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Ахмет Байтурсынов
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Mailin Beyimbet "El cuñado mayor se equivocó"

02.12.2013 1693

Mailin Beyimbet "El cuñado mayor se equivocó"

Язык оригинала: El cuñado mayor se equivocó

Автор оригинала: El cuñado mayor se equivocó

Автор перевода: not specified

Дата: 02.12.2013


Desde que Dosmaganbet fue electo jefe del aul, el octavo aul perdió la paz. Cuando los gobernantes aul eran Zakir y Zalman, todos los casos con los comisarios delegados fueron resueltos dentro de sus casas. Así que los habitantes del aul se enteraron de la llegada del comisario de la parroquia o del condado sólo después de su partida.
La noticia fue divulgada por los juerguistas que llegaron a la casa del Bai para disfrutar de un poco de leche de yegua gratuita - kumis, y rayarse las lenguas con palabras.
- Resulta que al jefe de aul -aulnay llegó el comisionado de la ciudad - dijeron. – el huésped comió yarkoi, y siguió por sus asuntos.
¿Quién era el comisario, porqué  venía - a nadie le interesaba? En la mente de los habitantes del aul el comisionado existía para viajar, ser un huésped de los Bai, comer carne, beber kumis y " atraer " a los jefes de los aul.
Cuando  Dosmaganbet se convirtió en jefe -  de inmediato todo cambió. De los comisionados ya no hay descanso. Dondequiera uno los encuentra, uno puede estar seguro que empezarán con las preguntas y entrarán  en el alma. Y casi todos los días  empezaron a llamar a la gente a las reuniones.
- Apyrmay, la vida en este mundo se hizo dolorosamente ansiosa – suspiraron los viejos abatidos, tocándose sus venerables barbas - ¡no es bueno! La juventud es alborotadora.
Y un día, un día de verano, con buen tiempo, cuando la gente honrada después de beber el kumis se retiraba al merecido descanso en las sombras de las yurta,  ocurrió que  Dosmaganbet dio vuelta al entero aul. A propósito, a la luz del día empezó a redondear a toda prisa a las muchachas y las vírgenes – y otra palabra que no voy a nombrar.
Y un tal Artikbay – una persona simple del consejo del aul - incluso llegó a gritar:
-¡Chicas! ¡Las chicas! ¡Las jóvenes, las muchachas! ¡Bueno, vamos, todas a la  reunión!
- ¡Reunión! ¡Que vengan todas, hasta la última! ¡Llegó el comisionado! ¡Dirá algo!
- ¿Qué pasa si uno no va? - Preguntó la mujer Demesina.
- Y si uno no va nosotros vamos a escribirlo en el protocolo, y ¡lo mandamos al tribunal! - Respondió Artikbay rápidamente.
- ¡Ah, que su mala lengua se le seque! ¡Que la serpiente ponga huevos en su boca! - Susurraron las mujeres tras de él.
Sin embargo, a la reunión llegaron a casi todos. Algunos por el miedo de ser inscritos en el protocolo, otros pues tenían curiosidad de escuchar al comisionado de la parroquia.

- ¿Dónde está el jefe que nos llamó? Ah, allí está, ¿es él o qué? – Hablaron unas jóvenes de lengua afilada.
- ¿Este pequeño y seco?
- Dígame nuera ¿para qué nos necesita? – Una anciana sin dientes murmuró, tirando suelda por puntos con un mechón de lana. - Dios, ¿qué está pasando en el mundo? Incluso a las mujeres no se les permite vivir en paz...
Los hombres viejos de barba blanca, los jinetes de barba negra , los jóvenes imberbes , los estafadores , y los vagos, con camisas sin fajar, en pantalones de lino  -dambal y chanclos de cuero – kebis, sobre los pies descalzos , rascándose los vientres rígidos por el kumis , todos ellos fueron arrastrados a la reunión . La sombra de la choza miserable y torcida de Duysenbay resultó ser manifiestamente inadecuada para la mitad  de los reunidos. Muchos tuvieron que permanecer bajo el sol, refugiándose del sol ardiente con un albornoz o un chaleco.

Una joven mujer de ojos negros y con gotas de sudor en la punta de la nariz con algo de soltura charlaba con las mujeres  alrededor y las divertía.
- Bueno, basta, Bikasap – dijo la más sensible de las mujeres jóvenes. – Avergonzase, te van a escuchar.
- ¡Ah, de qué tengo tener vergüenza! - No se quedó callada Bikasap. – Nosotras no vamos a sus reuniones. Una vez en  la vida llamaron a las mujeres a una reunión y ¡ellos también llegaron aquí!
Los rostros de los ancianos estaban tristes, infelices. Como si los hubieran despertado y medio dormidos fueron arrastrados allí.
- ¿Dónde está el aulnay? ¿Por qué no empiezan? - Uno de ellos murmuró.
- No te preocupes, Bayeke... No todas las mujeres están aquí , todavía
- Artikbay dijo con una sonrisa .
He aquí a donde hemos llegado: un tal  Artikbay, un pillo, que se permite de amonestar al mismo Baimaganbet. El venerable Bayeke lo miró con enojo. Si sería su voluntad ¡ya lo hubiera perforado con un perno!..
- ¿Qué quieres decir, " no todos están reunidos "? - dijo Kekebay con voz desafiante y extendió sus pies descalzos. – He aquí, todos ya están sentados... Y esos con los largos albornoces igual no se reunirán . ¡Vamos, vamos a empezar!
Desde la choza de  Duysenbay llegó rápidamente Dosmaganbet. Intercambió  miradas con los jóvenes, y les dio un guiño de forma rápida, y luego vio a los viejos y frunció el ceño.
- Llamamos a la reunión a las mujeres. Si los viejos tiene calor, por favor, que se vayan a casa, - dijo.
- Ah, parece nos está  ahuyentando - Kekebay espetó, a punto de iniciar una escaramuza, pero el jefe del consejo del aul - aulsovet respondió con moderación y  calma:
- Lo digo a los que tienen prisa. Y quien quiere puede sentarse aún hasta la noche.
- ¡Oh, Alá! ... ¿qué es lo que tenemos que escuchar? - Baimaganbet suspiró.

La brisa enloquecida que daba vueltas entre las chozas, de repente sopló  y le revolvió la elegante barba a Baimaganbet como si también quería reírse de él junto con el aulnay.
Dosmaganbet declaró abierta la reunión y dio la palabra al comisionado de la parroquia. El joven hombre de cara gris y con una amplia cartera se paró en el medio y con una mirada sombría miró a la multitud de gente que estaba a su alrededor, como preguntándose: "¿A quién de ustedes necesito?” Se volvió hacia las mujeres, rebuscó en la cartera y sacó algunos papeles. Las mujeres jóvenes, que estaban sentadas a cierta distancia, se movieron más cerca de él y comenzaron a mirarlo con entusiasmo, al nuevo comisionado.
- Qué impertinentes son nuestras mujeres, - dijo una mujer arrogante, de cara lisa y se alejó.
- ¿Por qué nos regaña? – Murmuraron las jóvenes que circundaban a Bikasap. - Nos llamaron - y hemos venido...
- Compañeros - dijo el comisario. - " El saber es – la luz, la ignorancia - la oscuridad " – así se dice. Y esto nuestro gran maestro Lenin legó, que cada ama de casa, cocinera pueda saber cómo manejar los asuntos del Estado...
Tomó nota de todas las ventajas de la educación , el Comisionado llegó a decir que en los aul se establecerán escuelas para la alfabetización y el acceso a ellas será para todos, hombres y mujeres. Y ahora él va a hacer una lista de todos los solicitantes.
- ¿Todo bien? ¿Hay preguntas?
- Todo está claro de hace mucho tiempo - hubo risas entre los hombres.
- Hey, pregúntenle si ¿es obligatorio aprender u opcional? – dijo con voz enérgica, un hombrecito de cara negra en el borde.
- ¿Y porqué tu no le preguntas? ¿Es que se te secó la lengua, o qué?
- ¡Oh, no! ... Es por pura... Curiosidad ...
- Estudiar a  fuerzas nadie obliga . Es opcional.

- Entonces... Mi joven esposa y mi nuera no quieren aprender.
- Ah, ¿cómo lo sabe?
- Lo sé, si yo lo digo. Si yo digo, no lo desean, por lo tanto, no lo desean.
El comisionado con enojo comenzó a exponer de nuevo.
- No, querido, - insistió el hombre ágil - si usted las arrastra por la fuerza – entonces es su asunto, y así nomás no irán.
- ¡Camarada! ¡Permítame! – Se dirigió al comisionado un hombre alto y moreno.
Él dio vueltas a las puntas de su exuberante bigote, miró a la multitud y sonrió:
- Yo conozco mi aul, camaradas, lo sé. Y lo que todos piensan y lo que los demás sólo quieren decir - también lo sé. Por supuesto, usted, camarada comisionado, fue enviado, y por supuesto no tenemos nada en contra. Sin embargo, como yo sé, en este pueblo uno que esté dispuesto a sentarse detrás del escritorio, no hay. Sin embargo, en cada casa hay un cierto pillo de barriga desnuda. Ahora bien, si a éstos les enseñan la alfabetización - daremos las gracias. ¿No es así, viejo?
Él miró a su alrededor con cuidado, y los hombres que estaban  sentados en semicírculo, asintieron con las cabezas, y rugieron.
Las mujeres, sin embargo, se quedaron en silencio. Con ojos brillantes, se miraron entre sí con entusiasmo. Interesante, ¿quién más va a hablar? ¿Qué más dirá?
- ¿Qué es mujeres, se han tragado la lengua? - Preguntó Dosmaganbet. - ¿O en realidad no quieren aprender? Entonces díganlo directamente.
- ¿Por qué presionar a las mujeres? ¿Qué pueden decir?
- Murmuró despectivamente el Bii ex - juez.
Las muchachas se movieron, se retorcieron, y empezaron a hablar. Algunas alentaron abiertamente a Bikasap. Ella se ajustó el pañuelo-zhaulyk, lo tiró en el borde posterior, y se inclinó hacia delante.

- ¡El cuñado mayor no lo sabe! Ninguna de nosotras dijo que no quiere aprender. La educación... es necesaria, sólo hay que encontrar  el maestro. Todas estas mujeres quieren aprender... Pero que hablar por ellas , si tienen las propias lenguas .
Las mujeres se sonrojaron, avergonzadas, con los ojos bajos, la cabeza gacha. Pero se sentía que las palabras de la valiente Bikasap les gustaban.
Los ancianos, las mujeres mayores, los distinguidos del aul se despertaron, insultados y la miraban  enojados.
- ¿Qué es lo ella dice?
- ¿De dónde salió esta desvergonzada?
- ¿Dónde está su marido?
Muchos se volvieron al hombre de cara negra, con la nariz  encorvada como un gancho, picado de viruela y lo miraron con enojo y se escuchó:
- Oye, ¿a dónde está llevando su mujer...?
-¡Al mundo quiere salir...!
-¡Y en nuestro aul solo una de esas!
El manchado estaba desconcertado, confundido. El sudor le corría por la
frente de su rostro negro. Las burlas lo habían golpeado  muy dolorosamente. Él se levantó de un salto, y murmuró con enojo:
- ¡Hey, mujer, vamos a casa!
- ¿Qué, ya la extrañas? - Preguntó juguetonamente Bikasap. – Si justo salimos de la casa...
El marido humillado estaba completamente furioso. Pero al mismo tiempo se perdió. Por lo general, en estos casos los maridos no hacen ceremonias con sus mujeres,  simplemente las golpean. El picado de viruela ahora no podía pensar en nada más.
- Ooh... - Juró y con los puños apretados, se acercó rápidamente  a su esposa, pero una mano fuerte lo empujó.
- ¡Hey, hey, baje la voz! ¡Ahora pegar no es necesario!
- ¿Cómo que no es necesario? ¿Si usted me empujó en el pecho? – Gritó el cónyuge ofendido. Lo sostuvo Artikbay. Y ahora el siseó llegaba de todos los lados.
- Oye, tú – ¿qué te metes? ¡Es su mujer, no la tuya!
- ¡No hay ninguna ley que hay que pegar a la mujer!

-¡Alá! ¡Alá! ¡Esta es una vergüenza! ¡Esta es una vergüenza! ¿Cómo es posible intervenir en los asuntos entre esposos? - Muy indignado pellizcó las mejillas como una anciana.
- Suéltalo, Artikbay – muy pálido gritó Dosmaganbet. - Vamos a ver cómo la va a golpear... Bueno, bueno , ¡pruébelo! ..
El enojo del de cara picada de viruela lentamente se disipó. Luego se quedó inmóvil, parpadeó y parpadeó como un niño ofendido que estaba a punto de llorar, y se dio la vuelta y caminó a su casa.
Entonces Dosmaganbet miró a su alrededor.
- ¿Qué fue eso? ¿Por qué las personas lo incitaron  como a  un perro? - Gritó. - ¿Quién llamó aquí a los alborotadores de edad? Y si ya llegaron - porque no se sientan tranquilos, y no agitan las aguas.
-¡Oiga,  Dosmaganbet no grite! Probablemente usted  no es el único jefe... - Baimaganbet comenzó a hablar, pero esta vez el jefe del aulsovet lo interrumpió bruscamente.
- ¡De acuerdo, venerable! Sabemos que una vez usted ha sido un juez. Pero eso fue entonces, cuando Nicolás estaba. De estos jueces ya no necesitamos. Ustedes echaron bastante barro en el pueblo a su tiempo, vuelva a su casa.
- ¡Escucha, Dosmaganbet! ¿A quién lo dice?
- ¡Me dirijo a usted! ¿Lo entiende? Vaya, vaya, venerable. Este no es lugar para la verborrea.
El comisionado frunció severamente el ceño, mirando a Baimaganbet, listo para escribir algo. El ex juez, que nunca en su vida perdió el coraje, de repente puso la cola entre las patas. El sintió que alrededor hubo un extraño silencio, y nadie trató de defenderlo. Si el jefe del  aulsovet lo deseaba, toda esta gente fácilmente se hubiera extendida a su lado. Ahora el ex Bii lo entendió muy claramente.
En silencio, se levantó y se fue. Detrás de él se fueron también algunos veteranos, como camellos a pastar.
El Comisionado comenzó a escribir los que quieren estudiar.
- Hey, Kalampyr, ¿tú te inscribes?

- ¿Y tu Kumisay?
- Anote, por favor, a mí y a mi esposo sonrió Bikasap.
- Am, El ya se fue, ¡enojado con todo el mundo!
- Nada mal, nos arreglaremos. Él se apacigua  fácilmente... Después de algunos días se abrió la escuela en el aul de Saken para la erradicación del analfabetismo. A la primera lección vinieron unas cuarenta personas...