- Oybay, llegaron los blancos ¡Soldados!
Gritando, salieron corriendo de la calle los niños asustados.
Yergali de espaldas al hogar estaba reparando las botas viejas de su madre. Su esposa, Dametken, daba vueltas a la rueca, como era su habitud y hablaba de algo con su cuñado Zhamak. Al oír los gritos, todos se pusieron pálidos. Yergali se olvidó de la costura, Dametken - de la lana, Zhamak - acerca de la conversación. A la vista de los desconocidos que irrumpieron un perro empezó a ladrar con voz ronca.
- ¡Oh, Alá, no nos abandones! ¡Qué año terrible es este! Los bosques están llenos de bandidos. Cuando irrumpen sobre el aul, traquetean con los sables, del miedo mi corazón se detiene... - Dametken dijo en un susurro.
- No sólo tú tienes miedo. Ahora todos viven con el miedo - Zhamak dijo, parándose sobre sus rodillas.
Yergali era un cobarde de carácter. Él absolutamente perdió su cabeza, abrió los ojos grandes y comenzó a empujar pedazos de piel bajo la alfombra de fieltro, o en el baúl. Uno podía pensar que él tuviera más miedo que los soldados se llevaran esos parches de cuero. Él se recordó del soldado que irrumpió en lo de ellos ayer. Él era de un batallón de los blancos que atrapaban a los bolcheviques en la aldea rusa vecina. Tenía una gorra de tres puntas- tymak kazajo y nuevas botas de marruecos con campanas, es por esto que Yergali lo tomó por kazajo. Pero cuando saltó como una cometa y en un lenguaje roto, envuelto de un olor a licor, silbó: "¿Su casa es un bolchevique?” Yergali absolutamente se quedó atónito. Sabía que para el Poder actual, los bolcheviques – son los principales enemigos, y más miedo de que este bandido lo tomara por un bolchevique. Del miedo, invitó a la casa al soldado, y éste vio la rica y adornada silla de montar y saltó sobre esta como sobre una presa. ¿Y es que podría objetar Yergali? Y el soldado tomó la silla de montar , dio la vuelta y se dirigió fuera de la casa , meciéndose en el caballo como un espantapájaros. Mordiéndose el dedo, Yergali siguió mirándolo mientras se alejaba y su esposa - cuando el ladrón ya se estaba bastante lejos rompió en maldiciones: "¡Que caiga por el suelo! ¡Que en su "tumba crezca un cardo rosa!” ¿Qué otra cosa podían hacer al ladrón?..
Ahora, todos pensaban ¿qué es lo que van a tomar esta vez a los soldados?.. Yergali miró hacia abajo, al tapado de piel, regalo de los parientes de su esposa.
-¡Esconde este tapado de piel, infeliz! Se lo llevarán en un instante...
- ¿Será de nuevo el de ayer? - Dametken sugirió.
En ese momento el perro estalló a ladrar con furia. Alguien abrió la puerta. En el umbral se oyó el sacudido de un sable y Dametken se congeló del miedo.
Con rifles apuntando irrumpieron dos soldados.
-¡Salam Aleikum! – dijeron al unísono. Yergali fingió estar terriblemente complacido de la tan esperada llegada de los invitados, y muy bullicioso, corrió, extendió las alfombras.
¡Aleikum Salam! Ah, queridos entren, tomen asiento...
Los huéspedes fueron saludados por todos. El mayor se volvió hacia la pobre y afectada Dametken:
- ¿Estás bien, baybishe?
- Oybay -ay, ¿ustedes son kazajos, o qué?
- Kazajos. No tengan miedo.
- De verdad, kazajos – confirmó Yergali regresando a sí mismo.
- Y son personas más amables que el Urus (ruso) de ayer.
Zhamak preguntó quiénes son, y de donde...
- Nosotros, somos los delegados de " Alash Orda. " Nos apresuramos a la parroquia de Sula. Necesitamos caballos. Den la orden, rápidamente, acerca de una carreta – explicó todo de una vez el jinete corpulento y de cara gris.
Se sentó, abrió el cuello de su tapado de piel de lobo y se irguió fingiendo ser muy importante. Parecía que era un abrigo que había heredado de su padre, de esta manera demostraba ser muy importante. Cuando lo abrió, vieron por debajo el uniforme. El jinete hablaba, y se tocaba la cartuchera en el cinturón, como dando a entender: "¿Ven esta cosa? ¡No se metan conmigo! “El segundo era un hombre alto, pálido, picado de viruelas. Tenía un abrigo y sombrero de piel de oveja, sus botas eran de soldado grosero. Se sentó, cruzó las piernas, y su espada, como un niño, la puso en su regazo.
Dametken, los miraba desde arriba hacia abajo, y se maravilló:
- ¡Oh, Dios mío! ¿Resulta que entre los kazajos ya hay soldados?
- Levántate, mujer, cocina el té. Probablemente los huéspedes tienen frio - dijo Yergali, con la intención de correr a los caballos.
El de cara gris frunció el ceño con severidad
- ¡Té, no hemos pedido pedido! ¡Muévete, tráiganos la carreta!
Dametken con miedo dijo:
- ¡Miren! ¡Estos son más terribles que el Urus de ayer!
Y Yergali y Zhamak corrieron de puntillas. Todo el aul se asustó. Quien frotó las ruedas con aceite, quien reparó los ejes y quien simplemente causaba un alboroto en torno a la carreta - todos tenían una sola cosa en mente: que todo se haga rápido para deshacerse de estos huéspedes no invitados y no deseados.
Finalmente la carreta estaba lista. La Carreta tenía una caja tejida de Tala, y había enganchados un par de caballos – uno gris y el otro castaño, en la parte delantera un carretero barbudo en un abrigo de piel gruesa. Él apretaba con estrés las riendas.
Los viajeros salieron de la casa, fueron a la carreta, y en este instante enfrentando a la gente el de cara gris murmuró algo. Las miradas de ambos se dirigieron hacia las botas de Zhamak. Esas eran nuevas, cálidas, decoradas con fieltro. Sintiéndose mal, Zhamak rápidamente se escondió detrás de la espalda de alguien, pero el que estaba en un abrigo de piel de oveja, gritó:
- ¡Hey, barba negra! ¿Qué está ocultando?.. ¡Vamos, vamos!
Patético y asustado, Zhamak se adelantó. Le temblaban los labios.
- ¡Quítate las botas!
- Oybay, queridos, yo - pobre... No puedo... sin botas, entonces... Desnudo , descalzo me quedo ... ¿De dónde traigo otras? ..
- ¡Cállate! ¡Quíteselas! El dinero ya lo enviaremos por correo.
El manchado se puso las botas calientes, con medias de fieltro y le apareció una sonrisa satisfecha. Le parecía como si él hubiese metido la pata en un horno caliente...
Cerca de la casa de Zhamantik estaban reunidas como diez personas . Hablaban sobre esto y sobre aquello, sobre el pasado y el presente. Con nostalgia se recordaron de los viejos días de paz.
- Se pensaba que a" Alash Orda " la paz vendrá, pero resultó aún peor que antes - suspiró uno.
- Uh, nadie espera nada bueno. Todos saben sólo saquear y violar - se hizo eco un viejo pelirrojo de ojos saltones.
El jinete negro y corpulento escupió con furia a nasybay.
- ¡Quédate callado...! Aquí los bolcheviques llegarán...
Y todos con ansiedad pensaban :
" Sí, entonces ¿qué pasará? .. "
- Encontré al hijo de Akhmetov - el maestro. Él recibe un periódico. Él dice en Petrbore, en Maskeu (St. Peterburgo y Moscow)- en todas partes- bandidos. A bolshaybeki (los bolcheviques) quieren que de ahora " mío", " tuyo " no existe, - dijo uno.
-¿Así que ellos quieren que sea " lo suyo " - " mío " y "lo mío " - " tuyo "?
- Será el fin de los kazajos si ellos van a venir.
Un hombre de nariz encorvada, que había guardado silencio hasta ahora en el
lado, de repente dijo:
- Ayer estuve en lo de Gavrila. Nos sentamos y bebimos el té, y luego llegó Yefim. Bueno, y empezamos a discutir. Yefim alababa a los bolshaybekov y Gabriel – los regañaba.
- En este pueblo su Yefim – es la última persona - dijo alguien.
-¡Tú hablas así nomas! - Inmediatamente contrarrestó otro. - Yefim – es uno de los buenos Urus. Lo que le pides – nunca te falla. Incluso cuando nos han capturado las vacas del aul, él se puso en nuestro favor, y todas nuestras vacas fueron puestas en libertad.
- Y qué... Si Yefim sería bueno , no hubiera elogiado los bolshaybekov .
- ¿Y a quién más tiene que alabar? Supongo que todavía no se ha olvidado lo que era recibir veinticinco latigazos calientes de punición.
- ¡Apyrmay, se despotricaron en ese aul! Ochenta personas en plena luz del día fueron azotadas en la plaza. Aunque Uros azotaban y Uros fueron azotados, yo tuve lástima de ellos.
Zhamantik levantó la cabeza, a su manera extrajo una conclusión de esta conversación:
- Lo que usted diga, pero creo que estos bolshaybeki - no son malas personas. Por supuesto, cuando una lucha contra el Poder, se dice de todo. Los actuales gobernantes tienen solo una cosa en la mente - bandidismo. Si los bolshaybeki fueran bandidos entonces se habrían reunidos con ellos. En realidad, resulta que están en contra. Resulta que los bolshaybeki están contra el robo y la violencia...
- ¡Dios quiera que así sea! - hablaron todos a la vez.
Al lado del lago, levantando polvo, se acercaba una carreta, todos la miraban con curiosidad. Los viajeros giraron de la carretera principal, y dirigieron los caballos hacia el aul. Eran los recientes huéspedes de Yergali.
- Parece que no son viajeros simples. Tienen mucha prisa, dijo Zhamantik. - Tal vez soldados. Vamos a dispersarnos.
Todos salieron a toda prisa a sus casas. Sin embargo, algunos se metieron en el corral.
La casa de invierno del pobre Kurabay estaba en el sendero hacia el aul. Al ver a los viajeros desconocidos, absorbiendo sus hombros empezó a correr entre el montón de estiércol, pero el jinete en piel de oveja lo vio de lejos y gritó:
- Hey, gorra rota, ¿dónde vas? ¡Ven aquí!
Kurabay se asustó de esta amonestación. Pero al realizar que los
viajeros son kazajos, empezó una corrida de viejo un poco más audaz y se apresuró hacia la carreta.
- ¡Bueno, vamos, vamos! ¿Porqué tan despacio?
Kurabay estaba sin aliento y jadeaba.
- ¿De quién huyes?
- No me escapo, señor - taksyr... Me doy prisa a la oración del mediodía.
- Que Pío – el de cara gris sonrió. Apenas respira pero piensa al namaz... ¿Zhamantik está en casa?
- En casa, señor - taksyr...
- ¿A.... donde está su melado marcapasos?
- En el granero, taksyr...
Kurabay trotando obedientemente corrió hacia adelante , y llevó a los viajeros a la casa de Zhamantik .
-¡Ve, llama a Zhamantik!
Pronto apareció el propietario. Con un bastón en la mano fuertemente apretado llegó a la carreta:
- ¡Hola, muchachos!
- ¿Dónde está el melado marcapasos?
- ¿Qué marcapasos?
- ¿Cuál?.. El melado de Zhamantik. ¿Tú eres Zhaman - tik? ¡Trae el marcapasos!
- ¿Por qué razón, taksyr?
- ¿Él todavía pregunta? Dijimos, ¡hazlo! Tráigalo y átelo al eje. Si no ¡ahora mismo te mato con un golpe del sable!
Zhamantik se volvió gris. Temblaba. Pero no se atrevía a oponerse y obedientemente y penosamente se fue hacia el granero. Al hijo, que limpiaba el patio, ordenó atraer el marcapasos. El mismo lo trajo y lo mató al arnés.
- Hice su voluntad taksyr. Usted dijo – yo lo hice. Sólo dígame: ¿a quién le di el caballo? ¿A usted o a otro?
- Considere que " Alash Orda " lo tomó.
- ¿Qué he hecho yo a " Alash Orda "?
- El hecho de que usted está en su contra. ¡Alikhan y otras buenas personas han recordado sus palabras indecentes!
- ¡Astapyralla! ¡Dios no lo quiera, querido! Tome el marcapasos, sólo por el bien de Alá no me calumnien.
- ¡Cállate! El marcapasos ya no lo veras. ¿Lo entiendes?
- Dios está con él, llévelo, llévelo... ¡a su madre por la oreja! Cuando las yeguas parirán, no me perderé, seguiré viviendo. ¡Sólo es una pena que diga de mí que soy un pecador!
El jinete con la piel de lobo con enojo rodó los ojos. Parecía mirar a través de Zhamantik y como lo estuviera quebrando como una planta. "Vamos " - gritó el jinete al carretero. El melado marcapasos se quedó perplejo mirando a su dueño pero obedientemente trotó junto con el par de caballos, enganchado a la carreta.
El hijo de Zhamantik los observó mientras se alejaban y llorando corrió a casa. Zhamantik subió sobre el heno, y desde allí durante mucho tiempo, con los ojos brillantes, miró la carretera, mientras que los "patrones " del pueblo Kazajo todavía no habían desaparecido en la niebla helada del pre -invierno. Entonces la ira se apoderó de él.
- ¡Oh, espera! Los Bolshaybeki vendrán – yo voy a hacerles el despecho yo voy a ser el primero en registrarme con ellos. Esperen un poco – ¡nosotros ya nos ocuparemos de ustedes!
1926