Este completamente nuevo edificio en el montecillo, inmediatamente te salta a la vista cuando entras en la aldea. Está justo en el centro del pueblo. En la casa hay cuatro ventanas y no hay ni leñera, ni otros anexos; el patio esta barrido y arreglado. Allí se encuentran muchos niños. Si vas a interesarse: “¿qué edificio es?”, el miembro del Consejo de las aldeas Kali te va a responder con orgullo: “Es la escuela de Bekbergen”.
Y si después, entras a esa escuela, acompañado por el mismo Kali, los niños te rodearán en seguida. Van a mirarte a los ojos, atrapar cada palabra tuya, solo para enterarse de donde vienes y para qué.
Mirando a esas caras tan vivas y alegres, a esos brillantes ojos, te haces más bueno, te ablandas y también empiezas a sonreírte.
- ¡Hola, chicos! – les gritarás. - ¡Que siempre les acompañe la alegría!
Y si entras en el aula, podrás ver otras cosas: los pupitres, la mesa para el maestro y una negra pizarra grande en la pared. Enfrente de la puerta hay un retrato de Lenin. Un poco abajo, al lado del alfabeto hay otro retrato, mejor decir, una simple fotografía. En esta foto mira un simple kazajo – lleva malajai, la zamarra de piel de oveja y unas botas indestructibles; puedes observar la foto cuanto quieres, pero no podrás distinguir algo más – sólo al kozajo corriente de la aldea y ya está. Te dirigirás a Kali y le preguntarás con curiosidad:
- ¿Quién es este?.
Y con el mismo constante orgullo Kali te responderá: es nuestro honorable Bekbergen. Un poco lejos de la escuela se encuentra un escarpado barranco. Si desde allí miras alrededor, podrás ver todo como desde la palma de tu mano: la estepa en derretidos montones de nieve, las crecidas primaverales. Los oscuros montecillos, la nieve allí ya se derritió, el caminante que se colaba entre las islitas de nieve, el ganado que vagaba en la estepa; los niños aparecieron en el pradejón y juegan al asiki, las jóvenes cotillean cerca del aguadero, los dos- tres parranderos que callejean por la aldea – todo eso pasará ante tus ojos.
Cerca del barranco se reúnen poco a poco los habitantes de la aldea. Lo primero de que hablan es del tiempo.
- ¿Ves como todo desnieva? – Pregunta Abish.- ya se inundó cada quebrada.
- Pues, no hay provecho de las crecidas primaverales, - le responden.
- Sí, parece que la primavera es amistosa, - confirman los otros. – Tal vez tendremos heno y pan.
- ¡Esta seguro de esto!. – exclamó Kairbek.
- ¡Eso, eso!. Tú siempre has previsto correctamente. ¡Dinos ahora que nos espera de la cosecha!. ¿O dejaste esas cosas?. – Le aguijoneó su amigo.
- ¿Qué hará ahora?, – le apoyó otro. – Todos abandonan lo suyo: mula al alá, baksi al shaytan. ¿Recuerden cómo el año pasado le asustaron?. Vinieron la milicia para llevarse al Shonbay-baksi, y a Kairbek se le cayó el alma a los pies, corrió a Zhibek.
Todos empezaron a carcajearse.
- Kairbek, ¿de verdad pasó así?.
- ¡Ay, déjenlo!. Parlotean tonterías. Nunca he sido baksi. No he adivinado, tampoco he hechizado, y nunca he sido mula. No aceptaba los sacrificios y no los hacía como Shonbay, a nadie he dado el veneno en vez de el medicamento. No llevaba a la tumba ni a las mujeres ajenas, ni a las mías… ¿Qué cosa pueden tener de mí en malicia?.
Ahora en vano cotilleamos y perdemos el tiempo, mejor hablemos de las haciendas. He preguntado a ese camarada sobre las noticias así que él vino del centro, - considerablemente notó Kairbek.
Entonces comenzaron una conversación seria. Hablaban de los asuntos de la aldea. Hay lugares donde sería bueno abrir los arteles, crear colectividad. Pero, ¿Cómo?.
- Si hubiera estado vivo Bekbergen, en toda nuestra región ya habrían estado y los arteles y la colectividad, - suspiró alguien.
De nuevo suena este nombre. ¿Quién es, este misterioso Bekbergen?. Ya no hay que espera para enterarse de eso.
- ¿Pero quién es, ese Bekbergen?.
Te miran con perplejidad y aun con evidente reproche: “¿Qué persona es si no conoce a nuestro Bekbergen?” Kali se acerca al círculo, se sienta más cómodamente. Estira y pasa la mano por la barba, alza la cabeza, con una voz tranquila empieza a contar:
- Usted vino de lejos, claro que no lo conoce. Vivía aquí un tal hombre…
- Es evidente, que no lo conoce. – Le apoya alguien. – ese camarada llega a nuestra región por primera vez.
- Se llamaba Bekbergen. – sigue Kali- Es nuestro paisano. Era de esta aldea. Todos tenemos la misma sangre. Era pobre, pero muy vivo, un perro viejo. ¿Qué cosas no vio, que no sufrió?. Vegetaba como bracero, pero al llegar el poder soviético se le abrieron los ojos. Poco a poco le atrajeron al trabajo. Primeramente le eligieron al consejo de las aldeas. Después estaba en ayuda mutua. Luego le hicieron aulnay, vicepresidente del Consejo del volost. Empezó a visitar a las reuniones del distrito y de la provincia. Pronto se acostumbró, entendió la vida, comenzó a ser activo. Se esforzaba de traer todo lo nuevo a las aldeas… En principio no le apoyábamos mucho. “Lo hace por su provecho” – decían algunos. Sin embargo de todos sus cuidados Bekbergen no obtuvo ni migaja de ventaja, ni se enriqueció. Eso digo no porque el se murió, sino porque de verdad era así. De la mañana hasta la noche estaba en correderas, en desvelos, pero nunca pidió a alguien madeja de hilo por su trabajo. Todo lo hacía con su dinero. Era sencillo, bondadoso. Unas veces dijo: “Habían tiempos peores pero entonces no penaba. Ahora tengo caballo, vaca. ¿Qué más necesito?. Desde hoy todos mis fuerzas dedicaré al bien de mis paisanos…” Eso fue hace tres años cuando se fue a la provincia. Aquel tiempo trabajaba en el consejo del volost. No nos dejaba en paz, nos reunió a todos que ahora estamos aquí, y empezó a convencernos: “¡Ingresen al artel, hay que crear la colectividad, hay que construir la escuela!”. Nadie le replicó e hicieron el artel. Era la primera en todo el distrito, “Kaindi-say”. Recientemente obtuvimos diploma…
La escuela tiene el nombre al honor de Bekbergen. Su foto ya la ha visto. Sin él, esta escuela no existiría.
Al cuarto consejo de las aldeas pertenecían las diez aldeas de cuatro familias. Pero no todas las familias tenían los mismos derechos. La familia Tansyk que era la más rica y respetada, poseía cinco aldeas. Hacía lo que quería. De esa familia eran todos los responsables del volosot y el aulnay. Los alfabetizados también.
Por eso cada palabra suya era la ley. Aunque cuando vino el poder soviético, cambió el viento. Los pobres empezaron a levantar las cabezas. Antes no nos atrevíamos acercarnos a estas aldeas y ahora nos sentamos libremente entre esa gente. Incluso hay casos cuando nos metemos a los lugares honrados. ¡Cómo!. Antes sólo el aulnay Tansyka resolvía todos los asuntos y ahora todo lo decidimos juntos.
Pero no lo habíamos conseguido gratis, no. La gente de esa familia había en cada oficina, hacían sus cosas tan hábilmente que (тут что-то с текстом!!)…. aquí apareció Bekbergen. Él valientemente elevaba la protesta contra esos ricos. Ellos de todos modos trataban de no hacerle caso pero él no se rendía. Les revelaba ante todo el pueblo, desenlazaba todas sus intenciones ladronescas y bajo su regencia los pobres tomaban las decisiones necesarias. El poder siempre les apoyaba.
Desde que el mundo es mundo no salía de la miseria. A veces en la búsqueda de comida los pobres de ese aldea se iban a varios lados, abandonado la tierra natal. Por eso sólo gracias al nuevo poder ese aldea no se desapareció y todos vivimos bien.
En aquellos tiempos un cierto Zhaken era el aulnay. Era el hijo del pobre y al obtener el poder. Olvidó de su pasada vida e inmediatamente se pasó a los ricos. En cada asunto trataba de consentir a la familia Tansyk. Cuando se recibía cualquiera ayuda del estado, el aulnay se apresuraba de beneficiar a las aldeas de los bay y no se quedaba nada para los pobres. A menudo no se aconsejaba con otros y hacía lo que quería. Así paso con la escuela. El poder dio el permiso de abrir la escuela en el cuarto consejo de aldeas. El aulnay Zhaken fabricó el papel donde escribía que la escuela se abriera en la aldea de Tursun. Tursun era el más rico de todas las familias de Tansyk. Actualmente hemos confiscado su propiedad y le hemos mandado lo más lejos posible. Pues, ese Tursun hizo como la escuela su antesala y empezó a recoger el pago mensual. Nos habíamos enterado muy tarde de la apertura de la escuela. Caemos en la cuenta: “¿Cómo había pasado esto?. Si el poder es para los pobres, entonces la escuela también tiene que ser para los pobres. ¿Por qué la habían abierto en casa del bai Tursun?. ¿O creen que nuestros hijos no necesitan ser alfabetizados?”. Refunfuñamos entre si, nos indignamos, pero nadie lo dijo al descubierto. Escuchamos que habían empezado los estudios y llevamos a los pequeños a la aldea del bay…
Había tal hombre – Tobakabyl. Tambien era de la familia Tansyk. Era el bay durante nueve años. Su hijo Salim terminó los estudios y se hizo el mula. En su aldea había la mezquita. Allí fue donde hacía las misas. ¡Y de repente ese mula empezó a trabajar como maestro en la nueva escuela!. Quedamos turulatos cuando nos habíamos enterado de eso. Aún dudábamos: “¿Qué escuela sería?. ¿Pues, van a empollar las santas escrituras?”. Andábamos preguntando. No, nos decían a nosotros, si era una esuela verdadera…
¿Ha notado usted cerca de la escuela a un chico moreno con la cara redonda?. Es mi hijo. Ahora ha cumplido doce años. Acaba de terminar la escuela primaria. A ese niño llevé al maestro Salym. Un hombre que se llamaba Ibray se acordó de coger al chico a su casa. Lo único que necesitaba es meterlo en la esuela. Entramos en la escuela, el aula estaba llena hasta los topes. Los niños estaban de rodillas.
Lo hacían exactamente como nosotros nos sentábamos antes del mula. Pensé de nuevo: “¿Qué escuela es, si todo aquí es a la antigua?..”
- Querido Salim – empecé – Aquí esta mi pequeño… - probablemente no me conocía o no me reconoció. Él frunció las cejas y miró en la ventana.
- Usted ve que la admisión está terminada. No podemos aceptar a alguien más. Me asusté. Volví la cabeza confusamente. La escuela se abrió en el cuarto consejo de las aldeas. Entonces, en primer lugar allí deben estudiar los niños de las aldeas más cercanas. ¿Dónde pueden estudiar si no en su distrito?.
- ¿Cómo puede ser esto, querido? – le dije. – Somos vecinos. ¿Quién va a ingresas en la esuela excepto nuestros hijos?.
- Oye, buen hombre, deje sus leyes. – me cortó el maestro mula. – Te he dicho ya. ¿No lo entendiste?
De nacimiento soy irascible y me enojé tanto que apenas pude vencerme. Tenía deseo de coger a Salim por el cuello, arrastrarle a la calle y darle una buena paliza…
Regresé a casa con mi hijo, entonces vino a la aldea Bekbergen. Corrí a verle y empecé a gritar:
- Tú estás sesionando en estos consejos, te alabas que tienes poder, pero ¿Qué bienes has hecho?. ¡Dime!. ¡Aún no puedes abrir la escuela para nuestros hijos!.. El difunto era complaciente, paciente. Yo estaba gritando pero él se reía. Después, cuando yo calmé un poco, me dijo:
- Tu mismo lo notas Kali que hay mucha gente mala en nuestras instituciones. En cada parte hay sus bribones, los protegidos de diferentes ricachones… Pero poco a poco vamos reuniendo las fuerzas. El desorden de que estás hablando es el artificio de uno de tales canallas. ¡Pero no pasa nada!. Mañana vamos a reunir la gente, conversaremos.
Al día siguiente de verdad se reunieron los habitantes de la aldea. Comenzaron a hablar de la escuela, de cómo abrirla en un lugar cómodo y que el maestro no es muy apropiado. Se levantó el ruido. Nos llaman la clase de los pobres. Y los pobres a veces pueden decir tonterías. En aquella reunión había pasado exactamente eso. La voz común del pueblo dijo:
- la escuela está en su lugar. No se puede abrir en el otro. No tenemos una casa mejor.
A Bekbergen se le subió la sangre a la cabeza de enfado:
- ¡Qué estúpidos son!. No entienden su provecho. ¿Acaso no podemos vivir sin el bay?. ¿Acaso no somos humanos sin el bay?. ¡Es absurdo!. Si necesitan la casa- pueden coger la mía. ¡La doy gratuitamente!. ¡Cójanla, hagan la escuela!.
Sin embargo en nuestra aldea no hicieron la escuela. Bekbergen viajaba a algunas partes, solicitaba las cosas, todo eso en silencio, y una vez, en los principios de la primavera vino a nuestra aldea, reunió a todos y nos preguntó:
- ¿Ustedes necesitan la escuela?.
- ¡Necesitamos! – respondimos en coro.
- Pues, si la necesitan – dijo Bekbergen, - vamos a abrirla en su aldea. Recabé que al Salim le destituyeron del cargo. El poder nos da los medios para construir la escuela.
¡Apirmay, que alegría fue!. Se inquietó todo la aldea… Todos se pusieron a trabajar. Comenzaron a llevar la madera más cerca al montecillo.
Juntos con todo la aldea hormigueamos durante un año, pero al fin y al cabo construimos ese edificio. ¡Allí está nuestra escuela!.
Al terminar su cuento, Kali se calló. Todos guardaban el pensativo silencio. Alguien suspiró:
- El año pasado hicieron nuestra propia célula del Partido…
- Exacto. Justo aquel mismo año… Una semana antes de abrir la escuela celebramos la primera reunión de la célula en la que Bekbergen había proclamado como el secretario…
La gente se reavivó, comenzaron a contar sobre la escuela, el artel, el trabajo del Partido y del Komsomol, los asuntos y problemas de la aldea y del consejo de las aldeas. Muchos de los que se han reunido eran los miembros de Partido. Los alumnos de Bekbergen. Ahora no hay más Bekbergen, pero como memoria de él está su escuela. Escuela nombrada en su honor.
La aldea se renovó. Franqueó el umbral de la nueva vida. Todas esas personas en las pellizas endurecidas, los ushankas
de añinos, son el núcleo de la nueva aldea, los convencidos adictos y constructores del nuevo régimen. Pasaron con honor muchas pruebas, superaron un montón de barreras y ahora con la seguridad de aguerridos combatientes lanzaban a las nuevas proezas…
Año 1929.