- Oiga, deje por fin - Minaydar levantó la cabeza. - Basta, yo digo... ¿Por qué habla tonterías?
- ¡Tonterías! Lo que yo digo son siempre tonterías... - murmuró la esposa, dominándose.
Apenas Marzhankul se calló, a Minaydar le desapareció el enojo. Durante un tiempo se quedó en silencio, y luego dijo con dulzura:
- Usted escucha cada tipo de chisme, es por eso que estoy enojado. Y no hay porque pelearse. No estoy solo, todos van allí.
Después de estas palabras Minaydar se relajó definitivamente. Marzhankul lo detectó y también se ablandó. Como de habitud, tironeando tirando un mechón de piel, ella empezó a descargar todo lo que tenía en su corazón.
- Es cierto que todos van allí. Y no tengo nada en contra... Pero me da rabia que van a la casa de esa mujer, Sari. Como si no hubiera otras casas en este aul... Me quemo dentro de mí, pensando en eso. Y ella, la querida Sari, resulta que, dice: "Mi difunto esposo era del clan Hozhalyk. Y según la tradición de amengerstva, sólo me voy a casar con su pariente. Y a los otros con los dientes partidos ni quiero ver”. Y mientras lo dice le come con sus ojos. Le saca los ojos y mira... Es por eso que no me encuentro lugar para mí misma ...
Minaydar tumbado sobre un lado, se echó a reír a carcajadas, mostrando sus dientes separados.
- ¡Maldita sea, mujer! Sólo ayer dijo: "¿Dónde va usted, viejo desdentado?" Pero hoy tiene un diferente cantar...
- ¿Y qué si lo dije? Ayer fui a su padre-por un pedazo de carbón, y sentados allí, hablaban. Y bueno, se me aguzó el oído. Y pensé ¿de qué hablan? ... Y su hermano, el gritón, dijo con sarcasmo: "A Minaydar se le caen los dientes. Ahora es justo el momento para que él aprenda. “Y yo me sonrojé cuando lo escuché...
Luego Marzhankul se rió.
La pareja ya se había olvidado de la reciente escaramuza y hablaban como si nada hubiera pasado. Hablaban, entre otras cosas, acerca de la economía: que casi se cae su única yegua, que trabajó todo el verano, a lo que ella está ahora sin valor, que se terminó la carne brillante, que se quedaron con una ternera sola. También reportó Marzhankul que la harina se acabó, y que hoy puso en la tetera la última pizca de té. Entonces Minaydar decidió ir por la mañana a la ciudad.
- ¿Y qué va a pasar con las lecciones?
- Oybay-oh, ¡por cierto! ¿Y qué hacer? - Minaydar miró perplejo a su esposa.
- Cuando usted va a ir a la ciudad, yo voy a aprender en su lugar - sonrió Marzhankul.
- Esto no va a funcionar.
- ¿Por qué?
- Debido a que a las mujeres se les enseña por separado.
- ¿Por qué las mujeres son siempre separadas? ¡No vamos a comer a nadie, si vamos a aprender juntos! Siempre nos discriminan... – dijo Marzhankul indignada.
Minaydar comenzó de nuevo a reír.
- Y, sobre "libertad", ¿se recuerda? Hay muchos tipos de libertad, mi querida. Libertad no significa permitir que las mujeres estén fuera de nuestras manos.
- ¿Si aprender – es estar fuera de sus manos? ¡Entonces usted también no tiene que aprender!
- ¡Usted dijo! Pero nosotros – somos los hombres.
- ¿Y la mujer de que tiene culpa?
- Del hecho de que ella es una mujer. En su bendición Dios la creó inferior. Y tratar de ser igual a un hombre - es un gran pecado.
- ¡Hey, vamos, cariño! Son todas tonterías. ¿O es que se olvidó de lo que dijo el representante con gafas en la última elección?
- ¿Qué dijo?
- El hecho de que las mujeres y los hombres tienen los mismos derechos. Lo que también podemos trabajar, igual que usted.
- ¿Como para trabajar...? ¿Es que no se acuerda de cuando yo cortaba el heno en verano con la guadaña, que usted apenas hizo en tiempo para rastrillar?
- ¡No se jacte de su fuerza! El hecho de que los hombres son más fuertes ya lo sabemos... El de con gafas luego dijo que las mujeres y los hombres son iguales, e incluso pueden ser jefes de aul.
- ¡Eso es lo que usted quería! Quisiera ver como ustedes las mujeres dirigieran el Consejo del aul...
- ¿Y qué? ¿Usted cree que yo sería peor que el inadecuado Nesipbaev? El pobre ni dos palabras pueden exprimir, y – ¡es jefe del aul!
- ¡Está bien! En las próximas elecciones la voy a elegir a usted jefa del aul. Mientras tanto, levántese y vaya a cocinar el té.
Minaydar con mucho placer se extendió y apoyó la cabeza en la pared. Marzhankul dejó de un lado los hilados y fue a la cocina con una caldera. Con unas largas pinzas de hierro revolvió el carbón, tomó un tronco humeante, y añadió varias leñas más pequeñas, luego comenzó a avivar las llamas. Las cenizas se elevaron hacia el techo.
Minaydar extendió su mano hacia la ventana, tomó un libro gris del marco de la ventana. Era un libro de texto para el primer grado. Del distrito central había llegado hace poco un maestro para efectuar la alfabetización y organizó una escuela en el aul. Minaydar también se inscribió. Él tenía ahora treinta y cuatro años. Recientemente se le habían caído sus dos dientes delanteros, y ahora cuando hablaba se le entreveía la lengua en ese espacio. Cuando Minaydar iba a la escuela, sus coetáneos se burlaban de él:
- Justo a tiempo. Cuando todos sus dientes se van a caer él conquistará la gramática.
Minaydar, sin embargo, prestaba poca atención a las burlas. Poco a poco se sobrepuso también a la resistencia de su esposa. Todos sus pensamientos se reducían a una sola cosa: aprender a leer, para poder firmar.
- Bueno la culpa es de mi padre. Si él me hubiera enseñado en la infancia - la lectura y la escritura no serían ahora peor que los otros. Estuviera sentado ahora mirando los papeles - no solo una vez, dijo como soñando.
Abrió la primera página, y se enterró en el libro. Las letras eran grandes y gordas. Individualmente, las conocía todas, pero combinarlas - oh cuán difícil. Y, sin embargo, tropezando, tartamudeando, con gran dificultad, llegó a dominar la primera página. Ahora volvió a releerla. Inicialmente se dedicó a las letras individuales, luego comenzó a leer las sílabas. En longitud leyó en voz alta la palabra, "poco", y aquí Marzhankul, que estaba al lado del horno, se volvió hacia él y le preguntó con asombro:
- ¿Qué poco? ¿Leña, o qué?
- ¡Uh, al diablo! - Minaydar sonrió y se dio la vuelta.
Todas las noches después de la cena Minaydar como de costumbre tomaba el libro gris. Se acercaba a él la lámpara, guiñaba y sonreía, y empezaba a leer. El estudio en la escuela estaba ya en el tercer mes. Las letras grandes ya las dominaba y las combinaba bastante bien, pero con las letras pequeñas todavía estaba confundido.
Marzhankul, retiró los platos y el samovar y se acostó como de costumbre al lado de su marido. Él puso el cuaderno sobre el libro y cogió con sus dedos, callosos y torpes acostumbrados a la pala, un lápiz y empezó torpemente a escribir enormes letras retorcidas.
- ¿Qué pasa? ¿Una vez más, garabatea su nombre?
- Aquí, mire: resulta - "Minaydar Dosakaev" – dijo feliz y sonriente, Minaydar.
- ¿Y el nombre de su padre?
- Aquí abajo...
Marzhankul miró por un largo tiempo las letras y de repente preguntó:
- Escriba mi nombre.
Minaydar, con fuertes ronquidos, garabateó el nombre de su esposa. Le llevó casi media página.
- Deme un lápiz. Voy a intentarlo yo, tal vez me sale algo... Se tumbó boca abajo y comenzó a dibujar con cuidado las letras.
- Oh, el palito en la letra "M" le salió demasiado grande. No un palito sino una floritura...
- ¡Y qué! – dijo Marzhankul un poco sonrojada. - La de usted es igual.
Sus cabezas se tocaron. Minaydar se volvió hacia ella y la besó en la mejilla.
- Bueno, aquí comienza... - fingió Marzhankul, murmuró y sonrió. – Usted puede no comenzar cuando estoy ocupada en mis cosas.
Se hizo tarde... en la noche. En todas las casas se apagaron ya las luces, El Aul dormía. Solo en la casa de Minaydar estaba ardiendo la baja llama de la lámpara. La pareja el uno tras la otra tomaron el libro gris y con gran entusiasmo y diligencia, letra por letra, estudiaban la gramática. Las letras grandes de imprenta en el viejo libro sonreían de felicidad y se guiñaban como si estuvieran alegres que en la estepa kazaja habían encontrado dos alumnos tan diligentes.
1928