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Ахмет Байтұрсынұлы
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Musrépov Gabit "Una noche tormentosa"

29.11.2013 1607

Musrépov Gabit "Una noche tormentosa"

Негізгі тіл: UNA NOCHE TORMENTOSA

Бастапқы авторы: UNA NOCHE TORMENTOSA

Аударма авторы: not specified

Дата: 29.11.2013

Después de muchos años en mi vida hoy me resucitó la memoria de una lejana mañana de invierno cuando estábamos en casa, y casi arrancando la puerta de sus bisagras, irrumpió Kaisar.

- ¿Ha oído? - Con rabia, gritó y ofendió a mi padre con su modo de saludo -. ¡Y es  mi futuro suegro! ¡Que hasta la tumba no se siente más  en la silla de un caballo! Ese malicioso Beekberguen  - ¿qué decidió? Me enviaron un mensajero, exige a kurengtebel1.

Kaisar hablaba con una voz llena de  ira. Y mi padre estaba gravemente alarmado.
- Hey,.. Y qué – ¿el beleño tragó? ¿Pero cómo se le metió eso en la cabeza?

Kaisar hizo un furioso gesto con la mano, como tuviera un látigo:
- El astuto, difícil y codicioso, y también cuando está sin pociones. El otro día en fue visitado en su  casa por el mullah. Él cumplió con la ceremonia de la circuncisión al  hijo de cinco años de Beekberguen. Entonces, como se debe, el mullah preguntó al pequeño bastardo, "¿Qué caballo desea? Dígame”. Y ese, sin pensar, ¡nombró a mi kurengtebel! Beekberguen levantó las manos al cielo. Dijo: "Es el Señor mismo que nos habla a través de la boca del muchacho. Que así sea. Que Kaisar me traiga el kurengtebel, y yo renunciaré al resto de  la dote”. ¿Usted ve que bueno es mi futuro suegro? Pues le debo  - sólo dos vacas preñadas.

Kaisar ya no encontraba palabras, aparte de esas que recordaban los numerosos antepasados ​​y descendientes de Beekberguen - especialmente de la generación  que saldrá del bastardo de cinco años.
Nosotros, los chicos, sabíamos ya que Kaisar tenía una novia en un aul cercano. Había y había. Muchas chicas... Pero ninguna era digna de donar el kurengtebel.
- ¿Qué le respondió al  mensajero de su suegro? - preguntó mi padre.


  1Kurengtebel – un tipo de caballo de color rojo oscuro.

- ¡Tonterías, tonterías, tonterías, tonterías! Esa fue mi respuesta. Kaisar se detuvo un momento, y luego volvió a hablar:

- ¿Dar el único caballo? Y hacia el aul, a la novia, ¿me arrastraré con los pies? ¿En la mano la traerán a mi casa? ¿Sí?.. No, ¡el caballo no lo daré! ¡Que no enseñe a su bastardo lo que responder al mullah! Así le dije al mensajero.

- Sí, asuntos... – mi padre suspiró - ¿y entonces qué?

- Yo sé lo que - - Kaisar una vez más estalló -. ¡Será mía! Mañana por la noche. ¡Aquí, esto es lo que va a pasar!

Mi padre comenzó una larga admonitoria conversación si es que Kaisar en realidad secuestraría a la  novia, aunque ella esté de acuerdo, empezarán peleas entre los aul vecinos que han estado viviendo en un buen acuerdo. Pero el hombre se mantuvo firme en lo suyo:

- Si mis familiares no respetan el valor y tienen  miedo de peleas, e  incluso se esconden  en sus casas como un ratón. Entonces yo iré a la  aldea de los rusos... Y que Beekberguen me busque allí , a mí y a su hija.

Se produjo un silencio. Mi padre, se veía  que no sabía - lo que se debía hacer y lo qué decir. Y aún si lo diría – ¿es que Kaisar hubiera escuchado? A él lo quieren sus coetáneos y los aksakal, los ancianos, decían - Kaisar es uno de los pocos que mantienen todavía el espíritu del zhigit. ¿Cómo se podía convencerlo?

Mi padre – tenía sus dudas, y yo estaba encantado con la audacia de Kaisar y su determinación. Y quería ser como él, y que mis ojos brillen con una mirada de la misma forma que brillaban sus ojos negros y rojizos de furia.

Kaisar insistió:

- Ya veo - Estoy perdiendo mí tiempo en su casa. ¿Usted me enviará algunos de sus hijos? ¿Al menos uno?

Mi padre sacudió la cabeza vacilante:

- ¿A quién? Usted sabe – mi primogénito trabaja en lo de Amish, muy lejos. Este... – mi padre me miró casualmente  -. Usted ve – todavía le cae el moco. ¿Qué tipo de ayuda puede esperar de él?
- No está mal – dijo Kaisar divertido -. Será útil su mocoso. Lo más importante es que su hijo va a estar conmigo, y será su responsabilidad... Si nos seguirán – ellos vendrán a usted,

Mi corazón se hundió. Si me toman para un asunto de hombres, con riesgos, quiere decir que el espíritu del zhigit vive en mí también, como dicen nuestros ancianos. Tenía miedo sólo de una cosa - que mi padre dijera: "No..." Pero él no dijo, y yo traté de no mostrar mí miedo, me subí los pantalones y los olfateé, como si todo esto no era de mí concierne.

- Sabía que no podías rechazar - dijo Kaisar a mi padre, y me dio una señal de de aprobación golpeándome con sus dedos.

Nuestra baja puerta lanzó a Kaisar y dejó entrar a la casa gruesas nubes de aire helado. Mi padre esperó hasta que la puerta se cerrara y se volvió hacia mí:

- Mire... Cuando comience una pelea, no se confunda los pies.

Y yo no escuché, pensé solo que se me consideraba digno de ayudar a Kaisar.

Un  zhigit verdadero también necesita un caballo verdadero. El caballo castaño con la estrella blanca en la frente era famoso en la zona. Bastaba con decir: "Aul Kurengtebel," y todo el mundo sabía dónde está... Las mujeres del aul  no se atrevían  a cruzarle el camino – le daban el paso, como debía ser de acuerdo a las costumbres antiguas. A GNOS- se pasaban sin mirar como a un sultán.
Y un verdadero zhigit  debe tener un verdadero  perro. Kaisar tenía a Kokdaul1, de su nuca, de la cresta se estiraba el pelo apretado y oscuro - una señal segura de que este no era un perro fácil. En los días de verano Kokdaul se refugiaba del calor en la yurta, se colocaba en el lugar de honor, y no concedía el lugar a ninguno de los invitados.

En invierno  Kokdaul no se quejaba en la puerta, pidiendo un poco de calor. En la esquina del patio había una cucha cubierta, hecha de Tala, y allí sobre el pesebre el perro se acostaba cuando el clima era frío. Y por la mañana -  justificaba su apodo: tornado gris. No tenía miedo de correr demasiado lejos - hacia la estepa, hacia los bosques de abedules. Y si en la nieve había huellas de grandes lobos o se sentía


 1Kokdzhul - azul, azul claro, gris, Daul - tormenta. De aquí su nombre Kokdaul

 

el olor de la bestia – él corría, sujetando sus orejas, al hogar, saltando y ladrando ante Kaisar.
Los tres eran muy conscientes el uno del otro: Kaisar, Kokdaul y Kurengtebel, Kaisar ensillaba el caballo  y cuando en el aul oíamos el rápido golpeteo de los cascos, todos sabíamos que después de un tiempo Kaisar regresaría, paso a paso a casa, y atado a la silla un lobo grande atrapado con los dientes descubiertos y en el bozal una espuma sangrienta congelada por el hielo.
En la granja de Kaisar, aparte del famoso caballo y el famoso perro ataca lobos había también una vaca dócil, ovejas y cabras atendidos por su anciana madre - Baden-Apai.
Ella era una mujer fuerte y decisiva en sus pensamientos.

- E-e... - dijo ella con una voz fuerte, sin importarle, si está de acuerdo  su interlocutor o no - ¿Qué lobo se escapará de Kokdaul y Kurengtebel? Este lobo no existe y nunca lo habrá. Un zorro para nuestro perro - es como un ratón.

En otras ocasiones, como si alguien estuviera discutiendo con ella, ella sorprendía:
- Si usted se sienta a tomar el té, ¡entonces el de India! Y si toma otro té – es igual que beber agua sucia.
Puede ser que los adultos la temían, pero los niños del aul, mejor que nadie más, apreciaban su amabilidad.
- Kaysarzhan - Ella llamaba a su hijo -. Todos mis abastos se terminaron, no tengo nada para entretener a los niños. Usted estará en la ciudad - compre una bolsa de Campit Sampt1. No se lo olvide.
Baden-Apai nos quería, y nosotros lo sabíamos y no teníamos miedo de su voz. Todo el mundo trató de ayudarla, en invierno  – de tajar la leña o ir al lago para traer el hielo y cuando llegaba el verano a cuidar a los corderos y las cabras. En la casa Kaisar era el único adulto. Y  nietos – no había.
¡Pero, las cabras y los corderos! ¿Cuántas peleas ocurrieron y cuántos moretones recibimos por el asunto- de quién es hoy el turno para bañar en el lago a Kurengtebel...?


  1Campit Sampt -  Caramelos- una palabra distorsionada.

A Kaisar, según lo acordado, me fui al día siguiente hacia el anochecer. Sus amigos estaban ya reunidos, sentados y bebiendo té, que luego se limpiaban con las toallas.

Mi llegada causó la hilaridad general. Ellos me preguntaron si realmente voy a ir con ellos y que haría si me perdía en el camino, entonces ellos tendrían que echar a la novia y buscarme. Y el caballo en el que voy a galopar, no será la panzuda yegua de tipo- igrene... Y si es así, ellos tontearon: a esa yegua le agarra el hipo, que se puede escuchar a diez kilómetros de distancia y  entonces lo van a oír la gente del aul que inmediatamente  van a encontrar nuestra pista, y empezarán a perseguirnos.

En la sala sobrecalentada me enfríe del pensamiento que de repente Kaisar les  escuche y no me lleve. Y quién sabe cuántos más se hubieran burlado del zhigit si no hubiese interferido  Baden-Apai.
- ¿A qué saltaron todos sobre uno? ¡Que vaya! Sostendrá al caballo de Kaisar, eso también es útil. Y también para la buena suerte, que es bueno que en un caso como éste, esté implicado un niño sin pecado. Vaya, mi potro - se volvió hacia mí -. Siéntese, beba el té.
Bebí el té durante mucho tiempo. A lo largo ya estaba oscuro, y luego nosotros, los  trece zhigit - decidimos que era hora de irse. Al partir, Baden-Apai me empujó de su seno un puñado de caramelos y dos bolas blancas y duras de - Kurt.

- Cuando el sueño se acercará sigilosamente – muerda el kurt, es agrio. Cuando tenga hambre, coma caramelos.
Esa noche estaba cayendo una nieve espesa. Ahora se hizo más cálido. El viento acababa de empezar. Daba  vueltas, como si no supiera en cuál  aul y de qué lado saltar. Los Zhigit inmediatamente se estiraron, sus caballos dieron un gran trote. A mi yegua, le agarró el hipo, inmediatamente me encontré en la cola. Pero no hay que retrasarse... Bueno - hay seis kilómetros de distancia, no más.
Cuando llegué a las primeras casas del aul, mis compañeros  ya se desmontaron. Todo había sido acordado de antemano, y por lo tanto confirieron cerca de los árboles no por mucho tiempo. Dividieron los  Zhigit, una parte se acercará sigilosamente a la casa de Beekberguen. Otra parte protegerá el exterior, otros entrarán en el interior, atarán a los padres de la novia, y a ella, la retirarán rápidamente. Y de acuerdo a una señal yo y otro zhigit teníamos que correr inmediatamente a ellos con los caballos.

Y el viento se hizo más fuerte. Nuestra tormenta de nieve era de este personaje: no se establecería hasta que haya barrido el aul con acumulaciones de nieve, de tal forma que parecería que el humo de la casa llega de la nieve. Y también ahora, o el viento soplaba con furia, o de repente se detenía para  reforzarse de nuevo. Pero para nosotros la oscuridad impenetrable de nieve era sólo un beneficio, en las casa las ventanas no estaban iluminadas. No se escuchaban los ladridos de los perros. Los perros se escondían para escapar de la tormenta de nieve. Pues hacia la mañana lo tormenta en absoluta se enloquecerá. Pero a la mañana ¡vamos a estar ya en casa con nuestro botín!
Así pensaba, pero nuestros zhigit, que se fueron, desde hace mucho tiempo no daban señales. Mi igrene, de aburrida, comenzó a rastrillar la nieve, a llegar a la capa de hierba de antaño. Inmediatamente le saqué el bozal. A un caballo kazajo hay que darle de comer de vez en cuando. Trató de buscar con sus  cascos y por sus  movimientos, la silla se arrastró hacia adelante. Bueno que mastique – se reforzará y en el camino de vuelta no se quedará atrás. Porque puede suceder que vamos a estar perseguidos.

La señal de Kaisar no llegó. Sin embargo, en el  silbido y zumbido de la tormenta de nieve llegó un grito desgarrador. Me di cuenta: no es una chica que grita, sino una mujer, una mujer mayor, y la voz se quebró.

- Oy Bay-ah... ¡Granujas! ¡Granujas desvergonzados! Luego se escuchó la voz de Kaisar:

- ¡Déjenla! ¿No ven? - ¡que no es ella! Inmediatamente, muchos gritaron:

- Attan! ¡El enemigo!

- ¡Dispara!

Sonaron disparos - tres o cuatro. Y alguien de los nuestros:

- ¡Los caballos! ¿A qué esperan?

Yo estaba sorprendido y no me deslicé rápidamente de la silla de montar, pero aún lo suficientemente rápido, me pareció, le puse el freno, e incluso tuve que mover el asiento y apretar la cincha. Mi compañero llevó los caballos a las resistentes casas, gritó, y desapareció en la tormenta de nieve:

- Rápido, rápido, Ahmak1!

Según el ruido sordo de las  pisadas de cascos entendí que los nuestros se esparcieron ¡sin orden ni concierto! Yo también tenía que escapar. Pero, ¿a dónde?.. Tiré de las riendas hacia la derecha y hacia la izquierda... Cando mí yegua rastreaba la nieve, yo perdí mi dirección, y ahora - incluso si me matarían - no podía saber por dónde está mi aul.

Traté de sentir las voces, pero el viento las alejaba y ahogaba. Igrene fracasó en unos montículos de nieve, y yo de repente me desvié hacia un lado. Y pronto me di cuenta de que me había perdido. Nadie más me llamaba, y mi voz la podía oír no sólo los amigos, sino también los enemigos.
Y aquí estoy sin ellos... Noche. La estepa oscura. La tormenta aullaba con diferentes voces. No, no era una tormenta de nieve. Eran gritos de duendes y brujas, diablos y sátiros que tiraban en silencio de las piernas, y la cara me pinchaba con agujas afiladas. Pero me aferré – con todas mi fuerzas para permanecer en la silla. La yegua, tropezando, seguía cayendo en la nieve, tocando con el vientre las copas del Kurai, la hierba reina de los prados, se dirigía según los vientos. Yo totalmente solté las riendas. Desde la infancia hemos oído, si te pierdes, no pierdas la cabeza, deja  la voluntad al caballo, y el caballo te traerá.

Pensé en Baden-Apai, saqué una bola de agria kurt y sólo me la acerqué a la mejilla, cuando la yegua hizo un fuerte ronquido y tiró, yo apenas pude contenerme en la silla. ¡Lobos!..
Afortunadamente, no eran lobos. Unos pasos por delante de la nieve se veía un pozo negro. La punta del palo alto de la grúa entraba  en la oscuridad. Ah, la yegua me llevó a algún lugar pero no a casa. Cerca de nuestro pueblo no había un pozo como este. Según el trote de la yegua que se hizo más confiado y firme, me di cuenta que  bajo sus pies hay un sendero. Y muy pronto pude oler un humo, el olor de una casa.

Nosotros en la estepa - en el norte – las casa de invierno las construimos de la misma forma: un amplio patio, cercado y cubierto, y en el patio - una casita baja de adobe y cañas. Si quieres entrar en la casa, tienes que ir a lo largo de las paredes, y no podrás fallar, encontrarás  la puerta.


 1Ahmak - estúpido, tonto.

 

Até la yegua en el patio, empujé la puerta, y esta con dificultad y ruido se abrió. De la oscuridad - no peor que el de la estepa - se oyó un grito:

- ¿Quién está ahí?

- Yo. ..

- ¿Quién es - yo?

Dije mí nombre, pero mí nombre no le explicó nada a él,  tenía que decirle el nombre de mi padre.
- ¿Y de dónde vienes?

- Desde mí casa.

- ¿Para qué?

- Así, por el mero hecho...

- ¿Quién se pasa un rato en una noche tormentosa de nieve?

Yo no podía pensar lo qué decir, y él me dijo amenazadoramente:

- Sólo ladrones disolutos no se quedan en casa en tal noche... Le tendré que aprender ... Atar ...

Por sus movimientos, y su voz, entendí - era joven. Y luego  de la habitación llegó una voz
de un hombre de edad avanzada:

- ¡Asylkhan! ¿Quién está aquí? Quienquiera que fuese, muéstrale el camino adentro. Mujer, levántese. Y encienda la luz.



En la habitación para los invitados se encendió una lámpara. Asylkhan, probablemente, el hijo del dueño – me empujó en la espalda no demasiado suavemente, incitándome  a aceptar la invitación. Según la edad debía ser como la del nuestro Kaisar. Él, también tenía un bigote rizado que era especialmente notable cuando se oscurecía en los bordes de los labios.
El propietario era un hombre de unos cincuenta años. Éste se echó sobre sus hombros un abrigo de piel, bostezó, y me miró. Por supuesto, Asylkhan era su hijo, no se podía cometer un error. Los dos tenían pómulos altos y grandes narices, y sus caras de color carmesí.
En la pared, con las cabezas  cubiertas con una manta, estaban acostadas dos figuras – al parecer niños. Y detrás de una  cama de madera ancha, en la esquina opuesta, había una mujer.
En mi nuca recordaba todavía el golpe de Asylkhan, pero al propietario  cortésmente le saludé.

- Sí, sí, hola, - dijo -. ¿De quién es usted?

Ya sabiendo, que mi nombre no significa nada, le dije, el de mi padre.

El propietario, palabra por palabra, repitió las preguntas formuladas por su hijo, y yo le repetí palabra por palabra las respuestas, porque no podía pensar en otras, y puesto que yo era un niño, todavía no aprendí a mentir a los mayores, y cuando me preguntó quién pasa un rato , así nomás, en la oscuridad de una noche tormentosa, dije:

- Queríamos secuestrar una muchacha ...

El propietario se asombró de tal forma que incluso su abrigo se deslizó de sus hombros, y él ni siquiera  se dio cuenta.

- ¿Qué muchacha? ¿La hija de quién?

 Yo no la he visto antes. Los  zhigit dijeron – la hija de Beekberguen.

Debajo de las sábanas se oyó una sonrisa apretada, y me di cuenta, no se escondían dos  niños, sino niñas – y si son niñas nada bueno nos espera.

El viejo continuó a  preguntar como un Bi. Yo no quería revelar todo lo que pasó. Y la conversación siguió así: - él preguntaba y yo respondía, él preguntaba y yo respondía.

- Bueno, ¿la secuestraron?

- No lo sé. Yo estaba guardando los caballos.

- ¿Y cómo llegó aquí, a nosotros?


- Allí hubo disparos. Me parece que nos persiguieron y yo me perdí.

- Está mintiendo, todo – dijo con el ceño fruncido, el hijo del propietario, con sus cejas densas – él es un verdadero ladrón, que deambula por la noche. Debemos llevarlo al urendyk, que él se tome cargo.
Yo no entendía – si era en serio o en broma. Pero entonces intervino la dueña de la casa, una mujer mayor con un rostro como el rostro de Baden-Apai.

Ella dijo:

- No le haga caso a ellos, mi hijo  y no tenga miedo... Hace mucho tiempo que no he visto ninguno de sus padres. ¿Cómo está Dina - está viva y bien?

Me calmé. Todo estará bien – de esto me convenció el nombre de mi madre, oído en una casa extraña, que de un principio parecía hostil. E incluso el bigote del propietario vaciló pero no en un estricto descontento sino en una buena sonrisa.


Pero relajarse, como lo entendí después, era todavía temprano. Bajo la manta se escuchaban risitas ya no ocultas, y de los dos cuerpos se asomó una cabeza. Una niña traviesa con dos trenzas que colgaban en diferentes direcciones, como dos colas de dos chivos negros.
La otra – la que debía ser mayor, más grande - aún estaba escondida, pero también, de donde yacía bajo la manta, temblaba de la risa. ¿Lo qué es tan gracioso?.. Y esta, la trenzada, me dirigió una mirada maliciosa, me sacó la lengua y volvió a desaparecer bajo las sábanas, como si no estuviera.
El propietario, creo, decidió que la noche se alejó mucho antes que la luz del sol a los  finales de invierno y su voz no sonaba muy dura cuando dijo:

- ¿Por qué el huésped no se desabriga?, ¿o entró en una casa donde no son conscientes de las leyes de la hospitalidad? Vamos a sentarnos y hablar como hombres – Esto dijo a mí -. El samovar, hay que beber té -. Esto a su mujer -. Y ustedes también levántense. Tomen asiento, pues ahí tenemos que asentar nuestro invitado -. Esto a las dos que se escondían debajo de las sábanas y no querían salir.
En primer lugar, por supuesto, saltó impaciente la traviesa que se reía. Ella se levantó, se sacudió, como si no hubiera dormido un momento atrás,  cuando yo vagaba en el desierto, y después dispararon las armas. Y en segundo lugar, como supuse, salió la chica adulta. Ella tímidamente me dio la espalda y se vistió. Yo también me di la vuelta, pero alcancé a ver su hombro oscuro, su cabello negro, espeso y su gruesa y larga trenza  como cuatro cuerdas de lana.
Yo abrí mí cinturón ancho de curtiembres. Cayeron al suelo los caramelos de color, como un bosque claro en la primavera. El redondo Kurt rodó por el suelo.

Los pequeños ojos de la niña traviesa se abrieron, sus ojos se agrandaron como los de  la chica rusa, que vi cuando fui con mi padre en otoño al pueblo cosaco. La niña traviesa en un instante me empujó.

-¡Campit! ¡Campit! - Ella gritó y corrió a recoger los caramelos - ¿Y esto... es Kurt? Agrio... - Arrugó la nariz como si nunca comiese  kurt, sólo dulces. ¡Oh! ¡Si la hubiera encontrado en verano al lado del lago, lejos de los adultos! ¡Allí la habría azotado con mi bastón! En el mismo lugar donde el caballo tiene la grupa.

La traviesa corrió hacia la mayor y comenzó a compartir:

- Este par ti, otro para mí... Esto es para ti – y esto para mí. A tú... a mí...

- Espera, Kamer... Basta. Cálmate un poco.

¿Y, entonces, la chica con los racimos de cabra se llama Kamer?.. Pero Kamer, a pesar de las

exhortaciones de la mayor no se calmó.

Agarró en un puño los caramelos y con la otra mano levantó el kurt.

- Aquí... Este agrio  lo puede tomar usted mismo.

¿Como si alguien le hubiera preguntado – lo que tomar y que dejar? Aparté su mano, pero Kamer metió en mi mano el bulto duro.

A continuación, Kamer se alejó de mí pues  tuvo que ayudar a arreglar la cama. La mayor ya logró vestirse: una gorra de nutria, redonda, con dos manojos de plumas de búho, un vestido de seda amarillo suave con un exuberante doble volante, sobre el vestido – un chaleco de terciopelo rojo oscuro. Tal como estaba, podría ser una muchacha de un dastan –de  Kyz Jibek o de Bayan Sulu-, que su hermosura se cantaba y hablaba a través de la estepa.

Kamer de nuevo me mostró la lengua. Era como una lengua  de serpiente, pero  no  bifurcada.
El anfitrión me sentó a su lado, me dio una almohada rellena. Una vez más tuve que explicar cómo y qué  ocurrió en la noche.

- Asksk-¿por qué decidieron secuestrar la hija de Beekberguen?

Él estaba hablando en una manera que yo podía serle franco.

- Este Beekberguen - le dije - resulta que no es gente buena. Él envió un mensajero a Kaisar, exigiendo el caballo. Y tal caballo – ¡usted no va a encontrar! ¡Un caballo de carreras! En cualquier carrera es el primero. Ningún lobo puede escaparse de él ¿Existe una chica en el mundo, que se pueda intercambiar con nuestro Kurengtebel?

El propietario asintió con la cabeza y miró hacia la esquina, por alguna razón – allí al lado de la  cama colgaba una piel de lobo.

- E-e. - Dije, notando su mirada – En la casa de  Kaisar-hay pilas de pieles. Aún más grandes.
Yo un poco demostrando, alabé la destreza de cazador de Kaisar. Pero, en general, era cierto.
¿Y este Kaisar? ¿Es el futuro yerno de Beekberguen?.. ¿Y –como es Kaisar? ¿Un buen zhigit?
- En nuestro pueblo no hay ninguno igual a él. Dicen que en otros pueblos también  no hay  - le dije lo que pensaba.

- ¿Y Por qué el ofendió a su futuro suegro?

- Él – el suegro... ¿Está ofendido? Yo mismo oí, lo que le dijo a mi padre, si le doy mi caballo, ¿es que iré a pie a la novia? ¿Como un mendigo la llevaré en mi mano a casa?
Metieron el samovar hirviente. La muchacha mayor comenzó a servir el té y blanquearlo con leche. Y esta Kamer, que se metía donde sea y sin ser llamada, pasó las tazas. A mí la dueña de casa, del inicio, me dio una cuenca bordada con oro – y no como al último de los invitados. Kamer, dándome té, me tocó con su dedo en el brazo por encima del codo - tal vez en un signo de reconciliación.
El propietario tomó un sorbo, dejó su copa y preguntó (¿cuántas preguntas tiene?)
- Entonces, Kaisar - ¿un único zhigit en el mundo? ¿No hay uno igual a él? ¿Así que irá a pie de la novia? ¿Y no rendirá a Kurengtebel a su suegro? Así es – ¡hizo muy bien! Sí – Parecía que quería la confirmación de su familia, sentada en el dastarkhan.

- ¿No se aburre? ¿No son suficientes sus adivinanzas?-murmuró su esposa, - Basta... Dígalo derecho.
Kamer de nuevo sumió en mí una mirada burlona y casi se derramó el té de la cuenca, ¡a la orilla del lago, con mi varilla flexible que silba en mis manos!

El propietario hizo un gesto con la mano, como indicando que él no presta atención a las palabras de su esposa, y continuó:

- E-e... Yo mismo veo que nuestro invitado nocturno no entendió nada ... Entonces tiene que saber - "este Beekberguen", como usted lo está llamando, es mi hermano menor, yo soy su hermano mayor. Y ¿quién le servía el té?, ¿sabe? ¿No? La hija de Beekberguen. Su nombre es casi igual como la mía - Kamen,

Me quedé inmóvil, y ahora me quería esconder debajo de las sábanas que no me vean.
El propietario continuó.

- Cuando se quiere hacer algo – no hay que decírselo a nadie. Si dos lo saben - no es un secreto. Beekberguen fue avisado de lo que ustedes iban a hacer esta noche, y me envió a Kamen. ¿Lo entiende ahora?

La anfitriona frunció el ceño,

- En nuestro mundo hay mujeres chismosas que no pueden mantener nada como bolsas con agujeros. ¿A Zagipa, de su aul, la conoce? Ella intentó de contar todo.

- Yo lo sabía todo – empezó el propietario  a hablar conmigo  como un adulto -. Cuando mi hermano exigió a Kurengtebel, le regañé a pierna suelta. ¿No lo entiendes? ¡Tu propia hija a va vivir con Kaisar! ¿Por qué arruinar la vida del yerno? Beekberguen pero, no quiso escuchar. El muchacho es ingenioso -  joven, tiene toda la vida por delante, con el tiempo tendrá un caballo no peor que el rojo oscuro.
La anfitriona le interrumpió:

- ¿Qué gusto hay en tantas palabras? ¡Es todo por la codicia! Y yo ya el segundo día que escucho de usted: con el primer zhigit del clan enviaré al aul de Kaisar a Kamen  ¿Y qué sigue pensando? Aquí está  - Kamen. Y Aquí – el zhigit. Deje que él se la lleve.

Me volví frío - por enésima vez esta noche. Una muchacha como esta – ¿llevarla en mi yegua igrene? Ella camina  como si llevaría un centenar de libras... y cuando tiene el hipo su bazo cruje como el eje de un carro sin engrasar.

- Mira, Asylkhan - hizo un llamamiento a su hijo el dueño de la casa.-Vaya rápido y ensille los caballos. Dos. Acompañe a nuestro huésped y a Kamen a la casa de Baden-Apai. Y no se entretenga allí por mucho tiempo. Ellos ahora no son más su asunto. Y con Beekberguen ya hablaremos. Él –es como una tormenta de nieve. Primero hace mucho barullo y a continuación se calma.


Kamen se preparó a salir.

Pensé que para un zhigit como nuestro Kaisar vale la pena ponerse plumas. Sobre la gorra Kamen se puso un chal colorido. La anfitriona le dio una ligera capa de patas de zorro, cubierto de satén rojo. Y, para precaución, contra la congelación -un caftán. Y se apretó el chal escarlata, para que no se abra en el viento Ahora llegó el momento de la despedida. Kamen no lo hizo, como era habitual en todas las novias que sollozaban a voz y se retorcían las manos.

Ella simplemente dijo:

- Kadir Agay! Nunca pensé que iba a tener que salir de similar forma de esta propiedad ancestral. Si me hubiera dado su bendición yo no tuviera que escapar como una huérfana. Usted es el hermano mayor de mi padre. Desde este lugar que dejo – ahora es mi hogar.

- ¡Sé feliz!... E-e! .. Las personas mayores enseñan que llorar en la noche - es un pecado, Kamenzhan - dijo el anfitrión, pero su voz temblaba demasiado.

La niña traviesa - se echó a llorar y cuando todos salieron, me golpeó con su puño en la espalda y el hombro. ¡No, para una chica tan loca – mi yegua igrene sería una lástima rendir! Una es - Kamen, la otra - Kamer... Los nombres son casi los mismos. Y sólo una de ellas – es la  verdadera Kyz Jibek, y la otra – se le debe dar la barra, la barra...

Galopábamos - Asylkhan adelante , después de él -Kamen, y entonces - yo. Para que Kamen no se pierda en la tormenta de nieve. El viento era fuerte, pero, afortunadamente, estaba soplando hacia los lados. Los caballos de mis compañeros caminaban derecho, en un galope llamado- el trote de lobos. Y mi yegua se vio obligada a pasar a un galope confuso, y no se pudo mantener al día con ellos.
No fuimos muy lejos, que Kamen retrasó su caballo.

- Veo Insheguim, que tienes una yegua perezosa. Ella no quiere que nosotros lleguemos rápidamente a su aul. Permítame el chembur, y usted mismo la acelere con su látigo.
Las mujeres jóvenes, cuando llegan al aul de sus maridos, no  llaman a los chicos con  sus nombres. No es aceptado. Ellas inventan a cada uno un apodo. Y a mí Kamen me llamó: Insheguim como un familiar cercano, y ahora yo me estaba volviendo  un poco como un hermano de Kaisar.
Cerca de casa Asylkhan se saludó de Kamen, tomó su caballo y cómo su padre le había dicho, regresó.
Kaisar, al parecer, aún no estaba durmiendo, porque   respondió inmediatamente a mi llamada en la ventana. Me dijo,

- ¡Oh, perrito! Estás bien y vivo, gracias a Alá. No a nosotros – ¡corre a casa! ¡Que tus  padres no empiecen el luto!

- Está bien - le dije enfadado -. Primero, abra la puerta.

En la oscuridad, no se podía ver que no estaba solo. Él caminó adelante, y Kamen - detrás de mí.
En la casa, Baden-Apai desenroscó la mecha de la lámpara:

- Ah, nuestro querido - Corrió ella hacia mí, - Kaisar solo vino a casa para calentarse un poco -. E iba  a volver a buscarle. Pero usted mismo, mí querido, ¡encontró el aul!

Baden-Apai me sacudió, me besó, y de repente se dio cuenta de mi compañera, que se quedó silenciosa al lado de la puerta.

- ¿Kamen...? ¿De dónde llegó? ¡Mi querida yegüita! ¡Pobrecita!, Gracias a Dios, me dejó solo. Y ella – abrazó a  Kamen. Estaban sonriendo, llorando. Llorando y sonriendo. Kaisar al principio estaba aturdido, y luego saltó sobre mí, ¿usted?..

- Yo...

- ¡Ah, que mocoso!

Y más que eso no pudo decir nada. Me empujó, me golpeó con su puño, como la niña, cuyo nombre es casi igual como una piedra (en ruso Kamer es parecido a la forma en la cual se dice piedra). Era muy estúpido.

Baden-Apai se volvió hacia su hijo:

  Insheguim – es tú hermano menor.

- Ahora Kurengtebel es suyo... Se lo darás de regalo.

- ¿Cómo lo has logrado? ¿Cómo te arreglaste? - Kaisar me preguntó. De tanta confusión, él ni habló con su novia.

Kamen miró disimuladamente hacia él.

- ¿Cómo lo logró?.. Es que todos ustedes se precipitaron hacia la estepa, apenas  oyeron los disparos. Y él- no se asustó. Esperó: "Y cuando yo corría a casa de los vecinos. De repente oí: "¿Usted –es Kamen? Entonces venga aquí, a mí”. ¿Qué tuve que hacer? Así que me trajo aquí.
- Bueno... el caballo – es tuyo - acordó Kaisar y tiró mi sombrero hasta la nariz.
Y me dieron el té caliente - Yo tenía el semental castaño oscuro, ¡el orgullo de nuestro pueblo! Pero, ¿cómo puede ser- Kaisar-sin Kurengtebel y Kurengtebel sin Kaisar? Era difícil de imaginar, ya que sorprendentemente coincidían entre sí. Y si el caballo hubiera caído en las manos de mi padre, entonces él se hubiera movido su viejo sombrero de tres picos, y se jactaría por el  aul.
Mientras yo pensaba, Kaisar me preguntó:

- Insheguim... ¿A lo mejor usted  vende el caballo? Kamen me guiñó:

- ¡Insheguim no acepte!

Pero Kaisar – aún era Kaisar...

- Lo vendo - dije.

- ¿Y qué es lo que quieres por el de color rojo oscuro?

- Mukhorty. Tiene dos años. Démelo en el verano.

Ya era hora de volver a casa: mi madre y mi padre seguramente no encontraban su lugar. Kamen me dio un beso de despedida. Y  Baden-Apai me metió en el  interior de mi chaqueta un puñado de caramelos en envolturas coloridas.

Sólo Kaisar - de igual a igual, como un zhigit - me dio la mano.



Cómo prometido él nos dio en el varano a Mukhorty. Pero yo me las arreglé a montar el caballo una sola vez, cuando lo llevé a casa.

Y luego Mukhorty pasó a mi padre.

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