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Ахмет Байтұрсынұлы

02.12.2013 1540

Mailin Beyimbet "El cubo negro" 

Негізгі тіл: El cubo negro

Бастапқы авторы: El cubo negro

Аударма авторы: not specified

Дата: 02.12.2013

 

Todo había comenzado con un cubo negro. Aysha lo cuidaba como a las niñas de los ojos. Hace unos tres años, cuando ella se quedó sin el, ella tenía que pedirlo a los vecinos, hasta que su esposo  Birmaganbet, cediendo ante sus constantes ruegos y reproches, lo trajera de la tienda y pusiera ante sus ojos un nuevo cubo negro.

- ¡Sólo se oía “cubo, cubo”!. Ya me marea. Lo ves, en vez de comprarme el tabaco, te compré un cubo. ¡Tómalo y calla! – dijo Birmaganbet, poniendo en énfasis toda la importancia de su acto.

Pero diciendo esto, él no quería decir que su esposa era mugrosa o incompetente. Solo quería darle a entender que era una persona honesta y que nunca volvía las espaldas a las peticiones de su esposa. Todo la aldea se enteraba de la parquedad, la pulcritud y el espíritu económico de Aysha. Valoraba cada cosa que tenía, como si esa fuera una entre miles. Las mujeres desaliñadas querían humillar, herir a la “pulcra” Aysha a veces refunfuñaban:

- ¿Y por qué ella siempre tiembla por cada mierda?. ¡De todos modos no lo llevará a su tumba!.        ¡Cicatera!.

Y pasó lo increíble: ¡estropearon su cubo negro!.

Lo estropeó la ex mujer de Kozhagul – estúpida, sucia mujer – que siempre vagaba de casa en casa y pedía algo que jamás lo devolvía. Y hoy  de repente tuvo necesidad de un cubo. Vino. Aysha no solía dejar a tales solicitantes acercarse a su casa.

- Ustedes no son más pobres que yo. Pueden solo comprarlo. –  siempre cortaba ella.

Pero hoy no respondió así. Tenía otros asuntos: ¡ya era un mes que había desaparecido Birmaganbet!. Había rumores que según las directivas de la región, él levantaba las actas sobre los bay y envía esos papeles al juzgado. ¿Pero como le tocaban a los bay?. ¿Y por qué durante un mes tenía que callejear en los lugares desconocidos cuando en casa le espera su esposa y la familia?. ¿Y qué hombre era si abandonó su casa?. Tales pensamientos ya un par de días no le dejaban a Aysha. Ella como siempre sacaba la ceniza, encendía el fuego bajo el fogón, arreaba a la única vaca al aguadero, pero seguía pensando y pensando en Birmaganbet.

No era el primer año que recorría las aldeas. Ya llevaba tres años que no podía tranquilamente estar en casa. Desde aquel momento que en la reunión de los jornaleros por primera vez le eligieron como delegado, se podía oír de él solo tales palabras como “congreso”, “grupo”, “resolución”. Si en la aldea llegaba el mandatario, la primera persona que quería ver era a Birmaganbet. Y luego siempre andaban juntos. Juntaban a la gente, celebraban las reuniones, el mandatario hacía los informes, y cuando la gente, al desconcentrarse, callaba, y el representante del poder les pedía emitir su opinión, tomaba la palabra Birmaganbet.

-          ¡Camaradas! – decía él en voz alta.

Todos se estremecen, le miran a la boca. Y Birmaganbet empieza a pinchar a unos, provocar a otros, e incitar a los terceros:

- ¡Camaradas!. ¡Se ve eso, que ustedes temen a los bay!. ¡Sí, sí!. Algunos el miedo han perdido el don de la palabra. ¡Vengan, no tengan ese mido!. ¡Basta callar!. Yo sé que ustedes tienen qué decir algo. ¿Verdad?. ¡Háganlo, háganlo!.

Después de eso todos comienzan a intervenir a cual mejor.

La reunión se termina, la gente se va a sus casas, y ya cuando están sentados cerca de su fogón, Aysha empieza a reprochar a su esposo:

-          ¿Para qué  te metes en la boca del lobo?. ¿Quieres que todos te conozcan como el perturbador?. Y sería mejor si estarías en casa, beberías tu bodrio. ¡Pero claro que no, siempre hay que tomar la palabra!.

“¡Deja de aconsejarme!” – parecía que eso decía la enfurecida mirada la que él dirigió a Aysha, empujando la kesushka[1]. Aysha sabía sobre el carácter  iracundo de su esposo y después no hizo ni mención de la reunión.

Es que en su vida habían pasado varios asuntos. ¿Qué cosas no habían sufrido Aysha y Birmaganbet en pasado?. Había humillación, deshonra, palizas de bay, improperio de su baybishe, - todo pudo soportar Aysha. Se echo su familia y hogar solo hace cuatro años. Birmaganbet al casarse, no dejó de trabajar de bracero. Solo el año pasa se sacudió el yugo. Después de la confiscación pasó a su propiedad algunas cabezas de ganado del bay.

Desde aquel tiempo su hacienda seguía mejorando. Aysha cuidaba todo lo que tenía. Mantenía todo limpio y arreglado. A veces tenían hambre, frío, pero no quería ni oír que podían degollar o vender alguna bestia. Una vez Birmaganbet trató de vender una yegua parda y comprar algo de ropa, pero Aysha hizo tanto escándalo...

-¿Estás mal de la cabeza?. ¿Cómo se puede vender a la yegua?. Antes también andábamos en pelo, ¡pero habíamos sobrevivido!. ¡Y ahora también lo soportaremos!.

De verdad Aysha tiene solo un deseo: no perder lo que han ganado con tanto trabajo, mejorar su hacienda, por fin salir de esa maldita pobreza. Es que no puede ser que les está predestinado ser pobres. Ellos ya conocen la amargura de los bienes de otros.

Así piensa Aysha. ¿Y Birmaganbet?. ¿No fue él quien sufrió más ofensas que cualquier otro?. ¿Acaso piensa de otra manera que ella?. Y solo ahora el alcanzó algo, solo ahora en su alma empezó a brillar un rayo de esperanza. ¿Pero porqué entonces lo trata tan mal con su hacienda?. ¿Porqué no está en casa?. ¿Porqué no piensa en la familia, no cuida el ganado?.

¿Porqué no se esfuerza tanto como los otros hombres, no tiene los sobresaltos, no tiembla por cada kopek?.

Pero todo eso es solo la futesa comparando con lo que inquieta ahora el alma de Aysha. Ella ha decidido hacer lo que no había hecho nunca, en lo que jamás había pensado durante mucho tiempo, precisamente después de sacarse. Ella misma no puede entender como había pasado todo eso. Por eso, se rompe la cabeza en los intentos de entender si había hecho correctamente o no. Trató de hablar con Alma-gabet, así que es su cuñado, pero ése solo convirtió todo en una broma y aun más hirió el corazón. Y ahora cuando da vueltas la cabeza, de alguna parte vino esa requetemaldita mugrienta mujer de Kozhagul y le pidió el cubo negro.

 

***

 

Paso así.

Llegó a la aldea el mandatario y llamó a todos los habitantes a la reunión. Era una aldea pequeño, de veinte o menos casas, por eso todos cabían en la casa de Sartay. Se reunieron y todas las mujeres. Entre ellas estaba Aysha. En el lugar de honor estaba sentado Kayralap con la barba batida. A su lado estaba Idris, sacando su gordo mentón. Durante la pasada recogida ambos ricos estaban bien sacudidos y les habían boicoteado. Se recuerda que en una de las reuniones Birmaganbet dijo:

-  es de desear que entre nosotros no estarían los turbadores bay. Que los braceros y los kedey [2]sepan solos de sus propias cosas.

En seguida de la reunión echaron a Kayralap e Idrys. Y ahora, aprovechando la ausencia de Birmaganbet, ambos vinieron a la reunión sin ningún miedo, incluso se sentaron juntos. Eso le tocó en lo vivo a Aysha. ¡Mira que caraduras!. ¿Creen que si no está Birmaganbet, se puede de nuevo estragar nuestra cortesía?. ¡No pasará esto!. Mañana regresa su esposo y Aysha le contara todo, ¡él rápido hará bajar el rabo de esos ricos!.

- ¡Pasa, Aysha!. Tu marido no te daba muchas ocasiones de asistir las reuniones, - le grito uno de los jóvenes jinete.- ¡Venga, dinos algo mientras no está Birmaganbet!. 
Al sentir en sus palabras la escondida broma, Aysha se enfadó aun más. Aulnay que era tartamudo Orín Bay, arrastrando una bolsa de lienzo que siempre estaba con él, en voz baja hablaba de algo con uno, después con otro. Un desconocido moreno con el pelo desmelenado descontentamente miró al tartamudo y dijo:

- ¡Camarada presidente de la reunión!. ¿No creen que hay que dejar de cuchichear en los rincones?. ¿Acaso no es tiempo de abrir la reunión?. El moreno desconocido resultó el mandatario de distrito. El hizo el informe y lo término así:
- Pues, camaradas, ¡ya es el momento de acabar con esa ineficaz hacienda pequeña y sustituirla por un colectivo grande de producción, con el método de la hacienda socialista!. 
La gente callaba, como si se había dormido.

- ¿qué preguntas tienen? - varias veces preguntó el mandatario, pero nadie abrió la boca.

- ¡hay, Alá, sálvanos, a los pecadores! –Suspiró ruidosamente Kayralap.

- oye, ¿por qué todos guardan silencio?. ¡Digan algo!.

- Allí Aysha se animó. ¡Parece que quiere decir algo! - notó con la sonrisa uno de los jinetes del Cáucaso-.

- claro que es la mujer del activista. Si quiere, puede picar. – apoyó alguien.

No estaba claro si Aysha se enfadó completamente o de verdad quería intervenir, pero ella hizo un paso hacía adelante.

- ¿Y qué?. ¡Diré algo, sí!. ¿Creen que temo a los bay?. ¡Yo no soy igual como ustedes!.

El mandatario levantó la cabeza y la miró atentamente a Ayha. Ella se turbó, por un momento se quedó cortada.

- ¡Habla, zhengey!. ¡Hala! – le sonrió el mandatario.

- Ante todo quisiera decir que aquí están presentes dos maykot[3]. Quiero que abandonen la reunión.

La gente cambió de miradas. Satibaldi, miró con ceño a Aysha, asombrado movió la cabeza. El mandatario embistió al presidente de la reunión, exigiendo a normar esos “maykot”. Y al enterarse quiénes son, preguntó bruscamente:

- ¡¿Quién les llamó aquí?!.

- Oybay, querido, se había dicho que todos llegaran a la reunión. Por eso aquí estamos.

Pensaba no llegar, para no ser culpable de nuevo… -  Kayralap empezó a justificarse.

Echaron a fuera a los bay. El mandatario se dirigió a Aysha:

- Sigue, zhengey.

Aysha no sabía que más decir. A su cabeza no llegaba ni un pensamiento sensato. Pero si el mandatario le pedía seguir, callar era inconveniente. Y ella dijo brevemente:

-          También puedo decir que todo que ha dicho aquí el mandatario es totalmente correcto. ¡Yo le apoyo por completo!.

-          Seguro que le apoyas: tal vez su ganado no sea conseguido con sudor, lo hubieras recibido por nada. No es muy difícil de entregarlo al coljós, por supuesto. Por eso que digan otros. – notó Kusayn.

Si decir la verdad, Aysha no entendió claramente que significaba socializar el ganado. No todo comprendió bien en el informe del mandatario. Escuchándole pensaba en sus cosas, en lo que últimamente no abandonaba su cabeza. Y ahora se sentía incómodo.

-          tengo una pregunta, - sonó la voz de Zhaman. – Pues, bien. Supongamos que nos hagamos miembros del colectivo. Vamos a reunir todas las haciendas, todos los bienes. ¿Qué haremos con nuestras familias?. ¿Viviremos como antes, cada uno en su chabola o como los parientes de Smat- cuarenta personas beberán de una cubeta?.

- Sin duda beberás de una cubeta. – dijo Kusain antes del mandatario.

Comenzaron a hacer ruido.

Sin embargo, el mandatario tomó la palabra, explicó detalladamente cómo se forma la hacienda colectiva y como van a vivir los miembros de la artel, y todos se calmaron.

- ¡Camarada mandatario! – se dirigió Tmakbay.

- Miramos a un pobre. Es decir, no tiene nada. Toda una miseria. Gana el dinero cosiendo. ¿Tal tipo de personas también estarán en el artel?.

Después de Tmakbay intervinieron Zhusup, Kadyrbergen, Zhakyp. De sus palabras Aysha inequívocamente entendió que socializarían el ganado. ¿Pero como?. Birmaganbet y ella no llevan tanto tiempo con el ganado. Se negaron de la ropa, de la comida, soñando solo que su ganado aumentara un poco. ¿Y de repente todo se hará común?. Su pobre vaquita tiene el mamelón de tamaño del cuarto de arshín[4]. Da solo un cubo en un ordeño. El año pasado, durante la confiscación el mandatario llamó a Aysha. “Zhegey, - dijo él, - tú y tu esposo trabajaron a gota gorda para ese bay. Por eso puedes elegir cualquiera vaca de su rebaño”.

Entre las vacas de Bazaubay se destacaba de capacidad lechera la raza roja con una marca en el frente. Su abigarrada también era de esa raza. Aysha corrió hacia ella, abrazó su cuello… ¿Y ahora de súbito su querida abigarrada, su nodriza, se hará común, su leche, su mantequilla recibirá mugrienta puerca mujer de Kozhagul?.  ¡Por dios, ¿qué pasa aquí?!. Y lo principal, en casa no estará el dueño, el amo de todo el ganado. Interesante, ¿van a empezar a socializar en seguida o esperarán la vuelta de Birmaganbet?.

Las preguntas habían terminado. El presidente de la reunión abrió la votación.

-          ¡A ver, quien está de acuerdo a entrar en el colectivo, levanten las manos!.

Los habitantes de la aldea guardaban el silencio, bizcándose, esperando, agitándose. Nadie se atrevía a levantar la mano primero. Aysha se acordó de cómo se comporta en tales casos Birmaganbet. El soltaba de su asiento, levantaba la mano y decía:

-          ¡Votamos!.

Y después todos alzaban las manos.

Aysha inesperadamente para si misma exclamó:

-          ¡Votamos, camaradas!. ¡Venga!.

Tímidamente se levantó un par de manos, luego votaron todos. Tomaron una resolución unánime: “¡Formamos el coljós!”. Ahora tenían que elegir el presidente. Inmediatamente cayeron varias propuestas. El mandatario pidió la palabra:

- Si quieren saber mi opinión, hay que elegir como el presidente a esa misma zhengey. ¡No van a lamentarlo!.

- ¡No qué va!- saltó de miedo Aysha.

- Puede ser que nadie vaya a replicar a ese camarada, - empezó a alargar, cortándose, Kusain, - pero es analfabeta…

- Pues el arte de leer y escribir se puede estudiar. Yo votaré con mucho gusto por la nuera Aysha. ¡Vamos a levantar las manos! – dijo el respetable Dosym y, siguiéndole, todos levantaron las manos.

Así, como el presidente del artel “Nueva vida” eligieron a Aysha.

Los acontecimientos de aquel día parecían a Aysha como un sueño raro. Como caído del cielo en sus manos se encontraron las riendas del poder. ¿A santo de qué?. ¿Por cuales méritos?. ¿Cómo acabará eso?. ¿Con bien o con la vergüenza?. ¿Estará contento Birmaganbet?. ¿Se habría portado como ella si hubiera estado allí?. ¿O, al revés, habría callado con una cara petrificada?.

Aysha volvió a casa y allí estaba su hijito de 8 años Kuandyk, al reunirse los chicos de todo la aldea, hizo un resoluto. Los pilluelos llevaron el heno desde el patio, derramaron la ceniza, vertieron el agua. Aysha solía despiadadamente echar fuera a esos diablillos, y los pequeños, sintiendo que le iban a dar una pasada, se corrían cada a su lado solo al ver a Aysha. Pero esa vez Aysha no empezó a gritar como siempre, y no les echó a cajas destempladas. Empujándose, agrupándose, ellos se fueron, Aysha, sin notar nada, se apoyó su espalda al fogón  y empezó a mirar a la ventana. Comenzaba la ventisca. Detrás de la ventana creció un gran montón de nieve. El viento feroz le cubría, hacía volar los torbellinos de nieve, aullaba funestamente. La ventisca cubrió abajo la ventana, en la casa se hizo sombrío.

¡El colectivo!. ¿Lo habían organizado para bien o para mal?. En la reunión alguien propuso casi de broma, medio serio:

-          Vamos a socializar las infecciones y las mujeres.

Otro respondió sin tardar:

-          ¡Te conocemos, eh, que tienes clavado el ojo en la mujercita de Zheksen..!.

Y si de verdad las mujeres serán de todos… Aysha recordó que iracundo y fogoso es Birmaganbet. Además es celoso, inquieto, irritable. A veces decía: “Lo que amo más en el mundo eres tú. Cuando alguien te mira de hito en hito, todo en mi dentro se revuelta”. ¿Entonces que pasará ahora? Si… ¡En que pienso, Dios mió!...

Precisamente en ese momento llegó la segunda esposa de Kozhagul. Zhaulyk [5]es mugrienta, sucia. Los chanclos de cuero están destaconados a un lado. Está sofocada como si alguien la hubiera perseguido con el palo. Se rascó la espalda con la estufa. Se quedó así un rato y después empezó a picotear:

- ¡Apirmay, que pasa con el tiempo!. ¡El cielo parece caer!. ¡Cada santo día nevasca, nevada, ventisca!. Uno se puede volverse loco. Y en tal torbellino algunos pueden asistir a las reuniones…Seguro, no tienen que hacer más. Unas cinco personas llegaron desde la “clavija de abedul”, dicen, vinieron a visitarnos. Se sentaron como si fueran los parientes cercanos. ¿Qué piensa la gente?. Así que no hay qué comer. Cortamos una mala bestia para el invierno y ayer ya acabamos con la rabada. No hay nada más, la mesa está rasa como la palma de la mano.

Ella tomó aliento y empezó de nuevo:

- Decidí de darle té para liberarse de ellos, pero no es razonable en tal nevada andar de atrás para adelante con un solo cubo, ¿si?. ¿Puedes prestarme, nuerita, tu cubo negro?

Aysha oía a la mugrienta picotera distraídamente, a medio escuchar. Lo único que entendió que ella necesita el cubo negro. En cualquier otro caso Aysha jamás le dio acceso a ese cubo, pero ahora tanto quería despedir de la importuna huésped y quedarse sola con sus pensamientos, que hizo un ademán:
- ¡Allí esta, en el rincón!. ¡Cógelo!. Llegó la noche, oscureció y había que ir por el agua. Aquí entendió que marro había hecho y sintió frío. La segunda mujer de Kozhagul claro que es una segura pelmaza. Si algo cae en sus manos esa cosa se puede considerar desaparecida. Si va a coger un tazón lo rompe en dos partes, si elige una tetera romperá el pitorro o el agarradero, si coge el cubo... Y al no poder soportar mas, Aysha corrió de la casa. Ella corría, dando traspiés, derrumbándose en los montones de nieve. Pero no lo notaba. Solo quería alcanzar la puerca mugrienta. Quería ver su cubo negro lo mas pronto posible. .. Al soltar los cabellos, alzando unas fumaradas de humo, cerca del horno estaba sentada la mujer de Kozhagul.
Al ver a Aysha que irrumpió en la casa, ella con unas pinzas largas comenzó ferozmente a mover las brasas. Cayo la ceniza, alzo el humo negro. 
- Vine para coger mi cubo. - presintiendo algo malo, dijo Aysha.
- Ese...torpe chico...le zurre tanto que jamás lo olvidaría... - gruño la mugrienta, sin apartar la vista del horno. Aysha, estando fuera de si, se acercaba con amenaza. La mugrienta, asustándose un poco, balbuceo:
- ¿Pues, que pasa, que pasa?. Ten respeto hacia la persona mayor. ¡Tranquilízate!. Allí esta tu cubo. 
El cubo, achatado, con el fondo aplastado, estaba tirado cerca del umbral. Aysha estaba asfixiada de la ira y la ofensa. Agarro el cubo estropeado, lo metió a la peluda mujer y se echo a llorar. - ¡Oybay-ay! - gritaba como una desconocida para toda la casa la mugrienta mujer. - ¡me meato esa infámate!. 
Entro Kozhagul. Los carámbanos en la barba y los bigotes desnevaban, y las gotas de agua corrían en su pecho. Y sus ojos grandes se aumentaron aun más. Parecía que ahora saldrán de sus orbitas. 
Permaneció de pie un poco, mastico sus labios, y suspiro:
- ¿Nuerita, que pasa que golpeas a nuestra mujer?. 
- ¡Para que no coja las cosas de la gente ajena y no las rompa!.
- Usted dice la verdad, claro. No hay que romper. ¿Pero que quieres decir "de gente ajena"?. Usted estaba en la reunión y oyó lo que dijo el mandatario. "Todas las herramientas necesarias para la producción serán socializados". Así él dijo. Y el cubo también es una herramienta de producción. Y también es necesario. Entonces, lo tenemos que usar juntos. No hay que romperlo. Estoy de acuerdo. Pero si inopinadamente lo han roto, ¿sería bien pelearse inmediatamente?. El mandatario tampoco lo asentirá. Además usted está elegida como el presidente. Si escribimos la queja, donde diremos que el presidente golpea a la gente, ¡en seguida le van a entregar a los tribunales, téngalo en cuenta!.
Aysha guardaba silencio. Sentía vergüenza por su explosión. Todas las palabras de la socialización de los medios de producción dichas en la reunión de verdad se fueron de su cabeza. Y el cubo ahora realmente es común. Pues, sí, lo cogió esa puerca. Lo rompió. Pero actualmente ya tiene libertad de hacerlo. ¿Qué derecho tiene ella, Aysha, de arrebatárselo?. Sin embargo duele pensar en ello. Ante sus ojos aparecía el aplastado cubo negro. Luego apareció la mugrienta mujer de Kozhagul, guedejosa como la bruja.
Aysha sintió miedo y la ofensa. Decaída de ánimo, sin saber que hacer, sin tener fuerzas de calmar el temblor que sufría, ella se dirigió a casa... 
Por la noche. La nieve cubrió la ventana. La ventisca se desencadenó, el viento silba, zumba, aúlla. En la oscuridad Aysha se encogió, apretando a Kuandyk. El sueño la dejó. No son buenos los pensamientos que apoderan a la mujer. Suspiraba gravemente. Alguien tiro fuertemente de la puerta.
Aysha saltó asustada:
-¿Quién es?.
- ¡Soy yo!. 
Era la voz conocida, próxima, muy esperada. Aysha en un momento corrió hacia el esposo y empezó a ayudarle a quitarle la ropa. 
- ¿Apirmay, como te atreviste de venir durante esta gran nevada?. 
Birmaganbet estaba todo cubierto de nieve. En la barba se ve la escarcha, en los bigotes había carámbanos. Con una altura media, con la cara roja, quitándose la ropa él resollaba satisfecho, parpaba.
- Ay mi queridita, seguro que te cansaste mucho, me echaste de menos. ¡Déjame que te bese!. 
Estando con frío, torpe, con la ropa ancha, la atrajo intentando abrazarla, y Aysha se sonrojo como la chica, se encorvo y puso su cara.

¡Toda una eternidad no te he visto Birmaganbet!. Aysha se ofendió tanto con su esposo que por dentro conminaba ni mirarle, cuando volviera. ¡Pero cómo es Birmaganbet!. ¡¿Hay un tal otro kazaj que al regresar a casa después de una larga separación va a llamar a su mujer “queridita” y además besarla?. !Algunos se avergüenzan solo de saludar a su mujer. !Birmaganbet no es así!. Tiene un carácter especial…

Aysha detalladamente le contó a su esposo todo lo que le había pasado en la aldea durante su ausencia. Birmaganbet murmuraba aprobando todo. Cuando se ha enterado de que su mujer había ingresado en el coljós y que la habían elegido como el presidente, se alegró absolutamente y rompió en carcajadas.

-          Espera, no rías. ¡No te he dicho todo!.

-          Haber, cuenta.

-          ¡Me quieren entregar a los tribunales!.

-          ¡¿Quién?!.

Así Aysha estando nerviosa, sofocándose de la ofensa e ira, con una voz temblada le contó la historia de cómo se estropeó el cubo negro.

-          ¡Vamos, no hay a quién temer!.

-          ¡A Kozhagul!. ¿Tú sabes quien es él?. ¡Es mercachifle!. ¡Es mulá!. Este otoño ha gangueado recomendando el alma de difunto Bekbola a Dios, y arrastró al ternero rojizo. Todo el tiempo repitió al hijo de Kakimzhan que imponga la multa para el anciano. Pero aquel malito le siguió defendiendo. ¡No les hay que dar el acceso al coljós!. Reúne mañana a todos los miembros del artel y yo le revelaré ante todos, le echaremos fuera estrepitosamente. Pues, y si aun estaría en el colectivo, no significa que se puede romper las cosas de otros. ¿Acaso el cubo está para socializarlo?.

-          ¡Y la vaca…!. ¿Está para eso? – le preguntó con tristeza Aysha.

 

… En la noche oscura, estando en la cama junto a su esposo, Aysha de repente por un momento vio su vaca abigarrada con la ubre pesada, completamente repleta. Y también le apareció el aplastado cubo negro.

 

 

Año 1930.



[1] Una taza sin agarradero

[2] Los pobres

[3] boicoteados

[4] (antigua medida rusa ≈ 0,71 m)

[5] El pañuelo blanco de las mujeres casadas.

 

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