(Unas páginas del diario del maestro de un aúl)
“¡Qué niño más hábil es Bakhyt! Tal vez ni los adultos son tan ahincados como él. Lo entiende y recuerda todo a la primera. Los chicos como Nurkán, aunque esté sentado a su lado, en comparación con él es simplemente un zopenco.
Sí... habría que mandarle a Bakhyt a una escuela en la ciudad, pero su padre ató al niño de pies y manos. Dice que no tiene a nadie para vigilar el ganado...
Ayer di una tarea escrita a Akhat, Nurkán y Sapar. A Akhat le aconsejé describir nuestra escuela. Hoy trajeron sus trabajos. Aquí está lo que escribió Akhat:
“...La antecámara de la casa de Aleke. Un cuartecillo escaso. Una de las puertas da al cuarto de invitados, la otra da al patio. La puerta exterior sólo se entorna sin cerrarse herméticamente, y por eso por abajo está cubierta de hielo, y en la antecámara baila el viento penetrante... Al lado de la puerta que da al cuarto de invitados está situada una estufa larga con un tino dujetado. Cerca están amontonadas ceniza, turba. Aquí mismo están en desorden unas cántaras mugrientas, una bacía, un jarro... Pues qué se puede decir: una cocha y marrana increíble, así es Altynay...
La ventanilla hay sólo una, y además está medio rota. En su lugar fijaron una chapa. El otro cristal está saltado, y la grieta está tapada con fieltro pudrido y trapería. ¿No se podía encontar una solución mejor? Eh, Altynay, no resultarás en nada bueno...
Estamos sentados a una mesita redonda. Mi puesto es mismo cerca de la estufa, al lado de la entrada. Espalda con espalda con Altynay. ¡Dios, qué calamidad es ella! Si tome la tetera o meta a la estufa una sartén con galleta – hollín y ceniza suben al techo como una nube. ¡Y le importa tres pitos! Si queme inesperadamente su dedo contra la sartén, yo resulto el culpable. Me empuja como una loca y grita para el colmo: “¡Córrete, imbécil! ¡De todos modos nunca llegarás a ser un molá, y hasta si sí, no eres tú quien va a leer un rezo conmemorativo para mí!..”
Tal vez ni los adultos podrían escribir como lo hace Akhat. En nuestro distrito de Talkaín hay más de veinte maestros, la mayoría de ellos no sólo son incapaces de describir su escuela, sino ni siquiera pueden escribir una solicitud simple. En el año pasado, en la conferencia de maestros, había que presentar una solicitud al centro distrital, para pedir ayuda financiera. Entonces un tal Kusaín le pidió a alguien que le compusiera la solicitud, y él mismo sólo la copió a duras penas.
Y entre los chicos hay unos muy hábiles. Sólo hay que ayudarles oportunamente, descrubrir sus talentos. Pero sus tutores son demasiado lentos. Por ejemplo, este mismo Kusaín... ¿Cuánto provecho pueden dar sus estudios?...
Vino el bay Aleke, frunció el ceño, demandó pagar inmediatamente por el local de la escuela. Por lo visto, tendremos que dirigirse al consejo escolar y darle algún dinero a este perro insaciable. Tanto ganado tiene este infame que ni siquiera puede ordeñarlo todo, ¡e incluso demanda el pago por una antecámara hollinada! Y una cosa peor que el bay es Altynay. Si ella sepa que no se pagó por el local, se pondrá a hacer ruído con vajilla, echar ceniza, no nos dejará estudiar a nadie.
Vale... pues iré al presidente del consejo escolar, le pediré un poco de dinero para el bay profanador...”
***
“10 de marzo.
Hoy visité a Ereke. Tanto él como su mujer son personas sinceras. Se pusieron a ajetrear, trajinar, me acogieron muy radiantemente. El dueño es muy trabajador. Trabaja de zapatero toda su vida. Cada vez que le visito, siempre está fabricando algo, cosiendo, están amontonados a su alrededor unos trozos y pedazos. La mujer retorce los tendones, prepara el cabo. Ereke es un pobre haraposo típico. La casa está vacía, no hay en qué parar la mirada. Al lado de la pared frente a la puerta están dos trozos de cuero. Sobre éstos están jugando los niños, reluciendo las panzas desnudas. Toda su vida estaba Ereke cosiendo botas para los otros, pero él mismo ni adquirió algún ganado, ni tiene a sus niños vestidos y calzados. Entonces, no le sale bien. Entonces, trabó la amistad muy íntima con la pobreza.
Es humilde este Ereke, es muy bueno. Si le pidan hacer algo, nunca niega. Él cose, la mujer retorce los cabos de tendones. Nadie le paga, y él nunca les pide. Una vez le dan un poco de carne, otra vez un té, un poco de mantequilla, pues y vale. Está contento con esto. Muchas veces he oído como le reprochaba su mujer:
- ¡¿A qué trabajas tanto para el bay?! Ni siquiera te dice gracias. Si le visites en verano, ni siquiera te dará de beber un poco de kumís apenas cocido...
Eso es verdad: trabaja Ereke para toda la familia del bay, y nunca recibió aunque sea una moneda de cobre. Le aludí una vez:
- Se puede reclamar el pago en el orden judicial.
Ereke hizo un gesto de desprecio:
- ¿Y eso a qué? Tenemos que estar contentos con la merced de Alá.
Y la mujer gruñó:
- Eso es... siempre dice lo mismo...
A los holgazanes les gusta corretear cerca de un trabajador y charlar. En la casa de Ereke también se juntan cada día. Cuando entro a la casa del zapatero, ellos suelen de cambiar de tema inmediatamente y se ponen a meterse conmigo. Y esta vez Tyshkanbay se sonrió:
- ¿Entonces, maestro, disolviste a los chicos y ahora disfrutas? Me da miedo que vayas a escapar ahora de la casa del bay, ¿eh?..
Claro que bajo la casa del bay entiende el local de la escuela. Eso se hizo un hábito suyo – comenzar de hablar sobre la escuela al encontrarse conmigo. Yo le pagaba con la misma moneda, en seguida me echaba sobre Tyshkanbay.
- Creo recordar que vosotros estábais charlataneando durante todo el invierno que en verano hay que construir una escuela nueva. Ya es primavera, pues ¿dónde está lo prometido, eh?
Tyshkanbay quedó pensativo en serio.
- ¡Verdad, ya es tiempo! Estamos hartos de las mercedes del bay. Que le trague juntos con su antecámara. Vamos a ponerse a este trabajo colectivamente.
- Colectivo es una cosa buena. Colectivamente podemos hacerlo todo. En nuestro aúl sólo, además de los bayes, hay más de veinte casas. Y todos tienen hijos. Si nos unimos todos, lo haremos en dos zancadas, – consintió Rakhmet.
Se pusieron a hablar todos juntos.
- ¡Si vosotros levantéis los muros, me encargo del techo! – declaró Ereke y tendió el hilo con tanta rabia que éste se quebró.
- Eso es... siempre es así... – observó con reproche su mujer; le daba pena por el hilo.
Entre los veinte pobres del aúl estos, quizás, son los más diligentes y sensatos. Si ellos se ponen al trabajo seriamente, simplemente pueden edificar una escuela nueva. A lo mejor tengo que presionar un poco más a Tyshkanbay. Le acostumbré a leer “Las Noticias del aúl”. Voy a hablar con él sobre la escuela una vez más. Por supuesto, disolvimos a los chicos hasta el año escolar nuevo, pero eso no quiere decir que un maestro de aúl no tiene nada que hacer. Se puede decir que todavía no tenemos nada. Hay que cuidarse del futuro. La gente tiene que ayudar concientemente al maestro a educar a los hijos suyos.
Dicen que el aulnay[1] vino al bay. Voy a investigar qué noticias ha traído.”
“20 de abril.
¡Apyrmay[2], con este aulnay tengo tantos desentendimientos! Ni una sola vez no me dió el periódico como es debido. Me da cada segundo ejemplar. Y eso sucede todo el tiempo. A veces me manda todo el montón, desordenado, para todo el aúl. ¡Tantos periódicos están allí! Uno tiene que encontrar una manera de ordenarlos para que baste para todos. Como si no tenga otras cosas que hacer...
En uno de los periódicos estaba un artículo muy grande titulado “Los corresponsales aldeanos deben escribir la verdad”. No sé sobre los demás, pero yo personalmente escribo sólo la verdad. Pero – verdad sea dicho – todavía no veo ningún resultado. Por ejemplo, en el año pasado escribí sobre Rajimzhán que había golpeado a su peón y le había echado fuera sin pagarle. También escribí sobre el atropello de los Kokbas que ilegalmente le habían quitado el ganado de una viuda. Y escribí sobre Medeubay que había vendido a su hija de catorce años a cuarenta y siete reses... Y el resultado no hay ninguno. Bien es verdad que según los rumores a Medeubay llegó milicia del distrito, lo interrogaron, pero no se sabe en qué resultó todo esto. Si los informes de los corresponsales de aúles no sean seguidos por las medidas oportunamente tomadas, entonces a uno no le darán ganas de escribir...”
***
“20 de mayo.
Hoy estoy muy contento. La construcción de la escuela que me parecía ser un sueño vacío se hizo una cosa real. Tyshkanbay mandó por mí. Vine y ví que la gente se había reunido.
- Maestro, – dicen, – danos el suyunshi[3]. Ya ves: empezamos a construir la escuela.
Empezaron a conferenciar sobre el método de construir. Unos dicen: vamos a utilizar el césped. Pues eso será más rápido. Otros insistían: no, los ladrillos sólo. Así decidieron. En el aúl hay unos veinte adolescentes capaces de trabajar. Al trabajar todos en conjunto, en cuatro días se puede fabricar bastante ladrillos. Es una idea honorable, entonces tiene que ser realizada como es debido. Hablé con los adolescentes, les expliqué todo. Nadie me negó.
Para dirigir la construcción le eligieron a Tyshkanbay. Algunos proponían la candidatura mía, pero yo insistí que le designaran a Tyshkanbay ser el responsable de la construcción de la nueva escuela. Claro que va a intentar y mostrarse digno de la confianza. Es un dzhiguit fiable: al ponerse a hacer una cosa, la hace. Y yo de todas formas no estaré cruzado de brazos. Esta vez ni siquiera tomaré las vacaciones. Voy a ayudar en la construcción. Si por el invierno consigamos levantar la escuela nueva, nada me puede alegrar más que eso.
Recogimos dinero para las ventanas, bastidores, jambas, puertas, techo. Yo asigné mi sueldo de un mes. Ereke prometió dar los tres rublos que le debe un ruso por las botas. Eso es todo que tenía el pobre zapatero...
Mañana van a fabricar ladrillos. Y yo también voy a trabajar para que los chicos no se aburren. Durante el descanso les voy a leer periódicos, libros, versos...”
***
“30 de mayo.
Vino el aulnay para repartir los terrenos. Celebró una reunión. Yo también vine. Detrás de la casa de Srym se reunieron unas veinte personas. Más de la mitad eran del nuestro aúl. Nuestro Consejo consiste de diez aúles. Cinco representantes de cada uno haría ya cincuenta personas. Pero nadie vino ni de Sholaksay ni de Karykbol. ¿Acaso esto es la manera de celebrar las reuniones generales dirigidas por el consejo de aúl? Y en el año pasado tuvieron las elecciones en las cuales participaron dos o tres aúles sólo. Nuestro aulnay no vale para nada como un organizador, es torpe, pelmazo, indolente y no es nada capaz para la actividad pública. Así creo.
Juntos con el aulnay vino para celebrar la reunión un maestro. Se hablaba que éste dedica toda su vida a las intrigas y no a la educación de los niños. Y el invierno pasado, se me acuerda, estaba yendo de un aúl a otro como un representante del distrito. También llegaron a la reunión unos cuantos barrigudos. No entiendo, ¡¿qué tienen que ver los bayes con la repartición de los terrenos?! El aulnay comenzó la reunión. Ni siquiera mencionó la presidencia. Declaró:
- Vamos a repartir los pastos y los terrenos de siega. Concedo la palabra a este camarada.
Al comunicar esto, el aulnay sonrió. Tampoco entendí qué quería decir su sonrisa.
El maestro que vino del distrito por lo visto está tratando de conquistar un cargo de director. Con el aire de importancia de un chupatintas malhadado abrió su carpeta, hurgó en los papeles un largo rato, por fin sacó el peine y se puso a peinarse. Y su “reporte” sonó así:
“A nuestro distrito vino un encargado de la ciudad. ¡Un kazajo mu-u-uy riguroso! El alcalde del distrito está a punto de llorar. Dice que en toda su vida nunca ha visto a una persona tan rigurosa... Entonces decidió arreglar los terrenos del distrito durante un mes... A mí me mandaron urgentemente a los aúles para recoger toda la información sobre la tierra...”
Nadie entendió ni una sola cosa de lo que había mascullado tan fastidiosamente el maestro-representante. ¿Qué le importan a un kazajo riguroso de la ciudad los terrenos de nuestro aúl? ¿A lo mejor quieran someter nuestro aúl a un impuesto adicional? ¿O se le ocurrió a la gerencia otra cosa mala?
- Bueno, ahora a desembuchar qué terrenos tenéis, – dijo el presidente del consejo de aúl abriendo su bolsa rayada.
- Sería mejor si tú, querido mío, explicaras primero lo que pasa, – observó con enojo Tyshkanbay. - ¿Apuntar qué? ¿A qué, por ejemplo, incluir los vastos espacios?
- ¿Qué es de explicar aquí? Vamos a apuntar quién tiene qué tierra, y después va a venir la comisión y va a decidir a quién se debe cuánto, – contestó el aulnay.
- Creo que es un poco incierto. Pues leo los periódicos. Parece que ahí se hable sobre eso de una manera distinta...
Tyshkanbay me miró.
- Qué se dice en los periódicos-meriódicos, no lo sé. Estoy cumpliendo la instrucción del distrito, – se enfurruñó el aulnay.
Se hizo claro que en comparación con el aulnay y con el maestro-instructor, la idea de Tyshkanbay sobre la repartición de terrenos era mucho más profunda y amplia. Pero no consiguió explicarlo todo a los demás de una manera clara, comprensible. Sí que lo entiende todo, pero no lo puede expresar. Según se dice, le faltan palabras. Y es por eso que me miraba, como si estuviera pidiendo mi ayuda.
Presenté una proposición:
- Su reporte fue demasiado rabicorto e incomprensible. La gente no puede entender nada. Y la repartición de terrenos es una cuestión complicada. Con esta acta el gobierno se propone poner fin a todas injusticias en el usufructo de tierras. Quiere otorgar tierra a los pobres que toda su vida estaban en dependencia de los bayes. Todo eso hay que explicarlo en detalles al pueblo. En este caso con prisa sólo se puede causar daño...
Las palabras mías no le gustaron al aulnay. Se puso gris, frunció las cejas:
- Ya sé qué tengo que hacer. ¡Y no necesito ningunos consejos!
Qué tonto es... ¡¿Pues por qué se encerrizó?!
Con esto la reunión se acabó. Parece que hayan eligido una comisión de repartición de terrenos. Y entraron en ésta unos bribones sólo. Entre ellos era el bay Rajimberdý... No será nada útil esta comisión. Tal vez voy a escribir una carta al distrito. Voy a contar sobre la reunión, sobre todas las violaciones y tergiversaciones...”
***
“...Se oyeron de la calle una gritería, un vocerío. ¿Qué pasa? Resulta que se pelearon Dospol y Khasén. Me eché corriendo. También fue Tyshkanbay... A Dospol le han dado una pasada. En la cara tiene unas equimosis. ¿Qué está ocurriendo? Se hizo claro lo siguiente: Dospol tiene un mortero de madera en el cual él corta y desmenuza tabaco de mascar – nasybay. Khasén lo pidió prestado para desmenuzar un poco de tabaco. Y su hijo, jugando, partió el mortero con una hacha. Lo vió la mujer de Dospol, le dió al chico uno o dos torniscones, y éste prorrumpió en sollozos. Khasén se enfadó: “¡¿Por qué estás pegando al niño?!” Y riñó a la tía. Entonces Dospol también se embotijó. Y así siguió...
- ¡Nos está hostigando todo el tiempo! – se arrebataba la tía de Dospol. – Esta vez, cuando vino el marido de mi Shrayla, matamos un animal, y éste usurpó toda la carne, no nos cedió ni una parte.
Dospol y Khasén son parientes. Y aquí no se trata del mortero. Pero en esta pelea por el mortero está escondida otra cosa. Aquí está envuelto este pícaro Nurpeís. Éste no quiere más que causar una pelea...
He oído el siguiente: Dospol se dirigió al aulnay. Por lo visto, decidió poner una queja – lo va a cobrar. Promete satisfacerse – va a cobrar una vez más. Por un trozo de madera que no vale un pito. Dospol seguramente va a perder dos corderos. Y así los astutos juegan el dedo en la boca a los pobres.
¡Oh, papanatas!... ¡Oh, ignorante!...”
«20 de junio.
La construcción marcha. Ya empezaron con el techo. Fui a Zhantak para tomar una sierra, iba por alrededores y veo: cerca de un carro Altynkul está ordeñando una vaca. Al encontrarme ella siempre se alerta, se pone en guardia, olvida inmediatamente de todos sus quehaceres... Si le pase sin decirle nada, va a ofenderse... Me acerqué y dije:
- ¡Que se aumente tu cantidad de leche ordeñada!
- Que no se aumente. No le deseo cosas buenas a Tnymbay, – contestó ella.
- ¿Por qué dices esto? ¿Te riñó la baybishe[4]?
- ¿Y quién no nos riñe? Para eso nos creó Alá, – suspiró Altynkul.
Ella es joven, acaba de cumplir veinte años. Tiene las mejillas como manzanas. Ácida... Su padre, un pobre, en cambio de ganado dió a su hija al bay Tnymbay como segunda mujer. Lágrimas de sangre llora Altynkul. “¡Qué felices deben ser aquellos que se casan con sus iguales!” – dice con ansia. Cada vez me ruega que la libere de Tnymbay odioso. Espera que lo haré. Y yo por una tontería de veras le prometí quitarla del bay. Pues... tendría yo una mujer buena. No desdigo mis propias palabras, pero tengo miedo de que no se saldrá nada. Ahora me ocupo de la construcción de la escuela. Me espera el trabajo de instruir y educar a los chicos. ¿Acaso les podré abandonar? Sin dudas mi matrimonio afectará los negocios escolares. Va a suceder lo mismo que le pasó a Shanbay. El pobre hombre también trabajaba de maestro, después llevó la mujer de un habitante del aúl, se armó el alboroto, y por fin a él le echaron fuera, y la escuela fue cerrada. Yo no puedo arriesgar tanto.
Ay, pobre Altynkul... Me miras con tus ojos claros con ruego y esperanza...”
«25 de junio.
Cuando empezábamos a construir la escuela, los bayes y sus lameculos se sonreían con el aire malévolo: “La pobretería se puso al negocio. ¡Vay un chiste!”
Y es cierto, ¡habráse visto antes que los pobres comenzaran una cosa sin saberlo y aprobarlo las cabecillas del aúl! Pero no se asustaron, se pusieron todos juntos a trabajo y levantaron la escuela. No sólo los bayes, sino ellos mismos se sorprendieron. Y toda la gente también se quedó con boca abierta. Y la escuela resultó maravillosa: grande, clara – de tres habitaciones. Separadas, todo a lo bueno. “¡La escuela es nuestra! Nuestros hijos van a estudiar aquí. ¡Pues vamos a esforzarse, tías!” – dijo la mujer de Tyshkanbay, Ayshakul, reunió a todas las mujeres casadas jóvenes y durante diez días estaba enluciendo, embarrando, encalando. ¡Y ya se ve qué blanca es! Brilla tanto al sol que se llena el ojo. Los pasadores y viajeros vuelven la vista sin querer... Y yo estoy tan contento que no puedo estar en casa, no puedo comer tranquilamente, me dan ganas de ir a la nueva escuela. Vengo, paso por las aulas, mi alma exulta, me dan ganas de cantar de arrobo. Y a propósito, en honor de la inauguración de la escuela hay que preparar una velada, un concierto. En cuanto los chicos se liberen de sus quehaceres, me pondré a hacerlo en seguida...
Una habitación pequeña pero clara y acogedora la destinaron para el maestro. Está reluciendo toda como un espejo bien limpiado. Hoy entré, me paré al lado de la ventana y ví enfrente la casa de Alimbay. No parece una casa sino un monstruo achaparrado. En su tiempo se alzaba con arrogancia sobre todo el aúl, se destacaba con orgullo como si diciendo: así soy, ¿qué otra cosa puede compararse conmigo? Y ahora hay poca cosa para mirar, se asentó, se envejeció, está a punto de caer. Es cierto lo que dicen: “La altura no es una cosa para jactarse. ¡Si te topes con un gigante, te pondrás los ojos en blanco!” Por lo visto Alimbay también tiene esta sensación. No sin motivo suspira últimamente tan a menudo...”.
1928