Бүгінгі туған күн иесі
Әдебиеттi ешкiм мақтаныш үшiн жазбайды, ол мiнезден туады, ұлтының қажетiн өтейдi сөйтiп...
Ахмет Байтұрсынұлы

02.12.2013 1488

Auezov Mukhtar "Tres dias"

Негізгі тіл: TRES DÍAS

Бастапқы авторы: TRES DÍAS

Аударма авторы: not specified

Дата: 02.12.2013

1

 Ya ha llovido desde entonces...

Kolbay estaba de mala leche. Una hora entera estaba encorvado sobre el hogar, soplando a todo poder, en vano intento de prender el fuego. Las galletas de estiércol húmedas estában humeando, su kibitka1 de herrero, de tres hojas, toda cubierta de hollín, se iba llenando de humo lentamente. Después del chubasco de ayer, no había ni un hilo seco en toda la casa. Cuantos días se esforzaba en traer reina de los prados, cortada ya tiempo atrás, desde el barranco, pero ¿acaso uno llega a conseguir un carro al bay2?.. Lleno de enojo, Kolbay se acuesta junto al hogar, sigue más y más soplando a las galletas de estiércol. Por el humo amargo se le arde la garganta, las lágrimas se le caen sin parar. Pero el fuego, ¡como adrede!, sigue sin aparecer.

-    ¡Ay, qué vida de perro! – Kolbay, en un arranque de cólera, tiró el fuelle, sacó unos trozos de estércol del hogar y, dándole la espalda al humo gris azulado sofocante, se puso a desmenuzarlos con los dedos.

-         ¡Y esa desgracia sigue aquí! – Enfadado, apartó su vista de la puerta donde estaba tirado el calderón roto que había sido enviado de la yurta del bay por la madrugada. Le mandaron a Kolbay que lo reparara y devolviera hasta el mediodía.

-         ¡En todo el verano he ganado nada por él!  Todos los días me va encontrando chapuzas que hacer ya para sí mismo, ya para su parentela.   ¿Y  por qué tengo que hacerselo todo de balde? Kolbay se preguntó y quedó pensativo largo rato. – Es porque vivo en su vecindad. Uno no tiene escapatoria del bay...

-    ¡Oh, Allah! ¡Qué burla es ésta! Hoy te trae el calderón roto, ayer, un estribo de noventa años con soporte roto, luego te viene con una arbá con eje sobrecalentado, -   refunfuñaba Kolbay sin fuerzas de pararse. –Es que han escatimado un poco de brea, en todo el verano han untado las ruedas ni una vez. ¿Y ese cofre podrido con los goznes arrancados y el cierre roto? Aunque, antes, al abrirse producía un sonido melódico... ¿Cuánto tiempo ha pasado ya? Hace cuarenta años que llegó ese cofre con la baibishe3 a la casa del bay...

-    ¡Qué trasto incesante! – suspiró Kolbay afligido. - ¿Acaba algún día? ¡Ojalá te dieran materal para enchapado u ojalata para remendar, ¡qué va!, no te dan ni herramienta, ni un clavo herrumbroso. Uno tiene que procurarlo todo por su propia cuenta, velando y destrozándose. Y todo ello porque el bay te presta animales de tiro para mudar. “Ya te habrías arruinado a no ser que yo te ayudara. Nunca te he dejado sin ayuda. Todo el verano te ando trayendo conmigo, dando de comer.”   Dando de comer... Una sola taza de kumis4 al día y una cucharada de sopa, cordilla cuando matan una oveja para algún visita del bay...

Las galletas de estiércol húmedas no quieren encenderse por mucho que él las está desmenuzando. Aunque el tundik5 está quitado, el humo no se escapa, revuela en hebras azules, baja y se condensa envolviéndole a Kolbay que ni siquiera se da caso de que se está haciendo más difícil de respirar... Hollín y arrebañadura perpetuos... Toda su vida, todos sus labores y anhelos le pariecieron de repente al ardimiento débil y despacio del hogar. Y le pareció que no era el humo acre sino la vida amarga que le hacía derramar las lágrimas y le ahogaba, y no eran los pensamientos pesados y abrumadores sino los pesares de la vida que deprimían y hacían doblarse su cuerpo jóven... Kolbay se sonrió amargamente, tiró el estiércol, se alzó la cabeza. Entró su mujer Zhamal trayendo la tetera hirviendo. La tetera estaba toda cuebierta de capa gruesa de tizne. La mujer aún muy jóven llevaba sobre los hombros su único ropaje – un vestido agujereado de mucho usar. Tras los agujeros en un hombro y en un lado asomaba el cuerpo flaco moreno. Kolbay mira con tristeza a la cara de Zhamal, demacrada, sombría, durante largo rato.

-         Aquellos dos, tus parientes, se están riñiendo de nuevo al atadero, - dijo ella con desazón al sentarse frente al hogar. Al tomar pinzas echó rápido la ceniza sobre el estiércol humeante. - ¡Que el diablo te lleve! Uno ni siquiera consigue tomar té en paz entre estos humos. ¿Por qué no pueden llevarse bien? seguía ella al colocar la tetera sobre los tizones. Se están ladrando al agrado del bay... ¡Ojalá por alguna cosa suya!, pues no...

-         ¡Venga! ¿Qué les pasa de nuevo? – gruñó Kolbay desgustado.

-         Talpak vio los caballos aglomerarse cerca del pozo y le gritó a Sariaúz: “¿Por qué no les das de beber?¿Que acaso no tienes nada que ver con eso?” Aquél le respondió con rabia: “¿Y tú qué, te duele el estómago y no puedes hacerlo? ¿No ves que estoy atando a las yeguas?” ¿No pueden hablar como lo hace todo el mundo? Se cruzaron unos insultos y ahora, quizás se estén pegando...

-         ¿Y el bay qué?

-         Les está mirando y riendo...

Zhamal tendió un saquito rayado que servía de dastarkhan7, echó un par de pedazos de kurt8 en él y se puso a servir el té.

Entonces, ¿casi seguro que les volvió a azuzar, incitando: “Eres fuerte, eres tieso, eres invencible?..”

- ¡Eso es! – le apoyó Zhamal muy dispuesta.  – De sol al sol no hace más que divertirse con ellos, y ellos no tienen ni idea. Pues, ¿qué son? Talpak es un pastor; Sariaúz, bien sabes, designado para ayudar a las ordeñadoras, cuidar de las yeguas, y el bay le llama a uno de batir6, al otro, de ninguna otra forma sino de forzudo. Todos los días se riñen, bonitos parientes son...

- ¡Qué maldición caiga sobre vuestras cabezas!- no pudo contenerse Kolbay. – ¡Me habéis fastidado hasta la muerte! ¡Esperad, que os voy a quitar esas ganas de pelearos!.. ¡Os será una lección para toda la vida!..

Kolbay seguía soltando sus diatribas cuando Talpak entró en la kibitka. Estaba enfuriado, bufaba. Zhamal echó un vistazo alarmado hacia su marido y quedó pasmada de asombro: Kolbay, sonriendo se apresuraba a preparar un sitio para Talpak.

- ¡Eh, Talpak! ¡Batir querido! ¿Has venido? ¡Pásate al tor9!.. – Parecía que todo su mal humor se disipó completamente. En un abrir y cerrar los ojos Kolbay se convirtió en un anfitrión.

Talpak se mostraba asombrado más que la mujer. Era un jóven en la plenitud de sus fuerzas, bien formado mas un poco torpe. A dos pasos anchos acudió en el sitio de honor. Se sentó, miró alrededor. Su pariente le recibía aquel día de forma extraña. Al preguntarle sobre su salud, le atendía con ajetreo: le puso el dastarkhan más cerca, le sirvió una taza de té humeando. Tal atención le infundió más seguridad a Talpak. Siempre silencioso e independiente, Kolbay pasaba entre su parentela por muy suyo y nada de simple. Además, el oficio de herrero era raro en la estepa, y Kolbay tenía la fama de un artesano ingenioso. Y si tributó tal calurosa acogida al visita, pues, ¡era por qué! Y Talpak de veras se creyó ser un alto huésped. Se puso los brazos en jarras e incluso empezó a mirar a Zhamal por encima del hombro.

-         ¡Que por tus hijos y nietos!.. – prorrumpió Sariaúz en blasfemios en aquel instante desde fuera. Echaba insultos sin mayor entusiasmo, aunque a grito pelado, ya que, por lo visto, andaba solo.  Su voz se oía más y más cerca.  Sariaúz se dirigiría también a la casa del herrero.

Kolbay quedó callado, frunció la frente, se hizo serio, y empezó a mirarle de reojo a Talpak. Éste, al oirle a Sariaúz, primero empezó a agitarse molesto en su sitio, luego, se enderezó con orgullo, se sentó más compacto y se limpió la garganta en voz alta como si avisara su presencia al rival.

Sariaúz ya estaba muy cerca de la kibitka cuando Kolbay lanzó de buenas a primeras la exclamación en voz alta:

-         Pues, sí!.. La gente dice que ellos se han reñido hoy. ¡Qué Allah les guarde de volver a meterse en otra pelea!

Y eso era suficiente que el gigante Sariaúz, sin pensarlo mucho, entró por la puerta forzosamente. Pero, las palabras de Kolbay le aguijonearon a Talpak también.

-        ¡Oye! La madre que te parió!.. – recibió él con rabia a su rival. - ¿Cómo te atreves a meterte en la casa donde estoy yo?

-    ¡Ah, por tus padres... – reparó Sariaúz sin deseo de quedarse adeudado. - ¿Eres santo o qué, que hasta no pueda entrar aquí? – Y clavó la mirada maligna en Talpak.

Kolbay echó una mirada al uno, al otro y cabeceó desconsoladamente:

- Ay, decía yo que iban a pelearse...

- ¿A quién amenazas? – Talpak empezó a ponerse de pie.

Faltaba poco para la pelea, y Kolbay sin darles volver en sí, hincó el dedo en las costillas de su mujer.

-        ¡Oye, mujer, recoge tus tazas! ¿No ves que se enredan entre los pies? – y, al retirar rápido las vasijas y comestibles, preparó un pequeño campo de batalla para su parentela.

Los rivales se lanzaron uno contra el otro.

-        ¡Mira, qué forzudos son, nadie puedrá separarles! Además, como a propósito, mismo yo tengo pies molidos, no puedo dar ni un paso – Kolbay gimió con aire culpable cojeando hacia la salida, se montó en un cofre viejo de madera con patas cortas, y se acomodó allí con un aspecto de un espectador imparcial.

Zhamal sentada guardaba silencio hasta que se llegó a la pelea, sin enteder nada de lo que pasaba, y al empezar ésta, se lanzó a chillar desesperadamente.

Talpak y Sariaúz se daban puñetados a todo poder, bien saltando atrás, bien echándose uno contra el otro con furia como si fueran los corderos sueltos a la libertad.

Al contemplar imperturbable  el espectáculo, Kolbay arrastró a su mujer por la manga.

- En nuestro aúl10 no hay quien les pueda separar. Córrete al aúl vecino, trae a Musá el Zanquivano. ¡Anda! ¡Mujer, rápido! alzó un grito respondiendo a la mirada perpleja de la mujer. ¿Crees que lo dejan por sí mismos? ¡Jamás! Y ves que en eso no ayudo, apenas me mantengo sentado...

Después de mandar a su mujer, Kolbay sacó una petaca del bolsillo, y colocó sin prisa una dedada de tabaco en el interior de cada mejilla. Escupió entre dientes despacio y sonoramente, y tranquilo volvió a contemplar a los jóvenes como si no se pelearan sino empezaran un juego inocente. El tiempo pasaba. Los rivales seguían pegándose, el silencio se rompía sólo por la respiración dificultosa y el pataleo de los combatientes. Eran igual de fuertes, ninguno podía al otro, y, dentro de un rato, empezaron a darse empujones sólo, intentando a agarrar por el cuello uno al otro. En el escaso espacio de la kibitka no había cosa en su sitio. Kolbay se dedicó a cuidar sólo de las tazas que eran la única pieza de valor en toda la casa. No había otra cosa más que le diera lástima, incluso la caldera del bay que yacía a la puerta.

Mientras tanto, los reñidores empezaron a echar miradas a Kolbay a escondidas. Los cuelos los tenían destrozados, los ojos hinchados, anonadados, la sangre se les salió en los pómulos. Era bien evidente que llegó el momento en que las peleas normales cesan. Con una sola palabra de Kolbay “!Basta!”, los jóvenes habrían parado, pero él tendría otro por decidido.

- ¡Venga! Y la gente decía que eras un batir! – respondió como si nada a la mirada elocuente de Talpak agotado.

El otro echaba miradas suplicantes.

- ¿Y es todo lo que puede el invencible? – el “apoyo” no se hizo esperar. – Mas la gente decía no se sabe cuanto...

Claro que al oirlo, los rivales volvían a armar el jaleo dando puñetazos flacos al aire. Pero las fuerzas les abandonaban rápido. Pasó más un media hora... Parecía que  Kolbay mismo estaba arto de su propia empresa. Estaba sentado cabizbajo así como pensando en algo. Y Talpak con Sariaúz consumidos no apartaban ya sus miradas de él. Kolbay, en su caso, extendía la vista sombría hacia ellos sólo de vez en cuando y, entonces, las alas de la nariz empezaban a palpitar y él se reía silenciosamente.

Por fin, regresó Zhamal jadeada.

- Musá, ¡maldito sea!, no está.

Talpak y Sariaúz estaban parados en el medio de la yurta estirbando uno contra el otro con indolencia. Cuando Zhamal entró, consiguieron mantener su reputación, cada uno dio un puñetazo más. Si Zhamal supiera cómo le esperaban a Musa en aquel momento...

- Ah, sí, verdad. Se fue a la ciudad, - comentó Kolbay tranquilamente. Fue él quien le había ayudado a Musá, a por quien se fue su mujer, a prepararse para el viaje el día anterior.

Los dos reñidores exhalaron un suspiro amargo y penoso.

Kolbay, que hacía mucho que no les daba caso, saltó del cofre ágilmente y, al acercárseles muy pegado, disparó bruscamente:

- Ahora ¡Basta! Se acabó!..

Talpak y Sariaúz no le hicieron repetirlo.

- ¡Bichos de vosotros! – La cara del herrero se abrasaba de ira e indignación que contenía mucho tiempo. Hasta para Zhamal era la primera vez cuando le veía a su marido así. Sus ojos permanecían clavados en las caras perdidas de los jóvenes. Os habéis alzado hasta las nubes, y teníais su razón: os habéis puesto perros centinelas al servicio del bay.

¿Habéis pensado alguna vez en vuestra vida? ¿Cuya fortuna, cuyo reposo estáis guardando? ¿Para quién sirve eso?.. Los dueños se ríen de vosotros, y ¡estáis encantados! Largaos de aquí!..

Y Kolbay se puso a expulsar a sus parientes de la casa.

Atormentados, los jóvenes no aguantaron, se echaron a llorar de vergüenza. Al verlos llorar, a Zhamal se le saltaron las lágrimas también. Hacía mucho que Talpak y Sariaúz se habían ido, pero Zhamal no podía sosegarse, no podía entender a su marido. Arreglando la kibitka desbaratada después de la pelea, preguntó a su marido entre las lágrimas:

- ¿Qué te pasa hoy? ¿Por qué lo has tramado todo esto?..

- Aún somos ignorantes... – contestó Kolbay en voz sorda. – Perdidos en la oscuridad...

Ya arrastraba el fuelle hacia el hogar dispuesto a ponerse al trabajo.

 

 

2

 

Ya ha llovido desde entonces también...

Era mil novecientos veintiuno. Kolbay, Talpak y Sariaúz, los tres estaban regresando del congreso regional de la unión “Kosshi”. Todo en ellos indicaba que su vida había cambiado mucho. No montaban unos rocines flacos que por poco caían sino los caballos robustos y garbosos. Encima de ello, los jinetes ya no estaban vestidos en trapos.

En su espalda Talpak llevaba una carabina Berdán vieja y renegrida. El fusil no podía disparar, pero Talpak no lo dejaba, que le parecía que tenía aspecto imponente con él. Estos días los dos, Talpak y Sariaúz, han perdido la paz. Ya que había tantas opciones para escojer que los ojos no sabían en qué parar...

-          ¿Por qué no hacerme un miliciano?

- Mejor te hagas un mensajero en el comité ejecutivo regional!

- ¿O puede que me coloco directamente en el puesto de un asistente del juez o del juez instructor? se jactaban uno ante el otro.

Kolbay que se había establecido sólidamente en la unión, les miraba con pena.

Hace mucho que no se reunían todos juntos, y Talpak con Sariaúz decidieron, por lo visto, mostrarse ante Kolbay en este viaje. Se cambiaron de miradas significativas como si se concertasen algo.

-        Cerca del Manantial Frío – comentó Talpak como con descuido – está el aúl del bay Zhamán. Hagamos la noche allí, descansaremos...

-        Eso es, ¡que Kolbay vea cómo nuestra vida es hoy! añadió Sariaúz. Al agitarse con impaciencia en la silla, parecía empujar a su caballo. - ¡Ea, vamos! – Y decidido, tironeó el cabestraje arreando a su bayo.

-    ¿Qué, no os parece que basta ya? – soltó Kolbay con aire indiferente. - ¿Basta de andar de puerta en puerta de los bayes?

-        ¿Cómo que andar de puerta en puerta? – se estremeció Talpak. - ¿Qué quieres decir con eso?

-        Ahora les toca a los bayes de andar de puerta en puerta. Dejémosles este trabajo. Y no perderemos nada si quedamos en casa de Zhamán, - le siguió Sariaúz muy agitado.

La posibilidad de trasnochar libremente y alimentarse en las yurtas de los bayes se presentaba a Talpak y Sariaúz como una muestra de independencia, igualidad e incluso una cierta recompensa por las privaciones que habían sufrido. Y en cada caso oportuno ellos gozaban de sus derechos estos.

Aquel día decidieron mostrarle su nueva situación a Kolbay también.

Kolbay les estaba escuchando sin interrumpir, cabizbajo, como solía hacer cuando no tenía ganas de trabar discusiones o consideraba por inútil oponer. Mirando de lado, uno podría pensar que él estaba muy concentrado en examinar las cernejas en los pies de su caballo, y las alas de su nariz estaban palpitando de la risa silenciosa.

- Pues, no, simplemente... – respondió él a la mirada sorprendida de Talpak. – Quería decir que había que separarse por completo de los bayes.

Talpak, por cierto, pasó por alto sus palabras.

- ¿Pues qué, quieres prohibirnos arreglar cuentas con ellos? – gritó éste inflamándose. - ¿Te has olvidado ya cómo se aprovechaban burlándose de nosotros?

Sariaúz frunció el ceño también y, al inclinarse, le miró cejijunto y fijo a Kolbay como si indagando:  “¿No irás a  defender a los bayes?” Sus hombros macizos se levantaron en alerta como los de un lobo al topar a un cazador.

Kolbay demoraba en contestar.

- Entonces, es ésta la manera de que vamos a ajustar cuentas con los bayes... Hum... Pues, a ver, - dijo al cabo de un rato, con la mirada fijada en algo a su lado.

El sol ya se había inclinado hacia el poniente. Hacía bochorno.

La carne estaba cociéndose en la caldera vieja sobre el fuego. Tres antiguos gayanes, después de beber cumís a su contento, tuvieron tiempo también para tomar una que otra taza de té a satisfacción. Kolbay, que apenas participaba en la plática, después de tomar té quedó completamente callado. De allí a poco se acostó, se tornó la cara contra la pared y, accurrucado, dejo de producir un ruido menor. A Talpak y Sariaúz, por su viejo hábito, les entraron las ganas de ir al atadero y los pozos.

El bay fue con ellos, acompañándoles como a los invitados de honor. La oficiosidad y el miedo se percibían en sus palabras. Respondía a las preguntas con abundante detalle, se movía las cejas servilmente contando de los quehaceres y dificultades de mantener su hacienda.Y hablara de lo que hablara, siempre concluía con lo mismo:

- Que somos parientes, los mismos antecesores tenemos... Os habéis hecho hombres importantes, ¡Gracias a Allah!.. Me alegro por vosotros...

Kolbay seguía acostado hasta que oyó la voz de la baibishe:

- La carne está cocida ya, es hora de quitar la caldera del fuego. ¡Llamad a los visitas! ordenó ella al entrar en la yurta.

Alguien se fue corriendo a los pozos.

Kolbay levantó un poco la cabeza, miró alrededor. Las mujeres entrando traían la caldera.

-           Baibishe, ¿Ha preparado Usted esta comida especialmente para nosotros? – preguntó Kolbay.

-     Cariño, no hay para quién más. – se adivinó la vieja. – Claro que para vosotros.

- Pues, déjeme, entonces, acomodar a los visitas hoy. – Kolbay se puso de pie sonriendo.

La baibishe sorprendida dio su consentimiento.

Kolbay se echó a correr por la yurta. Callado y descontento un poco antes, cambió de manera radical.

Beshbarmak11 estaba ya preparado en dos platos grandes de madera cuando Sariaúz, Talpak y Dzhamán regresaron a casa y  quedaron estupefactos al ver a Kolbay radiante corriendo a puntillas por la yurta y trasladando las cosas, afombras como si se preparara para recibir a los huéspedes muy esperados.

- ¡Adelante, adelante!.. ¡Pasaos al tor, visitas queridos! – invitó a los entrantes.

Sin embargo, el tor daba impresión deprimente. En vez de una alfombra rica y mantas de seda había un tapete agujereado como una criba, un tundik viejo y ahumado y una piel de buey desconchada. La alfombra y las mantas de colores vivos tornasolando se trasladaron hacia el umbral donde suelen sentarse los parientes pobres e visitas insignificantes.

-         ¡Qué sea hoy el día de nuestra venganza, dzhiguites12!  - proclamó Kolbay solemne dirigiéndose aTalpak y Sariaúz entorpecidos al umbral. - ¡Pasad!.. – y él mismo entró con ellos.

-         Si ajustamos las cuentas, lo haremos como es debido. ¡Eh, dueños! Ha cumplido ya su tiempo de estar sentados en el tor, ahora siéntense junto a la puerta... Y nosotros, pudridos, a su umbral, tomaremos el sitio de honor!..

Toda la gente se hizo más sumisa y así complían todas las instrucciones de Kolbay esperando soprendidos qué será más.

Al dejarse caer entre los manteles, la baibishe emprezó a mascullar sin producir ningun sonido. Talpak y Sariaúz, francamente, no tuvieron tiempo ni para una simple reflexión: todo pasaba demasiado rápido para ellos. Atónitos, se sentaron junto a Kolbay.

-        El tapete misero y la piel desconchada, vosotros también alcanzaron el lugar de honor, - admitió Kolbay alegre acomodándose a su gusto.

-        ¡Que la cabeza de cordero, filete, todos los trozos mejores se queden a la entrada! – seguía él. - ¡Basta! ¡Les enseñaré cómo pavonearse ante los visitas!.. ¡Pásenos aquí el plato con huesos, tripas, pulmones, bazo!..

Al recibir uno de los platos hondos que él mismo había preparado, Kolbay lo colocó ante sus compañeros y emprezó a cortar la carne en lonjas regulares sin olvidarse de enviar a su boca una que otra puesta. Hambrientos, Talpak y Sariaúz se pusieron también a la comida.

- Y tú, tripa fina, cierra la cuenta con el bay. Nunca has estado en el lugar tan alto en esta yurta. – Comiendo a dos carrillos una tripa sebosa y gruesa, Kolbay enrollaba la tripa fina amarga y la ofrecía a los ¨visitas de honor”.

Talpak y Sariaúz confusos comían en silencio sin saber si enfadarse de Kolbay o reir. Echuchando su voz, o enrojecían hasta las orejas, o palidecían. Sin embargo, el plato iba vaciándose rápido.

- Estar sentado en el lugar de honor en la casa del bay no significa aún vengarle por antiguas ofensas. Mezclemos el umbral con el tor, amigos, ¿no?

Estas palabras eran muy familiares a los dzhiguites. Kolbay los dijo el día anterior interviniendo en el congreso de la pobretería. Y ahora las ha pronunciado con la sensatez tranquila como si diera un buen consejo a Talpak y Sariaúz. Ellos volvieron a mirarle interrogando. Que no, en su cara ho hay ni una sombra de sonrisa. Zhamán y la baibishe estaban sentados más blandos que una breva...

Montaron en los caballos. El aúl de Zhamán se quedó a sus espaldas. Tras un corto silencio Kolbay se dirigió a sus compañeros que andaban por ambos lados de él.

- ¿De qué venganza se trata si el bay tiene tanto su casa como su fortuna íntegros aún?.. – se sonrió. - ¡Qué tontería! Eso parece a la victoria de la piel que lleva muchos años al umbral y la tripa que ha resultado estar en el tor hoy. ¡Ya está!

Se calló y anduvo algun tiempo cabizbajo, según su costumbre, como si reflexionara en sus propias palabras. O ¿tal vez el herrero estaba evocando de su memoria los días largos, tristes de su vida pasada?

- No, amigos, si hablamos de la venganza a los bayes, los juegos de hoy no son un buen camino, - prosiguió. - ¿Entendido? No debe ser la disputa entre el umbral y el lugar de honor.   Es tiempo para emprender una auténtica baiga13, larga.

Y se rio sólo ahora echando una mirada contenta a sus compañeros.

Abatidos, como si les hubieran vertido agua fría por el cuello, Talpak y Sariaúz murmuraron ofendidos:

-         ¿Por qué, por lo menos, no nos has dejado comer bien?

-         Tanto tiempo sin comer carne buena...

-         Continuamos tratando a los bayes con cariño, con demasiada tolerancia, - contestó Kolbay sin dar caso de sus palabras. Acabamos de despertarnos, ¿qué hacer? Pero la luz se prende...

Los caballos andaban en trote despacio hacia el paso.

 

3

 

 

Y ahora estamos en presente y no en pasado. No es el día de ayer sino de hoy...

A la caìda de la tarde, todo el edificio de la escuela estaba lleno hasta los topes. Los miembros de tres brigadas competidoras se presentaron todos sin excepción. Ellos se comprometieron aún en primavera, en la reunión general del koljoz, y ahora en otoño las brigadas llegaron al final de competiciones, como se dice, estribo a estribo14.  Estaban dirigidos por los vanguardistas15 eminentes Kolbay, Talpak y Sariaúz.

La reunión en que se resumían los resultados de las competiciones, se convirtió en una fiesta. La buena noticia de que el koljoz ocupó el primer puesto no sólo en la región sino en toda la circunscripción, se propagó aún de día cuando llegaron los dirigentes regionales y una miltitud de visitas de los koljoces vecinos. Y la hilaridad reinaba en la sala baja, la gente se comportaba confiada y libremente, - como pasa siempre cuando se ha ganado una victoria grande y dura.

Talpak fue el primero quien intervino de parte de su brigada y pronunció su reporte sin tomar aliento.

- Aún en septiembre, nuestra brigada fue ya la primera de cumplir con el plan para acopiar el grano y de formar la reserva de semillas. En todo este tiempo, ninguna de las máquinas no ha tenido fallas ni estropeos. El transporte ha trabajado continuamente. Toda la brigada ha trabajado con mucho ánimo: toda la gente en el koljoz lo conoce. Los mejores de nosotros han trabajado trescientas jornadas16; los peores, si podemos llamarlos así, doscientas. Para hoy, han llegado a trillar la última hacina de aquellas restantes después de la entrega de cereales. Los últimos sacos de grano hubieron sido colocados en el granero del koljoz antes de la inauguración de la presente reunión.

El ruido aprobatorio llenó la sala. ¿Qué más? ¡Breve, claro y en voz alta!

Sariaúz comenzó su intervención con la misma confianza. Éste ya dio rienda suelta a las palabras, y dale y dale, habló sin ningun tropiezo ni interrupción. Sólo paró una vez, fue para mencionar que su brigada había trabajado la última hacina en vísperas de esta reunión de hoy.

Pero, luego Sariaúz contó sobre un logro que no tuvo Talpak: la brigada utilizó un método innovador durante la cosecha. Para el accionamiento de dos trilladoras “uncieron”, por primera vez, el agua, pues tanto tardaron menos en trilar como libraron los caballos.

En aquel instante sonó la voz de Kolbay:

- ¡Vaya un mozo! ¡Ojalá diga una sola palabra de que fui yo quien farbicó el accionamiento por agua para su brigada!

Los koljosianos rompieron a carcajadas. Sariaúz se apresuró a confirmarlo y se lo agradeció polìticamente. Claro que consideró a Talpak por su rival principal, por eso se esforzaba a superarle sin escasear las palabras de aprobación par los demás. Kolbay lo entendió, cabeceó y se sonrió.

Sariaúz solemne sacó del bolsillo el periódico con la dispocisión del comité distrital.

- En Moscú, en noviembre, se reunirán los delegados de los mejores koljoces de todo el país. Habrá también representantes del extranjero... Dado que hemos ocupado el primer puesto en el distrito, es muy probable que los vanguardistas de nuestro koljoz también participen.

La animación en la sala, las sonrisas aprobatorias de los dirigentes en el presidio inspiraron a Sariaúz aún más confianza.

- Y si queréis, os diré con certeza absoluta: en este caso, ¡vuestro servidor irá a Moscú! – se dio una palmada en el pecho con jactancia y se echó a reir con todos.

Los dos jefes de las brigadas, fuertes, tenaces, que saben, encima de todo, de mostrarse en el público, estaban dispuestos, como se decía en los tiempos de antaño, a remover el cielo y la tierra.

He aquí que se levantó Kolbay con la cara impasible.

-        En nuestra era aún se quedan tres hacinas, - empezó. – Hemos tardado un poco en trillar. Se puede decir que hemos atrasado en este sentido...

-        Y ¡basta con eso!, - le interrumpió Talpak. – ¿Para qué seguir explicando? y, riendo con excitación como si antes una pelea, se remangó la camisa.

-        ¡Aja, sabidillo, por fin has perdido! – Sariaúz tampoco pudo contenerse. - ¿Lo reconoces tú mismo?

Hubo una sensación que una corriente de viento pasó por la sala. Los koljosianos se pusieron a rumorear, moverse. Las risas sonaron en algunas partes. El presidente explicó algo a los visitas meneando la cabeza. Parecía que la opinión común surgió por sí misma - la brigada de Kolbay ha sufrido una derrota. La humildad con la que se comportaba el jefe de la brigada, su voz apenas oíble en la sala habían de confirmar que él mismo se conformó con esta derrota. Mientras tanto, Kolbay seguía contando sin prisas sobre el trabajo de la brigada, sobre sus alcances laborales.  Él, por cierto, sentía el ánimo de la sala, pero continuaba hablando con la voz inmutable y baja. Toda su brigada estaba sentada en la parte izquierda de la sala, y le seguía con atención y dignidad. Zhamal se sonrió aprobatoria a su marido. Dispuesto a terminar su discurso, Kolbay echó mirada a sus compañeros y se sonrió de improviso.

- Es obvio que todavía tenemos imperfecciones, no obstante, en una cosa, nuestra brigada es la primera. Quizá sólo en nuestra brigada ha sido liquidado de hecho el analfabetismo, - concluyó Kolbay.

Talpak y Sariaúz se lanzaron a la batalla a la vez:

-         ¿Qué, somos analfabetos, a tu juicio?

-         ¡Hemos leido todos los periódicos y revistas!

Ambos, interrumpiendo uno al otro, se pusieron a comunicar cómo y qué habían leído, pero Kolbay les interrumpió con calma:

- No se trata de la formación personal.

Sólo en aquel momento entornó la vista hacia el presidente y los dirigentes regionales. Y estas palabras las pronunció de la misma manera tranquila. Sólo por la risa que escondió muy adentro se le agitaron las alas de la nariz, igual que aquel día lejano cuando invitaba a Talpak y Sariaúz con las tripas en la casa del bay Zhamán.

-         ¡Ah, estás hablando de la brigada! – Talpak alargó las palabras bajando la voz. Había que explicarlo antes.

-         Entonces, de las masas... – notó Sariaúz.

-         Sí, camaradas, de las masas precisamente!- dijo Kolbay con firmeza, acaparando ya toda la atención de la sala. En nuestra brigada todos somos alfabetizados.  Pero hemos aprendido a leer y escribir no sólo para nombrarse instruidos. Estoy hablando del nivel verdadero del desarrollo que permitirá dominar los conocimientos necesarios. Todos aspiramos a la cultura. Y ¿qué es que conseguimos? - he aquí una questión. ¿Justo, camaradas?

-         ¡Eso es!

-         ¡Justo, jefe!.. – le apoyaron desde la sala.

-         Hemos venido a la reunión de la era directamente. – Kolbay corrió con la mirada por todo el presidio callado. Hoy tenemos muchos visitas. Me gustaría hacerles conocer a toda mi brigada. Se volvió hacia la sala. Camaradas, venid acá y no os olvidéis de coger vuestros libros. Unas mujeres y unos treinta hombres, sacando sus libros del seno y los bolsillos, empezaron a venir al presidio.

-    Mostrad vuestros libros. ¿Quién y qué lee? – preguntó Kolbay.

-    Yo, las resoluciones de la séptima conferencia, - empezó el joven comunista Zhakil, pero fue interrumpido:

-         La referencia sobre la cultura nacional...

-         Esoy leyendo el poema “La estepa”...

-         Tengo «El caballo rojo”...

-    Y yo estoy leyendo un libro divertido sobre Taltanbay, - comunicó Zhamal riendo. Con el paso de años se cambió mucho: en la cara morena se veían las arrugas, pero ella estaba excitada y alegre.

De repente, la voz alta de Kolbay ahogó el retumbo animado de la reunión:

- ¡Hay que instruir a todos! ¡Que el comité regional preste más atención a este tema! La luz de conocimiento... Debe alumbrarnos el camino hacia el comunismo!..

Sus palabras sonaban con tanta confianza que hizo a Zhamal pensar: “En vano tenía miego por él. Es absolutamente imposible que Kolbay ceda a Talpak y Sariaúz en algo.”

La sala recibió la llamada de Kolbay con aplausos clamorosos. El presidente se le acercó y le abrazó fuerte.

 

1Kibitka —carro normalmente de dos ruedas que sirve de casa ambulante para los nómadas.

2 Bay — propietario rico, gran terrateniente en Asia Central.

3 Baibishe — mujer principal del bai.

4Kumis — leche fermentada de yegua o de camello.

5Tundik — lona de fieltro para cubrir la apertura en el centro de una yurta que sirve para ventilación y escape de humos.

6Batir — jefe militar, guerrero destacado, héroe.

7Dastarkhan — un mantel para servir las comidas.

8Kurt — un tipo de queso fresco, suele ser bastante seco y ahumado.

9Tor — lugar en la yurta frente a la entrada, se considera como un lugar más destinguido en toda la casa.

10Aúl — población fortificada en los montes

11Beshbarmak — plato típico kazajo (carne picada cocida y fideos)

12Dzhiguit — hábil jinete del Cáucaso

13Baiga — carrera de caballos por los terrenos accidentados. La baiga auténtica llegaba a 50 kilometros.

14Estribo a estribo — al mismo tiempo, sin ceder uno al otro ni una pulgada.

15Vanguardista — trabajador que demuestra la productividad aumentada

16Jornada — unidad de evaluación y forma de contabilidad de trabajo en un koljós.

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