su vez se distinguía en los  aity por su voz clara, su alegre broma, y burla certera. En los años de viudez no iba a esos concursos. Y esa noche, los que se acordaban de su arte, en vano le pidieron de presentarse, ella no quería romper la promesa hecha a sí misma después de la muerte de su marido. Entonces Moltay engañándola: se dirigió con sus versos a Kanipa y se burló de ella y  de sus compañeros de la brigada. Y a pesar de que sus bromas no tenían nada malo, nada ofensivo, era insoportable mantenerse en silencio. 
Kanipa toda roja, enojada, no sabía  responder al joven atrevido – la canción y los versos no eran su don. Tuvo que defenderla su amiga Asia. 
Los jóvenes dejaron los juegos y los bailes. Todo el mundo se reunió alrededor de Asia y Moltay, riendo e incitando  a ellos: ¡"Porque", "Uh-uh", "Eso es "!

Y Asia no se dio cuenta cómo fue llevada. No humilló ni insultó al rival que parecía amable, de buen humor, pero se burló de él sin piedad. Los equipos compitieron, y el equipo de Asia se adelantó al otro. Desde el comienzo. 
Acompañándose con el laúd, ella cantó de una manera divertida y de fáciles versos que inventó en este preciso momento: 
Mientras estábamos en el desierto criando ganado,

Pastoreando las ovejas,

Y ustedes, también... 
pastoreaban palabras en la estepa, 
criaban pérdidas, 
¡se protegían a sí mismos! 
Quién criaba ganado, 
y quién verborrea - 
Dime, sabio Moltay? 
Risas y aplausos estallaron cortando a Asia. Todo el mundo estaba feliz de que por fin cogió el dombra-laúd. 
Moltay también se complacía en el fondo, tratando, sin embargo justificarse. Veinte corderos de su rebaño en el desierto fueron golpeados por un granizo fuerte y repentino que estalló sin precedentes. 
A un hombre podía matar durante la noche - ¿A quién culpar? 
Pero hubiera sido mejor guardar silencio que quejarse de la canción. 
Pues Asia estaba como drogada. Y cantó con sarcasmo, que el pobre hombre ¡tenía razón! Hay que glorificar al héroe que salvó su castillo... ¿Y qué, su cabeza de oro, y su nuevo traje no valen veinte cabezas de  corderos? ¿Es que no fue por su gran mente, que decidió dejarlas a los elementos, y se escapó bajo el techo? ¡Qué pena por esos tontos que no pudieron celebrar su salvación! Y Kanipa, por su estupidez, no corrió a esconderse, pero escondió bajo su cuerpo a los corderos. ¡Pero es cierto que una cosa tan simple es capaz de hacerla cualquier tonto! 
La canción de Asia se ahogó en una risa ensordecedora. Y Moltay se rindió por la canción de respuesta, afirmando públicamente que él - el mismo Moltay, ¡tropezó en un camino liso!

No dio ningún indicio de que los corderos murieron, cuando él no estaba en el pasto. Pero asumió la culpa de otro, y terminó la canción de forma inesperada: Moltay no sufrió cuando fue golpeado. Asia se calló. Lo tocó, lo sonó como una cuerda... Ahora vamos, que se enoje si quiere! 
Era una rendición honorable. Los invitados agradecieron a la ingeniosa joven. Y a Asia, él le gustaba. Durante toda la noche caminaron juntos en el desierto, y hablaron del corazón, en la madrugada se separaron amigos. 
Y desde entonces se convirtió en una tradición, Moltay llegaba a Asia cuando ella estaba de guardia y se entretenían toda  la noche, de ojo a ojo, en una larga conversación. "¿Nos casamos?" - Dijo en un punto. Asia no estaba sorprendida, estaba encantada, pero ella dijo "no". Mantuvo un sentimiento supersticioso que perderá a Moltay al igual que perdió a Saylybek. Y lo más importante - los padre... que esperaban todavía a Saylybek. 
Pero la vida continuaba. La vida no mira hacia atrás, a los muertos. Y Asia por fin se decidió y se abrió delante de Kanipa. Ésta  de repente sintió que su hermano fue ofendido. La joven no quería admitir que  otra persona pudiera tomar lugar en la vida de su cuñada, temerariamente le habló sobre el honor de la mujer y lloró amargamente. Varios días la amiga no le habló, pero Kanipa lo pensó mejor, y al fin Kanipa lo asimiló. Kanipa se reunió con Moltay y Asia, riendo y llorando les deseó suerte. 
Kanipa se ofreció como voluntaria para resolver el asunto con los padres. Pero eso significaba - decirles que Saylybek murió y en vano lo estaban esperando. Kanipa y Asia no  deseaban afligir a los ancianos. La conversación inevitable se posponía  día tras día. Mientras tanto, el destino de Moltay se dio vuelta bruscamente: fue reclutado en el ejército, se dirigió al frente y Esirgep permaneció en la oscuridad. 
Pronto llegó el triángulo codiciado-la carta del frente, y escrita por Moltay en versos a su querida esposa.

De estos versos ingenuos sonaba un juramento de lealtad. Y ahora para Asia era difícil mantenerse en silencio, se avergonzaba de los que la acechaban. Ella no quería que su nombre empezara a menear chismes. Y el que se revolvía suavemente en el vientre de su madre, exigía reconocimiento. Durante dos semanas se recordaba de éste constantemente, a sí misma, con sus nítidas y suaves embestidas. 
- ¡Cállate! Me di cuenta – le dijo Kanipa y se enteró. Y, como si de repente encontró la voluntad codiciada, se dirigió a su madre. 
Aturdida por lo que había oído, al fin de ese doloroso día Balzhan cayó enferma y no tocó la comida. Esirgep preocupado, y ella le respondió brevemente: "Los lomos me duelen." 
Pero una palabra de reproche no dijo Balzhan. Una vez fuera de  la cama, era más cariñosa con Asia que antes. La mejor comida en la mesa le dio. No se olvidó de recordar a su hija: 
- Cuida de ella cuando esté cansada. Ve a descubrir, ¿tal vez hace frío? ¿Tiene un deseo? 
Sin embargo, Asia oyó un suspiro profundo, que no pudo contener su suegra. El día antes de ayer, cuando Esirgep a horcajadas cabalgaba  sobre su caballo gris, salió al patio, y Asia vio a Balzhan, acompañando a su marido, un largo paseo junto al caballo, y avanzándose mucho en la estepa. Así, es... Esto es bueno. Esto está mejor. Así tiene que ser, honestamente. 
Hoy Asia vio que el suegro lo sabía todo. Y, al parecer, no lo recibió con bondad y sabiduría, el suegro. Con insólita gravedad, Asia esperó hasta la mañana, y no entró en la casa, pasó la noche cerca del corral.

En la cálida luz del largo yurta, Asia sabía que hay una reunión familiar. Amaneció, en la yurta estaba todo tranquilo. Asia se deslizó por la puerta, se quitó el abrigo en la puerta, se deslizó bajo las sábanas e inmediatamente olvidando sus sensibles sueños agitados, se durmió. Pero pronto se despertó y oyó la voz callada pero furiosa de su cuñada. 
- Todo el mundo está mal, y Asia peor - Kanipa hablaba calientemente. - Usted en lugar de darle  lástima la tortura. 
- ¿Y qué quieren de mí? - El anciano se atragantó con la ira. – Que me dé una pena, aunque ¡a través del infierno con la tierra! Al mirar a los ojos de la gente ¿que cosa voy a sentir? ¿Ha pensado en esto? 
- ¡Muy bien! 
- Me voy a ir de aquí,  eso es lo que... Voy a ir fuera de la vista, y eso es todo ... 
- Usted es un hombre elegante y decente, padre, y ¡Dios sabe lo que usted dice! Piense, ¿qué me dice de bueno? 
- Más no te puedo decir nada. Es más fácil morir que soportar la vergüenza. Usted se puede quedar con ella... y – con el pecado... 
- Muy bien. Otro rebaño ¿donde obtendrá? ¡Usted dio su obligación! El rebaño experimental fue confiado a usted, como a un viejo pastor, una persona decente. Ahora, ¿cómo que, como nada? 
- He dado un compromiso – pero ahora les espera a usted y a Asia. ¿Y si uno no puede, va a renunciar? Yo soy- viejo. Perros viejos mueren lejos de casa. Aquí estoy... hay... Yo lo necesito, ¡me dices! - Y Esirgep se dirigió a la puerta. 
Kanipa corrió tras él, y lo superó, con los brazos extendidos, le bloqueó la puerta. 
- ¿Qué estás haciendo?, ¡Dios mío! - Llorando, gritó Balzhan. - Un momento, mi hija. He perdido mi hijo... ahora ¿el momento de mi marido llegó? 
Asia de un  tirón se quitó la manta y se puso de pie, miró por primera vez en la cara al suegro. Y sin secándose las lágrimas, fuera de sí, llena de amargo resentimiento y autocompasión, rápidamente comenzó a hablar incoherentemente: 
- Padre, escucha, ¡padre, querido...! Yo, era culpa mía, ¡pero tienes razón! ¿Dónde vas con la  vieja cabeza inclinada? No, yo me iré... Ahora me voy ... sin rumbo. - Y febrilmente comenzó a vestirse.

Kanipa se movía entre padre y nuera, como la luz en el viento. Luego corrió hacia el cuello de su padre, luego tomó las manos de su amiga: 
- ¡Padre! ¡Asia! Ustedes son mí familia... 
Esirgep no escuchó a ella, malhumorado se alejó, y ella de repente dijo en voz baja y grave: 
- ¡Padre! A Usted - la casa y el ganado. Como usted dice, que así sea. Por lo tanto: si quiere Asia nos deja. ¿Sí o no? - Su voz se quebró. 
Esirgep silencioso. En el silencio se oía sollozar a Balzhan. 
- Por supuesto. ¡Ahí estás! Pero voy a ir junto con ella, esté seguro de eso. Quédese aquí con mi madre, y ¡nosotros de cerca! 
- Y de repente se volvió hacia la cuñada. – No te dejaré en cualquier lugar. Tu marido está en el frente, mi prometido está también allí. Y si vamos a recibir golpes, mejor juntas. ¡No se han ido todavía, no llores! 
Esirgep quedó con la mirada baja, y luego suspiró en voz alta y, caminando con dificultad, salió de la yurta. Y así cerró la puerta detrás de él, Balzhan corrió a abrazar a su nuera y a su hija. 
- ¿Qué están haciendo? ¡Piensen otra vez! Ese viejo hace un ruido, y ¡ustedes amenazan! Pero ¿qué es esto? ¿Es que yo no soy una persona? Soy vuestra madre, me duele el corazón por las dos. Mientras se pelean y juran ¡y A mí de, todas maneras, me quedan las -  lágrimas! 
Balzhan era normalmente tranquila y aparentemente sumisa. No levantaba la voz, no decía palabras adicionales. Pero tenía un buen poder, la madre, ella era capaz de reconocer cuando una persona estaba sufriendo, y sabía cómo ayudarlo. Balzhan vio en los ojos de Asia que aún no se extinguió la llama de la obstinación, y sentía en el corazón de la hija el remordimiento. Y en su propia manera dijo:

- Vamos, vamos, mi hija, al rebaño. Las Ovejas, supongo, se dispersaron, como si ¡los lobos hubieran aparecido! Y Asia y yo nos quedamos aquí para hablar del asunto. Vamos, vamos, apúrate. 
Y ambos obedecieron, Kanipa se fue, Asia se quedó. 
Todo el día Kanipa languideció y preocupada pensó: ¿Qué pasa en la casa? El tiempo se alargó lentamente. Por la tarde, volvió con el rebaño al corral. Las ovejas caminaron hoy lentamente, deteniéndose de vez en cuando para desenterrar la nieve suelta, y  encontrar un poco hierba del verano pasado. 
Todas ellas eran, seleccionadas, blancas, altas, de pelo largo. Esta tribu se obtuvo en el Instituto, reconocidas por los expertos hasta fuera de Kazajstán. Sin embargo, sólo había dos mil ovejas, mil - aquí en el desierto, en lo de Esirgep, y el otro - en las montañas, bajo el cuidado del viejo Kerey. Las ovejas han pasado la prueba de la resistencia, el pastar en el invierno en condiciones muy duras. 
A veces a Kanipa, Asia y Esirgep, los tres, les encantaba discutir los hábitos peculiares de la nueva generación, compartían sus observaciones y sus pequeños descubrimientos. Ellos escuchaban ávidamente a Esirgep como niños que escuchan una historia fascinante. Durante su larga vida él aprendió muchas cosas interesantes sobre las ovejas. Los tres de ellos sabían que se les confiaba un asunto del gobierno, y esto los llenó de un sentimiento orgulloso. 
"Y ahora ¿no tengo a nadie de asesor?" - Kanipa pensó, mirando a las ovejas desde la cima de una colina de suave pendiente, donde se quedaron por mucho más tiempo. De repente se dio cuenta de Asia se acercaba, y que llevaba atado a un burrito peludo. Era evidente que se iba a buscar  la leña para la chimenea. 
Kanipa desmontó, dejó de lado al caballo a pastar  y corrió hacia su amiga. Ambas se buscaban la una a la otra. 
Kanipa intentó animar  a Asia, y dijo: 
- Sólo no llores, no te preocupes por nada. Lo arreglaré todo, ¡ya verás! 
Pero ambas sabían que no era tan fácil.

Moltay solía  escribir a menudo, pero ahora no recibían cartas de él. Y ellos tenían miedo de siquiera pensar por qué él no da noticias. Ni  Moltay  ni   Asia, tenían una familia más cercana que la de Esirgep. La verdad era que Asia, tenía un tío, un tipo desordenado – con mala suerte y con una numerosa familia, que no era capaz de alimentarla adecuadamente. Era poco probable que él estuviera encantado con su sobrina. Así que resultaba que, si ella se fuera de la casa de su suegro, no tendría otro lugar a donde ir. Y hacer las paces con Esirgep - significaba - decirle la verdad sobre Saylybek. Kanipa estaba preparado a esto, pero Asia no quería organizar su vida a costa de una pena mayor. 
- Que el tiempo haga lo suyo, yo no puedo detener las esperanzas, dijo decisivamente-Asia. 
Además, en estos pastos lejanos, en las arenas, la familia pasaba  el invierno solitaria, en un desierto deshabitado, y no había alrededor ni un alma viviente, que podría apoyar a los ancianos con una palabra de simpatía y consuelo. Y ausentarse de aquí, al menos brevemente, ninguno de ellas podía, a causa de las ovejas, que guste o no, también, necesitan atención. 
También ahora, mientras las ovejas pastaban apaciblemente alrededor, las mujeres, se preocupaban mientras conversaban pues no podían dejar de notar el comportamiento inusual de los animales. 
- ¡Mira eso! - Dijo Asia. - Pensé que sólo en el verano, cuando hace calor, las ovejas se amontonan, escondiéndose del sol. Pero todavía pastean en grupo. Nuestras ovejas ordinarias se habrían esparcido, desde hace mucho tiempo, en diferentes direcciones. 
- Sí, es cierto lo que dijiste - dijo Kanipa. - Es más fácil cuidarlas que a las nuestras ovejas de la estepa. Están satisfechas de sólo comer la hierba de tipo - Isen- - y si la encuentran no dejarán el lugar hasta que se quede limpio, la comen hasta que se termina. Y al día siguiente, en ese lugar no vas a encontrar ni una brizna de hierba, y entonces es necesario avanzar más adelante. Yo ya le indicaré a Babrov cuando llegue. 
El invierno fue grave. El viento helado soplaba sin descanso desde los valles del Ala- Tau, instando  Esirgep a vagar lejos en las arenas seme-desérticas, hacia las fronteras del Sarytau. Dejando las granjas, las pilas de heno muy atrás.

La verdad era que había cerca del  asentamiento de  Karoly un refugio de emergencia y muy bien cubierto. Pero ¿cuál es el punto de poner los rebaños de ovejas en el cálido refugio, listo para alimentarlas, si se quiere ponerlas a una prueba de resistencia? En un lugar preparado, también  ¡la cabra vivirá! 
Las ovejas... las  ovejas blancas... ¿Se asimilarán en la estepa kazakha? 
- Las llevamos de sus madres – suavemente, dijo Kanipa, adivinando lo que piensa Asia. – Las cuidamos, las criamos... ¿Es que van a morir del de yute ahora? -Miró de reojo a la cuñada. Ella sabía cómo conseguir lo solicitado de su cuñada. 
- El padre había dicho la verdad: la vergüenza es peor que la muerte. Sí, yo de la vergüenza me hubiera escapado hasta el fin del mundo. ¿Pero qué hacer con las ovejas? Durante cinco años las cuidé, como corriendo detrás de pequeños chicos. 
Dejarlas – creeré que me extrañan, y me piden que vuelva. Y también delante de la gente me avergüenzo. En la reunión anual del Komsomol, se dijo gran cosa  - confían en usted, me llamaron Komsomol pionera. ¡He aquí la pionera! - Y de repente fue  interrumpida por Asia. – ¡Necesito tornar a casa en este momento! 
Y así se fue a su burro, apenas visible bajo un enorme montón de árboles secos. 




Sólo había vuelto Esirgep, del viaje de dos días, cansado por las arenas y una noche sin dormir, que se acostó a descansar, y Balzhan, tratando de no hacer ruido, fue a hacer té, pero él con su oído sensible captó el sonido de los cascos de caballos. 
- Salga, mira, quién está ahí - Esirgep dijo, levantándose de la cama. 
Dentro la yurta entraron saludando, el viejo amigo y coetáneo de Esirgep, el profesor Babrov, y el técnico de ganados Asan. 
- ¿Dónde están los otros dos? – Se sorprendió el anciano. - Oí como cuatro que llegaron hasta la casa. 
- Usted, mi amigo, es visto que con una oreja duerme, y escucha con la otra – Babrov  durante el verano y el invierno, por varios meses vivió entre los pastores y era fluido en la lengua Kazakh. - ¿Cuánto caballos en la puerta has dicho?

Encantado por la llegada de los invitados, Esirgep rápidamente aceptó la broma: 
- ¿Y usted pensaba que yo sólo me entiendo de ovejas?  Nos entendemos también de caballos. Si realmente ustedes llegaron dos, eso significa que cada uno llevó consigo un caballo atado, y eso hace ¡un total de cuatro! Mentí, ¿dice usted? 
Asan gruñó de placer - ¡el anciano llegó al punto! Y Babrov añadió: 
- En pocas palabras, ¡usted se asomó por la grieta! 
- No soy una niña y ni una mujer, que necesito asomarme. Bueno, toda mi vida la pasé con el ganado ¿es que no he aprendido a distinguir el pisoteo de caballos? 
- ¡Usted ganó! - Dijo Babrov. – Le trajimos dos buenos caballos a su salud. En otoño usted dijo que el invierno va a ser feroz, pesado y los jinetes de patrullas deben cabalgar sobre un buen caballo. ¡Y aquí está el resultado de aquél pedido! 
Bebieron té durante mucho tiempo, bebiendo con buen gusto la infusión fuerte, agregando leche blanquecina, con fervor, secándose el sudor y condujeron la conversación lentamente a lo que será el invierno en las montañas, la prognosis del tiempo de los ancianos y como pasarán este severo tiempo las preciosas ovejas. Babrov no se olvidaba de las ovejas, incluso en su sueño, y ahora, manteniéndose al día con Esirgep en la hora del té, mantuvo obstinadamente  la conversación sobre lo que le interesaba. Y Asan persistente, le dio al anciano un pedazo de papel. Era el nuevo acuerdo sobre la competencia con Kerey: Mantener todo el ganado y conseguir por cada cien ovejas madres ciento quince corderos. Esirgep, hosco, alejó al técnico de ganados. 
- Para Kerey pasar las noches de invierno - ¡no es ningún problema! Tiene en las montañas todo a mano: la cantidad de heno necesaria, así como le guste y pasar la noche - por favor -  va al corral caliente. 
Asan empezó a decir  de que Kerey... Pero Esirgep no lo quiso escuchar. 
- No, querido, eso no es para mí... Nosotros también comprobamos la resistencia de la tribu, así que ¿por qué mantenerla en un lugar donde todo está , y además caliente? Si es una prueba entonces que la sea, sin concesiones.

Pero siguieron discutiendo sobre las condiciones del concurso, él dijo a los visitantes que piensa pasar el invierno en el  valle donde corre el río Karashengel, pero si la nieve no le dejará, entonces irá al desierto, Esirgep siempre se recordaba de su problema. Por último, se acercó a Babrov y le dijo con confianza: 
- Yo confío en usted como a un hermano. Usted es una persona simple en mi casa, y no muy aprensivo a la gloria de su rango y clase. Por eso es que yo lo respeto y no le quiero ocultar nada. 
Y él le contó a Babrov sobre la miseria que pasó en la casa. El anciano habló larga y amargamente - por el dolor. Babrov lo  escuchó sin interrumpir, sólo se limpiaba a veces el sudor de su frente arrugada. 
Esirgep se detuvo y Babrov todavía no pudo meter en orden sus pensamientos. Las costumbres de los Kazakh él las sabía y entendía a Esirgep, pero ¿qué podía decir? ¡Sin complicar los asuntos de su familia! 
- ¿Qué puedo decir, Esirgep? El asunto no es simple: usted está en su propio derecho, y también entiendo la necesidad de Asia. Ella es una buena mujer, pero como experiencia, es todavía joven. Y la juventud como se dice, ¡no es culpable! –Babrov miró a Esirgep. Éste estaba sentado con el ceño fruncido. -Tómese su tiempo para decidir, romper... No hay que apresurarse, pues la prisa no trae el bien: ofender  a una persona es simple, y la pelea aun es más fácil. Usted necesita pensar con Balzhan. Usted y su esposa son sabios, la vida la conocen bien. Piensen juntos. A su esposa, en tal caso, no la empuje. Y no se apresure también a empujar Asia. 
- Mi hijo ha caído en desgracia, por ella - murmuró sordamente Esirgep. - Mi cabeza gris ante todas las personas honestas se ha cubierto de vergüenza... Es evidente que ahora está en mi casa en un tiempo difícil para ella, y yo no la puedo ni mirar, no puedo. En serio, tenemos que separarnos, sí... - El anciano hizo una pausa y frunció el ceño. - Pero la pregunta es: ¿cómo pasar el invierno sin ella? ¡No se pueden crear pastores de arcilla! Cuando iremos hacia las arenas - estarán llenas de lobos, tormentas de nieve, y un frío intenso.

Cuando está al lado del corral - en el verano o en el invierno - Estoy tranquilo. ¿Quién reemplazará a ella? Yo realmente no tengo tantas fuerzas, y especialmente para hacer el trabajo de dos personas. Resulta: dónde miras – están las cuñas. Pero sin embargo con nosotros, juntos, no hay vida - así decidí. 
Babrov bajó su cuenco vacío, y empezó a fumar. Y así estaban sentados los dos ancianos, deprimidos, frustrados. 
Apareció en el umbral con una brazada de leña, Asia. Brevemente saludó. En la casa había un incómodo silencio. Balzhan rápidamente se levantó de la mesa y se fue con su nuera para descargar el burro. Y allí, como si volviera a la vida habló: 
- Mira como te refriaste, mi hija. Y hoy no pudiste descansar. Vaya a comer algo caliente, envuélvete bien cuando te acuestes, duerme hasta la noche. 
Asan se acercó, con una pila de periódicos. 
- Una carta para  usted y  Kanipa, tómenla. - Y le tendió un sobre arrugado a Asia junto con los periódicos y revistas con la cubierta colorida. 
Asia con los ojos iluminados y  brillantes agradeció a Asan. ¡Saludos de Moltay! ¡Cariño, está vivo! Pero luego se desvaneció la alegría: la carta fue escrita sólo tres días después de la que había recibido el mes pasado. Se retrasó en el puesto militar. Una vez más, el corazón se apretó en la ansiedad familiar: ¿Cuánto tiempo Moltay está en silencio? ¿Qué le ha pasado? ¿Qué le ha pasado? 
Asan bajó la cabeza y se fue a llamar a Babrov, a ver un rebaño antes de que oscurezca. 




Todavía no se había acercado al rebaño, que Babrov  distinguió que algo andaba mal: las ovejas, por lo general tranquilas, daban vueltas confusas  de un lugar a otro. Se podía observar, que no tenían suficiente comida. Kanipa confirmó que los pastos del Karashengel se secaron. Las ovejas comenzaron a perder peso. 
- Aquí como usted puede ver. - Y ella con el látigo empujó su caballo de tipo  Kauray, y siguió adelante.

Mirando alrededor de las ovejas, Babrov y Asan registraron algo en sus cuadernos. Esirgep los miró con ansiedad. 
- Ustedes ahora escribieron un montón de cosas  aquí, - él finalmente no pudo resistir la tentación -. Yo en sus escritos no soy fuerte, pero también puedo decir que las ovejas son muy débiles, las que identificamos  en la primavera como de tercera categoría. ¿Cierto? 
Babrov se volvió hacia Kanipa: 
- ¿Qué crees? 
- Sí, es visible, lo es. 
- Y esto es todavía al comienzo del invierno - Esirgep dijo más preocupado. - ¿Y qué va a pasar con ellas en febrero, en marzo? ¿Y para qué nos dio esta tercera categoría, para el sufrimiento? Si es que van a aguantar hasta la primavera, entonces morirán durante la temporada de parición y si pudieron parir entonces los corderos morirán. ¿Y quién será el responsable? ¡Yo! 
- Por supuesto, Kerey ganará en la competición, intervino Kanipa. – El su rebaño débil la tiene alimentada y caliente. Y nosotros ¡corremos el riesgo de las pérdidas! 
- Riesgo, amigos, es el riesgo, por supuesto cada experimento tiene sus riesgos. Pero ¿podemos aprender algo sin el riesgo de no saber? Confía en mi palabra, Esirgep, nuestras ovejas resistirán, aunque si sus antepasados ​​no habían pasado el invierno en el desierto. Y no tengas miedo de los corderos: lo más difícil lo pasarán dentro el útero de sus madres, y el próximo año volverán aquí corpulentas, endurecidas, resistentes. Otra cosa que tendrás con ellas, pero no te afliges ¡no será tu  primera vez! Y de la responsabilidad  no te preocupes – la responsabilidad me la tomo yo mismo. Todo esto el Comisado Nacional conoce. Tú, viaja más allá en el desierto, esta es tu responsabilidad. 
Babrov logró cambiar unas cuantas palabras con  Kanipa. La muchacha le contó todo abiertamente. Ella no  reprendió a Asia, pero acerca del insulto de su padre no pudo guardar silencio. 
- ¿Cómo podemos hacer ahora?, deme un consejo, - dijo ella. - Usted sabes sobre la muerte de Saylybek.

Pero los ancianos todavía están esperando, tienen esperanzas. No podemos decírselos sin rodeos: muerto, y eso es todo. Y sobre Asia hablaremos más tarde, ella ya ató su vida a Moltay. Si no tuviera que ir al ejército, hace mucho que estarían ya juntos. De alguna forma hubiéramos  persuadido los ancianos. Ahora Moltay está en el frente y quién sabe si volverá. Y Asia se quedó en todo culpable. Toda la esperanza sobre su espalda, usted tiene que persuadir a mi padre de no ofenderla. Y si no, prométele encontrar un hombre en cambio de Asia, dentro de un mes. Y hasta entonces que no toque a Asia. Tal vez todo se arreglará de esta forma. Después de todo, realmente ahora sin ella no nos podemos arreglar. 
Babrov miró con asombro a Kanipa. Prudente, no enturbia el agua, una simplona. Pero piensa razonablemente: al padre no hace daño, y buena con su amiga. 
- ¡Un alma buena  crece de ti, chica! – Una sonrisa paternal iluminó su rostro arrugado. -Voy a ir a Alma-Ata, al instituto, y le diré a la dirección: he aquí, miren,  que Komsomol tenemos, ¡saben pensar a la gente! Este pensamiento no tiene precio. Voy a tratar de razonar con Esirgep. Y si no va a funcionar - qué hacer – sustituiré a  Asia con otra persona. Por supuesto, para la causa es un daño y a ti te dejará amargada. Bueno, vamos a ver. 
Por la noche, cuando Asia quedó de guardia en las ovejas, y Balzhan con Kanipa, se durmieron después de la difícil jornada. Babrov reanudó la conversación lenta con el anciano diciéndole que para mantener la paz familiar tiene que ser más suave con la nuera. Pero Esirgep dijo sin rodeos, con una nueva determinación, pero no buena: 
- Es que nunca en mi vida he sufrido tanto, ¡tanto, Iván! Tú mi vida, ya la sabes... Pero mira cómo ... en mi casa ... ella cuidará al bastardo , en mi casa, no puedo soportarlo, no lo voy a pasar ... Todo esto para mí es como enterrar vivo a Saylybek. Tenga merced de mi vejez, Babrov. Cuando vuelva envíe otra persona. ¡Esta es mi última palabra!

Babrov entendió a  Esirgep: sólo el tiempo curará su dolor, y esta conversación larga y difícil fue en vano. 
La mañana comenzó la migración. Babrov y Asan, junto con los propietarios de la tienda, la desmantelaron, llevándose las pertenencias sencillas de maestría y pasaron  por el rebaño anhidro hacia  las colinas arenosas del Sarytau que se asomaban por delante, con las crestas onduladas como las olas marinas. Parecía que no había ningún lugar donde refugiarse, ni al hombre ni a la bestia. Pero en algunos lugares las olas formaban  dunas, acumulándose una sobre otra, como un anillo cerrado en una profunda depresión. Si se les miraba de la cresta –su parte inferior era honda como un pozo vasto y árido. Los lugares que se encontraban entre las crestas de arena, al abrigo del viento, se llamaban shukyr. Y Esirgep, que viajó a lo largo y ancho de las arenas del  Sarytau, se encaprichó con un shukyr conocido, aislado en las vastas llanuras de la pradera abundantemente cubiertas de pastos – del tipo ezen y erkek. 
En las arenas no había caminos, ni montañas, ni bosques, ni  ríos para determinar donde uno está. El que en su juventud no estaba acostumbrado a las arenas, inevitablemente, se perdía entre las interminables olas de arena y las colinas con cimas cónicas y las matas tupidas de hierba resistente. Incluso Esirgep, muy experimentado, puso un poste en la cima de una colina cerca de su shukyr. Todos los que andaban errantes por el desierto, pusieron tal marca. Como si  salieran  de la arena del mar seco notificando que: ¡Estoy aquí!, el hombre. 
Babrov pasó una semana con el rebaño. Las ovejas migrantes se beneficiaron. La nieve aquí era menor que en  el Karashengel y el alimento más abundante. Y las ovejas pastaban pacíficamente y mucho, comían lentamente la comida hasta la última brizna de hierba. Todas ellas engordaron notablemente, se llenaron de  cuerpo, y con ellas se alegró Esirgep. 
- Ahora todo está bien – le dijo a Babrov. - Bueno, y si caerá más nieve, voy a ir más lejos en la arena, pero solo que no hayan ventiscas. Estas ventiscas ¡son un desastre aquí!

Antes de la despedida Babrov comió en la acogedora yurta un sabroso Beshbarmak, y luego lo lavó abajo con un té fuerte, durmió debajo de la colcha y se preparó a salir con Asan. 
- ¡Está claro que no se llevan bien con el viejo! - Dijo a Asia ya sentado en la silla de montar. - Es malo, en mi opinión, para usted, y para él. Bueno, ¡como usted sabe! El empleado que tome su lugar lo voy a enviar en un mes. Tú volverás al instituto, y te enviaré a la granja... Y no me des las gracias, conozco tu trabajo, lo aprecio ... ¿Sabes qué?: mientras tanto intenta llevarte bien con el viejo, guardar silencio si te ofende. Y, si tienen que separarse, es mejor pacíficamente. ¿Cierto? 
Asia se comprometió a trabajar con fervor como antes, y realmente tratar de no dar la ira a su suegro. 
La noche parecía no tener fin, y Asia atormentada por una vaga ansiedad, tenía dolorosos problemas en su corazón. El bebé estaba empujando más y más que antes, como si temblando en un sueño... Nunca Asia ha estado esperando con tanta ansiedad el amanecer. 
Las nubes negras y pesadas en el cielo se perseguían rápidamente una tras otra bajo el imperfecto  disco roto de la luna. Derivas de nieve con un chirrido de tiza en las dunas, tiraban en la cara de Asia puñados espinosos de nieve mezclada con arena. Continuamente los perros ladraban. Taimas, por lo general tranquilo, ahora con grandes saltos rodeaba el shukyr, y luego se congeló cerca de Asia. Con su aspecto desaliñado y frecuentes aullidos, advirtió, ¡cuidado, el mal está por todas las partes! 
Asia lo tiró de la nuca con fuerza. 
- ¿Qué te pasa Taimas? ¿De qué tienes miedo? 
El perro enojado gruñó, mirando hacia la oscura colina que se elevaba por encima del shukyr. El viento soplaba desde el montículo y llenaba la cavidad cerrada con su aliento helado penetrante. Asustadas saltaron las ovejas y con un balido quejumbroso, se juntaron en un grupo.

El viento  se abalanzó sobre la yurta, sacudiéndola hasta sus cimientos, y la gente en ésta se despertó, levantó la cabeza y escuchó... 
Después de  medianoche, el silbido de una tormenta feroz y entrelazada levantó una nueva voz amenazadora. Detrás de la colina, donde Taimas quería ir, llegó más claro un aullido melancólico. Éste se acercaba, y luego se alejaba. Se trataba de una manada de lobos que rodeaban las inmediaciones, como si se reunieron en ferocidad. Asia que a menudo había escuchado y visto lobos en las noches de invierno, ahora se estremeció. Apretando en la mano un bastón de abedul pesado y con su corazón  latiente, escuchaba las voces del feroz desierto. Y a veces parecía que toda la arena se ponía en vida alrededor y a punto de saltar sobre el rebaño. 
- ¿Cuántos de ellos hay aquí? Ojalá que llegue la mañana pronto... Asia susurraba con sus labios blancos. 
El aullido se escuchó en todos los lados, y se hizo más fuerte, más feroz. La voz de los animales se arrastró por el suelo, junto con la acumulación de nieve y de pronto se elevó hacia el cielo, y allí se extinguió. Asia sabía que los lobos se acercaron al shukyr y ya están preparados a apuntar... Con un feroz ladrido ronco Taimas circulaba  el shukyr, y detrás de él los otros perros. Así, parece daban vueltas los lobos. Y, como animando a los fieles perros, Asia gritó desde la parte superior de los pulmones. El viento arrancó el grito de sus labios, lo rompió en pedazos, pero la voz de la mujer se escuchó - los lobos como se alejaron. 
Ahora  en la tienda todos estaban en sus pies. Balzhan instó a su marido y a su hija. 
- ¿Cómo?, ¡la pobre en tal noche! 
- Ah, aquí está la compasión...... – gimió y murmuró Esirgep vistiéndose. 
- Está más pesada - Balzhan dijo en tono de reproche. Esirgep echaba humo: 
- ¡Un bastardo está esperando! Sin padre. Sin embargo, esta vez Balzhan no guardó silencio:

-¡Él tiene un padre! A la guerra fue tomado. Ella se casó... Y un hijo de casamiento, no se aleja ... El padre es Moltay. 
- Moltay! - Sorprendido gritó Esirgep. Este chico siempre le gustó al viejo,  diligente y honesto, no hay lo que decir. Pero ¿cómo puede ser - el matrimonio mientras el marido está vivo? ¿Eligió la esposa de un amigo, un soldado? ¡Eso no puede ser! 
Pero Balzhan repitió, asintiendo con la cabeza obstinadamente: 
- Moltay, Moltay... 
Y por primera vez a Esirgep el corazón le latía con una terrible sospecha de que él no sabe algo sobre su hijo, algo muy importante que los demás si saben ... 
Una nueva ráfaga de viento golpeó la frágil casa del pastor. Y silbando a través de la tormenta se rompió el grito desesperado de Asia: 
- ¡Kanipa! ¡Kanipa! 
Ya un mes que Esirgep y Asia no intercambian ni una sola palabra, y ahora ella llama no a él sino a su amiga. 
Esirgep, Kanipa y Balzhan, empujando la puerta, salieron corriendo de la yurta. Asia no se veía en la tormenta de nieve blanca y vertiginosa. Su voz ronca se alejó. 
- ¡Más rápido, queridos, rápido! - Entre lágrimas murmuró Balzhan. – Está sola la pobrecita, querida... 
Esirgep y Kanipa corrieron alrededor del rebaño tras la voz de  Asia, tras el ladrido del perro, ellos también gritaron con todas sus fuerzas. 
En el cielo, ondeaban nubes oscuras metálicas y en el suelo se precipitaba el rebaño. El viento levantaba el pelo en los costados y las espaldas de las ovejas, anotándolos de nieve. Y las ovejas y la gente se quedaron atascadas en la nieve, causada por la tormenta. Gemidos y  zumbidos llenaban el desierto. Y entonces, como si rompiéndose a través de una presa invisible, ahogando las voces de la gente, los balidos de las ovejas y el ladro de los perros, cayó en el shukyr, de un fuerte chorro, una avalancha de nieve y  arena, y con ella apresurándose  a arrear, una manada de lobos. Sombras vagas pasaron al lado Kanipa. Ella se quedó sin aliento. Las ovejas rehuían, pero las bestias las superaron, arrancándoles los lados, cortándoles  la garganta.

- ¡Lobos! ¡Lobos! ¡Aquí están! - Fuera de sí gritó Kanipa. 
Esirgep llegó a tiempo y apenas sobrevivió el vertedero. La densa masa agitada de las ovejas enloquecidas empujaba la gente derribándolas al suelo. 
De repente, el rebaño se dividió en dos partes, y Esirgep vio a Asia con el bastón levantado. Ella se lanzó en esa abertura sin miedo, en silencio. Ante ella había un lobo, un adulto completo. El ladrón gris tomó sus ovejas, pero antes de que pudiera llevarlas,  Asia en un brusco y fuerte movimiento hizo caer el palo sobre el  cráneo del lobo. 
El palo le golpeó entre las orejas, el animal liberó las ovejas y metió la cara en la nieve. 
Asia balanceó hacia atrás y  rompió con un golpe del bastón la columna vertebral del lobo, diciendo entre dientes: 
- ¡Quédate abajo, quédate abajo, maldito! 
Esirgep se limitó a gruñir, y se acercó. El golpe no era femenino, y sin errar. 
Un perro gimió lastimeramente. Hasta Asia llegó medio muerta de miedo, Balzhan. 
- ¡Cariño! ¡Mi luz! ¿Qué hombre es tu igual? 
- Acaben  con el lobo... que no vuelva a la vida... cuiden a las ovejas... Que los lobos no las lleven a las arenas , que no las roben ... no las devoren ... -Y Asia, sin esperar una respuesta, corrió hacia el margen del shukyr, interceptando el camino a las ovejas asustadas. Esirgep,  sin demora, comenzó a correr al otro lado del rebaño. 
Poco a poco la ansiedad disminuyó. El rebaño de nuevo se fusionó  en una mancha oscura. Las ovejas obedientemente se pararon en medio del shukyr, cerca las unos a las otras, y sólo balaban sin cesar, como si repitieran una interminable pregunta: "¿Qué pasó? ¿Qué pasó? " 
Pero, al rodear el rebaño y calculando a ojo, Esirgep se convenció de que el rebaño se había reducido. Al parecer, algunas de las ovejas escaparon del shukyr y se aventuraron en la estepa, donde los ojos ven y dónde los lobos cazan y el viento sopla...

Asia no estaba en el shukyr. Ella, por supuesto, fue en busca de las ovejas. Tenemos que ayudarla. Sin embargo, hay que cuidar el rebaño que no se esparza, por tiro escapado - viene el desagüe. 
El anciano gritó llamando a Taimas. El perro no respondió. Así que fue con  Asia. Está muy bien. Juntos van a enfrentar los enemigos mejor. 
Amaneció. La ventisca se estableció. Pero Asia no regresó. 
Esirgep saltó al caballo a pelo, dio a  Kanipa instrucciones de no apartarse del rebaño ni de un paso y se dirigió con su caballo fuera del shukyr. Al lado de las vecinas cordilleras, en el desierto, miraba el anciano en la arena lamida por el viento y vio muchas huellas de pezuñas de ovejas y mirando más de cerca, dio un suspiro de alivio: manchas de sangre no eran visibles. Bueno, por suerte la  noche pasó, cuando el problema fue más grande. De día el lobo – es la mitad de fuerte. 
Justo como el viejo había pensado, Asia fue ayudada por el fiel y leal  Taimas. Éste alcanzó las ovejas y las detuvo en la noche, y Asia las había encontrado por sus ladridos. No se podía sólo entender una cosa: ¿qué pasó con los lobos? Cada minuto, Asia estaba esperando que se presenten al ataque. En la estepa abierta es más difícil  luchar contra ellos que en el shukyr y mantener  las ovejas agrupadas. Pero los lobos no se presentaron, y Asia, apenas recuperando el aliento después de un largo en seguimiento  de las ovejas, toda empapada de sudor, de repente sintió que se estaba agotando, no podía caminar, no podía permanecer, no podía conducir a las ovejas de regreso. Hacía calor, sus ojos se cerraban. Quería caerse en plano sobre la nieve y dormir al instante, sin pensamientos dulces, olvidándose de todo. 
No recordaba cómo hiso frente a sí misma, no se dejo sentarse y ni cerrar los ojos. O tal vez se sentó y cerró los ojos... porque los lobos se han ido... Taimas la despertó! La forzó a levantarse. 
A continuación, el corazón de Asia se puso ansioso pues el niño quería ceder. Y ella volvió a la vida. Temblaba, sentía un escalofrío. Condujo las ovejas para protegerlas bajo un alto duna y esperar allí hasta el amanecer. A la tenue luz de una mañana de invierno Asia las contó. Aproximadamente alrededor de ochenta... "Oh, tontos" - pensó.

El alba pálida destelló, el cielo se despejó. Llegó Esirgep, desmontó. La agotada Asia parecía al anciano como si fuera nueva y diferente. Y Asia no lo reconoció. Él habló primero: 
- ¿Estás viva y bien, dorada mía? - En la voz del anciano sonaba la vieja comadreja. 
El color se precipitó de nuevo en la cara de Asia. 
- Todo bien gracias a Dios,  Padre. 
- Mi hija, eres el apoyo de mi vejez... - Esirgep abrazó torpemente su nuera, tocó sus labios en su frente fría. 
Asia comenzó a llorar. ¿Y quién diría ahora?, mirando a esta tímida y  frágil mujer, que  esa noche ella no se inmutó y se pronunció en contra de un lobo adulto y lo dejó con una porra ¡como un Batyr-guerrero! 
Esirgep se quitó la chaqueta congelada, la rodó cuatro veces y la puso en la parte posterior del caballo en vez de una silla de montar. 
- ¡Siéntate, hija mía! Vete a casa. Ya terminaste. 
- ¿Qué dices?, ¡Padre! Gracias. Ve tú, y yo así... Voy a ir a pie. Las ovejas las vamos a devolver juntos... 
- Bueno, sí, en conjunto está bien. Pero tú no puedes caminar, te lo digo. ¡Monta sobre el caballo! 
La vieja Balzhan no creía lo que sus ojos vieron cuando los vio en el margen del shukyr: Esirgep caminaba y Asia, ¡sentada sobre el caballo! Balzhan no podía recordar cuando su  Esirgep le dio a ella tal honor... 
En el shukyr también todo pasó bien, mejor de lo que podría haber sido. Los lobos comieron  sólo tres ovejas y cinco fueron heridas – pero no de forma  peligrosa. 
- Sobrevivirán - dijo Esirgep y explicó: - Este es el caso... Cómo nuestra Asia, remató el líder, ¡ la manada se alejó! El resto eran cachorros. Sin el líder son menos que un decimo. 
Por la tarde, el cielo se despejó, el viento cesó. Kanipa, protegiendo el rebaño, vio a lo lejos un jinete en el  desierto.

Reconoció al jinete y Kanipa sonrió. Éste era conocido por sus  hábitos infantiles. Era el más perezoso de la granja y siempre le gustaba dormir, tenía dieciséis años y se llamaba Alim. 
El muchacho traía los periódicos. 
- ¡Una carta! - Preguntó impaciente Kanipa y revolvió la bolsa de Alim, sacudió el contenido directamente sobre la nieve. Cartas no había. Moltay seguía silencioso. Pero cuando abrió el periódico "Sotsialistik Kazajstán", le llamó la atención un  título negro - "los pioneros del ganado" Y bajo este había imprimida una fotografía del: padre, madre, Asia, y ella misma, Kanipa, que fueron filmadas cerca de los rebaños. Las mejillas de Kanipa se sonrojaron, le latió el corazón más rápido. Así que por eso los fotografió Asan en su última visita. Pensar que vagaron lejos de los asentamientos humanos, en las arenas, y a ellos, resulta que, la gente recuerda, les prestan  atención, ¡les tienen  respeto! ¡Como le gustaría que fuera oscuro! Entraría en la tienda, lanzaría el  periódico frente a su padre: este lo miraría un momento, y diría ¿quién está aquí? Pero una repentina corazonada le eclipsó su alegría. 
- ¿Y por qué viniste? ¿En lugar de Asia, o qué? 
- ¡Ata! - Alim asintió con la cabeza, sonriendo. 
- Bueno. - Kanipa frunció el ceño. - ¡Atrévete a hacer solo una alusión a mi padre acerca de esto! Llegaste - y bien, durante la temporada de parición, no te vas a quedar con los brazos cruzados. Si el padre pregunta, dígale, por ejemplo, me mandaron a ayudar a la  tía Asia... ¿Lo entiendes? 
-Y ¿Por qué no? – La cara redonda del tipo se aclaró, y sus fuertes dientes brillaron en una sonrisa. 




No era de extrañarse que los científicos y meteorólogos, y los viejos pastores hubieran pronosticado un invierno temprano, el frío y la nieve. 
Las heladas y las tormentas largas comenzaron en noviembre y en marzo parecía que nunca terminaría. La estepa sin fin se estaba ahogando en la nieve profunda. Los pastores fueron forzados a salir de Kaskelen y Jambul hacia las arenas.

Era difícil cruzar las arenas pues no había  carreteras. Las ovejas se atascaron en la nieve y estaban tan agotadas que las preciadas arenas no trajeron el alivio esperado. Los pastores ya no buscaban proteger a los animales hasta la primavera. La amenaza del yute parecía inevitable. 
En Alma-Ata, todos se pusieron en pie. Desde las pequeñas reuniones la gente empezó a visitar por todas las partes. Ellos fueron seguidos por una columna de vehículos pesados. Se elevaron en el aire  aviones que arrojaron sus cargas en lugares donde los camiones no podían pasar. 
Las noticias sobre los rebaños de ovejas y manadas de caballos llegaban a  la capital por la radio, el telégrafo y el teléfono, durante todo el día – pero las noticias no eran buenas. 
La pequeña granja experimental de Esirgep estaba en una cuenta especial. A principios del invierno mientras Esirgep vagaba con su rebaño en el desierto, encontró  alimento para las ovejas. La helada y la nieve lo llevaron más y más adelante. Detrás del rebaño, día y noche, sin descanso, estaban los lobos, pero Esirgep seguía pegado a su camino. Durante el invierno, el anciano y su familia no sabían lo que es el resto, agotados, pasaban de uno a otro shukyr cada tres o cuatro días. ¡Las ovejas no  demacraron! Siguiendo su ejemplo, emprendieron camino hacia Sarytau otros pastores. Allí el invierno era agitado, pero cordial en alimentos... El anciano pastor gruñó: 
- Se  ve mucho ganado caminando en la oscuridad, varias miles de cabezas. Pronto empezarán las peleas  por cada pedazo de pasteo. 
Sin embargo, en el alma estaba contento: ¡cuántos pastores y ovejas veía a su paso! Junto a Esirgep también fueron Tuzbay, Kystaubek y Kozhash, viejos compinches, pastores del Instituto de Ganadería. 
Dos meses y medio Esirgep no bajó de la silla, en busca de un lugar donde la nieve sea menor, y la hierba, mayor. Y tan pronto como se encontraba con tal lugar, rodaba inmediatamente la yurta cargando sus pertenencias y llevando las ovejas a la nueva parada. Fue entonces cuando Esirgep agradeció a Babrov por haberle traído tan resistentes y buenos caballos. El estado de ánimo era optimista en la familia. Quién había visto el rebaño, decía: ¡que buenas ovejas las de Esirgep!

En los últimos días de marzo, el invierno, como si de mala gana retrocedió, abriendo el abrazo helado. Corría el agua de deshielo. El tiempo del parto de las ovejas  se acercaba. Y Esirgep llevó las ovejas en el camino de regreso a las extensiones del Kanbulak. La transición no fue fácil, duró diez días, pero las ovejas bien alimentadas y fuertes. Llegaron a punto. 
Se detuvieron a las orillas del río turbio Zhalybulak. Esirgep con Alim empezaron a renovar las zanjas de refugio, cubiertas por la nieve y dañadas por la nevada, para los futuros corderos. A principios de abril, cuando el  claro cielo de primavera se llenó con un denso  azul, comenzó el parto. 
Durante los primeros tres días del parto, nacieron un centenar de corderos blancos. Dos de los tres refugios preparados se "llenaron" hasta el tope. 
Asia y Kanipa se alarmaron. 
- Las ovejas madres sufrieron de frío  el invierno. ¿Tendrán suficiente leche? Y entonces llegaron  Babrov y Asan. 
- Bueno, y como pasaron el invierno, Papanin? – Preguntó Babrov desde la silla. – ¡Se  mantuvo su témpano de hielo! - Y desmontó y respetuosamente estrechó la mano a los ancianos y abrazó a Asia. Desatando una bolsa de viaje, Babrov entregó sus regalos. A Balzhan que era una gran amante de té le dio unos paquetes de té de primera calidad,  a las mujeres jóvenes - nuevos vestidos: vestidos, chales coloridos y dulces. Y en la maleta de Asan había balanzas a para los corderos. 
El examinar y pesar los corderos recién nacidos y de cuatro días de edad,  tomó un día entero, Asan dijo: 
- No se preocupen. ¿Los refugios son pequeños? No importa. La leche de nuestras blancas ovejas resulta ser mucho más abundante que esa de las simples ovejas Kazakh. Los corderos van a aumentar de peso muy rápido. 
- El difícil invierno los benefició para la posteridad: El invierno lo pasaron en el útero... - Dijo Babrov. - Los tres primeros días mantengan a los corderos en  calor, y después póngalos en libertad con seguridad, que hagan lo que se les  antoje. Y en su lugar – pongan a los recién nacidos. No harán daño. Nuestra prueba llegará a su fin.

En verdad, si no fuera por la orden de Babrov, Esirgep no se hubiera atrevido a sacar a los corderos fuera del refugio caliente después de tres días. Pero las órdenes son órdenes. Sólo se abrió la puerta y los corderos con sus  balidos y empujándose entre ellos, se precipitaron hacia las madres. Al principio, se atacaron con cautela a las partes peludas de las madres, pero pronto dejaron de calentarse bajo el pelo largo. 
Babrov se quedó con Esirgep hasta el final del parto. La gran cantidad de pruebas difíciles y riesgos ¡fue un éxito! Las ovejas blancas no eran sólo resistentes, pero más lanosas, también más grasosas y más de todo prolíficas. Las ordinaria ovejas Kazakh daban aproximadamente  noventa y ocho corderos por cada cien mujeres, y las blancas -  ciento treinta. Una tribu persistente y generosa... 
La primavera ya estaba en las colinas esteparias, y las vestía con hierbas frescas. El sol alegre ardía más caliente, y bajo sus rayos benditos se abrió camino en la tierra las hierbas favoritas de las ovejas – del tipo Zhusan y Shagirov. 
Los corderos retozaban en la expansión, saltaban sobre sus delgadas piernas, acariciadas por el viento cálido y aromático. 
Balzhan, armada con un cucharón de madera, no se apartaba de los calderos burbujeantes con leche de oveja, cocinaba el  Kurt. Llenaba hasta el borde los tazones, tazas y jarras de la yurta con el audaz ayran. 
Rápidamente corría a lo lejos, brillando en el sol, el río Zhalybulak, hinchado por el agua de deshielo. En su alrededor, perforaban la hierba verde, como pedazos de un espejo roto, las albercas y los lagos. Kurlykay velicaba alegre, cantando, silbando, acudían en masa a sus orillas hospitalarias, embalses de aves de corral. En las cañas, batiendo sus alas, los gansos cacareaban, y alto en el cielo azul, como en un período de nieve blanca y fabulosa, bandadas de cisnes volaban, saludando la tierra floreciente con sus persistentes, gritos suaves.

Asia estaba en sus últimos días. Toda la familia vivía en una alegre anticipación secreta. En un día cálido de abril por la mañana Esirgep se dirigió al rebaño en la estepa, y Babrov, que también iba a ir con él, después de buscar a Asia, repentinamente decidió quedarse. Es necesario que en la casa quedara un hombre - ¡quién sabe qué! 
Y su presentimiento no lo había engañado. Asia, se puso de parto. Babrov salió de la yurta, pero no apartó la vista de la puerta: por si necesitaran su ayuda. Afortunadamente, todo salió bien: el parto fue fácil. Asia dio luz a un niño. 
Llamaron a Babrov. 
- Mire, todo está bien ... Usted puede ver, que lindo ... -Iván Dimitrivich. Dijo en tono de disculpa. –El niño será feliz ... 
Pero tanto él como la mujer pensaban lo mismo: ¿qué dirá Esirgep? 
Montó su caballo, Babrov fue a los pastos. Y a lo lejos, al ver a Esirgep, gritó: 
  

- Suyunshi, hombre, suyunshi- alegría! Tú, hermano, tienes un nieto! Esirgep en silencio estrechó la mano a Babrov. 
Entonces, con una sonrisa desconcertada y por ninguna razón en absoluto se palmearon el uno al otro en el hombro 
Ambos estaban confundidos y se quedaron en silencio en sus pensamientos, como si mirando el uno al otro. 
- La guerra está llegando a su fin - dijo al fin Babrov. - La lucha ahora está cerca de Berlín. Pronto, muy pronto, nuestros héroes regresarán a casa ... 
- ¡Que así sea! Sí, que sus palabras se hagan realidad - en silencio pronunció Esirgep. 
Cuando la noche envolvió el desierto, la yurta se iluminó en una gran fiesta. Asan y Kanipa pusieron fieltros de tekemets, alfombras estampadas y colchas nuevas. La casa se preparaba para celebrar el honor del shildehanu – la denominación del nombre al recién nacido. Las mujeres con  ansiedad y  no ocultando su miedo esperaban a Esirgep.

Muchos pensamientos amargos y difíciles pasaron por la mente del anciano pastor en ese día, y aún más en  el invierno, a la espera de este día. La decisión por largo tiempo se maduró en su alma.
Al llegar a la tienda él se desmontó lentamente, el anciano se dirigió a su esposa y le dijo
- Y, qué... Llegará pronto nuestra  victoria, tenemos un nieto con usted ... Vamos a darle un nombre - Jenisbek - ¡Hijo de la Victoria

1947